jueves, 28 de diciembre de 2017

LA ASIMETRÍA DEL TIEMPO QUE HABITAMOS

        Dormir, trabajar, descansar. Desayunar, comer, cenar. Acciones yuxtapuestas o entrelazadas o tejidas sin descanso en un intento baldío de estabular el tiempo del que disponemos, de aprehenderlo en píldoras coercitivas de ingesta prescrita en intervalos de ocho horas. Posología humana que determina la dosis de espacio temporal a administrar para no enfermar, o recaer, en la certeza de su inasibilidad, de la inaprensibilidad de su condición. Acaso, mister Felton, le parezca exagerada mi exposición, pero creo que vivimos encadenados a un tiempo, mejor dicho, a una representación del tiempo que no es más que el traje a medida que nos hemos tejido para hacer más llevadero que ese mismo tiempo al que queremos, deseamos, necesitamos domesticar, es libre, elástico, dúctil. Todo lo contrario a nuestra rígida concepción del mismo.

            Permítame, si acaso, un ejemplo. Hemos dividido nuestro tiempo en anualidades repetitivas que van disminuyendo al paso de nuestro propio ocaso. Si proyectáramos este último hacia el futuro, ¿cuántos años nos quedarían? Hecha la cuenta, la propia condición de ser va restando tiempo, es inevitable, cada vez que ese intervalo se repite, implantando en nuestra conciencia la impresión de finitud de nuestra vida, la escasez temporal para realizar esas múltiples tareas que, en realidad, nunca haríamos aunque tuviéramos mil vidas más de regalo. Es esa construcción artificial del tiempo, como una colmena de celdas separadas que se expresan en sí mismas, segundos, minutos, horas, días, meses, años, décadas…la que hace que, siempre, sin excepción, tengamos la sensación de que el tiempo se nos escapa de las manos. Usted, como yo, sabe la cantidad de locuciones, sentencias o dichos que tratan el tema.

            Y creo, sinceramente, que es un mal, casi propio, de esta sociedad occidental, capitalista, consumista, en la que vivimos. Nuestro sistema productivo, basado en la producción sistemática y exponencial de bienes de consumo, ha encapsulado el tiempo de todos nosotros con el fin de que nuestra productividad sea la más adecuada para que el sistema no decaiga. Necesitar para producir, producir porque necesito, no es más que la ecuación del ritmo sobre la que se asientan nuestras vidas. Al necesitar, tengo que trabajar, tengo que producir y así, acepto las condiciones impuestas por los verdaderos dueños del tiempo, depositando en diversos paréntesis el tiempo general y haciéndolo finito en ellos. No sé si estará de acuerdo conmigo, míster Felton, pero creo que así morimos cada vez que uno de estos paréntesis termina, que morimos infinitas veces antes de la definitiva, que por esa razón no saboreamos nuestra vida de forma más o memos plena, porque nos la han robado, o la hemos entregado a cuenta, y nos la administran de forma artificiosa para que creamos que somos felices y dueños de ella.

            Contra esa concepción arquetípica del tiempo occidental le opongo esa otra que lo circunscribe al hecho natural de vivir como una continuidad en la que toda acción inscrita en ella no tiene más importancia que la que se desprende del efecto de la misma acción, no siendo más que un sumando más en la gestión de un tiempo lineal y único. Al nacer no comienza el tiempo, el tiempo ya viene comenzado de antemano, nos transporta en el pequeño relevo que realizamos y sigue una vez que entregamos el testigo. No se necesita producir más y más para vivir y, por tanto, no hace falta dividir el tiempo asignando partes de él en cada tarea, sino que es la tarea fundamental la que marca el tiempo que necesita. De esta forma, creo yo, el tiempo se hace, de alguna forma, infinito, largo, continuo, como cuando éramos niños, recuerde Míster Felton, y teníamos la sensación de eternidad, de que el tiempo nunca pasaba, que así continuaríamos para siempre. La niñez, se lo digo con total convencimiento, es esa parte de la vida que más se acerca a la ley natural antes de que nos compriman la vida en un almanaque del que solamente arrancamos hojas secas como si un perpetuo otoño se hubiera instalado en nuestras vidas.

            Es en lo natural, créame, donde la verdadera vida se expresa en total plenitud, el lugar en el cual seremos libres al fin, donde la ley obtiene su verdadera expresión humana. Adquiriendo el conocimiento de que la verdadera eternidad es ser conscientes de que no somos más que una parte de un tiempo único, nacido con el Big Bang, que se expande infinitamente y que, por lo tanto, no necesitamos medir y calcular. O hacerlo lo menos posible. Es simplemente vivir.

jueves, 21 de diciembre de 2017

EL CAMELLO TRAJO DEMASIADO DIACEPAM

           Le aseguro, doctor, que mi falta de empatía con este tiempo cíclico que nos anega todos los años no proviene, principalmente, de mi ateísmo confeso, que también, sino por esa efervescencia social humanitaria, aparentemente; solidaria, supuestamente; fraternal, teóricamente; que convierte al apostolado del amor universal a cualquier miembro de la raza humana, cristiana se entiende, incluso, créame, a aquellos hijos de puta reconocidos que, durante el resto del año, son capaces de pisarte el cuello, hundirte en la miseria, sin más remordimiento que el que emana de su asistencia semanal a los actos eucarísticos de su congregación. A fin de cuentas, y en esto estará de acuerdo conmigo, grandes personajes del hampa se persignaban con una mano mientras con la otra decretaban muertes de forma caprichosa. Siempre me he preguntado, no ponga esa cara, para donde miraría el cura de turno.

            Reflexiono, ya sé que usted no está de acuerdo con esta capacidad que me atribuyo de modo unilateral, que no es posible separar los estados mentales, cerebrales, de comportamiento, que rigen los actos de estos individuos durante el resto del año y que, por arte de magia, para mí no deja de ser magia esta representación ocasional del acerbo religioso occidental, se conviertan al buenismo, he leído que esta palabra ha sido aceptada por la R.A.E, aunque usted crea que me aíslo del mundo durante este trecho temporal, de forma tan parecida a la conversión del centurión de la Biblia. Una especie de halo místico se apodera de estos personajes y reparten sonrisas, saludos y deseos como viviendo por encima de sus posibilidades en ese estado extático que les posee.

Ya sé que cree que, en estos temas, soy un poco inflexible, pero quien es un cabrón es un cabrón, quien es un gilipollas es un gilipollas y que la mezquindad no revierte en amor por mucho belén, árbol o camellos que pongas. Bueno, quizás con camellos. ¡Eh!, no se ponga así, es una broma, ustedes los siquiatras andan escasos de humor. De hecho, lo que no me explico es porque no hay más homicidios, o suicidios, ese homicidio contra uno mismo, la respuesta más contundente y a la vez más hermosa del castigo autoinfringido, con el atronador mundo musical que nos violenta en forma de villancicos y canciones melosas para babeantes estados de pasmo navideño. Le digo que no puede ser bueno pasar tanto tiempo escuchando tanta sarta de incongruencias: peces que beben, aunque aquí creo que son sobre todos los gordos, ratones que roen calzoncillos y esa melodía azucarada en vena que nos llega del mundo anglosajón convirtiéndonos a todos en posibles diabéticos musicales. A veces, créame, según van pasando los días, me dan ganas de coger al panderetista de turno, arrebatarle el instrumento del diablo, acepto su sugerencia de que el instrumento no tiente la culpa y que, en todo caso, sería su tocador quien se mostraría atorrante, y estampanárselo en la cabeza a modo de lechugilla o gorguera cervantina.

Y puede, pero de esto que le voy a comentar hablaremos, quizás, más adelante, la culpa sea por esa manía que tiene la humanidad desarrollada de encapsular el tiempo en píldoras que se repiten cíclicamente. Nos acostumbramos a ser lo que el calendario marca, en realidad quien crea los calendarios que nos rigen y manipulan a su antojo, y, en este caso, nos comportamos, falsariamente, usted también, como personas de bien durante el periodo de tiempo que nos indican, sabiendo que el resto del año tenemos esa libertad controlada para ser unos perfectos cantamañanas. Singermorning en inglés, ya ve que progreso adecuadamente gracias esas clases de idiomas financiadas por el estado para personas especiales como yo y que solamente sirven para tenernos entretenidos y que no discurramos maldades. Esa es la verdadera razón de todo este teatro del absurdo, en ese caldo de polvorones y mantecadas en el que nos sumergen y nos sumergimos de forma descaradamente irracional.

