jueves, 31 de mayo de 2018

LA FIESTA ESPAÑOLA DEL CENSOR

                   Va la censura de fiesta en fiesta, ataviada con su mejores galas y ornamentos, en esta pocilga llena de mierda que llamamos España. Camina celebradora, entusiasta, fogosa y exaltada pues de su brazo, consorte calzado a medida, cuelga esa amalgama de castrados intelectuales, de esterilizados sociales para los cuales cualquier conato de libertad de expresión es una afrenta a su depravada cosmogonía interior. Es algo que socava, desequilibra y pone en peligro su pecaminosa y pornográfica forma de entender las relaciones sociales. Pecaminosa porque, en el fondo, atacan y condenan actitudes que, en voz baja, son asumidas en la intimidad de sus babosos entornos y pornográfica por su exposición obscena e impúdica ante tales acontecimientos censores. Es como si quisieran que quedara patente su acuerdo con las medidas represoras ante cualquier atisbo de sospecha por parte de los carroñeros convecinos de su hábitat.

                Las medidas creadas por sus masturbados cerebros y aprobadas en onanísima mayoría parlamentaria han dado pie a que esa pléyade de ciudadanos reprimidos, que han sido incapaces de superar el Síndrome de Estocolmo de la represión franquista (y mira que queda lejos), amenacen diariamente con denuncias y se lancen a la presentación de querellas si sospechan, en realidad no sospechan porque no entienden nada de lo que les rodea, que se pone en entredicho la salvación del alma colectiva. De su alma, más bien. Una Stasi a la española en la que santurrones, beatos, meapilas, analfabetos, retrasados mentales y su avatar colectivo, el político reaccionario, apostólico y retrógrado, se han convertido en esa bestia que asola cualquier estructura social avanzada: la delación. Un chismorreo frenético de consecuencias desastrosas.

            En este andar en una dirección pero sobre una cinta transportadora que gira en dirección contraria, que provoca la impresión de ir lo que, en realidad, es volver, lo que nos ha llevado de un salto temporal a épocas que, se presumía, estaban ya superadas. Y puede que sí, que las superáramos, pero no caímos en la cuenta de que los gusanos que las tejieron quedaron inmunes y escondidos en espera de tiempos mejores en los que retornar a mallar su tela de araña. Esa tela tóxica e infecta con la que atrapar, envolver, inyectar y absorber, desleído ya el continente, todo movimiento culturalmente progresista e intelectualmente ético. La libertad de expresión, valor primigenio de progreso, está en tela de juicio en esta cloaca por mor de una sociedad funcionalmente analfabeta, el 40% de españoles no lee nunca o casi nunca y, lo que es peor, se vanagloria de ello, cercenando así su capacidad para la reflexión libre y razonada.

            Este corpus ignorante aún cree en príncipes y princesas y, por lo tanto, se los ofrecen a bajo precio. Les han hecho creer que no deben preocuparse de lo público, que para eso ya están ellos, y les ofrecen el caramelo envenenado de un mundo persistente, inmutable, heredero, en realida, del patriarcado franquista. Cantantes, actores, escritores, etc,…son denunciados y enjuiciados sin ningún escrúpulo ante el asombro internacional y el sonrojo del resto de una ciudadanía que preferiría ser apátrida. Una pirámide represora: chivatos, policía, fiscales, jueces y políticos, mantienen la máquina censora engrasada. Ya no hace falta esconderse. Ese es su “Camino”. Continuarán la escalada, si nadie lo remedia, y patearán nuestras puertas en busca de libros sospechosos, de soportes musicales susceptibles de contener letras ideológicamente condenables, todo aquello a lo que no llega su escaso o nulo intelecto, que quemarán en la hoguera de su vanidad para cercenar toda “acción contra el espíritu anti-español”.

