jueves, 20 de octubre de 2016

HA QUEDADO USTED PLASMA-DO (EPISTOLARIO)

Señor Rajoy, Presidente del gobierno en funciones:

            Leo en las noticias que, por fin, han reconocido ante Bruselas que la llamada “hucha de las pensiones” está bajo mínimos y que solamente le queda un año, como máximo, para cumplir su cometido. Eso, y usted bien lo sabe, ya lo conocíamos los ciudadanos de este país, menos, claro está, los que le siguen votando prietas las filas sin enterarse de nada, y por ello no nos coge de sorpresa sino que nos produce verdadera vergüenza el haber sido tan contemplativos con unos políticos, los de su ralea, capaces de saquear el dinero del bien común para beneficiar de nuevo a los poderes económicos, verdaderos amos del entramado mafioso en el que se mueven usted y su gobierno, de los cuales no son más que mamporreros bien pagados.

            Porque el vaciado de la tal llamada hucha no es más que la descapitalización pura y dura de lo público en su vertiente, esta vez, social. Es el traspaso de funciones y presupuestos hacia el sector privado, aves de rapiña de su propio beneficio, ya que, no me lo va a negar, esa es la meta que se propusieron cuando comenzaron con el desvalijado del fondo de pensiones: desplumar la bolsa, proclamar a continuación su inviabilidad y privatizar el servicio como solución. Un autentico manual de liberalismo salvaje y antisocial que ustedes han ejecutado a la perfección. Debo reconocer que la situación estaba “a huevo”, con un rescate que devolver y unas cuentas presupuestarias que cuadrar por mandato europeo, era la solución era fácil y cómoda: saco el dinero destinado a las jubilaciones, capeo el temporal y quedo bien ante mis colegas europeos y luego ya veremos cómo salimos de ésta. ¡Truhán, que eres un truhan!

            Para ello, bien es verdad, contaste de antemano con el borreguismo que reina, en cuestión electoral, en este país, votantes alejados de sus propios actos como electores que todavía creen, casi todos son católicos, que el hecho de introducir una papeleta de un partido político en concreto en la urna es solamente un acto de celebración de la democracia y que, en realidad, no va a traer consecuencias más allá del mero trámite. ¡Así está la cultura democrática en este país de ignorantes electorales! Pero usted bien sabe de lo que hablo y bien que lo ha utilizado. Esgrimiendo la demagogia y el miedo ante lo nuevo, el espectro electoral español todavía está veteado de conservadurismo en distintos grados, reminiscencias de otro tiempo, ha conseguido seguir en la brecha a pesar del descalabro social y económico en el que ha sumido al país, en realidad a sus ciudadanos de a pie, que las clases privilegiadas han visto como su estatus iba creciendo inversamente proporcional al número de personas sin recursos.

            Se acuerda de aquella expresión tan añeja que decía: “si gobiernan los rojos te quitarán las pensiones”. ¡Qué tiempos aquellos! Resulta curioso comprobar que, siendo usted tan de derechas, va a ser el que termine con ellas, lo que confirma de nuevo aquella moraleja del cuento del pastor de ovejas, que de tanto engañar a sus vecinos, al final vio que, cuando vino el lobo de verdad, nadie acudió a socorrerle. Así le va a pasar a tanto pensionista puesto al sol. Eso, o que, en realidad, sea usted la izquierda subyacente, subterránea, ahora que la Gran Susana, gurú impostor y golpista del PSOE, se ha dado la vuelta como un calcetín y gobierna en Andalucía con C’s (derecha, derecha) y pretende darle de nuevo la gobernabilidad del país a usted absteniéndose en la votación de investidura. ¡Qué gran bacanal ideológica debió ser el congreso de Suressnes para que el PSOE haya llegado a tamaña descomposición y degradación ética!

            Pero, señor Rajoy, en todo caso ¿qué? ¿Cómo se va a cuadrar este nuevo ajuste? Seguramente volverá a congelar el sueldo a los funcionarios o les dejará sin paga extraordinaria, congelará de nuevo las prestaciones a nuestros pensionistas, subirá el iva y los servicios básicos sociales, etc, dado que en su imaginario particular y político son los grandes causantes del estropicio y no su incapacidad, su ineptitud y su servilismo con el poder económico el que nos ha llevado hasta esta situación. De verdad, señor Rajoy, su estulticia política será estudiada en los siglos venideros en las Universidades Públicas como forma de gobierno tóxica, insana, insalubre y perniciosa para el entramado social de un país que desee ser ético e instalado en el bien público. El armazón de su partido, auténtica estructura gansteril y mafiosa, la cual ha conseguido desestructurar las propias bases sobre las que se asienta el estado e imputado en causa penal, primera vez en la historia de España, y su segunda fila financiera, sentada en el banquillo de los acusados por múltiples delitos contra el erario público, no son más que el auténtico rostro de su quehacer diario, ponzoñoso ritual de cómo joder al más pobre.