           Ya veo que la consulta toca a su fin. No se preocupe por mi conducta social durante mi estancia aquí y en este tiempo de Natal. Mientras dure el jolgorio participaré con entusiasmo ejemplar en los actos programados por el centro. De hecho, espero con ansiedad, siempre bajo el control del diacepam, el belén viviente en el que seremos protagonistas los internos. Un grupo de locos, de desequilibrados, de trastornados que intentan representar un acto, lo acepto, muy importante para parte de la humanidad. Creo, sinceramente, que es la mejor y más grande metáfora de la excentricidad y la mentira en la que se mueve este asqueroso mundo.

jueves, 30 de noviembre de 2017

LA MANADA

         Así, a primera vista, definirse como una manada no deja en buen lugar la posible contextualización humana que sobre sí mismos pudieran poseer todos aquellos que así se proclaman. Y la culpa, permítame que se lo aclare, no es del término en sí, sino de esa asimetría injusta con la cual proyectamos la singularidad humana hacia el resto del reino animal. Si me admite el inciso, luego vuelvo al hilo, siempre me ha resultado extraño el término “reino” para referirse a ese mundo del cual realmente procedemos y seguimos formando parte. Podríamos llamarle, por analogía, república, oligarquía, dictadura, o cualquier otra definición que, téngalo en cuenta, define más nuestra estructura social que las verdaderas relaciones que entre los animales se dan. Total, a ellos se la suda como definamos su escalafón social.

Somos nosotros, y nuestra soberbia sapiens, la que hace que tendamos a “antromorficar” lo ajeno. Sí, el verbo no existe, o eso creo, pero usted me entiende. Pero, a lo que íbamos, ¿manada? Una definición ya en desuso, le agradezco el matiz, explica la manada como una cuadrilla o pelotón de gente y, lo curioso del caso, es que si usted hace encaje de bolillos con este conjunto sustantivo, podríamos llegar al quid de la cuestión. Aunque así se presentaran, no tiene nada que ver con una manada de lobos, ni de leones, ni de tigres, ellos son nobles en su comportamiento en relación con su hábitat, sino, en tal caso, una manada de borregos, en el sentido más peyorativo de la palabra borrego. Tenga en cuenta que hay que completar el significado del término, pues de ello depende la calificación final. Pero, si consiente, le daré una explicación que a mí entender se antoja más certera: manada como simetría de pelotón de tarados mentales, como aquellos pelotones de fusilamiento de la guerra civil asesinado ideas, que ejecuta de forma planificada sus deseos aún en contra de los del contrario e incumpliendo todas las normas de legalidad y humanidad. Y, ahora, estaríamos hablando de una manada de asesinos. Sí, no ponga esa cara, asesinos del presente y del futuro del resto de nosotros.  

            Solamente una digresión más sobre el tema animal, no se impaciente: porque el lobo mata para comer, como el león o el tigre, ¿usted entiende como es posible que se les llame asesinos por ejercer un acto totalmente natural como es matar para comer? ¿Existe alevosía, ensañamiento? ¡No! ¡Hambre! Es una extrapolación maquiavélica que juzga y condena al animal de forma injusta. Y así, otra vez de forma antropomórfica, tachamos de asesino al lobo de Caperucita, por ejemplo, creando un imaginario colectivo sobre su figura que, ya ve usted, casi lo ha llevado a su desaparición. Como a otros muchos. Mientras, la raza humana crece de forma exponencial, sin medida, y, lo más terrible, es que de ella forman parte este tipo de sujetos. Totalmente prescindibles, desde un punto de vista académico, por supuesto. No se alarme.  

            Y, ¿cómo entiende usted el asunto del anonimato que, igualmente, sale a la palestra en todo este tipo de asuntos, siempre desde el punto de vista del acusado, faltaría más? Se exige una circunstancia que a priori no se cumple. Se da publicidad a una forma de actuación pública, por ejemplo, a través de las redes, formato vanidad, que, si el resultado no se ajusta a lo planificado, se niega al público. Y me resulta curiosa esta forma de entender la igualdad, más bien desigualdad, de procedimientos. Se invoca la seguridad, el posible ostracismo social de los sujetos en cuestión, bla, bla, bla. ¡Que no la fastidien! El carácter público de los actos a priori debe ser público a posteriori. Perdone el enfado que me surge de pronto, pero me es inaceptable asumir las distintas varas de medir que se aplica la humanidad según afecte a sus intereses. Incluso, le digo más, pues en algunas circunstancias el mejor anonimato no es la ocultación en sí misma, pues hacer surgir murmullos, rumores, malentendidos, sino aquel anonimato que, aunque público, está amparado por cualquier poder. ¿No lo entiende? Se lo aclaro: de nada sirve saber quién es el culpable, asesino o corrupto, si quien tiene que condenarlos está viciado, está manoseado, afectado de manipulación por quienes deberían ser neutrales, pero a los que, sin embargo, les puede afectar la condena, aunque sea de forma lateral o éticamente subsidiaria. Usted no es tonto y conoce, o debería intuir a lo que me refiero. Es ese anonimato público el que me produce más pavor, pues engendra en el que lo posee esa arrogancia, esa insolencia del que se sabe a salvo de cualquier delito.

            Pero, usted y yo deberíamos saber que esto tiene que finalizar de algún modo. Que desde que estamos en esta consulta ni usted ni yo cumplimos ninguno de los objetivos médicos que nos hemos propuestos. Lleva enseñándome manchurrones negros de formas difusas, aunque intuyo que para usted tienen algún sentido, durante todo este tiempo y yo, por mi parte, le aseguro que definir con una palabra esa geometría me parece castrante. En su lugar he ido exponiendo argumentos, algunos inconexos, lo sé, de forma que conociera mi universo existencial. No se ofenda, pero pretender que crea que unos borrones negros registran y explican mi concepto vital es como pretender estudiar para un test de orina: absurdo. Sin embargo, sobre esto, le propongo una última cuestión: ¿si yo, con las interpretaciones que le he dado, no me considero un loco, no sería más ajustado pensar que es usted, con el teorema del borrón e interpretación subsiguiente, el que está loco realmente? Porque ¿quién le presenta a usted estos lamparones y le diagnostica como a mí? ¿Nadie? Entonces hay que dar por supuesto que su concepción del mundo es la correcta y que, de natural condición, usted está cuerdo. Pues conjugue esta última reflexión: ¿quiénes hicieron los diagnósticos a todos aquellos que formaron parte de cualquier manada y les dieron aptos socialmente o laboralmente? No me responda ahora. En la próxima visita hablamos. 

jueves, 23 de noviembre de 2017

SENTIMIENTO BINARIO. PARTE II.

   Reniego con todas las consecuencias de la obligación, casi imperial, de ser lo que no soy. De tener que parecer lo que, por mucho que lo intente, no soy capaz de conseguir. Acepto sin complicaciones la ocasional predisposición, la realización esporádica del paradigma social que por nacimiento me toca vivir, pero no. Es un tópico al que, tristemente, nos hemos encargado de dotar de naturaleza, de exponer como condición intrínseca de nuestro paisanaje ante el resto del mundo. Pero creo que somos más, más que esa hueca categoría de alegría mediterránea sin fin, de cigarras de un sol elástico que ya se extiende por la mayoría del calendario. No, no quiero que me reconozcan donde vaya por esa condición, por incomodar exportando allí donde vamos nuestra vociferante procedencia. Una forma de apropiarse del cualquier escenario ajeno dando por sentado que allí donde fuéremos se debería cumplir nuestro decálogo existencial. Extrapolamos nuestros términos superponiéndolos a los otros con una ligereza limítrofe con la calamidad aumentando y certificando, dando carta de naturaleza ante los demás, de la exactitud de nuestro tipismo.

            Por otra parte, querido amigo, no soy contrario, como te he expuesto, a la algazara. Esa alma eslava, como nuestro común amigo define, debe salir al exterior de forma alterna entre periodos de tranquilidad pues, de lo contrario, estaríamos ciertamente muertos. Pero la forma es importante. Es una cuestión de sensibilidad, de un aliento profundo, amplio, pasional. De una liturgia donde todo es importante y no solamente practicar un hedonismo vacio, insustancial, carente de profundidad. Todo es un ritual, o debería serlo, y aquí, desgraciadamente, nos estancamos en la simpleza de lo obvio, de lo inmediato, convirtiendo la satisfacción de compartir el lúdico juego de la sociabilidad en papel mojado, en papel higiénico mojado, que no aporta más resultados que la inerte sensación de pérdida temporal posterior.

