miércoles, 26 de diciembre de 2012

DEJA QUE ME LEVANTE Y VAYA RECOGIENDO LA MESA


Ahora que acierto a ver en la oscuridad de tus ojos, empiezo a tranquilizar mi soledad repleta de sonidos romos y tonalidad incierta. Ya se apaga el botellón ruidoso de parabienes de saldo y van quedando vacías las litronas consumidas en el fervor religioso de rebajas. Deja que me levante y vaya recogiendo la mesa de la ingesta realizada. Porque acaso, seguro, no supe alejarte y has seguido mi camino desde la distancia. Moviendo los hilos de tu desamor con los que formas el teatro de una vida tan quebrada.
Mientras te hablo, voy apurando las últimas gotas del licor amargo que queda de tu vaso derramado por mis venas. Lo he ido bebiendo en tu lugar al mismo tiempo que el mío, arrasado por la desesperación de tu absoluta ausencia. Deja que me levante y vaya recogiendo la mesa. Ir desapareciendo los indicios de tu recuerdo en esta noche de titánica resistencia. Del desapego ácido del tiempo que no espera, que no me espera, que no te espera. Del tiempo que manejas a tu antojo, deformándolo de su esfera, modelando con tus manos una vida paralela.
Deja de hacerme el amor con los cuerpos de todas las mujeres que se entregan. Deja de mirarme con los ojos de todas las mujeres que me observan. Deja de esclavizar mi alma con la humedad de una tarde de tormenta. Por favor, deja que me levante y vaya recogiendo la mesa. Al terminar te prometo que me entrego a tu recuerdo y mi locura, abandonando cualquier atisbo de regreso a mi conciencia. Siempre tendré que vivir con la pregunta, ya que nunca me entregaste una respuesta.
Hoy me sincero contigo en la medida de mi acierto. Puede ser que sea el hecho de tener que hacer recuento de lo escrito en el pasado, acaso por tanto tiempo consumido, acaso por tanto espacio desolado. Vida yerma,  repleta de monolíticas torres de incomunicación severa. Pero, deja que me levante y vaya recogiendo la mesa. No serán obstáculo los mil cables que conectan mi vida a esta realidad concreta. Seguirá sonando la alarma que prueba que el corazón palpita todavía, aunque el cerebro se abandone poco a poco a su miseria.
Voy recordando apenas todos mis escritos, aquellos en los que intenté escribirte una canción de amor eterna. Ya no podré descifrar el código secreto de la lluvia y se ocultará la luna menguante del amor en mi locura. Ahora sé que mi viaje nunca tendrá llegada, quizás porque Venus se asomó al sol. Perdona, deja que me levante y vaya recogiendo la mesa, esparciendo en ella los escritos que delatan. Seguiré en mi soledad deshabitada, desayunando siempre de tu olvido, nunca podré ir al meridiano 180, ni me calmará el beso que en sueños he sentido.
No existirá final de año ni principio ya que mi tiempo es continuo recorrido. Apuro a grandes tragos la botella del silencio y me emborracho con su transparente sonido, intentando escuchar de fondo en el futuro todo lo que de tu amor me tienes prohibido. Deja que me levante y vaya recogiendo la mesa, por si acaso la muerte llega inesperada, iré jugando con ella el final de la partida, de este amor que nunca tuvo Ítaca llegada. Avanzaré hacia el mundo eterno del Tártaro furioso, cruzando los ríos de la lamentación y del olvido, solamente volveré del inframundo como héroe, agarrado al fuego rojo de tu hechizo.
Van avanzando las horas monocordes y se atisba en el horizonte la mañana, la tentación suicida se aleja una vez más, mascullando entre dientes su derrota. Llegará implacable de nuevo la noche y volveré a seguir el hilo de Ariadna, como Prometeo enamorado intentaré robarle al sol el fuego, porque créeme, que creo que te quiero.
Deja que me levante y vaya recogiendo la mesa, que el ocaso se me acerca silencioso, solo quiero estar contigo bajo la clara piel de tu sorpresa.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

ALEGATO DE UN TIEMPO GASEOSO


Con la premura del tiempo en los bolsillos me atrevo por fin a comenzar. Premura descubierta de pronto, como si en todo momento hubiera estado disfrazando el pretérito imperfecto del tiempo recorrido. Es así como el miércoles se acerca amenazante de vacíos, de paréntesis sin relleno, de locuras sin amor. Sin querer, me he ido deslizando por el precipicio finalista del mes y del año, fin del mundo anunciado por los propagandistas del tremendismo mercantil, con la ausencia calmante del repetido y coyuntural escenario del falso oropel bienaventurado que no deja de nacer por estas fechas para regocijo de sus lugartenientes terrenales.
Durante todo este año nos hemos formulado todo tipo de oraciones. Hemos ido pasando de las subordinadas de modo, como, a las subordinadas causales, porque, para finalizar en las subordinadas finales. ¿Para qué? Nos hemos ido acostumbrando a vivir con las preguntas sin buscar las respuestas, como si estas no existieran, con la comodidad relativista de la ignorancia empírica. Hemos convertido nuestra vida en un vulgar juego de la oca en el que vamos saltando solamente a las casillas del olvido, aquellas que por un tiempo alejan los problemas cotidianos de nuestra realidad más cercana. De oca a oca y tiro porque me toca, Navidad; de oca a oca y tiro porque me toca, Semana Santa; de oca a oca y tiro porque me toca, vacaciones; de oca a oca y tiro…pero ya no me toca.
Sin embargo tengo la penosa sensación de que hace tiempo que nuestro futuro está inmóvil en la casilla carcelaria. A nuestro alrededor se producen cada día muestras de la descomposición moral que socava la estructura social de nuestra comunidad. Hemos conseguido asumir como daños colaterales a nosotros las desgracias ajenas, resultantes de una actividad política y económica que no ha tenido, salvo contadas excepciones, la respuesta adecuada por nuestra parte. La calle lleva meses llena de manifestaciones de los más variados colectivos: funcionarios, médicos, enfermeras, policías, pensionistas, mineros, trabajadores del naval, etc, pero tengo, no puedo ocultarlo, la triste sensación de que estas acciones quedan demasiado aisladas dentro del descontento general. Como si el puñetazo ideológico y social de dichas manifestaciones al supuesto cerebro de este desgobierno del partido popular, fuera encajado demasiado fácilmente por sus miembros, dopados, como parecen estar, con la letanía cuartelera del orden y la ley marcial de su pensamiento único. Después de meses y meses de manifestaciones solamente faltan por salir a la calle, pero para celebrar su triunfo, precisamente quienes se están repartiendo el botín de los últimos resultados electorales: banqueros, empresarios defraudadores amnistiados, políticos corruptos, empresarios destinatarios del desmantelamiento del sector público, jueces conservadores del destino grande y libre, etc.
Resisten en su cruzada, disfrazada de movimiento nacional, ante nuestro conformismo y resignación. Se regocijan en sus cuevas de Alí Baba cuando aceptamos sin levantar mucho la voz manifestaciones como la del Ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón: “gobernar es a veces repartir dolor”, teniendo en cuenta que el dolor siempre está repartido entre los más desfavorecidos y no entre sus huestes aduladoras. O como cuando tenemos que escuchar al Presidente del Consejo General del Poder Judicial afirmar: “da mala imagen que un Presidente del C.G.P.J. viaje en clase turista”. Afirmación, que por exclusión, nos lleva a la aseveración de que cuando el ciudadano normal viaja en turista da mala imagen y, por tanto, somos culpables de no tener el poder adquisitivo suficiente para viajar en bussiness. Aunque son más dolorosas estas palabras cuando, en clase turista, se están yendo de este país numerosos trabajadores cualificados, investigadores, etc, por no tener oportunidades de trabajo. Y ya es sangrante que lo diga el Presidente del órgano que inhabilitó al juez Baltasar Garzón por querer investigar los crímenes realizados en una de las épocas más oscuras de la historia de España: la dictadura franquista.
Mientras tanto, otra persona se ha suicidado cuando iban a quitarle la casa. Otro apunte más en la cuenta de resultados de esos bancos saneados con fondos públicos y, por lo que parece, con la sangre humana de sus clientes, servida en bandeja por los políticos de turno. Y, en un alarde de cinismo mayúsculo, el Ministro de Economía, Luis de Guindos, se saca de la chistera una ley para indemnizar a las personas que fueron expoliadas a través de las opciones preferentes, eso sí, siempre que se demuestre que haya habido mala praxis por parte del banco. Su caradura le impide decir si esa mala praxis va a llevar aparejada la oportuna sanción administrativa o penal contra quienes la perpetraron. Cualquier casa de apuestas no nos daría nada por el resultado, de tan fácil que tiene la respuesta.
No sé si los mayas tenían razón y el fin del mundo está a la puerta de la esquina. En este caso sería una putada que acabáramos la historia de la humanidad dirigidos por la tropa de impresentables más palmaria que ha dado la clase política española. En caso contrario, que solamente fuera el producto de la ingesta de un variado cóctel de sicotrópicos, imitémosles y salgamos a la calle a recuperar la verdadera democracia, esa que nunca quisieron aceptar.
P.D. Un obispo chileno pide dejar en testamento todos los bienes a la iglesia antes del fin del mundo. Con tal de no irse con los bolsillos vacios. Pero, ¿a que hay algún imbécil que lo hace?