            Nadie sabe lo que pasará en adelante: moción de censura, elecciones anticipadas, pero cualquier cambio de rumbo pasa por desterrar de nuestra legislación todas esas leyes, Ley Mordaza la primera, que nos remiten a un pasado denigrante y, por ende, desterrar de la vida política, social y laboral a todos aquellos que las han aplicado o aplaudido con tanto rigor y entusiasmo. Que no quede ninguno. 

jueves, 24 de mayo de 2018

HOMO HOMINI LUPUS

                  Homo homini lupus, locución latina cuyo origen se remonta a la creada por Plauto y traducida en la actualidad por “el hombre es un lobo para el hombre”, define y retrata de una forma nítida los horrores que la humanidad puede llegar a infringir contra ella misma. O cada uno de sus individuos contra los otros con fines despóticos, degradantes, vergonzosos, o cualquier adjetivo parecido que se les ocurra. Bien es cierto que posicionar al lobo como objeto definitorio de dichas actitudes respondía a ese miedo ancestral al animal que ha surcado el devenir histórico de todas las sociedades. Es evidente que en la actualidad, esta figura tan controvertida ha adquirido, gracias a grandes naturalistas y conservacionistas, y mucho trabajo, una nueva dimensión pública de afecto y respeto.

            Guerras, invasiones, genocidios, terrorismo (incluido el de Estado), esclavitud, violencia y racismo representan un amplio abanico de esos horrores señalados. Incluso Hobbes, filósofo inglés del siglo XVII, utilizó de forma maniquea dicha frase para justificar la monarquía absoluta ante el fracaso de la sociedad para imponer la convivencia como forma de corregir el egoísmo del hombre en su forma natural. Que Séneca escribiera, en contraposición, que “el hombre es algo sagrado para el hombre” solamente demuestra que el gran filósofo tenía bajadas de tensión pronunciadas. A semejanza del aspecto relacional entre la Teoría de la Relatividad General y la Teoría de la Mecánica Cuántica, aquellos horrores societarios, infringidos por el hombre en cualquiera de sus modalidades generales, sociales y políticas, se reflejan a escala mínima en el depravado comportamiento individual o a través de grupos menores, sobre los otros.

            La detención por parte de la Guardia Civil del responsable de una ONG de ayuda a personal con necesidad en Vícar (Almería), acusado de vender comida a cambio de dinero y favores sexuales, pone ante las narices de nuestra propia naturaleza la degradación más absoluta de ciertos miembros de la raza humana. Este tipo de actitudes supremacistas en lo humano, aprovechándose de una relación de superioridad social ante personas que no tienen para vivir, valiéndose de una organización que disipa cualquier temor o reticencia, en teoría, en sus acciones, pone en entredicho la pertenencia al sapiens de estos individuos embozados bajo unas siglas respetables y que, solamente, son un vehículo de humillación a sus semejantes más desfavorecidos. Supone una cacería en toda regla del humano por el humano, considerando seres inferiores a quienes, por cualquier circunstancia, han caído en algún tipo de desgracia. Una trata de seres humanos moderna, racismo social acomodado al signo de los tiempos.

            Y cabe preguntarse, ¿la suerte política que nos ha tocado vivir, marcada por una corrupción a gran escala, es el fiel reflejo de esta sociedad infame que genera monstruos capaces de legislar en función de sus necesidades personales y no del interés general?, o, por el contrario, ¿es esta sociedad la que reproduce esos tics perversos propios de los políticos corruptos e impresentables que nos gobiernan y sus secuaces económicos y financieros?

            Cada uno que ponga el resultado que crea más acertado. Vale la X.

jueves, 17 de mayo de 2018

ESTÁ MAL AMENAZAR, SEÑOR OBISPO

           A pesar de algún connato de conciencia o, mejor dicho, lucidez, con el que nos sorprende esta ciudad al oeste del oeste, Zamora es, ese provincianismo, que como gen ancestral recesivo tiene incrustado en su adn,  cuestiona o ensombrece la ilusión con la que se intentan paliar las carencias sistémicas que padece y que no auguran nada bueno para el futuro. Si esta ciudad asaltó el, ahora, campus universitario y que, en aquel tiempo, era un cuartel del ejército en desuso, asaltar y circunscribir a su estricto ámbito de actuación a la iglesia católica es una tarea ardua, espinosa y, algunas veces, peligrosa, más propia de héroes de cómic que de humanos mortales.