            De alguna forma, deberíamos reivindicar nuestra condición de heterónimos, versiones de nosotros mismos de igual valor al original puesto que no son más que la muestra palpable de nuestra diversidad emocional y racional. Y esa variedad nos prepararía para no refugiarnos en una grande y libre condición de ser, más propia de seres limitados, coartados, circunscritos a una reducción miserable de su condición humana. Aunque, lo reconozco, es fácil, a veces ineludible, huir hacia alguna de nuestras versiones buscando el refugio y el consuelo que la realidad nos avienta. Aferrarte a ese otro yo que habita en nuestro interior y externalizarlo. Vivir esa parte de tu vida que no aflora por la ubicación arbitraria del nacimiento y el aprendizaje social impuesto como condición de ser, de nacer. Un producto más de encasillamiento formal que únicamente sirve como identificación simple, y falsa, de nuestro yo ante los demás, pues nadie es igual a nadie aunque la simbología diga lo contrario, ni casan los mismo intereses, ni son iguales los procedimientos de comportamiento. Cualquier paraguas, como simbolismo identitario, no es más que un reduccionismo individual sustituido por una colectividad interesada. Y hay que decir no.

            Por eso, en estos momentos de zozobra, en donde la transformación de lo conocido hasta este momento provoca inquietud, es imperativo presentar la individualidad como escudo ante la masa amorfa, indefinida. Una imprecisión que puede arrastrarte hacia el abismo, a diluirte en el lodo del pensamiento único, irreflexivo, dejando a un lado la crítica  y la dialéctica como motor del pensamiento. Necesito alejarme del griterío ensordecedor que nos envuelve y bloquea, de las opiniones camufladas de conceptos, de los argumentos baldíos que no son más que nociones aprendidas de la propaganda partidista y dichas de memoria. Por eso, querido amigo, seré yo siendo otro, siendo otra perspectiva. Porque, a veces, es preciso desprenderse del ropaje cotidiano, unilateral, y aplicar nuestra multilateralidad como forma individual de enfrentamiento ante este caos tan uniforme en su concepción.

            Ya sabes, querido amigo, que no entiendo de fronteras, por eso mismo, daré un paso al lado y cruzaré la que tengo más cerca. Mi heterónimo vecino reclama mi presencia y creo que la propuesta es buena. Sinceramente creo que él es el original de mí mismo.

jueves, 16 de noviembre de 2017

SENTIMIENTO BINARIO. PARTE I.

          Querido amigo, es imposible esconder las ganas que a veces me asaltan de desconectar, de desconectarme de esta circunstancia tan opresiva, tan demoledora, tan difícil de escuchar y entender, aunque la intensidad de su eco escale decibelios en función, es así de triste, de la razón que unos y otros creen poseer. Como si este estado del alma, perdona si me expreso con una palabra de índole religiosa, ya sé que ni tú ni yo somos creyentes, necesitara que se le desconectaran todos los mecanismos que lo mantienen con un halo de consciencia. Una razón o verdad la mayoría de las veces sicótica, bipolar, en mero trance de autodestrucción. Y te aseguro que no quiero participar. No participo ni quiero que me hagan partícipe de su desaforado desequilibrio emocional tan rayano a la locura.

            Es este sincretismo general en posicionarse en oposición a todo lo contrario lo que me agota. Esa idiosincrasia tan particularmente nuestra de convertir la convivencia en un desequilibrado ejercicio de imposición imperativa, en un ejercicio de trazo divisorio en cuarteles menguantes. Necesitamos altavoces para comunicarnos cuando, en realidad, estamos a escasos metros unos de otros. Y eso es así, tú lo sabes, desde que nos levantamos y comenzamos a enfrentarnos a nuestra simple cotidianeidad. En casa, en el trabajo, en el bar, en cualquier lugar somos capaces de emborronar cualquier atisbo sonoro legible implementando el ruido como transmisor de pensamientos. El resultado es una amalgama de frases inconexas, palabras que viajan en busca de un interlocutor que las ubique, fonemas no natos que permanecen ahorcados en las cuerdas vocales de su autor. Y odio este continuo enjambre, este roncón perpetuo e incesante de voces vociferantes sin mensaje, sin contenido, superflua exposición de una forma de ser y de estar tan añeja.

            Y ese temperamento, esa naturaleza tan ajena a mí, me aleja cada vez más de esta comunidad de la que ya, creo, no formo parte. De la que tú, creo, tampoco formas parte. Porque hemos hecho, mejor dicho, han hecho de aquella condición un distintivo autóctono, incorporando esa peculiaridad al ser y trasladándola al ejercicio de cualquier actividad, incluso la pública, con lo que, al final, hemos ido cayendo en la incomunicación más absoluta, en el posicionamiento más abyecto como es la creencia de que cada facción, cada individuo, está investido de un aura de autenticidad que queda muy lejos de la realidad más pragmática. No somos más que piezas tratando de somatizar un contexto que no entendemos pero que creemos entender para así, de esta forma, apaciguar, aunque sea por un momento, nuestro propio destierro.

            A veces me pregunto si esta forma de pensar que te expongo es incompatible con ser muy o mucho. Ya te contesto: totalmente. Te lo digo, porque ya conocerás que, ahora, para ser reconocible como persona aceptable socialmente en este país debes cumplir con ese arquetipo. Y a mí, ya me conoces, me produce cierto repelús, cierta urticaria esos dos vocablos que denotan exageración, exceso, desproporción, deformidad, y, esto es lo peligroso, cierto tufo a autobombo interesado. Puede ser que nuestra historia, jalonada de conquistas, reconquistas, auto-conquistas y des-conquistas nos haya conferido una peligrosa inclinación a dotar cualquier acto u acción en nuestras vidas de un matiz exacerbado, con tendencia a la furia y la exasperación. Y ese es un mundo demasiado sórdido para mí, para mi forma de ver la vida, de vivirla, e, incluso, de morirla. 

jueves, 9 de noviembre de 2017

BANDERA ROBA, PEÓN MUERE

       ¿Quién ha decidido que la mediocridad, cuando no, la más absoluta mezquindad, decida que está bien o mal? ¿Quién ha decidido tirar al pato de la razón y cambiarla por ese rencor instalado en lo más profundo de sus genes? Es imposible aceptar que quienes son incapaces de hacer progresar a un país por los parámetros de una contabilidad ética se erijan en los paladines del control presupuestario de los que sí han hecho sus deberes. La intervención del Ayuntamiento de Madrid, que ha reducido su deuda consiguiendo superávit presupuestario, es una nueva boutade de un gobierno sumido en la más absurda y paralela realidad.

            Es imposible esconder el escenario de que dicha medida obedece más a un concepto de gobierno represivo, autoritario y, porque no, vengativo, que es capaz de restringir la inversión de los ayuntamientos saneados en el bienestar de sus ciudadanos por mor de una falsa política de estabilidad que solamente obedece a sus intereses. Semeja en su concepto con el saqueo que los bancos y cajas hicieron con los ahorros de los depositantes al cuadrar sus cuentas a costa de los mismos, al estructurar la economía del país en el deber de ahorrar de las todas las administraciones que no sean la estatal. Y esto adquiere una importancia capital en estos momentos en los cuales el gobierno del Partido Popular no puede ofrecer una recuperación real de las cuentas públicas al terminar con el desvalijamiento del fondo de pensiones, finalizando el espejismo que nos ha estado vendiendo, e incrementando los recortes presupuestarios para el próximo año. No le queda otra. Lo cual demuestra la falsa recuperación que han ido publicitando a lo largo de estos años funestos de una legislatura implacable con los derechos sociales.

            Y es inquietante pensar que, mientras se prohíbe generar bienestar y amparo social, ese mismo gobierno puede estar comprando armamento para el ejército, desviando gastos ocultos para su sostenimiento y, de paso, incrementado el déficit público que, aquí está la broma macabra, obliga a enjugar a ayuntamientos y comunidades autónomas. Pero, realmente, todo esto no importa. La última encuesta del CIS revela hasta que punto nos hemos convertido todos en unos auténticos retrasados mentales. Un ambiente de esquizofrenia general lo invade todo retratando de forma nítida una sociedad movida más por grandilocuencias, vísceras y automatismos nostálgicos que por lo que realmente importa: su futuro.