miércoles, 12 de diciembre de 2012

RECORDÉ EN VUESTROS OJOS


Ya están las puertas abiertas. Dentro, sobre el escenario, se agolpan los recuerdos enmarañados, oblicuos, tangenciales. Tienen el sabor seco del esparto, haciendo que la garganta se seque y apenas consiga tragar. Solamente la sombra de uno de ellos recita su monólogo de manera repetitiva, con el lamento ancestral de ese recuerdo que nunca quiso irse y del que, quizás, seguro, nunca hemos querido desprendernos. Recorro la memoria en su busca destejiendo poco a poco, sin prisa, desnudo de prejuicios, a la vista de todos, la capa de tiempo que perfila el olvido. Y no es fácil. Algunos se clavan en las manos dejando su esquirla de venganza por el tiempo transcurrido. Otros se niegan a ser devueltos a la vida, serpentean entre iguales en su vano intento de no ser parte de la memoria colectiva que llega. ¿Quiénes han sido los druidas que han enmarañado la memoria?
Ahora suenan las alarmas, una, dos, tres, pero todo ha sido recordado a tiempo. Uno a uno los recuerdos han sido puestos en el lugar que le corresponden. La sombra, aquélla que nos representa desde el mundo de los sueños, ha seguido infatigable guiándome a través de ellos y, haciéndose cuerpo, femenino singular, me recuerda que ya sobro, que mi trabajo ha terminado, que el tiempo no me pertenece, ahora mandan los recuerdos, no los míos sino los vuestros, que ya van a ser expuestos.
Se oye el sonido del tambor y la flauta a lo lejos. Ya llegan cargados de mensajes para ti. Atraviesan las fronteras y escalan las murallas en su imparable caminar. Fe atravesada por el polvo acumulado de tantas jornadas de infatigable creencia trinitaria. Mundos ajenos que nos recuerdan el nuestro, quizás porque, en realidad, son el mismo. Momentos fugaces que de pronto se disocian en el eterno inevitable: masculino y femenino. Con el filo de la quimera se corta el amor y, éste, se hace tangencial. Es su lado femenino que canta el orgullo de la lucha fratricida. Desafío acompasado, ritual incruento de machos en celo. Aunque al final no hay victoria y el amor se desliza por la propia tangencia de los ojos que los miran. Asoman las lágrimas, no del desamor pasado, sino del recuerdo perplejo y perpetuo de la ausencia, del desagarro del dolor por la pérdida. ¿Será ese recuerdo la sombra que nunca cesa en el reflejo?
Ya se mecen los recuerdos. Con tristeza comprobamos lo que queda y lo que no está. Nanas que acunan los quebrantos pasados y la amargura de la soledad. Nanas que no celebran las llegadas sino que mitigan el desconsuelo de las despedidas imprevistas. Quejidos de voz a grito para que su recuerdo nunca se pierda. Cruces clavadas en los sueños como oraciones laicas que impiden el olvido, letanías repetidas en mil lenguas diferentes que componen el camino al universo en el que nos encontraremos una vez transitada esta vida, que asimos con la fuerza del que no sabe porque llega a ella.
Inventamos recorridos y plasmamos rituales que intentan explicar el mundo que vivimos, sus alegrías y tristezas. Es hora de rezar. Ya salen los hombres de las sombras que encienden nuestros días. Llaman a juicio eclesial y entonan oraciones de gloria al imaginario creativo, que es como entonar oraciones a uno mismo, ya que dicho imaginario fue creado por nosotros, los hombres. Onanismo explicativo de nuestra fe, satisfacción inmediata de nuestro miedo a lo desconocido. Pero ya no queda más remedio que seguir. Los recuerdos han venido para quedarse y hay que vivirlos todos. Es hora de cantar, cantar en todas las lenguas de todos los hombres para que nadie quede extraño. El rumor de la pandereta ya asoma por el horizonte con su voz femenina, alejando el sombrío paisaje de enjutos lutos castrantes.
Ya se celebra la boda. La niña mira al suelo en lugar de a los ojos del amado. ¿Qué piensa? Un velo separa a los contrayentes de los invitados a la celebración, mientras las plañideras desgranan sus versos con la seriedad propia de otras tristezas. Escápate niña y vuelve a la libertad de los espacios abiertos, allí donde liberaste del cerco de linóleum al que quieres que sea tu esposo. No lo ensombrezcas con la futilidad de lo correcto. Huye y tropelea, deja que canten a tus oídos estrofas de amor eternas, pero no tropieces ante sus versos hechiceros de promesas, ante las representaciones de amor heroico. Déjate querer por el deseo de los hombres pero no pierdas la libertad. No necesitas bula para vivir y amar. Piérdete en tu camino mientras recorres la senda de tu vida. Y no temas, los recuerdos se irán acumulando según lo vivido, esa es tu ventaja. Nosotros ya los tenemos cargados de fantasmas. ¿No oyes la plegaria flamenca de los campos? No sientas pesadumbre por su partida, únete a ellos y se feliz.
Ahora es tiempo de celebrar la vida y la luz. El color de los recuerdos tiene el brillo de la alegría. Se volverán a enredar en nuestra memoria, pero siempre volverán a ser desenredados para volver a vivir la catarsis que nos mantiene vivos. Yo pude volver a recordar sin dolor al reflejarme en vuestros ojos.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

EL CRUPIER DE LA JUSTICIA ESPAÑOLA


Por si España no ardiera por los cuatro costados cada verano dejándose en el camino parte de su patrimonio natural, ahora nos sale el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, e incendia la justicia cual Nerón de tres al cuarto, haciendo recaer en la ciudadanía la culpa de tamaño incendio. Su megalómano sentido de la política y su práctica, como ya puso de manifiesto en su periplo por la alcaldía de Madrid, alcanza niveles delirantes en la reforma propuesta por el ministerio que supuestamente dirige.
 Aunque existen múltiples versiones sobre las causas del incendio romano y el grado de implicación del emperador según quienes sean los que transcriban los hechos, si nos fiamos de la más extendida por el imaginario popular, podríamos trazar el paralelismo entre el enajenado emperador romano que incendia Roma y luego traza un nuevo plan de trama urbana para evitar en lo posible las causas que supuestamente lo originaron, aprovechando las nuevas construcciones para su mayor gloria y boato, culpando a los cristianos como los autores de dicho incendio, y el ministro de Justicia español que pone en jaque a la justicia que representa con sus soflamas y aprovecha para aplicar una reforma que, por defecto, culpabiliza a los españoles del incorrecto funcionamiento de la misma por la supuesta facilidad con la que acudimos a los juzgados para dirimir cualquier pleito, en lugar de solucionar la falta de medios de los que dispone y que originan su bloqueo.
Aunque desde todas las instancias: Consejo General de la Abogacía, Consejo del Poder Judicial, todas las asociaciones de jueces y fiscales, todos los partidos de la oposición, etc, se le haya criticado por dicha reforma, una reforma populista y barata que va destinada a las tripas y no al cerebro, su monolítica concepción del ejercicio del poder, propia de la piedra berroqueña de las laderas del Guadarrama, allá por El Escorial, le impide sentarse a consensuar unas medidas que suponen una vejación al artículo 117.1 de la Constitución: “la justicia emana del pueblo”. Con esta reforma el pueblo es expulsado del amparo de la justicia y regresa de golpe (de estado) a periodos involucionistas que creíamos superados.
Dicha concepción política junto con el afán recaudador de este gobierno, ha hecho surgir una nueva justicia basada, no en el derecho, como sería lógico, sino en el nivel económico de la persona que acude a ella. A menor nivel económico menos posibilidades de poder recorrer las distintas instancias judiciales en busca de recurso al tener que pagar tasas excluyentes por su importe. Queda así el ciudadano expuesto a los abusos de los mejor posicionados a nivel económico, que no tendrán reparo en acudir a unos tribunales hechos a la medida de su impunidad, mientras el resto de los mortales deberemos pedir un crédito para defender la verdad.
Con el escándalo de las preferentes ofertadas por los bancos a sus clientes de plena actualidad, sin la debida información al tratarse de un producto complejo, y que hasta ahora ha sido ganado por los clientes en los tribunales de justicia, a partir de la citada reforma le costará a una persona que demande por la vía civil a un banco para recuperar unos ahorros de unos 100.000 €, un mínimo de 800 € y un máximo de 3.800 € para que se estudie su caso, dependiendo de si llega hasta el Tribunal Supremo o no. Barreras económicas que en muchos casos harán que los ciudadanos afectados renuncien a recurrir ante la mayor capacidad económica de quien con su forma de actuar originó su descalabro financiero. Además esta ley da carta de naturaleza de impunidad al Estado, que queda excluido de pagar dichas tasas y por tanto puede tener la tentación de judicializar sus actos administrativos ante la previsible renuncia a la lucha de aquellos a los que debería defender. Un caso pueden ser las expropiaciones a la baja.
Como un adelanto de la instalación en España de Eurovegas, el ministro de justicia ha convertido en casinos a todas las sedes judiciales, donde habrá que pagar por entrar, donde los jueces habrán sido sustituidos por crupieres y donde la fortuna y no la razón serán los argumentos para decidir nuestras reclamaciones. Rojo, par y pasa. Podremos escoger entre la ruleta de lo contencioso, el blackjak de lo civil o los dados de lo social. Para los juicios rápidos estarán a nuestra disposición las máquinas tragaperras, donde las tres cerezas han sido sustituidas por el símbolo de la justicia con el logotipo del euro en cada uno de sus ojos, llevando en la balanza fajos de billetes provenientes de los bolsillos de los ciudadanos.
Mientras tanto, se producen los indultos del exalcalde de la localidad malagueña de Valle de Addalají, condenado por corrupción y tres concejales condenados por delitos continuados de prevaricación, todos del Partido Popular. Incluso se indulta, por segunda vez, a varios Mossos d’esquadra condenados por tortura en dependencias policiales, delito éste que no puede tener nunca indulto de ninguna clase al ser una acción que nos inhabilita como seres humanos, que nos despoja de toda naturaleza humana.  
Todo ello me lleva a pensar que como siempre la realidad supera a la ficción, aunque en este caso sea el de una gran película dirigida por Martin Scorsese: Casino. ¿Qué personaje estará haciendo Don Alberto?...

miércoles, 28 de noviembre de 2012

LUNA MENGUANTE DEL AMOR


Se dice que uno sabe que está enamorado cuando la luna ha entrado en sus ojos. Entonces ¿Qué hacer cuando, una vez dentro, no se ve reflejada en los ojos de la persona amada cuando cruzas tu mirada con la suya? ¡Es tan difícil conjugar este deseo! Porque es extraño aceptar la romántica aseveración cuando afecta a tantas personas que inician un camino de esa búsqueda de la reciprocidad visual que, en la mayoría de los casos, termina en fracaso. Extraña medicina que no asegura el éxito del tratamiento y, en cambio, provoca la enfermedad del desánimo o del amor no correspondido. Si es así, ¿se equivocó la luna o nos equivocamos nosotros? Vidas que se convierten metafóricamente en el reverso del vampiro. Negar la noche y negar su influjo. Salir, si acaso, solamente en jornadas noctámbulas protegido por el escudo de las nubes, que se interponen entre nosotros y la hechicera provocadora de mareas, subidas y bajadas en las que, como peleles, somos zarandeados sin compasión.

Porque es muy difícil asistir a ese instante en el cual dos personas saben que se aman. Compartir esa reciprocidad de bailar al mismo compás. En la mayoría de los casos es el contratiempo, la asimetría del amor quien regula nuestras relaciones. Amar a quien no te ama y ser amado por quien no amas. Triángulo irregular de difícil solución. Y realmente la normalidad es ésta. No la compañía, la amistad, el hábito en el que la mayoría de las veces se van convirtiendo el común de las relaciones amorosas. Peregrinar sin rumbo dentro de la cotidianeidad, de la rutina que camufla nuestra desilusión. Es fácil reconocerse en los otros, en los iguales, aquellos a los que la luna forjó en los ojos la ilusión vana de ser amados. Siempre con la sensación de estar en el lugar equivocado, desentonando de la decoración general, provocando inquietud en los demás ante la inocultable sensación de fracaso, que como aureola, rodea nuestro caminar. Perdida la mirada en el horizonte más cercano, pensativos sin idea que pensar, mientras alrededor seres afortunados, pocos, muestran su felicidad lunática acompasados los tempos de su vida.