            El nuevo desencuentro entre la sociedad laica y la “Familia” tiene que ver con la celebración de la Feria del Libro y el Corpus, eventos que coinciden en las fechas propuestas por unos y otros y en la ubicación elegida y que, como el agua y el aceite, no parece que puedan mezclarse. Es paradójico que eventos sin fecha fija vayan a coincidir este año en la adoptada y, por tanto, algo no se debe de haber hecho bien por parte de una de las facciones enfrentadas. Lo que no es lógico ni es de recibo es que la alcaldía, que simplemente autoriza el lugar donde se ha de celebrar cualquier evento, esté siendo puesta en entredicho por parte de uno de los aspirantes al lugar de celebración, la Plaza Mayor, parapetándose en su atávico modo de actuar “de facto”. Como se puede imaginar uno, ese aspirante no es más que la bandería religiosa.

Entonces, ¿qué ha pasado? Por casualidad, hoy he mantenido una conversación con una persona involucrada en la celebración de la Feria del Libro. Con cabreo, dado el fango que han introducido propios y extraños en todo este asunto, me comenta que ellos solicitaron la fecha y lugar en enero de este año. El Ayuntamiento les otorgó la autorización, se supone que por no haber otra solicitud que coincidiera en los mismos términos, y comenzaron a tramitar contratos, publicidad y poner en marcha todo el entramado que conlleva la Feria, proceso que está prácticamente finalizado en la actualidad. Si el Obispado no había solicitado esa fecha y lugar, ¿por qué ese empeño en celebrar sus actos en las mismas aún a sabiendas de que ya hay programado otro acontecimiento y manipular a su antojo a la opinión pública?

Puede ser esa soberbia de quienes creen que todo el discurrir diario de una ciudad deber estar a expensas de su toma de decisiones o la arrogancia propia de quienes se han sentido protegidos en ese proceder durante otras épocas por parte de unos políticos más proclives al confesionario que a la protección de la sociedad civil. No olvidemos que este es un estado, en teoría, laico y que, por tanto no puede haber privilegio ni preponderancia de una confesión religiosa. Y tampoco olvidemos, hay que repetirlo, que el Corpus no ha tenido siempre fecha fija y, por tanto, se puede cambiar sin que cause ningún trastorno de la personalidad y traumas posteriores a sus participantes. 

Aun así, la Feria ofreció, me sigue contando mi interlocutor, al Obispado compartir la Plaza Mayor ese día pero, parece ser, que no podía ser, ellos no pueden compartir la fe con la cultura. ¿Tendrán miedo a perder acólitos? La única solución para ellos era la imposición unilateral de que la Feria del Libro cambiase de ubicación o fecha para que ellos, que hasta el último momento no habían comunicado a la Alcaldía su propuesta, celebraran su pompa y circunstancia. Y eso es lo que no se puede permitir: la imposición, la exigencia, la coacción hacia cualquier otro estamento de la sociedad para su actuación impune y arbitraria, al capricho de decisiones tomadas con la suficiencia petulante de quienes se creen por encima de las leyes y los procedimientos que son de aplicación a cualquier ciudadano o persona jurídica.

Para ir terminando. Las amenazas nada veladas del Obispo zamorano sobre el proceder de su grey en un futuro, se supone que político, dejan al descubierto el aire manipulador de su argumento, la taimada y ancestral inclinación a influenciar en la vida social y política de este país y, por ende, de esta ciudad, para mantener o aumentar sus privilegios, unos privilegios mantenidos por una fallida separación entre estado-iglesia por mor de una clase política anclada ideológicamente en el estado absolutista del antiguo régimen.