            Así, en la más absoluta impunidad, los Gurtel, Púnica y demás miembros de la mafiosa familia que conforma la derecha nos siguen robando, nos siguen metiendo la mano en los bolsillos, nos siguen privando de nuestros derechos, amparados por la impunidad que resulta de una sociedad en estado de metástasis colectiva. Parece ser que, mientras quienes nos roban vayan enfundados en su traje españolista, arrebolados con la bandera de España, no importa. Solamente importa el independentismo aunque puede que al finalizar la función nos demos cuenta de que nos han dejado a todos totalmente desnudos.
    
            Convendría que la razón se impusiera a la desfachatez, declararnos independientes sociales de este gobierno abyecto y, si nos aplica el artículo 155, con las mismas, empotrárselo por el culo. 

miércoles, 25 de octubre de 2017

DIALOGO FICTICIO ENTRE LÍNEAS DE MOEBIUS

            Allí, en aquel despacho fuera de las sedes oficiales, a salvo de los ojos escrutadores de una sociedad crítica, los dos hombres tejían su futuro entre los claroscuros de una causa a la que habían ayudado a prostituir. Sus ansias, sus ambiciones desbocadas habían hecho descarrilar ese tren al que dieron salida sin que todos los cruces estuvieran orientados convenientemente al destino final. La realidad, obtusa y terca lo había empotrado, como si fuera una ecuación matemática, en una realidad paralela, fantasma, por la que circulaba ese espectro en un bucle sin fin. Y ellos, como el protagonista de Moebius, el matemático Pratt, se habían subido a ese tren sin destino, aparentemente, final. O, por lo menos, incierto.

C.P.- Si te digo la verdad, O.J., me da un cierto vértigo todo este proceso en el que nos hemos embarcado. Creo que hubiera sido mejor ir de frente aunque esa tesitura nos hubiera partido la cara. Al final, presentar ante la opinión pública un escenario falso, tras el cual todos salvemos el culo, con lo que tiene de estresante, va a significar nuestra tumba de una forma u otra.
            O.J.- A veces, créeme, también lo pienso yo. Entrar al trapo de las elucubraciones de J.M. con el fin de distorsionar la realidad que los ciudadanos estaban asimilando de forma natural y extremar las posiciones para no perder la ascendencia ante los propios correligionarios está siendo una tarea demasiado ardua. Pero piensa que aceptamos las condiciones con tal de llegar al fin que nos tenemos propuesto. Aunque esperemos que nadie nunca sepa este juego sucio en el que todos nos estamos enfangando.

            C.P.- Y lo acepto. A veces la política es una especie de montaña rusa, siempre subiendo y bajando. Nos presentamos como salvadores de algo que no está muy definido y al día siguiente nos retractamos y damos marcha en un juego maquiavélico que no puedes exponer, sacar a la luz. El ciudadano, harto de tanta indefinición y dudas, nos arroja a los perros por no seguir el camino que, a ellos, les fuimos marcando. Héroes un día y traidores otro. Y de alguna forma nos lo tenemos merecido.

            O.J.- Pero el sistema siempre ha sido así. Engañamos y falsificamos la realidad para que el ciudadano, el elector, crea que todo va bien, que el progreso encarrilará sus tristes vidas, sus vidas de mierda, hacia una etapa mejor. Y ellos lo creen. O necesitan creerlo. Y ese ha sido nuestro mayor triunfo, no el nuestro en particular, sino el de la clase política en general, a la que pertenecemos tú y yo, el que se hayan trepanado a lo largo de los años esos cerebros infantiles y poco acostumbrados a la libertad de la población haciéndoles un masivo lavado de cerebro, supuestamente democrático, para que, aunque nunca cumplamos con nuestras promesas, sigan aceptando nuestra forma de hacer, que es como decir: de mentir. Estoy de acuerdo con que apesta, pero a nosotros nos va bien así. Y a los demás, no te olvides. Cualquier opción con ansias de llegar al poder juega en este terreno.

            C.P.- Pero, insisto, hubiera sido más honesto ir de frente por una vez, creo que el motivo lo merecía. Arriesgarnos y, aunque el camino fuera más largo y pedregoso, articular una verdad limpia. Tardaríamos unos años pero sería definitivo. Las cartas hubieran estado siempre sobre la mesa y todo el mundo hubiera sido espectador y jugador de su propio destino. Ahora, creo que nos hemos aliado con Satanás, hemos hecho un pacto del cual el resultado no es ocultado, aunque creamos en lo contrario, y puede que sea el opuesto al que deseamos. No es bueno bajar a los infiernos.

            En ese momento, interrumpiendo la conversación, sonó el teléfono en la oscuridad. Su sonido, casi de ultratumba, hizo que sus cuerpos se removieran como si la Fata Morgana estuviera al otro lado del auricular, como si un nuevo contratiempo les fuera a ser comunicado por Belcebú provocando otra pirueta mortal ante la opinión pública. Un nuevo giro de los acontecimientos que la ética ya no podría soportar, la de los demás, se entiende. La suya había caducado

            J.M.- Buenas tardes. Parece ser que todo va según lo previsto. Solamente hay que aguantar un poco más. La polaridad cognitiva que hemos creado en torno a la causa hará que solamente pervivan dos opciones, enfrentadas, no dando lugar a que se cree un tercer frente, el que piensa, el que reflexiona, y nos joda el invento. M.R. está muy contento. O eso creo. Considero que no sabe muy bien lo que está pasando pero es un monigote muy fácil de manejar. Hará su papel a la perfección sin importarle las consecuencias. Seguiremos como hasta ahora, cada uno enrocado en sus posiciones y dejando correr el tiempo hasta que la gente se congele. Luego retomaremos el asunto.

            C.P.- ¿Pero P.S. no girará al final, dado su talante veleidoso y se alineará con ese posible tercer frente? De las conversaciones mantenidas a más “bajas instancias” solamente se le ha comunicado una parte. Puede que termine descubriendo que es una mera comparsa y pase a una acción mucho más directa aliándose con el resto y, entonces, nos quedemos a medio camino y sin ningún objetivo conseguido. Además está ese irreductible abanderado al que sería necesario tener controlado. De momento está respondiendo, pero es como una traca de feria: puede explotar en cualquier momento.

            J.M.- Creedme, no habrá problemas. Todo está bien atado. A lo largo de los años hemos comprobado como el imaginario colectivo se mueve a través de pocos resortes. El que estamos utilizando es uno de los más poderosos y nos servirá tanto a nosotros como a vosotros. Entiendo vuestra posición, delicada, pero si queremos que esto, al final, nos sirva como laureles en los territorios resultantes, deberemos sacrificarnos. Un sacrificio con cava y ostras, pero sacrificio. Si lo realizamos bien, la pinza resultante arrasará por completo cualquier otra opción. Este es un pueblo con un ADN mutado, se ha ido modificando a los largo de tantos siglos de dictaduras, capitanes, reyes, juntas, etc, que, por mucha democracia que les des sobre el papel, no saben qué hacer con ella. Esa es nuestra ventaja. Podríamos perpetrar el mayor delito el día antes de las elecciones y nos votarían igual. Son de recibir órdenes, no de ideas. Y nos aprovecharemos. Cada uno en su sitio y con su papel. Estoy seguro que conseguiremos el éxito.

            Termina la conversación y en aquel despacho reina el silencio solamente matizado por el ruido ambiente del exterior. Por fin, uno de los interlocutores se atreve a hablar.

            C.P.- Si esta comunicación era para que estuviéramos más tranquilos, no lo ha conseguido. Por lo menos en mi caso. Puede que la maquinaria puesta en marcha haga que el porcentaje que nos falta para la mayoría se alcance. Pero no sabemos el porcentaje exacto ni el tiempo que llevará. Lo mismo que ese porcentaje crece puede crecer el número de ciudadanos que comiencen a pensar, a reflexionar sobre todo este aquelarre y se distancien. Nuestra maniobra puede provocar el nacimiento de movimiento que indague sobre el futuro que les espera y se dé cuenta de que no somos de fiar, que se pregunten: ¿si han sido capaces de hacer esto, dudarán en hacerlo cuando sean sus puestos los que estén en juego? Aparte, claro está, de que nunca sabremos si ellos están tratando de incrementar, en secreto, el número de sus adeptos dentro de nuestra área de influencia y, cuando nos demos cuenta y nos dejen ejercer lo pactado, seamos, en realidad, minoría. ¿Nos dejarán, en definitiva, ejercer lo pactado?