Y si esto es así, ¿cuándo terminar? ¿Cuándo dar por concluido todo? No es tan fácil aceptar que nos hemos equivocado. Perseveramos en el intento creyendo que el tiempo posibilitará que el amor elegido se convierta en uno con el nuestro. Cuando lo aceptamos y superamos el dolor, hemos de aceptar también la nueva posibilidad de errar en el próximo intento. Eso puede llevarnos a convertir, en cruel venganza inútil, a la luna en la roca estéril que realmente es, despojarla de todo imaginario emocional y llenar de polvo la trastienda de nuestro corazón. Y regresar al antiguo reflejo lunar fracasado, pero reconocible, y vivir de lo que pudo ser. Quedando el deseo arrinconado en el devenir del tiempo como ese regalo que ya no se puede descambiar.

Pero es imposible borrar todo vestigio cuando no se acierta a no ver sus ojos. Y entonces, tomamos la decisión de desaparecer, aunque eso suponga abandonarlo todo. Y somos cobardes y no lo hacemos. Y ya nada es lo que debería ser, todo se convierte en una mentira repleta de conjeturas falsas. Sufrimos brotes de irracionalidad que nos hacen recaer, como las enfermedades malsanas, en el amor que nos rechazó, convirtiendo la vida en un recorrido circular y, en demasiadas ocasiones, en una estructura de pesadilla, sobre todo cuando se descubre la realidad en unas palabras dichas sin pretensión de respuesta. Con la dureza blasfema de no intentar su aceptación, sino su imposición natural por la fuerza de los hechos. Nos convertimos en daño colateral de nuestra propia batalla, esa que al final hemos originado de manera unilateral, cuando en realidad no hubo provocación alguna.

Entonces, a partir de ese momento, solamente queda evitar todo tipo de aproximación consciente para evitar otro fracaso. O, puesto que se ha fracasado, convertirnos en el propio fracaso para poder salvarnos. Sufrir el vértigo de cerrar los ojos y dejar que el cerebro rellene la realidad con sus trampantojos ajados por el tiempo. A fin de cuentas, la percibida hasta ahora, en el amor no correspondido, era mentira.  Pierdes luego existes, amas luego pierdes.  

miércoles, 21 de noviembre de 2012

NO PUEDE NI DEBE HABER TREGUA


Después de una semana de la huelga general del 14 M y con la perspectiva que da el tiempo, solamente cabe preguntarse: “¿y ahora qué?”. Los motivos que causaron la protesta y la masiva salida a la calle de miles ciudadanos con el objetivo de hacer llegar a los políticos su mensaje de oposición, quedaron prontamente diluidos ante las posteriores manifestaciones de los principales ministros del gobierno. En un alarde sin precedentes de insensibilidad democrática, se han apresurado a hacer llegar a los medios de comunicación su dogmático convencimiento en su propuesta económica para salir de la crisis, aunque las medidas de su propuesta supongan la exclusión de miles de ciudadanos del tejido productivo y, lo que es más importante, de la sociedad, convirtiéndolos en ciudadanos de segunda sin el menor atisbo de nuevas oportunidades a corto y medio plazo.
Una huelga general que nació disminuida precisamente por la tremenda situación de precariedad laboral de los trabajadores, gracias a la última reforma laboral del gobierno, y a las presiones patronales en dicho sentido. Trabajadores que temen perder su empleo si acuden a la huelga, sondeos más o menos explícitos sobre la opción a tomar ese día, etc, hacen que disminuya el número de trabajadores que optan por no acudir a sus trabajos aún estando de acuerdo con la convocatoria de las movilizaciones. De esta manera queda cercenado en gran medida uno de los derechos recogidos en la Constitución Española, como es el derecho a la huelga. No hace falta suprimirlo o regularlo a la baja como solicitan o exigen los miembros más recalcitrantes de la derecha española y su perrito faldero, la patronal, según el nivel de totalitarismo con el que hayan sido “educados”, sino que dicho derecho se coarta a si mismo en la medida que el miedo y el temor a perder el trabajo, con sus consecuencias sociales, se cuela en la misma estructura proletaria del trabajador. Un reflejo de todo esto queda patente en la diferencia entre el porcentaje de seguimiento de la huelga general y el porcentaje de ciudadanos que acudieron a las manifestaciones celebradas en la tarde de dicha jornada.
Y las perspectivas no son nada halagüeñas. Las manifestaciones del ministro de Economía Luis de Guindos sobre el cumplimiento del objetivo del déficit público como cuestión innegociable, en contestación a las palabras del presidente del gobierno sobre la bajada del i.r.p.f. en el horizonte del 2.014, ponen al descubierto el estado de sordera con el que actúan nuestros dirigentes, más atentos a lo que le dictan desde fuera que a lo que le piden sus ciudadanos. Medidas de ajuste ultraconservadoras que ponen en cuestión el estado del bienestar y el futuro de los países afectados, como ya antes llevaron a la ruina y a un largo proceso de recuperación lento y doloroso a los países que solicitaron ayuda al Fondo Monetario Internacional o al Banco Mundial, los verdaderos instigadores de este tipo de asesinato económico. Lo curioso de este tipo de teorías económicas es que siempre, por defecto, excluye del sacrificio a las clases más pudientes, a las grandes fortunas y al entramado financiero que en la mayoría de los casos originó todo el derrumbe económico y social.
 La cuestión es si vamos a ser capaces de quitarnos esta camisa de fuerza con la que los poderes económicos nos han maniatado con la complacencia de los políticos a su servicio o seguiremos aguantado con la resignación propia del indolente. Hasta ahora esto ha sido así. Según relata el periodista Alberto Senante en el periódico digital periodismohumano.com, la situación sería esta: “dormir en el salón de un familiar, o pagar el alquiler gracias a la ayuda que te prestan. Tomar un aperitivo gracias a que invitan los amigos, o evitar un desalojo con la ayuda de desconocidos son situaciones frecuentes tras más de 4 años de crisis económica en España. Cada vez son más familias sin ningún tipo de ingreso y cada vez menos recursos de protección social, familiares, amigos y asociaciones se convierten en el bote salvavidas al que muchos han tenido que aferrarse”.

            Lo que queda fuera de toda duda, a pesar de que la huelga haya tenido un relativo éxito, es que resulta más productiva una movilización continua de los ciudadanos. Adoptar una posición radical civilizada que no de tregua a los que accedieron al gobierno con mentiras e incumpliendo el contrato social que, en democracia, se establece entre el programa electoral y el voto ciudadano. Como se demostró en la primavera de los países árabes, sus intentos de prohibir, maniatar a la opinión pública y manipular la información chocan con el activismo colectivo de las redes sociales, verdaderos motores de las movilizaciones en el siglo XXI y vehículos idóneos para superar los intentos de censura de los medios afines al poder. Hay que tener en cuenta que solamente se irán, o cambiarán su política económica en favor de los más débiles, cosa esta harto improbable, si somos capaces de darles una patada en el culo de sus ideas y demostrarles que no todo vale en política para mantener el poder. Porque quién comparó una catástrofe medioambiental de grandes proporciones como la del Prestige con unos hilillos de plastilina no está preparado ni puede tener una visión proporcional y verdadera del daño que está causando su maldita, perversa y reprobable forma de gobernar.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

LA POLÍTICA DEL MANDRIL


            No recuerdo bien si fue el genial humorista Quino o, su alter ego, Mafalda, el responsable de la frase: “no hay que decir siempre lo que se piensa, pero si pensar todo lo que se dice”. Quizás fue otra persona o personaje y me estoy confundiendo, pero no importa, el hecho en sí no cambia. Me ha venido a la cabeza la frase, supongo que porque la habré leído u oído hace poco, al leer las últimas declaraciones sobre la huelga general del catorce de noviembre de la expresidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, ejemplo de cómo se puede llegar a la política sin pensamiento político alguno, salvo, quizás, por algunos apuntes subidos al Rincón del Vago por algún estudiante de botellón. El nivel político medio es tan mediocre que hace que personajes con esta morfología populista y con este escaso bagaje alcancen puestos de responsabilidad, inundando el órgano político al que representan, en este caso representaba, del tufillo a algodón de azúcar y churros requemados de una verbena. Todo muy rancio y cañí.
            Sus manifestaciones a favor de la prohibición del derecho a la huelga, recogido en la Constitución Española, se alinean claramente en consonancia con la mejor tradición de las corrientes políticas autoritarias, tanto de derechas como de izquierdas, que dieron lugar a regímenes totalitarios, donde los trabajadores fueron despojados de sus derechos básicos en favor de las clases sociales económicamente pudientes, que, en la mayoría de los casos, se solapaban con la clase política dirigente. Una política de compadreo y favores indigna y vergonzosa. Por otra parte, sus manifestaciones ponen al descubierto lo difícil que ha tenido que ser, para esta derecha mandril, ponerse el traje democrático después de tantos años de dictadura y estar conteniendo la respiración y metiendo el estómago para que a dicho traje no se le rompan las costuras. Aunque en ocasiones como ésta le haya sido imposible. La cabra siempre tira al monte y el búfalo cafre ataca siempre sin sentido alguno.
            Sin embargo, no es el objeto de esta entrada hablar de su pensamiento político sino de su puesta en escena, que supone una mezcla entre el vodevil más gañán y el absurdo carpetovetónico. Hace unas semanas repusieron en Televisión Española la película de José Luis Cuerda, Total,  primera parte de la trilogía que forma con Amanece que no es poco y Así en la tierra como en el cielo. En la película nos cuenta el director como nos encontramos en el Londres del año 2.598, con la peculiaridad de que este Londres es un pueblo de Soria. En él las casas se derrumban sin razón aparente ante la indiferencia de los lugareños, existe una escuela donde se reproduce la batalla entre la enseñanza reglada y la escuela de la vida, es decir, a tortas, y un rebaño de ovejas y otro de vacas que representan las diferentes filosofías vitales de sus habitantes.
El personaje de Agustín González, pastor de ovejas, nos cuenta cómo sucedió la gran catástrofe del fin del mundo y nos presenta a los demás convecinos. Hay una señora, la mujer del alcalde, que se aparece a su antojo y trata de curar a un ciego para hacer negocio con la venida de los peregrinos al pueblo. El hijo de González, niño en edad escolar, da un estirón tan grande que cumple de repente más de 60 años. La madre, solidaria, envejece tan rápido, que muere en seguida. El niño, deprimido, se convierte en un delincuente juvenil. Las vacas quieren entrar a la escuela y, como el maestro no les deja, su pastora trata de enseñarles la tabla de multiplicar en el establo. Un retrato surrealista sobre la sociedad y sobre el hecho de que, independientemente del lugar que se escoja, el absurdo es el mismo.
Y es aquí donde se produce la conexión, la terrible conexión: la política y el ejercicio de la misma de Dña. Esperanza Aguirre es perfectamente encajable en el sentido de la película y ésta no sufriría ninguna merma en el surrealismo que la recorre si incorporásemos sus imágenes públicas al metraje y sus manifestaciones a los diálogos. Su personaje estaría perfectamente justificado precisamente por el advenimiento de fin del mundo, formaría la causa y el resultado del mismo y sería un elemento más dentro del absurdo general al que enriquecería.
Pongamos en valor su incontinencia verbal irracional, descabellada y necia, antes de que sus palabras se pierdan por las alcantarillas y desagües de la estupidez. La suya.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

YO NO SOY DE CONNECTICUT. ¿Y TÚ?