Y termino. ¡Qué decir de esos políticos mediocres que, a falta de recursos para ejercitar la oposición, se apuntan a la teoría manipulada y falaz del oprobio a la iglesia, calificándolo de conflicto ideológico, con el fin de arañar algunos votos de baja calidad argumental! Pues eso, que dan pena. ¡Habrá que revisar su currículo!

           Señor Obispo: a nosotros nos gusta leer y para desfilar ya está la cabra de la Legión.

jueves, 10 de mayo de 2018

LA NAFTALINA NUNCA SALE DE SU ARCÓN

               Sin duda, pensé en que no tendría que volver a verle tan pronto, doctor Felton. Una cierta ambigüedad existencial, mezcla de estabilidad y riesgo a partes iguales, pronunciaban un tramo menos consultivo y crecidamente libre, más propicio al autónomo conductismo original y su consecuente cuota de responsabilidad oportuna. Pero los últimos acontecimientos deben ser auscultados con la perspectiva adecuada para no caer en una deriva creciente e inquietante hacia un amplio abanico de violencia verbal, incluso, porqué no, física. Y eso es lo que me da miedo, doctor, ese impulso animal como respuesta al flagrante asedio, al premeditado bloqueo con el que la nomenclatura de este país pretende imposibilitar la ventilación de sus focos de podredumbre heredada.

            Sin duda conoce la sentencia. Un ejercicio de ingeniería legalísima basado en una compilación de normas cargada con la testosterona típica de sus escribas. El sistema ha hecho caso omiso al alud de protestas de una sociedad harta de ese lumpen judicial más preocupado en generar doctrina vacía, finita en sí misma, retroeyaculada y circulante, difícilmente concordante con el sentido común general, para evadir responsabilidades aferrándose al salvoconducto del imperio del la ley que ellos mismos se otorgaron. Como conoce, incluso las llamadas de atención de organismos internacionales han sido ignoradas por estos gurús del derecho, por estos charlatanes de feria leguleya, vendedores de un amparo legal basado en su supremacista concepto legal.

            Y, sin embargo, no es todo. La respuesta, como no podía ser menos, ha ido en consonancia con el carácter sectario de este cuerpo: en una nueva sentencia por violación se rebaja la pena al procesado porque iba borracho. Sí, no ponga esa cara, tan cierto es como que necesito tratamiento, cosa que, además, usted ya sabe. Por otra parte, el eco mediático que ha tenido el asunto que le he descrito en primer lugar, ha dado pie a que se intente modificar el caduco muestrario legal que le es de aplicación a este tipo de procesos, le confieso que mi confianza es nula, o casi, dado que quienes tienen que modificarlo son los mismo que han viajado con semejante argumentario a lo largo de estos años sin dar visos de estar a disgusto con él.

            Déjeme que le muestre un ejemplo: uno de los vocales de la comisión de codificación para la reforma de los delitos sexuales ha dimitido porque ve inadmisible que la reacción de la opinión pública lleve a reformas legales. Obvia, por tanto, que la soberanía reside, en teoría, en el pueblo y que cualquier ley debe tener la capacidad de poder incardinarse en el acerbo social sin que suponga rechazo y recelo. Es más, créame, que lo que viene a continuación debería tener respuesta en forma de cese de cualquier puesto que ocupe este sátrapa: la convocatoria de la comisión le recuerda al sano sentimiento del pueblo introducido en el Código Penal alemán en los años del nazismo. Como quien no quiere la cosa, ha asimilado el descontento popular ante unas leyes caducas con la legislación nazi, fascista y criminal. ¡Y nadie le ha partido la cara a este sujeto!

            Es este hedonismo, esta cultura de casta, esta vanidad clasista la que hace arder los cerebros, el mío también. Nada puede ser modificado, rehecho, ajustado, conceptualizado o actualizado en las cloacas judiciales si no es a instancias de su decreto y parido en sus entrañas más profundas, en sus reuniones intelectuales masturbatorias, en sus eyaculaciones protolegales. Cuando nada ha cambiado en años, ¿podemos esperar a que sean ellos los iniciadores de algo que les pone en entredicho por inacción? Eso sería como esperar a que los zares rusos hubieran abolido el sistema social de clases, que Hitler hubiera abolido el sistema supremacista racial o que la jerarquía eclesiástica católica decidiera seguir los pasos, por fin, de su fundador.