            Tuvieron razón en todo. 

jueves, 19 de octubre de 2017

ALTERIDAD Y DERECHA. FORMULACIÓN ALTERADA

         Este fin de semana, concretamente mañana viernes, se presenta en Sala de Cura el espectáculo “Alteridad”, de la compañía Émesis Colectiva. A través de la danza se propone la capacidad de ser otro o distinto, que es, en definitiva, lo que significa el título de la propuesta. Esa capacidad de ser otro o distinto es una condición ampliamente extendida pudiéndose encontrar ejemplos varios: se puede ser pirómano y bombero, como nos demuestran los incendios en Galicia, cazador y conservacionista, según el manual del buen cazador, etc. Esa alteridad no define que el otro o el distinto sean un antónimo del yo ni su contrario, se puede ser otro, entendiendo el otro como sujeto nominal con su circunstancia y que esta sea semejante a la suya o ser igual en distinto escenario y con respuestas equivalentes.

            Pero donde abunda la alteridad en su forma más perturbadora y desequilibrada es en política. Una alteridad no basada únicamente en personas, que serían sus interlocutores públicos, sino en opciones electorales o idearios partidistas, bien es verdad que conformados por aquellos. Es esa forma de camuflarse entre la hojarasca social y presentarse unas veces a pecho descubierto como uno mismo y otras veces asumiendo, de forma taimada y marrullera, el posicionamiento del otro contrario, aunque te salgan sarpullidos en la piel, la más de las veces sin reparo ni vergüenza: todo sea por el poder. Que la derecha se presente como guardián de los derechos de los trabajadores y la única opción para su bienestar supone una alteridad de grado esquizoide con episodios de autoagresión física (cilicio mediante), fundamentada por su amoral concepto de la política y por una dejadez delictiva ocasionada por parte de la izquierda. También, claro está, por estar dirigida a una sociedad con poco entrenamiento democrático, escaso bagaje cultural e histórico y un equivocado concepto de su clase social.

            De ese desparpajo “alterado” de la derecha política se conoce mucho en Zamora, esta ciudad al oeste del oeste. Desde la pérdida del gobierno municipal en las últimas elecciones, el PP se ha convertido en una máquina repetitiva de propuestas sociales más acordes con el pensamiento de izquierdas, con la particularidad de que es la izquierda la que gobierna en la actualidad. No se trata de que no se tomen medidas a favor del ciudadano, ahora siempre es así, sino que, una vez tomadas, los representantes de la derecha proponen un aumento del efecto de las mismas que raya en alta temeraria. No importa si es posible sino ponerme, ficticiamente, en el lugar del otro, mi contrario, para presentarme ante la masa electoral como los auténticos tutores de su crecimiento y bienestar económico. Ponerse más a la izquierda que la izquierda en forma de simulación diferida hasta que gane el poder de nuevo. No deja de ser más que una formulación bastarda y llena de intereses espurios, un trampantojo político de políticos mediocres.

            En el caso que nos ocupa aquí, en esta ciudad, se da la circunstancia de que los que son las cabezas visibles de toda esta alteridad amoral son los mismos que en pasadas legislaturas formaron parte de los gobiernos de derechas que pusieron el ayuntamiento de todos en quiebra técnica. Ahora, después de dos años de gobierno de IU y PSOE, sin deuda, con participación ciudadana en los proyectos, coherencia en el manejo de los caudales públicos, etc, aquellos se vuelven soviéticos de pronto intentando manipular al ciudadano, engañarlo, tergiversando la realidad y falseando el escenario al exigir una bajada del IBI que ellos subieron, una reducción del impuesto de vehículos y de basuras que ellos subieron y la eliminación de las plusvalías de las que ellos se aprovecharon durante sus mandatos, obviando las directrices emanadas desde el equipo de gobierno para tales asuntos. Y es esta “alteradidad política”, que no alteridad, entendida como el estado alterado del ánimo cuando pierdo el poder lo que nos lleva, valga el ejemplo, a que propongan la bajada del IBI general, pero se opongan a que la iglesia lo pague.

            En definitiva, y por abundar más en el tema, si alteridad es la condición de ser otro y el vocablo alter se refiere al “otro” desde la perspectiva del “yo”, entonces el concepto de alteridad se utilizaría en sentido filosófico para nombrar al descubrimiento de la concepción del mundo y de los intereses de un “otro”. Y no tiene porque ser malo. Por tanto, hagan ustedes, la derecha, un ejercicio sincero de alteridad, por ejemplo, en la cuestión catalana y pónganse en lugar del otro, de sus inquietudes, y dialoguen. Lo mismo también tienen razón en parte. No nos vale el “Santiago y cierra España”. 

lunes, 16 de octubre de 2017

SIN ESCALERA DE INCENDIOS

             El edificio amenazaba ruina, eso saltaba a la vista. Los cimientos, mal asentados sobre arterias por las cuales, durante muchos años, muchos, se desangró parte de la conciencia colectiva que podría haber supuesto su regeneración, derivaban de la horizontalidad y parecían hacer flotar la estructura como si esta navegara sobre la líquida vergüenza que hizo posible su edificación. La nomenclatura, atrincherada en la azotea del mismo, hacía tiempo que había perdido toda conexión con la realidad que habitaba un poco más abajo, en los pisos inferiores, en donde la vida luchaba diariamente por sobrevivir, por no morir de inanición.

            Abandonados a su suerte, o su mala suerte, cada rellano se había organizado por sí mismo en células soberanas en las cuales cada piso, el A y el B, izquierda y derecha, o bajo, se procuraban su propia realidad inmediata, su metamorfosis en unidades de combate a la caza de una supremacía que hiciera más llevadera su cotidianeidad. La insolidaridad se había apoderado de sus almas provocando el recelo del otro, la duda intencionada y una desconfianza general que melló los engarces que mantuvieron precariamente la fábrica hasta ese momento. Nadie pensaba, intuía o razonaba en que la quiebra inesperada del inmueble común sumiría a todo sus inquilinos en la más absoluta oscuridad vital, o sea, la muerte.

            Hacía tiempo que los servicios básicos habían dejado de funcionar. No se recogía la basura, el correo dejó de recibirse ante la selvática e inidentificable situación y, porque no decirlo, ante la muere de varios carteros atacados por huestes que deambulaban al albur de la inseguridad manifiesta. No se realizaba el mantenimiento diario, las humedades originadas por las babas rabiosas de unos y otros provocaban en el ambiente ese hedor nauseabundo de cloaca, el ascensor quedó atrapado en los bajos fondos por falta de piezas…El poder omnímodo del búnker había ido suprimiendo todo derecho vecinal como forma de control, de chantaje, de coacción ante las exigencias de libertad.

            Si la centralidad exponía se decadencia sin sonrojo, el perímetro, la periferia del aquel monolito crepuscular no presentaba mejor aspecto. Al vaivén de las corrientes, de las mareas o de la oferta del día que supusiera un reconocimiento efímero, no se habían percatado de que su fachada, aquello que le separaba del abismo, presentaba inquietantes grietas. Grietas de un grosor tal que una mano podía penetrar por ellas. De hecho, como si de una película de terror se tratara, había noches en la que se podía adivinar, si se era un observador perspicaz, decenas, centenares de manos introduciéndose por aquellas grietas y, como serpientes, recorrer las estancias sigilosamente. Sus huellas, aún húmedas a la mañana siguiente, dibujaban el mapa arterial de su asalto. Demasiadas manos para tan poco pecunio. Por otra parte, el desconchado del revoco medianero dejaba al descubierto el mal armado cemento utilizado en la construcción de aquellos años. Una suerte de aluminosis colectiva se adueñó de los perpetradores de semejante aberración y una suerte de olvido de los elementos básicos del constructivismo hizo aflorar esos edificios que, en este momento, se van agrietando por unas juntas poco fiables y un mantenimiento escaso.

            Con el tiempo, una sociedad de capital-riesgo radicada en un paraíso fiscal ofreció una solución ante el derrumbamiento anunciado: instalar raíles entre el bunker y el resto del edificio y entre los diversos rellanos de este último. Así, ante cualquier eventualidad, las diversas unidades estructurales podrían cambiar su ubicación moviéndose por los mismos y conformar un dibujo constructivo más acorde con su sensibilidad. Una deconstrucción constructiva de amplio espectro con la posibilidad, si se contrataba en la póliza, de llegar hasta el dibujo definitivo: urbanización de viviendas unifamiliares con parcela.   
               