¿Truco o trato?, me preguntan unos niños disfrazados que han llamado a mi puerta. ¡Don Juan Tenorio! respondo yo, en pose suficiente y con voz atronadora, dibujándoseles en la cara, a partes iguales, expresiones de incredulidad e ignorancia sobre mi conato de interpretación, para ellos locura, que hace entristecer mi ánimo. Ese que ama el teatro y a los clásicos, el mundo de la interpretación y del conocimiento intelectual. Ante mi respuesta, los niños se dan media vuelta y desandan el camino recorrido hasta mi casa, supongo que entre maldiciones hacia mi persona ante la sorpresa recibida. En formación de Santa Compaña, sus variados disfraces de piratas, diablos, hadas, etc, carnavalean en dirección a otra casa más acorde con su espíritu halloweniano, donde sus moradores habiten la Zamora que conocemos, pero que vivan más acordes con el más puro estilo de vida de Connecticut.
Y es que no tengo el mayor apego ni cercanía con una fiesta importada desde el más allá, nunca mejor dicho, y que pertenece al bagaje cultural de un país que no es el mío. Respeto sus tradiciones, pero no son las mías y, por supuesto, éstas últimas no podrán ser nunca sustituidas por algo tan ajeno a mi raíz. La colonización cultural a la que hemos sido sometidos por el mundo anglosajón, especialmente el norteamericano, vía televisión y su mercadotecnia, es inversamente proporcional a una apreciable vergüenza por nuestra cultura y su contenido, aceptando unas veces sin reparos lo que nos viene de fuera y otras disculpándonos por nuestra forma de ver la vida, como si su manifestación pública fuera antigua y pasada de moda. Dando por cierto que para ir con el tiempo que nos marcan los países que rigen el mundo, debiéramos parecernos a ellos. Así caemos a menudo en una orgía de internacionalismo barato que olvida la esencia del origen ancestral del que provenimos. Un paso más en la implantación del pensamiento único, de la uniformidad sin personalidad. Viendo el mundo bajo el prisma impuesto por la cultura dominante con gafas de una sola graduación, aunque con bastante colaboración nuestra.
Hemos sustituido el bocadillo de chorizo o jamón por hamburguesas y perritos calientes, a Don Juan Tenorio y Doña Inés por brujas y zombis, celebramos la fiesta de la cerveza como si hubiéramos nacido en Baviera y fuéramos altos y rubios y, a este paso, nos vemos celebrando el día de acción de gracias y el 4 de julio. Aceptamos a Papa Noel o Santa Claus en lugar de los Reyes Magos, bien es verdad que estos llegan el día anterior a ir a la escuela, pero con cambiar el día nos bastaría. Asistimos con fervor casi religioso al concierto de año nuevo en Viena, como verdaderos ciudadanos austriacos, cuando la realidad es que vemos desde muy lejos la música clásica. Cuando si nos paramos a pensar y nos fijamos un poco, lo primeramente dicho forma parte de nuestra vida, la que nos ha hecho ser como somos, ni mejor ni peor. Hasta en el baile tradicional se coreografían los bailes de nuestros mayores para que encajen en una supuesta forma de ver el folclore más vendible al público, pero más impostora. Aunque, en un nivel más local, cuando ves en algunos pueblos de nuestra tierra como visten de sevillanas a la niñas en las fiestas patronales, te das cuenta de que el absurdo empieza por nosotros mismos.   
Y lo peor de todo es que es un problema educacional, que empieza en el colegio. En estos días pasados, los niños han realizado múltiples y variadas fiestas de Halloween en las aulas, comenzando sin querer a forjarse en ellos la idea de que todo ello forma parte del calendario emocional con el que crecen. Salen a la calle en busca de caramelos como si fueran de Connecticut y decoran calabazas al más puro estilo de Wisconsin. Al final, acaban aceptando como suyos patrones de comportamiento y cánones sociales que no pertenecen a la cultura de su tierra y destierran por extraños los que realmente les corresponden por nacimiento. Patrones y cánones pertenecientes a una historia de más de dos mil años suplantados por una cultura nacida, como quien dice, la semana pasada. Respetable, pero la semana pasada.
¿Aceptarían los estadounidenses sustituir sus disfraces de personajes varios y su truco o trato por los personajes de la obra de José Zorrilla, los buñuelos y los huesos de santo? ¿Alguien ha ido a Connecticut y se ha encontrado con esta situación? La proposición encontraría el rechazo lógico de quien no entiende porque tiene que adjurar de lo suyo, mientras que por el contrario, aquí lo hacemos con gran alegría y regocijo.
Sería más lógico que en estos días los lugares de ocio se decoraran con motivos donjuanescos, que la gente saliera vestida con la ropa de los personajes descritos en la obra de José Zorrilla: Don Juan, Doña Inés, Don Gonzalo, el Comendador, Don Luis Mejía, etc. Serviría de estímulo para que los niños se interesaran y se acercaran, como en un juego, a la historia y a la literatura que les pertenece: El Burlador de Sevilla, de Tirso de Molina, de la que el Don Juan bebe, Don Álvaro o la fuerza del sino, del Duque de Rivas, Gonzalo Torrente Ballester y su Don Juan. E incluso, literatura extranjera que se acerca también al mito como la ópera Don Giovanni, Casanova y Romeo y Julieta, en su similitud con la muerte de los amantes. Algo propio, nuestro y con el mismo nivel de apego al origen que el formato del carnaval de Venecia. ¿Alguien ha visto a la abeja Maya en dicho Carnaval? Pues eso.
Y para no cansar a vuestras mercedes ya termino. Y boto a bríos que nada de truco o trato. Y como el Comendador dijo: “Aquí me tienes, Don Juan, y he aquí que vienen conmigo los que tu eterno castigo de Dios reclamando están”.

miércoles, 31 de octubre de 2012

LA ESTUPIDEZ A TI DEBIDA


Bienvenidos a la cultura hueca. Aunque cuando este escrito vea la luz virtual haya pasado una semana de las extravagantes, por no decir otra cosa, declaraciones de la presentadora de televisión española, Mariló Montero, es imposible sustraerse al revuelo ocasionado por sus palabras. Una mezcla de superchería barata, discurso populista para creyentes beatos y la posibilidad de transportación de la serie de televisión “Perdidos en el espacio”. En esta sociedad en la que la televisión ocupa el lugar que nuestras abuelas destinaban al altar en miniatura de la virgen de urgencias caseras, aquélla nos ameniza con muestras de humor grotesco para entretener el tiempo que nos queda hasta la navidad y así no echar de menos que este año no tenemos paga extraordinaria por mor de la humorística gañanada del gobierno.
Las palabras de la presentadora de televisión se unen a otras frases célebres pronunciadas por diversos personajillos de la farándula televisiva y la cultura popular. En este ideario circense han quedado las expresiones de Jesulín de Ubrique y su: “en dos palabras, in presionante”, la de Belén Esteban: “Andreíta, comete el pollo”, Sofía Mazagatos, etc. Expresiones, que en lugar de producir el rechazo del botarate orador, han sido acogidas como coletillas funestas en el vocabulario de la ciudadanía para completar sus conversaciones, significando, creo yo, el escaso vocabulario y discurso con el que nos movemos a nivel intelectual. Eso sí, le viene muy bien para el bagaje humorístico de un país que, en lugar de analizar, reflexionar y rechazar, si cabe, sobre una noticia o suceso, produce primero chistes a granel sin importar sus consecuencias.
Yendo al grano, ¿cómo una presentadora de televisión puede lanzar el mensaje de que en caso de trasplante de órganos, se puede trasplantar el alma del donante y así, si éste es un criminal, el trasplantado puede convertirse en uno de ellos? ¿Cómo puede decir esta inconsciente que se alegra de que no se donen los órganos del criminal suicida del Salobral, cuando hay personas a las que ya no les queda tiempo de vida si no reciben un trasplante? ¿Cómo no ha reflexionado sobre sus palabras antes de decirlas y lo que supone este aberrante mensaje cuando su programa lo ven miles de españoles? En fin, Mariló, ¿por qué no te callas? Coño, yo también he sido llevado al lado oscuro del chascarrillo. En alguna intervención médica me deben haber inyectado sangre real y ahora estoy poseído por el espíritu del monarca. No creo que sea terminal, todavía no me gusta la caza.  
Siguiendo el punto de vista de esta señora, a partir de ahora, los quirófanos en los que se realizan trasplantes deberán tener dos equipos: el de cirujanos, propiamente dicho, y el de sacerdotes que certifiquen la idoneidad del alma del muerto. La mezcla del ejercicio de la medicina y la religión católica es un coctel demasiadas veces fallido. Médicos objetores con el aborto, con la prescripción de métodos anticonceptivos, etc., aún sabiendo que en el ejercicio de su profesión deberán atender a personas de distinta ideología, creencias, etc. El caso del doctor Luis Montes Mieza, coordinador del Servicio de Cuidados Paliativos del Hospital de Leganés, Madrid, fue el paradigma de la criminalización social y laboral por parte del catolicismo ignorante, ¿hay catolicismo inteligente?, disfrazado de política bananera, ahora retirada, cuya misión era gobernar para todos los ciudadanos en función del interés general y no en función de una creencia religiosa particular. Ahora se añaden nuevos mesías televisivos a disertar con argumentos traídos del más allá, esquina con la tdt nocturna, lo que debería ser un hecho estrictamente médico, sin más. No me imagino lo que puede suponer de regresión en el ejercicio de la medicina dejar en manos de los nuevos filósofos del ocultismo religioso, facción inquisitorial, la formación de los futuros médicos de este país.
Como he leído hace unos pocos días, con mucha gracia, si a Mariló Montero le hubieran trasplantado el bazo de Messi, hubiera ganado dos balones de oro. Lo que no entiendo es como no hemos caído antes en lo que esta señora tiene tan claro. Con un simple trasplante de parte de un órgano, ese chaval díscolo y rebelde se puede convertir en un futuro premio Nobel, en un gran deportista e incluso en un gran político. Bueno, esto último no es posible. Incluso habrá alguno que le pedirá a Santa Claus, Papa Noel o los Reyes Magos una donación de sangre de Nacho Vidal. Pervertidos que sois. Aunque supongo que en este caso el sexo femenino mundial estaría de enhorabuena. Llevar al novio o marido al hospital, cirugía ambulatoria y salir con la talla treinta y cinco.
El caso es que para solucionar el entuerto propongo realizarle a Mariló Montero un trasplante de uña de Eduard Punset. Simplemente con ese escaso órgano la presentadora recuperaría parte de su razón perdida. Y para los que estéis esperando un trasplante, recordad: pedir un certificado de que el órgano no pertenece a la susodicha. En caso contrario, alargareis dos cosas: la estupidez y la vida.  