            No se prive, doctor, extienda recetas que el pastillero se ha quedado vacío. Ya sé que debo pensar en otras cosas, en reflexiones que me lleven a la paz y la tranquilidad de espíritu pero la cosa no amaina. El gran reidor lleva adelante su aquelarre bufonesco con el que somos humillados. Y eso, usted entenderá, me enerva.

jueves, 3 de mayo de 2018

CENTRIFUGADO EN PROGRAMA CORTO

              España es, para esta jauría de mafiosos, un puñetero Pazo de Meirás desfalcado a sus legítimos dueños por el tramposo procedimiento del abuso de poder. ¿O violación? Que lo decidan antes de que tome cartas en el asunto la Audiencia de Navarra.  Vomita la radio noticias sin cesar. Un hombre asesina a su pareja por el procedimiento de la maté porque era mía. Una manada de retrasados mentales apalea a una pareja gay por el procedimiento xenófobo de contranatura. Una chusma revienta una concentración por el procedimiento patriótico de una, grande y libre. El procedimiento, siempre el procedimiento como retrato de una sociedad lacrada, equivocada, marcada por la exacerbada presunción de verdad absoluta que impera en el pensamiento único del que participa.

            No hay nada como observar para comprender. Ya nada nos queda en los bolsillos y caemos en la cuenta de que fuimos tan gilipollas como para confiar en ellos. Él no, pero las consecuencias también las sufre. Sin embargo, ese alma de hijosdalgo tan incardinada en nuestro genoma de españoles erráticos nos empuja a errar de nuevo y aupar, según cuentan las encuestas, ese bodrio estadístico manipulable y manipulado casi siempre, a la nueva hornada de ultraliberales al acecho de nuestro último atisbo de dignidad. Y de nuestro último euro. Esa falsa humanidad de los que se dicen buenos, cantaba el poeta Sherpa. ¿Hasta qué punto de degradación moral hemos llegado que somos capaces de seguir con nuestras vidas, la mayoría de mierda, en lugar de voltear de un guantazo tanta miseria ética de una parte de la clase política y de esa parte de la sociedad que la mantiene en el poder?, se pregunta.

            Somos mediocres hasta para eso, concluye. Hemos pasado de la juventud democrática, celebradora y entusiasta, al ocaso más decrépito en tan solo cuarenta años. Como esos jóvenes que se niega a crecer para llegar, de pronto, a la madurez inhóspita del que creía que nunca llegaría y se encuentra con que no sabe manejarla. No pasa nada. Por el bullicio que llega a través las ventanas, la humanidad entera se vuelca en sus quehaceres cotidianos esperando el nuevo esperpento político o judicial que sustituya al, ya, viejo. La pastosa realidad se masca como un chicle eterno, sin sabor ya de tanto trasiego bucal. Oralidad felatoria hacia una forma de ejercer el poder del que no somos capaces de desprendernos. Hay que salir ya hacia el abismo existencial diario y enfrentarse a esa manada multidireccional, multidisciplinar, multitudinaria, ya que no son cinco solamente, que obstaculiza el criterio racional de supervivencia y que formaliza con su actitud el contrato de siervos que les han presentado y que han acatado con pasmosa rapidez.

            Peroran algunos intelectuales, inquietos y nerviosos, sobre la respuesta social acaecida en lo que no es más que la voz de alarma corporativa ante una posible sustitución de sus vaguedades-guía, de la que viven, por la acción directa. Dos mil años para obtener la conclusión de que quienes estaban en la caverna, la del mito, eran los intelectuales del futuro. Cabreado, piensa si lo mejor no sería meter en la lavadora una buena ostia y centrifugar al máximo.