            Nada de esto llegó a suceder. Las banderías se unos y otros, dedicadas a entorpecer el normal devenir vecinal y los grupos de saqueo verticales, consagrados al desvalijamiento del común, hicieron que aquel desgraciado paraje quedara olvidado. Las muertes ocurrieron, la sangre siguió manando sin que nadie hiciera nada, sin que nadie levantara la voz de la razón y del diálogo. Nadie hizo caso a aquellos ruidos nocturnos cada noche más audibles y un buen día el mecano cedió, pero para pasmo de los observadores internacionales que acudieron a la tragedia, el bunker, que había sido reforzado en su estructura con total alevosía y objetivo doloso, se había desplazado de arriba hacia abajo como llevado por una polea que lo equilibraba, de tal suerte que había ido aplastando al resto del edificio sin sufrir daño alguno. 
                  
          Nada quedó salvo la ominosa realidad del fracaso, del fracaso de la generalidad aprisionada en esas 155 escaleras de interior. El poder se salvó, siempre se salva. La empresa de capital-riesgo había asegurado su futuro con la compra de productos financieros tóxicos luego diseminados entre confiados pequeños inversionistas, habitantes de tantos y tantos edificios en ruinas. 

miércoles, 11 de octubre de 2017

NO SE TE ENTIENDE PORQUE TÚ NO HABLAS

              Ya me lo habían advertido. En el mismo momento en que, por fin, iba a ver cumplido mi sueño de experimentar una ciudad libre, de aire limpio, vaciada de tics anacrónicos y confiada a una municipalizada coherencia y al rigor ético de la acción inmediata, se lo insinuaron: -que tengan cuidado con los compañeros de viaje que les tocan en suerte por mor de una mayoría absoluta casi conquistada, llevan demasiadas mochilas, demasiados asuntos pendientes sobre los cuales no poseen el dominio, el mando-. -Valiente celebración me estás dando, le dije-. Este dominio, prosiguió mi interlocutor, se halla en manos de prestamistas políticos del signo opuesto, lo cual lo hace todo más demoniaco, más opresivo y más intimidador. En realidad, nada se decide aquí, nada deciden las cabezas visibles de estos adyacentes coyunturales, todo emana, todo se solventa, todo se ventila desde “Madrid”.

            Apenas dos años y medio después se cumple el vaticinio. Repuntan las ratas envalentonadas por un número más que vuelve al redil. Sin importar siquiera que los electores les relegaran al último cajón del podio por suerte de un posicionamiento político más propio de dementes suicidas que de personas públicas con la razón por trinchera. Sin importar el abandono masivo del grueso del partido por no aceptar ese alejamiento social, de vivir y ejercer la política al lado del vecino. Vaivenes conductistas provocados por la falta del ideario sociológico al que dicen pertenecer, del conocimiento mismo de sus orígenes, bien es verdad que en consonancia con los grandes charlatanes del ventajismo feriante en que mutaron tantos y tantos maquis de salón. Nunca el socialismo dio tantos capitalistas en consejos de administración. Acaso, puede que todo terminara en Suresnes, comenzando esta etapa de mamporrerismo al servicio del verdadero poder: el económico.

            -Acuérdate de lo que me pasó a mí cuando fui alcalde-. Lo recuerdo bien, le digo, sentados frente a frente reflexionado con esta nueva situación, un tanto absurda: un caballo de Troya en forma de nuevo partido, dirigido por quien formó parte de su equipo de gobierno por un quítame, o ponme, allá unas obras, en nómina empresarial, ¿cuál?, y, curiosamente, por quienes deberían defender, ante todo, la legalidad: como políticos y como supuestos miembros de la izquierda. Mafiosa realidad vertebrada desde hace años y que asoma de vez en cuando pero que nunca termina por salir a la luz. Solamente analizando las consecuencias de forma indirecta se puede atisbar la verdadera realidad. Esa realidad, a secas, que dice que no quieren gobernar, que no les interesa mientras caigan en la saca los beneficios de la omertá. Es más fácil así, con cara de oposición pasmada se sí misma, recorrer el desierto aprovechando el maná generoso, la dádiva caritativa de quien, parece ser, te tiene agarrado por los huevos. No habrá marcha en New York, pero siempre nos quedará Rubén Blades, de Panamá mismo.

            De este modo, la mano que mece la cuna desde “Madrid” ejecuta la maquiavélica subversión del resultado sociológico electoral poniendo trabas al correcto devenir. Mi contertulio me hace una última reflexión: -piensa en que actividad ha habido más problemas más allá de la propia dificultad de los procedimientos y de los problemas añadidos que puedan surgir-. Negligencia, incapacidad u “obra” de Dios.    

               Susanita tiene un ratón. El ratón un títere. El títere se viste de Sancho. En el último baile danzará con la Dama. El “tablao” lo pone un tal Mariano. Es el ciclo de la vida. Hace tiempo que fue al chino a comprar pinzas. La ética, sobrevalorada.

martes, 3 de octubre de 2017

IDEOLOGÍAS DE DESTRUCCIÓN MASIVA

          En un contrasentido palpable, hemos pasado en un fin de semana de ser un país repleto de corruptos, estafadores bancarios, trileros políticos y demás fauna carroñera de lo público a ser un país dividido entre patriotas y separatistas. Ya no importan ni el saqueo continuado, ni el aumento de la desigualdad, ni del incremento de la pobreza, etc, ahora lo moderno es estar dentro de alguno de los bandos y discutir sobre si son galgos o podencos. Realmente, si uno lo reflexiona con calma, parece la obra de un orfebre del maquiavelismo más ortodoxo: convence a la tropa de que serán ellos quienes reescriban la historia antes de que el hedor despierte sus cerebros.

            Se ofrece gloria, reconocimiento, laureles a quienes han sido incapaces de exigir a la clase política la ética y honestidad que se presupone de sus cargos. No importa que me hayan robado el futuro si me dejan participar de la salvación de la patria, parecen decir unos. No me importa que me hayan engañado con falsas expectativas si me dejan participar como telonero del nuevo estado, parecen decir otros. Pura praxis cómica solamente al alcance de sociedades basadas en el paternalismo político, la jerarquía social estanca y el borreguismo de una parte importante de una ciudadanía todavía atorada en el subdesarrollo intelectual.

            Este país, que dejó hace tiempo de ser mediterráneo para americanizarse y sumergirse en el “american way of life”, ha añadido a la importación de hamburguesas, coca colas varias y películas con guiones que caben en una servilleta de papel, los muñegotes presidenciales más obscenos, y peligrosos. Como si de un ¿quién da más? se tratara, de una tacada hemos adquirido en el trastero más apestoso a los sosías de Bush hijo y Trump para colocarles un tricornio y una barretina. De esta guisa, en busca de armas de destrucción masiva nacional, han iniciado esta escalada sin sentido o con el sinsentido que tanto aquellos como estos parecen, estoy seguro, poseer. Hace tiempo que se perdieron las causas, que se olvidaron los orígenes reales de todo este bodrio enmascaradas por el sainetesco presente de ambición, intereses y falsas apariencias.

            Claro que al final, ¿qué? Si los objetivos son irrenunciables y los actores son los mismos la situación se enquistará de forma maligna en una sociedad quebrada, recelosa del otro y, sobre todo, del territorio del otro. Esta tierra, sublime en lo cómico, es capaz de sustituir a la Libertad para guiar al pueblo por Krasty el payaso hasta las cejas de metanfetamina ideológica con las consecuencias pertinentes. En esta diversión con banderas sheldoniana mucho me temo que es, precisamente, el pueblo quien tiene toda la culpa. Porque consiente su manipulación maliciosa, porque acepta su servilismo culpable. Porque tolera el robo de su soberanía.  Porque teme tomar las riendas. Porque sufre pero no grita, ni actúa, ni se moviliza sin correajes de los proxenetas del poder. A lo mejor, así, el sentido común presidiría el diálogo. 

martes, 26 de septiembre de 2017

LA MIGRACIÓN DE LAS OCAS

         Todavía no han sido exhumados todos los cadáveres de las fosas comunes, de las cunetas olvidadas, de los asesinados por pensar de otro modo, por creer en otra concepción del mundo: más libre, más igualitario…, cuando se vuelven a repetir imágenes más propias de ese otro tiempo más oscuro. Parece ser que nada se aprendió de todo aquello. Parece ser que todo es más fácil cuando existe en gran parte de la ciudadanía una cierta inclinación hacia el servilismo sin preguntas, hacia el acatamiento sin reflexión, como si un profundo síndrome de Estocolmo se hubiera instalado en la población desde la dictadura franquista y no supiera vivir sin los parámetros de ésta.

