jueves, 24 de agosto de 2017

EL TONTO "CONSAGRAO"

            Pues aquí lo tenemos. La verdadera cara de una sociedad cainita como la española que, después de los atentados de Barcelona, saca la cabeza como las ratas asoman el hocico ante un buen montón de mierda. Como olvidando quienes son los verdaderos culpables del atentado: unos cuantos retrasados mentales cuyos cerebros fueron lavados en sesiones de teología criminal, unos y otros se tiran los tratos a la cabeza en busca de réditos políticos con una conducta más propia de miserables por cuenta propia que de verdaderos líderes sociales. Se produce así una serie de acusaciones maniqueas entre unos, otros y todos, que emborronan finalmente el clima de colaboración inmediatamente posterior a los hechos.

            Para el gobierno español la culpa la tuvo la Generalitat que hizo caso omiso de sus recomendaciones por mor de una independencia de actuación autonómica mal entendida. Para la Generalitat la culpa es del gobierno español por torpedear la labor de información de su gobierno con el fin último de hacer fracasar el proceso independentista. Para la Policía Nacional la culpa es de los Mossos d’Esquadra que ignoraron los avisos que les hicieron llegar sobre los autores criminales del atentado y no tomaron las medidas de vigilancia pertinentes y para éstos últimos la culpa la tiene la Policía Nacional que aísla a la policía catalana de los organismos policiales europeos haciendo que la información no llegue a su debido tiempo a sus manos. Todo ello con tal de no dar ni un paso atrás de esos postulados hieráticos en los que se mantienen y enfrentan. Habrá que recordarles, tiene cojones, que hubo un atentado y víctimas que merecen un respeto.

            Pero, ¡cómo no!, faltaba otro de esos malos actores que se cuela en cualquier sarao aunque no haya sido invitado e, incluso, no sea bienvenido: la jerarquía católica. Esa jerarquía católica una, santa y trina. Y, en este caso, como representante mediático de la misma, ese tonto “consagrao” al que llaman el cura de la tele. Sí, de la tele pública, desde la que adoctrina un domingo sí y otro también a sus huestes, aunque la misma la paguemos todos. Animado, debe ser, por el libre albedrío de acusaciones entre todas las partes en conflicto, ha añadido dos sujetos más a la culpabilidad general: Ada Colau, alcaldesa de Barcelona y Manuela Carmena, su homóloga en Madrid. Haciendo un proselitismo del que se desprende la idea de que le importan un bledo las consecuencias del atentado, acusa a la primera de ser culpable por no instalar bolardos en las Ramblas y a la segunda de que, por la misma razón, el atentado se podría haber producido en Madrid. Pero añade el matiz por el cual se le ve el plumero: las anatematiza con el calificativo de “comunistas”, como si por esto ellas hubieran conducido la furgoneta criminal. O la hubiéramos conducido todos aquellos que, de alguna manera, nos sentimos de izquierdas. Simplemente juega a ser la voz de su amo sin percatarse, ¿o sí?, de la manipulación ideológica en la que cae. Da la impresión de querer igualar a los asesinos con las personas que se señala. Pura tradición ultracatólica y simple procedimiento ya aplicado por la Inquisición de la que es un digno heredero.

            Sin embargo, este cretino, porque no tiene otro cariz su razón, no cae en la cuenta de que su soflama puede traer consecuencias muy graves si entre sus beatos interlocutores se encuentra personas proclives a la acción desmesurada, como los terroristas del caso, dado su cociente intelectual entre 5 y 9, o lo que es lo mismo: una discapacidad cognitiva profunda. Su postura, más cercana a una especie de yihad católica, puede soliviantar los ánimos entre los más tontos de su parroquia, entendiendo parroquia en sentido amplio, haciendo que las posturas se extremen hasta límites insoportables y todo, al final, sea “ojo por ojo y diente por diente”. Catolicismo bajo palio no muy lejano.

            Algún superior debería mandar a este capullo uncido a alguna casa de descanso en la cual pasar los años que le queden en el mayor de los ostracismos, tanto religioso como social. No necesitamos extremistas de ningún bando dando lecciones de comportamiento y actuación. Porque es curioso que cuando les afecta a ellos, como los casos de curas pederastas, la culpa, ¡cómo no!, es de los niños. Debe ser que todos ellos, los niños, son comunistas. 

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