miércoles, 24 de octubre de 2012

CRITERIOS SUBJETIVOS SOBRE LA PROPORCIONALIDAD


           Como el tiempo está un poco revuelto y cuando llueve existe una alta probabilidad de que salga sin paraguas, hoy vamos a hablar de la palabra “proporcionalidad”. ¿Por qué? Pues con seguridad no lo sé, lleva rondando por mi cabeza desde hace algún tiempo, cosas del mundo paralelo que me acompaña. Ya dije en una entrada anterior que desde hace unas semanas estamos un poco dispersos, perdonar que utilice el plural, así se hace más llevadero, y he decidido afrontar su reto, el de la palabra y su significado, y ver que sale de todo esto. Así que ahora solamente queda rellenar la idea.
            La proporcionalidad es una relación entre magnitudes medibles. Es uno de los escasos conceptos matemáticos ampliamente difundido entre la población. Y esto se debe a que es en buena medida intuitiva y de uso muy común. Podemos hablar de proporcionalidad directa o inversa según se comporten las magnitudes a medir. En el primer caso éstas variarán en igual dirección y calidad, mientras en el segundo caso si una magnitud varía al alza la otra lo hará a la baja. En este último caso, más o menos como mi economía y la vuestra: a mayor ganancia de banqueros y políticos menos dinero en el bolsillo de los ciudadanos. Un caso de proporcionalidad directa bruta puede ser el siguiente: a mayor presión ciudadana contra el abuso de los políticos, mayor respuesta policial. Ya sé que esta es una explicación digna del profesor chiflado, pero, ¿y qué? ¿A qué lo habéis entendido? ¡Listos que sois, coño!
            Podíamos añadir aquí el significado de la expresión “respuesta proporcional”. Se supone que se debe responder a una acción, ya sea política, policial o militar, de manera proporcional, es decir con el mismo grado de intensidad que el motivo que la originó. En caso contrario, es decir, responder con una medida del doble o triple de lo aconsejable, puede suponer una escalada en las respuestas sucesivas que provoque un desenlace de caos mayor que el que cabría suponer al inicio de la escalada. Todo hemos visto imágenes de las manifestaciones de trabajadores en las últimas semanas y la respuesta policial, instigada desde el Ministerio del Interior. Manos desnudas contra porras y pelotas de goma, protesta pacífica participativa contra autoritarismo policial y político sectario. Ahondando en el tema de la respuesta policial, está en estudio la posibilidad cierta de que se prohíba a los ciudadanos la grabación de imágenes de las actuaciones policiales. Teniendo en cuenta que todos nosotros estamos vigilados por cámaras de toda índole: en los bancos, en la calle, en las dependencias administrativas y posiblemente en el campo, por lo de los incendios, es curioso pensar que a ellos no se les puede grabar, dando de este modo cobijo a todo tipo de desmanes en sus acciones, como ha quedado demostrado últimamente. Todo inversamente proporcional: mayor número de años de democracia se corresponden con gobiernos de corte fascista y autoritario. Todos recordamos el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York y la respuesta del mundo occidental. ¿Directa o inversamente proporcional en vista de los resultados? Yo me quedo con la frase de Mahatma Gandhi: “ojo por ojo, el mundo acabará ciego”.
            Pero vamos a hablar de proporcionalidad, como lo entiende la gente común como yo, de tres estructuras del estado. En realidad, de dos estructuras del estado: el poder político encarnado en el Gobierno y las Cortes Generales y el poder militar encarnado por el Ejército. La otra estructura se pega a estas dos como una lapa, como ese chicle que pisas por la calle y no hay forma de soltarlo de la suela del zapato: la Iglesia Católica.
            Tomemos dos países de la Unión Europea como Alemania y España. El primero con aproximadamente 82 millones de habitantes tiene un poder legislativo compuesto por 667 diputados y senadores. Lo lógico sería aplicar la proporcionalidad directa y países con mayor número de habitantes tendrían mayor número de legisladores y países con menor número de habitantes tendrían menor número. Sin embargo, en España la regla que se ha aplicado a la composición del Estado es la proporcionalidad inversa, es decir, teniendo aproximadamente unos 47 millones de habitantes, tenemos 616 diputados y senadores. Esto nos da dos tipos de conclusiones: o el pueblo español es tan difícil de gobernar que necesitamos más legisladores que los demás países o, por el contrario, el nivel de capacidad intelectual de estos últimos es tan bajo que se necesita más cantidad de cerebro para conseguir de ellos una neurona sana. Otra conclusión sería que a mayor número de puestos a ocupar mayor probabilidad de vivir del cuento. Una mezcla de las dos últimas puede ser la respuesta, pero el mantenimiento económico de tal número de políticos no concuerda con nuestro puesto en el ranking económico mundial. Otro caso de política inversamente proporcional: el presidente del gobierno español cobra por dicho ejercicio unos 78.000 € anuales (PGE/2012) para un país de 47 millones de habitantes, entonces ¿cómo es posible que la alcaldesa de Zamora cobre unos 65.000 € para una ciudad de 65.000 habitantes aproximadamente? En algún punto de la construcción de este país nos hemos equivocado. No hablemos de cómo un partido puede tener el doble de diputados que otro con la mitad de votantes, raya en el esperpento político más absoluto, además de producir desajustes internos y externos en la política de estado
            Otro caso de proporcionalidad errónea es el aplicado al Ejército. Partamos de la base de que tenemos unas fuerzas militares pequeñas que nos dan, como mucho, para invadir la isla de Perejil (que grande el comunicado de Federico Trillo proclamando la ¿victoria?). Además, desde la caída de la Unión Soviética, existe un mercado negro de productos nucleares que hace que cualquier tonto tenga un misil dispuesto a lanzarlo contra el contrario. Como si fueran “chuches”. En este contexto de crisis económica, el gobierno ha ido reduciendo el número de soldados de tropa con el fin de ahorrar costes, pero de las diferentes academias militares siguen saliendo promociones de oficiales y suboficiales y siguen teniendo la posibilidad de promocionar a rangos superiores. ¡Otra vez la proporcionalidad inversa! En lugar de reducir en la misma proporción el número de oficiales que el decretado para los soldados, se hace a la inversa. Eso sí, en caso de guerra, seremos el ejército con más “glamour” del mundo: iremos a la batalla con generales de alto standing, o sea. Aunque me da la impresión de que las risas del enemigo iban a ser directamente proporcionales a nuestra desfachatez.
            Igualmente ocurre con la iglesia, aunque tengo que reconocer que este caso me importa un pimiento, allá ellos con su negocio. La creciente edad de los sacerdotes en ejercicio y su falta de renovación por falta de aspirantes, nadie quiere vivir con normas del siglo V, produce su disminución paulatina en los pueblos de la geografía española. Sin embargo la curia eclesial sigue con el mismo número de altos cargos, lo que debe dar una idea de lo bien que se vive allá arriba. Es más, el dinero que el estado destina a su mantenimiento no ha decrecido, sino aumentado. Teniendo en cuenta que son menos a repartir, ¿en qué lo gastan?, ¿en su tiempo libre? Todo esto teniendo en cuenta que ninguna cantidad de dinero de los impuestos destinados al sostenimiento del estado, laico por ley, y de su infraestructura, debería ir a sostener un confesión religiosa de índole individual. ¡Cuándo lo entenderán estos meapilas! Como podéis ver dos reglas inversamente proporcionales a lo que la razón dicta.
            En resumen, España es un país construido inversamente proporcional y así, de esta guisa, tenemos unos pies del número treinta, lo que no da para correr mucho, y una cabeza en la que no entraría una boina del tamaño de una plaza de toros. Solamente queda la posibilidad de que en un traspié caiga al suelo de manera estrepitosa y, teniendo en cuenta el grosor de dicha cabeza, esta se golpee de forma contundente y, en un arrebato de raciocinio, decida hacerse la cirugía esteticopolítica y se la reduzca como si no existiera el mañana.
            En caso contrario, habrá que cortar.             