            Este es un país de repetidores de curso. Estancados en primaria, vamos solidificando nuestro entendimiento en postulados simples, generalistas, primarios, inmejorable caldo de cultivo para que concepciones políticas basadas en ordenanzas de tinte marcial obtengan peones con los que inundar el tablero sociológico de demagogia y autoritarismo. Carne de cañón que será lanzada, como estamos viendo, contra la dialéctica, contra la razón, contra la negociación, conceptos que son enemigos acérrimos de quienes tienen que mirar su significado en el diccionario y de aquellos que los dirigen, cuyo cometido es mantener a la grey en la más absoluta ignorancia.

            Viendo las imágenes de despedidas a las fuerzas de seguridad del estado que se dirigen a Cataluña, más parecidos a los desfiles de la victoria franquista en la guerra civil, los gritos de “a por ellos”, “yo soy español”, etc, y comparándolas con las despedidas de las tropas sublevadas contra la república en la guerra civil española, en imposible no sentir un cierto temor, un cierto recelo ante la similitud de continentes y contenido. Curiosamente, la similitud persiste, en la retaguardia los mamporreros del régimen se afanan en dar rienda suelta a su extremismo poniendo en la diana a quienes no piensan como ellos. Resulta penoso ver como dichas fuerzas solamente sirven para la seguridad de una parte de la población y no para toda ella.  

            Cuando en un país democrático el ejercicio de la fuerza se impone al ejercicio de la razón y la política, aquel deja de serlo convirtiéndose en una democracia orgánica, dirigida, manipulada, operada con mecanismos supuestamente democráticos pero que oculta una sociedad convertida en números, en individualidades carentes de valor, incapaces de cohesionarse en organizaciones capaces de subvertir el orden establecido, ese orden mentiroso que sabe que nunca actuaremos en su contra por nuestra propia incapacidad para quitarnos el yugo de nuestros cuellos. Es el triunfo del Gran Hermano.

            Sin querer y poco a poco, pieza a pieza, este país está rellenando un puzle bastante conocido. Solamente queda esperar que no venga cualquier retrasado mental y lo complete. Sería una pena.

lunes, 18 de septiembre de 2017

A TODO TRAPO. O BANDERA. O ENSEÑA.

     Sinceramente, le daba igual. Levantarse por la mañana y que Cataluña fuera independiente como todo lo contrario, si es que hay contrario en toda esta situación. Algún resquicio emocional al uso, como cuando te desprendes de ese jersey que te ha acompañado durante toda la vida pero que está para el arrastre, y a otra cosa. Una frontera más por aquí y un color distinto de país por allá y arreglado. Cuestión ésta última no baladí, pero que las editoriales actualizarían con la premura totalmente provechosa de unos libros, y mapas, y diccionarios nuevos. En cuestión de dineros no hay ninguna sospechosa emoción que impida el engorde de las cuentas.

Total, piensa, la cuestión se debate entre necios de concurso, botarates y chifleros del reino a cada cual más obtuso. Él, como ciudadano, poco tenía que aportar a un procedimiento que excluía cualquier manifestación popular a favor o en contra. Pero si de algo estaba seguro es de que la democracia, como forma de gobierno, había quedado un poco, o un mucho, magullada. Por unos y por otros, eso lo tenía claro. Unos por desmontar los mecanismos de participación en política y provocar una inseguridad jurídica en provecho propio, lo que dejaría en mal lugar al ente que pudiera formarse en el futuro y otros por no modificarlos a tiempo para que un sentimiento global pudiera ejercer su derecho.

Lo que está claro es que esta democracia representativa, sin sicotécnico obligatorio, está regida por unos dementes que secuestran esa representatividad durante cuatros años para hacer lo que les viene en gana. Auténticos tiburcios parlamentarios de escaso o nulo valor añadido empeñados en demostrar como es de enorme su estulticia. Después de cuarenta años de democracia no han sabido resolver el problema territorial con el que aquella nació y que solamente quedó mitigado a base de favores mutuos gracias a una ley electoral demoniaca. Pero ahora, ¿qué? Pues que, a pesar de todos los intentos por diferenciarse unos de otros por cuestión nacional-identitaria, todos tenemos algo en común: solucionar las cosas por las buenas o por las malas, por cojones, por collons, por bolak, por…activistas homeópatas del “yo tengo la razón”. Una pena.

            Vistas las manifestaciones en uno o en otro sentido, los únicos que deben estar contentos son los fabricantes de banderas. Telares a todo trapo sedientos de gloria. Sin embargo, ¿si aplicáramos la teoría cuántica a cualquier problema identitario, no sería un bucle reduccionista hasta la nada misma, o, al menos, hasta algo tan mínimo carente de masa que pudiera sostener bandera alguna? El individuo, como átomo, solamente se representa así mismo. Y esto, ni a veces.

            Mientras ha ido pergeñando estos pensamientos ha ido poniendo la cena. Y cae en la cuenta. Queso de tetilla gallego, gazpacho andaluz y pan con tomate. ¿Podría considerarse él un nacionalista galaicocatalánandalusí? En ese caso, ¿le aplicaría el gobierno el artículo 155? ¿Tendría patria con tanta mistura gastronómica? ¿Patria o muerte? ¿O era culo o codo? Seguro que equivale a truco o trato. 

martes, 12 de septiembre de 2017

A FUEGO LENTO

         En un fin de semana ahíto de secesionismo convulso y unitarismo crispado, las dos caras de una moneda más falsa que un trolex de mercadillo tailandés, algunos han querido aprovechar la oportunidad para distraer ciertos documentos relacionados con las tramas de corrupción del Partido Popular y enviarlos al limbo del no ser, o del no existir, como ocurrió con los miles de millones del rescate a los bancos que miembros del mismo partido juraron y perjuraron que íbamos a recuperar. Noticia, que inmersa en la realidad más inmediata, ha pasado desapercibida como si el escenario hubiera sido pactado entre unos y otros de antemano.

            Es el Partido Popular un ente bastante particular. Acosado por una corrupción a gran escala que es ignorada por su ciega base militante y rechazada con los más absurdos juicios por su entramado político implicado y más propia de sociedades civiles mafiosas, que ha desvalijado el erario público en paralelo con el desvío de fondos a los grandes poderes financieros y empresariales en apuros, se le van muriendo los imputados, se le van borrando los discos duros, van dimitiendo los jueces de los casos, o cesando, o cambiando de destino, y, ahora, se le van quemando los documentos relacionados con los casos en proceso.

            Que el hecho podría haber sido fortuito, vale. El “ingenio” de luz y cristal del arquitecto Alfredo Batuecas, 200 millones lo contemplan, por dinero que no sea, fue bautizado como “chapuzas city” desde su inauguración.  Mucha suerte dirán algunos pero olvidan que al Gran Fabra de Castellón le tocó varias veces la lotería, tantas veces como obras públicas se hicieron y que dieron, gracias al destino, con sus huesos en la cárcel. Pero que no estuvieran forzadas las cerraduras y que las alarmas no saltaran, que fueran inaudibles o que solamente salten en días laborables como parece ser que es la norma, da que pensar, pero pensar mucho. Si anda como un pato, nada como un pato y dice cua, cua, es un pato.

