¿Quién ha decidido
que la mediocridad, cuando no, la más absoluta mezquindad, decida que está bien
o mal? ¿Quién ha decidido tirar al pato de la razón y cambiarla por ese rencor
instalado en lo más profundo de sus genes? Es imposible aceptar que quienes son
incapaces de hacer progresar a un país por los parámetros de una contabilidad
ética se erijan en los paladines del control presupuestario de los que sí han
hecho sus deberes. La intervención del Ayuntamiento de Madrid, que ha reducido
su deuda consiguiendo superávit presupuestario, es una nueva boutade de un gobierno
sumido en la más absurda y paralela realidad.
Es imposible esconder el escenario
de que dicha medida obedece más a un concepto de gobierno represivo,
autoritario y, porque no, vengativo, que es capaz de restringir la inversión de
los ayuntamientos saneados en el bienestar de sus ciudadanos por mor de una falsa
política de estabilidad que solamente obedece a sus intereses. Semeja en su
concepto con el saqueo que los bancos y cajas hicieron con los ahorros de los
depositantes al cuadrar sus cuentas a costa de los mismos, al estructurar la
economía del país en el deber de ahorrar de las todas las administraciones que
no sean la estatal. Y esto adquiere una importancia capital en estos momentos
en los cuales el gobierno del Partido Popular no puede ofrecer una recuperación
real de las cuentas públicas al terminar con el desvalijamiento del fondo de
pensiones, finalizando el espejismo que nos ha estado vendiendo, e incrementando
los recortes presupuestarios para el próximo año. No le queda otra. Lo cual
demuestra la falsa recuperación que han ido publicitando a lo largo de estos años
funestos de una legislatura implacable con los derechos sociales.
Y es inquietante pensar que,
mientras se prohíbe generar bienestar y amparo social, ese mismo gobierno puede
estar comprando armamento para el ejército, desviando gastos ocultos para su
sostenimiento y, de paso, incrementado el déficit público que, aquí está la
broma macabra, obliga a enjugar a ayuntamientos y comunidades autónomas. Pero,
realmente, todo esto no importa. La última encuesta del CIS revela hasta que
punto nos hemos convertido todos en unos auténticos retrasados mentales. Un
ambiente de esquizofrenia general lo invade todo retratando de forma nítida una
sociedad movida más por grandilocuencias, vísceras y automatismos nostálgicos
que por lo que realmente importa: su futuro.
Así, en la más absoluta impunidad,
los Gurtel, Púnica y demás miembros de la mafiosa familia que conforma la
derecha nos siguen robando, nos siguen metiendo la mano en los bolsillos, nos
siguen privando de nuestros derechos, amparados por la impunidad que resulta de
una sociedad en estado de metástasis colectiva. Parece ser que, mientras
quienes nos roban vayan enfundados en su traje españolista, arrebolados con la
bandera de España, no importa. Solamente importa el independentismo aunque
puede que al finalizar la función nos demos cuenta de que nos han dejado a
todos totalmente desnudos.
Convendría que la razón se impusiera a la desfachatez, declararnos
independientes sociales de este gobierno abyecto y, si nos aplica el artículo
155, con las mismas, empotrárselo por el culo.
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