miércoles, 17 de octubre de 2012

DISPERSO COMO UNA MOSCA AL FINAL DEL VERANO


¿Por dónde empiezo? Realmente, haciendo honor al título de esta entrada, no sé por donde empezar, ni siquiera tengo claro de que hablar o emitir opinión, humilde ésta, como no podía ser menos. ¿Estará seco el pozo con la sequía que hay? El caso es que existen cientos de cosas sobre las que podría intentar escribir, pero cuando lo intento comienzo a tener la sensación de agobio propia del inicio de un examen, sobre todo cuando no se ha estudiado lo suficiente, y eso, si la memoria no me falla, ahora que ya hace tanto tiempo que pasaron los últimos que hice. Lo único cierto es el viaje hacia la dispersión, la divagación y la presentación de señuelos que realiza mi cerebro en cuanto suenan sus alarmas indicándole que este tipo, o sea yo, me dispongo a perpetrar otro de mis comentarios. Tengo que reconocer que entre mi cerebro y yo tenemos últimamente una relación de amor y odio, amistosa, pero cruenta en disparidad de objetivos.
Y resulta curioso porque en cuanto he comenzado a escribir sobre ese tema, mi cerebro me hace fijar la atención en una mosca, creedlo, una mosca, la cual se debe haber colado por la cristalera de la terraza. Son curiosas las moscas y curiosos sus comportamientos. Éstos, vistos desde el prisma de un observador no especializado, el punto de vista biológico se lo deja a Elisa y David, biólogos preparados y amigos. Desde que ésta ha entrado en casa ha fijado su objetivo en mi persona. Resulta chocante por cuanto su incordio puede suponer que fije mi objetivo en su eliminación más inmediata y sería más congruente por su parte que volara libre por la casa en vuelo de reconocimiento ahora que yo he conseguido concentrarme un poco en estas letras. Y más si conociera que he heredado de mi madre una especial habilidad para la eliminación de las de su especie. Me vale, como a ella, cualquier utensilio para su caza y muerte. Especialmente obtengo buenos resultados, de un noventa y cinco por ciento a la primera intentona, cuando utilizo un trapo de cocina. Como el Rey con los elefantes, donde pongo el ojo, mosca muerta.
Pero volvamos del mundo de los insectos, o no. Como iba diciendo no sé cuando, creo que un poco más arriba, podría hablar de muchas cosas. De la clase política y de su puta, la crisis. A la que chulean en nuestros bolsillos y en nuestros derechos como si la cosa no fuera con ellos. Me ha llegado a través del correo electrónico un comentario sobre un artículo que publicó el periódico alemán Der Spiegel, en el cual se mostraba lo escandaloso de nuestra situación en función del despilfarro sin medida, de la ostentación suntuaria más indecente en medio de una penuria extrema, que supone mantener a algunos miembros de la casta política española. En concreto se hacía eco de los gastos del ayuntamiento de Madrid. Un palacio cuya remodelación ha costado 500 millones de euros con un despacho mayor que el del Presidente de los Estados Unidos. Una alcaldesa, cuyo único “mérito” es ser la señora del ex presidente Aznar, que tiene a su servicio un mayordomo cuya única misión es servirle café, 260 asesores y altos cargos con sus nóminas correspondientes y una flota de 267 coches oficiales, más que todas las capitales de la eurozona juntas. Eso sí, esta señora es de misa diaria, o mejor dicho, de cínica misa diaria. Aunque los políticos se empeñen en ocultarlo, esta es la imagen que está dando España en el resto del mundo y no la de las justas manifestaciones y protestas para sublevarse contra tanto latrocinio.
Sin salir del mundo de los insectos, me fijo otra vez en la puñetera mosca. Estoy dudando entre pensar si es la más lista de su grupo o la más gilipollas. En sucesivos vuelos zigzagueantes está intentando salir por la cristalera cerrada y cuando no lo consigue, se acerca a mí persona, revoloteando con ese zumbido tan característico y molesto, logrando que inicie una serie de gestos y manotazos al aire, a cada cual más ridículo, que resultarían la envidia de cualquier asiduo de las discotecas de “dance”. Esto me lleva a hacerme una pregunta dispersa: ¿no será que cuando vemos por la televisión esas macro discotecas de Ibiza, con la gente bailando entre grandes espasmos de sus miembros superiores, en realidad no es que hayan bebido en demasía, sino que les han echado una plaga de moscas, incluidas en el precio de la entrada, y las están espantando? Pensad sobre la idea.
En fin, que ya estoy harto de la puñetera mosca. Aunque no haya ningún indicador de mi ausencia del relato, me he levantado y con un despliegue de aproximación sigiloso, propio de los grandes cuerpos militares expertos en la materia, me he acercado a ella y, con un movimiento vertiginoso del paño de cocina, como si fuera una extensión de mi brazo ejecutor, he acabado con su vida de mierda. Como no estoy para muchas aventuras, esta noche no saldré y veré una comedia romántica, los que me conocen ya sabrán cual, de esas en las que al final todo sale bien. Así el boxeador sonado de la semana anterior podrá recuperar un poco de ilusión y dejará de estar, como decía El Último de la Fila, “como un burro amarrado a la puerta del baile”. Cosas de la noche y sus conversaciones, que normalmente no son lo que uno espera. Desgraciadamente, a menudo, la política y el amor son como el vuelo de una mosca: de mierda en mierda.
Y después de todo este batiburrillo, a ti, musa, te digo lo que puso el escritor Albert Espinosa como título a uno de sus libros: “Si tú me dices ven lo dejo todo…pero dime ven”.    

miércoles, 10 de octubre de 2012

...Y DIEZ. KNOCKOUT.


Oyó el final de la cuenta muy lejos, todo había terminado. La voz enérgica del árbitro daba por zanjado su inútil esfuerzo por levantarse y seguir peleando. Diez era el número que ponía fin a una parte de su vida. El último golpe hizo que doblara las rodillas, esas que le aguantaron tantos asaltos, tantos combates a cara de perro. Desde la lona del ring, sus ojos nebulosos tamizaban las figuras que se agolpaban a su alrededor, volviéndolas borrosas, difuminaban sus contornos y su cerebro, todavía reponiéndose del golpe, no conseguía procesar sus significados. Las voces llegaban con eco, superponiéndose unas a otras con mensajes indescifrables. Las suyas también, estas últimas bien nítidas porque no las había podido olvidar. Quizás fueran sus palabras quienes, en realidad, le hicieran caer a plomo sobre la lona y no los golpes de su adversario, quizás fueran sus palabras quienes le hicieran subir ya sonado, vencido de antemano, a esa última pelea. Entonces ¿para qué?. Solamente deseaba salir de allí, mejor dicho, que lo sacaran de allí, del aquel cuadrilátero expuesto a los ojos de todos, del dolor de la caída final, de la humillación del perdedor. Su última noche no había salido como había imaginado. Retirarse con el triunfo que diera carpetazo a una carrera llena de altibajos, más voluntad que técnica, más coraje que estilo, un fajador en busca de una gloria solamente reservada para los elegidos.

Una vez en el vetusto vestuario, lleno de innumerables recuerdos y deseos de todos los aspirantes al triunfo que habían pasado por allí antes que él, y allí quedaron esos recuerdos y deseos, muertos, llenos de mugre y polvo por el olvido del tiempo, fue recuperando el resuello perdido, la razón pura y le fueron viniendo, otra vez, como ráfagas de viento destemplado, gélido y mortal, sus palabras. Allí sentado en la camilla donde unas horas antes le habían dado el último masaje antes del combate y donde todavía flotaba en el ambiente el olor a linimento sobre el que ya se estaba imponiendo el aroma reparador de la mercromina y el alcohol, fue embalando sus cosas, pocas, y fue sintiendo la soledad a medida que aquellos que siempre habían estado a su lado en la hora del triunfo se iban perdiendo silenciosamente en esta hora de fracaso. Hasta quedar solo por fin. Solamente Max, el encargado de limpiar los despojos de aquella derrota, entornó ligeramente la puerta y asomó su mirada, retirándose en silencio. Él, después de tantos años de trabajo en aquel local, era el que mejor comprendía ese deseo de soledad del vencido, ese deseo de huída de si mismo, ese deseo de no buscar más explicaciones a lo sucedido, ese deseo de volverse ánimo, ese deseo de aceptar, en su caso, haber llegado al triste desenlace de su carrera.

Sus palabras de una semana antes…Recuerda que fueron cayendo con la similitud y la contundencia de los golpes que había recibido esa misma noche. Iba a jugar a ganar, era la oportunidad de, por fin, resumir tantos años de espera en busca de la oportunidad del aspirante eterno. Pero aquella conversación se tornó en la pelea no buscada, acabó siendo el saco de entrenamiento donde ella golpeaba sin piedad. Jab, gancho, crochet…, todos los golpes fueron cayendo de forma inmisericorde sobre sus deseos, desangrándolos. Su dureza era física, como el dolor provocado, un intercambio de pareceres chocando como trenes de mercancías desbocados, que aquella noche han decidido ir por la misma vía para perecer entre un amasijo de hierros retorcidos, carbonizando todas las intenciones. Recordó algunas de las palabras de una vieja película sobre boxeo visionada hacía tiempo: “Déjame decirte algo que ya sabes. El mundo no son arco iris y amaneceres. En realidad es un lugar malo y asqueroso. Y no le importa lo duro que seas, te golpeará y te pondrá de rodillas. Ni tú ni nadie golpeará nunca tan fuerte como la vida”. Ella era su vida.
Su carrera y su amor habían terminado definitivamente, discursos paralelos sobre la imposibilidad de ganar. Cuando apareció Max de nuevo, se dio cuenta de que ya era hora de salir a la calle, olvidar, si era posible, lo acontecido en esos días previos. Recorrió un par de calles hasta dar con un tugurio de donde salía el eco de una voz rota cantando una triste canción, un blues de Billie Holiday. Entró, cansado y pensativo, y se sentó en una mesa cercana al escenario, en el que como en un ring, se iba desarrollando el desangelado combate entre el texto de la canción y aquella mujer, entre el texto de la canción y la desesperada soledad de las escasas personas allí vomitadas, como desechos, por la sociedad triunfadora. Quizás sus gestos delataban más que escondían su dolor, ese dolor de su fracaso más personal, quizás fue solamente que la cantante también era otro reflejo de la derrota, al final ella se sentó, después de terminar la canción, a su lado. Bebieron en silencio, haciéndose compañía, compartiendo una situación reconocible en ambos, y antes de volver al escenario, se acercó a su oído y le susurro: “Siempre admiré y siempre admiraré a los ganadores. Y un ganador no es precisamente quien siempre gana, sino aquel que se deja la vida por su meta. Quien se compromete con su alma a ir hasta el final, dejando todo en el camino, aunque pierda”.
Comprendió. En eso si había sido honesto consigo mismo y, sobre todo, con ella. Nunca dejó de porfiar aunque hubiera ido malviviendo en estos últimos años, aunque su vida se hubiera desperdiciado por no dejar de ser él, por no querer cambiar, por amarla en un silencio sin respuesta. Pero a pesar de todo, eso podía considerarlo su pequeño triunfo.