            Ni la “rave” secesionista, ni el “after hours” patriótico, ni la victoria de Nadal, ni la despedida de Contador. Me temo que la gran noticia, aunque nos la hayan intentado camuflar entre tanto arbolito florido de fin de semana, será esta en cuanto se haga recuento de los papeles perdidos en el incendio. Solamente una pregunta final: ¿el hecho de que el ministro de justicia, Catalá, amenace con denunciar al hacker que ha descubierto que el sistema Lexnet es vulnerable a piratas informáticos, en lugar de darles las gracias, sugiere que dicha vulnerabilidad, supuestamente, formaba parte del que iba a ser el próximo capítulo de pérdidas, y no de orina, relacionadas con las tramas de corrupción? ¿O eran otros 7 millones de euros tirados a la basura a mayor gloria de un proveedor? ¿O la gloria viene ahora con los 60 que parece que va a costar arreglarlo? Cualquier día de estos me secesiono yo también. 

lunes, 28 de agosto de 2017

EL PIRÓMANO DE AL LADO

               Elección de la zona en la que incendiar. Viajes diversos para estudiar el terreno sin levantar sospechas, lo que se traduciría en convencer a la familia para ir de excursión al lugar o alquilar una de conveniencia, si es que hay páginas o agencias en las que se ofrezca este servicio con el añadido de la total discreción de los alquilados y la creación de escenarios y coartadas que nos dejen impunes. Consultas en los sitios oficiales pertinentes sobre la posible extensión de terreno afectada después del ataque, estudio de la densidad arbórea óptima, vigilancia forestal existente, grado de movilidad de los medios de extinción, evaluación del daño posible provocado en función del modo e intensidad del ataque, número de escapatorias, etc.

            ¿Alguien cree, de verdad, que todo este despliegue estratégico lo hace un tarado mental a setecientos kilómetros del objetivo? Sería como aceptar que nuestros bosques los queman murcianos, gaditanos, sevillanos, valencianos, etc, envidiosos de nuestro patrimonio forestal, por ejemplo. Pues eso: ¡una mierda! Seamos realistas de una vez por todas y admitamos que esos hijos de puta toman café en el mismo bar y a la misma hora que nosotros, es decir, vecinos nuestros, miembros de la comunidad y con el mismo patronímico. Y lo que es más grave, se sospecha que son ellos, algunas veces con conocimiento de causa. Puede ser una aseveración grave, pero esto es lo que hay: esa “omertá” rural tan dañina y tan imposible de superar, parecer ser.

            Resulta desesperante ver como cada año los bosques de Zamora, León, Salamanca, Orense…se queman sin que parezca que haya solución alguna. Curiosamente por las mismas zonas, en los mismos o cercanos parajes. Hoy Fermoselle pero, ¿cuándo fue el de Pinilla de Fermoselle? Hoy la Cabrera Leonesa pero, ¿cuándo fue en la Tebaida? Incendios recurrentes que poseen un patrón común: el mayor daño posible a la economía de la zona y, en algunos casos, en zonas declaradas patrimonio o parque o enclave natural con protección. ¿Se va viendo el hilo? Aquí, en Zamora, resultó descorazonador ver como se levantaron voces en contra de la instalación de cámaras térmicas en las zonas susceptibles de ser atacadas por estos depredadores humanos en virtud de un derecho a la privacidad exacerbado cuando somos grabados a todas horas y todos los lugares: carreteras, calles, plazas, bancos, cajeros, comercios, etc. Burda pantomima que, creo, esconde otros intereses más espurios. ¿Quién tiene miedo, realmente? ¿Forestales torcidos, cazadores furtivos, micológicos secretos? O, simplemente, la querencia al libre albedrío de todos.

            Pero la cosa está así y no parece haber más solución, salvo reeducar ambientalmente a toda esta jauría, si es preciso a base de ostias, que la vigilancia extrema en cualquier época del año y si es con cámaras, pues ajo y agua. Eso, o quemar de oficio todo el monte. Si unos lo incendian y otros callan, pues a poner ladrillos a la costa. Todos estos incendios suponen cortar de raíz cualquier desarrollo sostenible y viable en todas esas zonas. Turismo verde, aprovechamientos micológicos, ganadería y agricultura ecológica quedan sesgadas por quienes solamente admiten, tal es su minorado desarrollo intelectual, la validez de sus postulados más oscuros: esto es mío y si no, no será de nadie. Aunque son los primeros, como pedigüeños, en pedir ayudas públicas para el desarrollo local, pero muy local, el suyo y con sus condiciones.

            En otras zonas, no muy lejanas, no se producen incendios y se ha conseguido el aprovechamiento integral de las masas forestales en todas sus vertientes. Con el mismo grado de rigidez administrativa. ¿Por qué aquí no? ¿Por qué aquí siempre es igual: la incendié porque era mía?

jueves, 24 de agosto de 2017

EL TONTO "CONSAGRAO"

            Pues aquí lo tenemos. La verdadera cara de una sociedad cainita como la española que, después de los atentados de Barcelona, saca la cabeza como las ratas asoman el hocico ante un buen montón de mierda. Como olvidando quienes son los verdaderos culpables del atentado: unos cuantos retrasados mentales cuyos cerebros fueron lavados en sesiones de teología criminal, unos y otros se tiran los tratos a la cabeza en busca de réditos políticos con una conducta más propia de miserables por cuenta propia que de verdaderos líderes sociales. Se produce así una serie de acusaciones maniqueas entre unos, otros y todos, que emborronan finalmente el clima de colaboración inmediatamente posterior a los hechos.

            Para el gobierno español la culpa la tuvo la Generalitat que hizo caso omiso de sus recomendaciones por mor de una independencia de actuación autonómica mal entendida. Para la Generalitat la culpa es del gobierno español por torpedear la labor de información de su gobierno con el fin último de hacer fracasar el proceso independentista. Para la Policía Nacional la culpa es de los Mossos d’Esquadra que ignoraron los avisos que les hicieron llegar sobre los autores criminales del atentado y no tomaron las medidas de vigilancia pertinentes y para éstos últimos la culpa la tiene la Policía Nacional que aísla a la policía catalana de los organismos policiales europeos haciendo que la información no llegue a su debido tiempo a sus manos. Todo ello con tal de no dar ni un paso atrás de esos postulados hieráticos en los que se mantienen y enfrentan. Habrá que recordarles, tiene cojones, que hubo un atentado y víctimas que merecen un respeto.

            Pero, ¡cómo no!, faltaba otro de esos malos actores que se cuela en cualquier sarao aunque no haya sido invitado e, incluso, no sea bienvenido: la jerarquía católica. Esa jerarquía católica una, santa y trina. Y, en este caso, como representante mediático de la misma, ese tonto “consagrao” al que llaman el cura de la tele. Sí, de la tele pública, desde la que adoctrina un domingo sí y otro también a sus huestes, aunque la misma la paguemos todos. Animado, debe ser, por el libre albedrío de acusaciones entre todas las partes en conflicto, ha añadido dos sujetos más a la culpabilidad general: Ada Colau, alcaldesa de Barcelona y Manuela Carmena, su homóloga en Madrid. Haciendo un proselitismo del que se desprende la idea de que le importan un bledo las consecuencias del atentado, acusa a la primera de ser culpable por no instalar bolardos en las Ramblas y a la segunda de que, por la misma razón, el atentado se podría haber producido en Madrid. Pero añade el matiz por el cual se le ve el plumero: las anatematiza con el calificativo de “comunistas”, como si por esto ellas hubieran conducido la furgoneta criminal. O la hubiéramos conducido todos aquellos que, de alguna manera, nos sentimos de izquierdas. Simplemente juega a ser la voz de su amo sin percatarse, ¿o sí?, de la manipulación ideológica en la que cae. Da la impresión de querer igualar a los asesinos con las personas que se señala. Pura tradición ultracatólica y simple procedimiento ya aplicado por la Inquisición de la que es un digno heredero.

            Sin embargo, este cretino, porque no tiene otro cariz su razón, no cae en la cuenta de que su soflama puede traer consecuencias muy graves si entre sus beatos interlocutores se encuentra personas proclives a la acción desmesurada, como los terroristas del caso, dado su cociente intelectual entre 5 y 9, o lo que es lo mismo: una discapacidad cognitiva profunda. Su postura, más cercana a una especie de yihad católica, puede soliviantar los ánimos entre los más tontos de su parroquia, entendiendo parroquia en sentido amplio, haciendo que las posturas se extremen hasta límites insoportables y todo, al final, sea “ojo por ojo y diente por diente”. Catolicismo bajo palio no muy lejano.

            Algún superior debería mandar a este capullo uncido a alguna casa de descanso en la cual pasar los años que le queden en el mayor de los ostracismos, tanto religioso como social. No necesitamos extremistas de ningún bando dando lecciones de comportamiento y actuación. Porque es curioso que cuando les afecta a ellos, como los casos de curas pederastas, la culpa, ¡cómo no!, es de los niños. Debe ser que todos ellos, los niños, son comunistas.