miércoles, 3 de octubre de 2012

EXTRAÑOS EN UN PARAISO DE ALQUILER


            Hoy no he vuelto a ti, pero si al lugar común, nuestro particular Edén, del que no hizo falta ningún dios, mayúsculo o minúsculo, para echarnos, porque nos fuimos expulsando el uno al otro, poco a poco, hasta que no hubo vuelta atrás. Hoy no he vuelto a ver el fondo del espejo tras mi imagen, o acaso, son mis ojos opacos, recubiertos por fin por la tela de araña de la vida desgastada, los que ya no tienen la profundidad propia del amor. Haber sido trascendido por la vida, pasado por ésta a la reserva, y solamente ser un espectador más formando parte del público anónimo que asiste desolado al comienzo de los amores nuevos, esos de los que ya, tu sí, no formaré parte. De forma imparable, contundente, han ido desmontando, ¿quiénes?, el andamio que sustentaba nuestras vidas. Luego, nosotros mismos nos hemos ido desnudando sin fortuna, despojándonos de la fina capa que protege la ilusión y… el amor de las agresivas acometidas del tiempo que desgasta, que adormece y que, sobre todo, pasa. Sin misericordia ni piedad, como solamente lo pueden hacer los carentes de todo corazón.
            Hemos sido absorbidos por la perniciosa teatralidad de la sociedad, aquella que prometimos subvertir en nuestro favor, haciendo de la excepción la normalidad de lo normal. Provocar para salir airosos del trance, expuesto como los malos números de magia, a los ojos de los mirones, escrutadores del posible error ajeno. Hemos cancelado nuestro comienzo y ahora duelen los comienzos ajenos, nos hacen ver que cada vez es más difícil uno nuevo entre nosotros y ponen ante nuestros ojos su ironía al recordarnos que ya solo tenemos finales. Nos hemos convertido en actores secundarios de su gran obra, aquella que debimos protagonizar y que nunca hicimos, yo si quise y tú no. Hemos cruzado nuestras vidas en infinitos lazos neutros con los otros, para no volver a pensar en aquella nota. Se cruzan las miradas y se rozan los cuerpos con la impropia, nunca debió ser así, esterilidad hospitalaria, anestesiados nuestros deseos y desprogramadas nuestras neuronas del deseo. La soledad es alevosa en esa compañía, hace retroceder al pasado y suena con el mismo sonido de un reloj, tic, tac, tic, tac, que nos recuerda que no es un tiempo general el que pasa, sino el escaso tiempo que nos queda. En realidad el que me queda, tú todavía eres joven, como lo fui yo.
            ¿Es posible, todavía, acompasar nuestros contratiempos? ¿Ajustar el perfil del horizonte para que en la siguiente puesta de sol se recorten juntas nuestras sombras? Como Gary Cooper en “Solo ante el peligro”, no hay nadie más solo que quien está frente a su destino, semejante a la muerte, del amor crudo, descarnado, brutal, posesivo en su ausencia, inmisericorde e…indiferente. Ni acaso llorar vale cuando las lagrimas no limpian el alma, cuando su sabor salobre nos recuerda la improbable felicidad del dulce otoño improbable. Salir a la calle cuando más arrecia la lluvia otoñal para camuflar el dolor de dichas lágrimas con el agua que cae y, diluidas, sean arrastradas por el perfil pétreo del asfalto hasta las alcantarillas que desaguan los amores de frontera, aquellos que sucumben de forma violenta ante la bala perdida de un brutal rechazo. Que ya nadie pregunte, que ya nadie se extrañe, porqué cuando llueve hay gente en la calle, estamos en la calle, estoy en la calle…sin ti, en este paraíso de alquiler, de cartón piedra que ni siquiera esconde lo barato de su atrezo. Y siempre temiendo al inconmovible invierno que solidifica en el rostro esas lágrimas traicioneras, exponentes del desánimo incrustado en la voluntad, que nos hacen ser más visibles ante los ojos de quienes las han provocado. Quizás nuestro destino sea convertirnos en estatuas silentes, blanquecinas por el tiempo, que flanquean el camino sin retorno hacia el olvido.
            Pero, ¿qué hacer cuando vuelva de nuevo la primavera? La soledad del alma no encaja con su perfil vigoroso, creador de vida y de promesas. En realidad no importa, a nadie le importa, a ti no te importa. Nuestro tiempo fuera de lugar se quebró y solamente la vida nos da golpe tras golpe, remedio ancestral para romper los corazones endurecidos, para poder volver a sentir algo. Un largo camino en blanco y negro hacia una eterna promesa incumplida.   

miércoles, 26 de septiembre de 2012

EL CÓDIGO SECRETO DE LA LLUVIA


La lluvia golpea contra los cristales. En algunos momentos, las ráfagas de viento endurecen ese martilleo constante, desacompasado, desafinado, como si todos sus recuerdos, el suyo también, estuvieran llamando su atención, golpeando la puerta de su interés, manteniéndolo alerta, toc, toc, ¿hay alguien ahí?, exigiendo que abra la cristalera de par en par y puedan, por fin, entrar desde el ostracismo emocional al que él los ha desterrado. Viejos fantasmas de un tiempo nuevo. A pesar de estar todavía en septiembre, en un día sin atisbo de nubes, tarde apacible y discreta, su mente ha viajado sin remedio, sin oposición por su parte, al otoño por venir, tan cercano ya, como si éste se hubiera infiltrado en su ser y se hubiera instalado de forma permanente. Lo dirige sin remisión hacia el tiempo de su ser más verdadero, el ocaso. Okupa insumiso de ese lugar de su vida, donde debería existir un principio de voluntad, en su caso quebrada por la ausencia de la oportunidad. Él lo sabe y lo acepta. Hace tiempo que tiene la sensación de vivir dos vidas paralelas, dos tiempos, acaso complementarios, que se intercambian sin preguntarle, haciendo que, en ocasiones, no sepa bien en que momento, real o imaginario, se encuentra. Tampoco lo desea. Sin esa otra vida, en ocasiones tan aprehensible que la puede tocar, sabe que no sería posible seguir con la real, pragmática y gris, donde ella no ocupa, porque no quiere, ningún lugar.

Aunque experimenta momentos de lucidez, su mente conquistada, ocupada por su enemigo onírico, no le deja regresar hacia su yo real. Su ensoñación crece sin cesar y su cuerpo ya es, solamente, un edificio vacío ocupando un espacio meramente físico, pero sin vida aparente. Está muy lejos de donde yace sentado, viajero del tiempo futuro, el cual, al ser visitado, ya nunca podrá ser igual a lo experimentado en su ensoñación, al convertirlo en presente, siquiera imaginado. La lluvia sigue cayendo en su tormenta onírica y su cadencia se le va haciendo más llevadera. Empieza a encontrarle un sentido a su misión purificadora. ¿Y si cada golpe de gota de lluvia contra el cristal fuera el sonido de las teclas de la gran máquina de escribir universal, esa que escribe el guión de las vidas de cada uno de nosotros, al chocar contra el carro donde se encuentra el papel? ¿Puede ser que la lluvia al caer se comporte como un código Morse? ¿Punto, raya, punto? En los dos casos debería poder descifrar el mensaje que le están transcribiendo, pudiera ser importante. Se revuelve e intenta salir, volver a la realidad de donde está, pero, ¿si acaso fuera ella la mensajera de su futuro, de su presente? Explicarle el futuro, poder modificarlo en el camino correcto o enseñarle que, aunque lo intente, el destino está escrito.

Pero como entender, comprender el texto inmisericorde del agua, cuando ésta se le escapa de los dedos. Le resulta imposible relacionar cada golpe de gota de lluvia en el cristal con el sonido de cada una de las teclas de la máquina de escribir, ahora que, ya hace muchos años, los procesadores de texto la sustituyeron. Intenta recordar obligando a sus neuronas a realizar un esfuerzo extra, vano intento en el fondo, si ni siquiera sabe si quiere saber. Pero, ¿y si el golpeo en la cristalera de la ventana no fuera lo que cree? ¿Y si fueran golpes de pincel, pequeños puntos de color impresionistas los que dibujaran el mensaje o, es posible, su rostro en el cristal? ¿Le insuflaría el viento que acompaña a la lluvia el soplo de vida suficiente para poder contárselo en primera persona? Su ensoñación le permite creer ver sus facciones frente a él, solo un instante, lo que tarda la siguiente ráfaga de lluvia en desvanecer su deseo. Una sucesión de hologramas húmedos que aparecen y desaparecen de su vista como si, ¿alguien?, ¿ella?, descorriera la cortina transparente sobre la que van dibujados. Como si alguien borrara con su mano el rostro que el vaho ha ayudado a crear. Y vuelta a empezar, pero esta vez creyendo comprender.

El futuro le está respondiendo con su pasado a través de su rostro. Así como éste aparece y se desvanece a intervalos regulares, su vida ha sido, desde que la conoció, un vaivén de subidas y bajadas de un estado de ánimo maltrecho por el tiempo. Frecuencia absoluta con una única variable que se repite sin cesar. Suceso permanente en la medida estadística de sus sentimientos, con una mínima longitud de onda. Enamorado de ella en un continuo dolor emocional, algo innegociable, absoluto, ha ido encajando los golpes de su infortunio como un boxeador sonado, intentando responder con la virtud del fajador, del que no dobla la rodilla nunca. En algunas de sus ensoñaciones creyó ser ese miembro del amor puro, poeta romántico, que enamorado de un amor imposible, pone fin a sus días ante la crueldad del destino. Fatal elección, Fata Morgana, pero vive en el siglo XX y, además, es cobarde.

Va saliendo, volviendo de su viaje. Ahora los golpes de lluvia en el cristal se van pareciendo a los sonidos ancestrales de los tambores parlantes, tamas, de las tribus africanas. Le llaman con sus ritmos en cruz repetitivos, insistentes. Cree entender sus textos, es hora de volver a la realidad más cercana. El otoño que llegará le rodeará de los colores ocres, bermellones, encarnados, de las hojas que, a punto de caer, le dejarán camuflarse entre ellas, como lo haría entre su pelo si ella lo amara.

Es hora de volver…y escribir.    

miércoles, 19 de septiembre de 2012

LA MUERTE DE UN TAMBORILERO (FINAL)


             Viajó toda la noche y llegó a Zamora a primera hora de la mañana. Poco equipaje en la maleta, ya que no sabía cuanto tiempo iba a estar fuera. En la estación de autobuses de la capital le estaba esperando un coche que lo trasladó de inmediato a la dirección que le habían indicado por teléfono. Por fin iba a conocer el rostro de la persona que se había puesto en contacto con él y que había vuelto a abrir la herida que tantos años costó cerrar. Callejeando por la ciudad, le dio tiempo a pensar en los pasos que debía de dar y como enfrentar una investigación en un entorno salpicado de ambiente etnográfico. Un mal paso podía significar que se le cerraran todas las puertas y que su investigación acabara de manera abrupta. La provincia de Zamora se significaba desde hacía tiempo por la cantidad de grupos de baile y de música que existían. Le dabas una patada a una piedra y salían diez grupos de baile. Movías un árbol y en vez de caer hojas caían dulzaineros, tamborileros o gaiteros. Otra cosa era la calidad, pero eso parecía no importar, erróneamente se media el resurgir del folclore por el número de grupos o músicos y no por la calidad de los mismos, confundiendo lo que era aplicable a la gente en general, a la que no se le podía pedir más, con lo que era exigible a los integrantes de los movimientos que se dedicaban de manera más o menos fidedigna al llamado mundo etnográfico o folclórico.
            Por fin llegó a su destino inicial en la ciudad. En la taberna “La crucifixión del tamborilero”, ironía que no pasó por alto, se sentó cara a cara con la persona que, con su llamada, había desencadenado todos los acontecimientos ocurridos hasta ahora. Con aspecto del norte de Europa y con un nombre a todas luces falso, su interlocutor se presentó como un alto cargo de una “Organización” dedicada a la conservación y difusión del folclore, organizando festivales y encuentros entre un gran número de grupos de toda Europa. Estaba facultado para encomendarle el asunto central de su conversación y dotarle de los medios materiales y financieros que necesitara para su investigación. Siempre y cuando el nombre de “La Organización” quedara al margen y nunca se le pudiera relacionar con los acontecimientos. Su desenvoltura y concisión denotaban que estaba acostumbrado a este tipo de negociaciones y encargos, así que, sin dilación, entraron en materia. El tipo aquel estaba al tanto de las investigaciones relacionadas con el folclore que había llevado a cabo por Tito Freixa. Desde “La Organización” habían estado atentos al resultado de las mismas por cuanto podían llevar a dar con los responsables intelectuales de esas muertes, algo que se había convertido en ineludible para ellos. Según esta persona, el mundo del folclore se encontraba cada vez más nervioso ante la desaparición de grupos y músicos en extrañas circunstancias, lo que podía dar al traste con los objetivos marcados en sus estatutos. Mientras le iba contando todo esto, Tito Freixa iba haciendo una traducción totalmente diferente de los motivos esgrimidos por aquella persona. El, como buen ex policía, estaba al tanto de la existencia de “La Organización”, y más bien pensaba que si ese nerviosismo iba in crescendo y los grupos y músicos se negaban a participar en el engranaje establecido, se acabaría para estas personas con el modo de vida tan placentero que se habían montado. Cosa lógica por otra parte, tontos no eran, y él, en sus mismas circunstancias, posiblemente haría lo mismo. Finalizó su intervención entregándole un informe secreto sobre una supuesta organización, la cual parecía estar detrás de todos los crímenes.
            Después de este encuentro, Tito Freixa se propuso comer algo antes de viajar, le habían puesto un coche de alquiler a su disposición, al lugar donde se había producido la muerte del tamborilero. A la cuatro de la tarde puso rumbo al pueblo de Granadal de Aliste, donde llegó media hora después. La muerte del tamborilero se produjo el día del homenaje a varias personas del pueblo, las cuales habían sido depositarias de la tradición musical del lugar, además de ser transmisoras de ese mismo bagaje a las generaciones posteriores. Para el evento se habían invitado a varios músicos y grupos de la provincia. Entre ellos estaba el tamborilero asesinado. ¿Por qué él en particular y no otro de los muchos que hasta allí llegaron? Buena pregunta. Como era costumbre al iniciar una investigación, se dirigió al bar del pueblo, lugar de encuentro común y donde, entre vaso y vaso, podía preguntar sin ser demasiado expositivo. Tres o cuatro personas estaban en el local. Pidió un café y entabló conversación con la camarera del bar, quien resultó ser también la dueña. Se presentó como periodista de una revista de folclore nacional interesada en dar cobertura al homenaje acaecido y preguntó, sin más. La mujer resultó tener la lengua suelta, además de afilada, y cuando la conversación dio el giro que el andaba buscando, los demás penitentes del bar se unieron en un coro que cantó más que el mismísimo Orfeón Donostiarra.
            Todos estaban de acuerdo en varias cuestiones: el homenaje había resultado un éxito, el tamborilero muerto parecía empeñado en ser el foco de atención con su constante quehacer musical y la gente se dio cuenta al momento de este fenómeno, haciendo hincapié con sus comentarios en lo molesto que llegó a resultar. Desde un primer momento, este personaje dio muestras de una voluntad férrea e inquebrantable de no dejar de tocar ni un segundo. Azuzaba a los demás componentes del grupo del que formaba parte a tocar constantemente, aún cuando toda música necesita de un descanso, tanto para los ejecutantes como para el público. Cuando sus compañeros cesaban de tocar, el seguía con su melodía ajeno a todo y a todos, en una lucha incruenta con el silencio. Un rasgo de su música, que tomó cuerpo desde el primer momento, era lo escaso de su repertorio. Solamente tocaba una melodía, de manera ininterrumpida, haciendo que las notas fueran incrustándose en el cerebro de los allí presentes, sonando machaconamente en su subconsciente, de manera que llegó un momento en que, de manera involuntaria, el público comenzó a canturrear sin una voluntad apreciable, aquella melodía. A Tito Freixa le había pasado alguna vez esa circunstancia con esas canciones de estribillo facilón y música pachanguera que, una vez oídas, permanecen en el recuerdo y uno se encuentra cantándolas en los momentos más inoportunos. Como si fueran la punta de lanza de un mediocre ejército musical en batalla constante contra la calidad. Se le venían a la mente letras como La barbacoa, de Georgie Dann, La bomba, de King Africa, o ya más metidos en la tradición, el Chumbala que chumba chumbala que dale, anfetamínico estribillo nacido de una orgía de fin de semana aderezada con pastillas de todos los colores. Recordaba con especial “cariño” una cancioncilla portuguesa, Cartero en bicicleta, que llegó a provocarle un sentimiento irracional de asesinato de los funcionarios de correos.
            Sus acompañantes seguían dándole a la lengua. Le comentaron que, aun habiendo terminado el festival que había servido de homenaje, el tamborilero siguió tocando en la cena comunitaria que, al aire libre, se celebró posteriormente. Su terquedad y voluntad de convertirse en el hilo musical de la velada, empezó a ser prácticamente inaguantable, haciendo que las conversaciones giraran en dirección a esta circunstancia. La dueña del bar le comentó como había oído sin querer, como solamente oyen los camareros tras la barra del bar, que los componentes de un grupo de baile de la capital, que había participado en el homenaje, coincidieron unas semanas antes con este tamborilero en un seminario de música y danza, y el comportamiento del sujeto en cuestión había sido el mismo. Pensó Tito Freixa que hay veces que uno busca su destino de manera inconsciente, pero obstinada, como este tamborilero. El caso fue que llegó un momento en que el sujeto causante desapareció de repente, dejando al sujeto paciente descansar. Todos pensaron que se había cansado de tocar ante la poca o nula atención que le dispensaba el gentío allí reunido. Pero cual no fue la sorpresa cuando al recoger el entramado del festival, apareció debajo del escenario, con la cabeza descansando en el tambor, a modo de almohada etnográfica, el palo de tocar el tamboril clavado en el pecho y la flauta rota en mil pedazos. Tito Freixa no se extraño de la composición del escenario del crimen, era el esperado. Lo notable del caso era que por segunda vez aparecía el nombre del grupo de baile de la capital en un caso de asesinato ritual etnográfico. Aunque podía ser solamente una coincidencia.
            Siguió la conversación hasta última hora de la tarde, pero ya sin más datos nuevos que aportar, con lo cual cogió el coche de nuevo y salió en dirección a Zamora. Por la mañana se daría una vuelta por la comisaria de policía, donde todavía tenía algún conocido, e intentaría recabar más datos. Ya en Zamora, dejó todos los papeles en el hotel, se duchó y se cambió de ropa, saliendo a cenar. Buscó un restaurante pequeño y poco concurrido y se instaló en una mesa apartada. Antes de irse a dormir decidió dar un paseo por los alrededores del hotel, la noche calmada y apacible invitaba a ello. En un momento de su paseo se le acercó una mujer con la intención evidente de pedirle fuego, sacó el mechero de su bolsillo y se lo acercó al cigarro situado entre los labios pintados de rojo de un rostro con un atractivo evidente. Su mente divagó al instante, lástima que su diferencia de edad lo castrara emocionalmente para iniciar un leve coqueteo. De pronto la mujer se alejo rápidamente, sin darle tiempo a nada más, perdiéndose por una callejuela lateral a la calle donde se encontraba. En el suelo una carpeta dejada allí con la evidente intención de que se apropiara de ella. Le bastó un vistazo para interpretar lo que contenía. Curiosamente, se percató de que estaba a la puerta del local de un grupo de baile que ya le resultaba conocido. ¿Coincidencia?
            Por la mañana se acercó hasta la comisaría de policía. Preguntó por un par de conocidos suyos y con ellos entabló una conversación bidireccional de puesta en común de sus investigaciones, lo cual dejó de manifiesto lo alejado que estaba de la verdad, algo que la lectura de los papeles que la misteriosa mujer le entregó la noche anterior ya denotaba. En la comisaria de Zamora estaban seguros que este tipo de asesinatos formaban parte de una red europea dedicada a la eliminación, por exceso, de los componentes de “La Organización” más insignificantes. Pero era ella misma quien daba la orden de ejecución. Entonces, ¿cómo es posible que un supuesto representante de la misma le hubiera encomendado la investigación extraoficial del crimen de Granadal de Aliste, por su vinculación profesional con asesinatos semejantes? Sus interlocutores estaban convencidos de que la forma de realizar estos asesinatos selectivos, sin que “La Organización” se viera relacionada con los mismos, era hacer sospechoso de los mismos a grupos o músicos nada afines con sus objetivos folclóricos. Como él ya mismo había apuntado, en los investigados en la provincia de Zamora siempre aparecía un grupo de baile, sin que hasta la fecha se hubiera podido probar nada en su contra, es más, su respeto por la tradición más pura y por la forma de hacer de los demás era lo suficientemente comprometido, como para exculparle de los hechos en los que parecían querer involucrarle. La conversación siguió por los mismos derroteros hasta que se despidieron cerca de la hora de comer.
            Así que era eso lo que había estigmatizado toda su carrera profesional. Bajos fondos etnográficos, luchas de poder soterradas, acciones encaminadas a mantener el tinglado que hasta la fecha les había servido de soporte para su “dolce vita”. Y siempre desde la más absoluta impunidad, haciendo derivar las causas y caer las sospechas en elementos ajenos, por propia voluntad, a su manejo. El hecho de que, en su afán de expansión infinita con la entrada de grupos y músicos sin ningún pedigrí, realizando montajes supuestamente tradicionales pero sin ningún atisbo de verdad, había dado lugar a que, en realidad, más pareciera una agencia de vacaciones para sus miembros. Y esto era lo que parecía estar socavando el respeto del resto del mundo tradicional o etnográfico. En su afán corrector de la situación, se habían posicionado en el lado oscuro, aliándose con lo más corrupto de la sociedad y de la política para diseñar un plan que le ponía los pelos de punta, él que estaba acostumbrado a ver y oler lo más abyecto de la sociedad. Debía irse, regresar a casa y pasar página de una vez por todas.
            Nota: en el buzón de su casa encontró una carta de Alejandra. Le comunicaba la muerte en extrañas circunstancias de su marido, el charcutero danzante. Había participado en un festival junto con un grupo de España. El nombre de grupo no podía ser otro, ya le resultaban un poco “turreros”, como ellos mismos denominaban a los elementos pesados en demasía. Al final no le iba a quedar más remedio que encargarse de ellos. ¿Habría sido captado, sin saberlo, por la “la Organización”? ¿Este grupo era el siguiente en la lista y él su ejecutante?