            Aunque le parezca dura mi exposición, me la suda, con sus ajustes no puedo permitirme ir al psicólogo para desahogarme, aunque quizás lo mejor sería que fuera usted y eso que me ahorraría y nos ahorraríamos todos los ciudadanos.

            Con total acritud, este que no le vota.

jueves, 13 de octubre de 2016

LA EXCURSIÓN DE HAMBRE

          De nuevo en Granada. Quizás reconciliándome con una ciudad que, en aquel olvidado viaje, me opuso la cara más descarnada de ese centro comercial en que se ha convertido La Alhambra: ratera, pícara, bandolera. Y a fe que lo estaba consiguiendo, animado por la lejanía con la que afronté mi visita y el descubrimiento de la parte barroca, renacentista y moderna de la ciudad, antes ajena, pero atrayente, más lógica en su propuesta al viajero, o turista, como prefiráis, y lejos de las hordas fotoadictivas.

            También pudo influir el hecho de que el paseo arrancó con la soledad, relativa, de unas calles todavía no atestadas de turistas ávidos de esa instantánea que, sin alma, certifique su estancia, carta de pago con la que demostrar antes los amigos o conocidos la legitimidad de su ausencia. Códigos rutinarios y tópicos del viaje actual en el que, sin mucha ilusión aparente, me incluyo, uno no puede del todo extrañarse del hábito predominante. Bien es cierto que este viaje estaba trufado de nuevos matices y con una propuesta más cercana y estimulante: descubrimiento, cultura, teatro…, acompañado de gente tentadora y Paloma, mi pareja, a mi lado. Sosiego y tertulia vital despojada del doméstico habitual y una placentera y quimérica laxitud.

            Siguiendo con el viaje, uno no puede sino extrañarse de la enorme cantidad de teterías, kebabs y colmados de seudoproductos andalusíes desperdigados por el casco antiguo de la urbe, como si su pasado nazarí hubiera solapado cualquier otra época histórica que la ciudad hubiera vivido y hubiera quedado anulada por un enorme pastiche con sabor a incienso. Así que, sentado en una terraza de la orilla izquierda del Darro, en su circunvalación de La Alhambra, asistí, ya atónito, a la enésima foto sobre el puente que lo cruzaba y que nunca terminaban de cruzar los fotocazadores, perdiéndose los rincones más allá del mismo, escondidos, esos rincones que requieren aventura y esfuerzo para degustarlos. Mi segunda cerveza seguía reconciliándome con Granada y me solacé con una actuación de ¿música árabe? ejecutada por un grupo de jóvenes más voluntariosos que efectivos, sobresaliendo la joven aporreadora de castañuelas que, más bien, parecía que había descubierto el instrumento aquella misma mañana, tal era el grado de falta de técnica en su ejecución y falta de criterio musical del que hacía gala. Una pena.

            Pero como ya sabéis, si está por estropearse se estropeará y allí sentado, bien es verdad que un poco aturdido ya de tanta melodía árabe, le diré a Moncho que ponga de nuevo a Génesis en el viaje de vuelta, necesitaré progresivo en vena para recuperarme, y ante otra foto en el puente, esta vez de una despedida de soltera, ¡qué se les pasará por la cabeza a estas chicas para creer que pueden quedar bien en una foto de La Alhambra con penes de plástico en la cabeza!, vino el aquelarre.

En la mesa de al lado de la mía, en donde estaba solazándome en soledad viendo el eterno continuo de turistas hacía el Albaicín, aposentaron sus reales dos turistas, creo que inglesas, de mediana edad y rojas como el tomate, con un curso de risoterapia en sus cuerpos manifestado con grandilocuencia y esperpento hacia el resto de los mortales. Tomaron posesión de la mesa, y, por ende, de la terraza entera, y descubrí al fin la causa de tanta extroversión: las jarras de sangría que solicitaron al camarero denotaban que no eran las primeras, yo creo que había desayunado eso mismo, convirtiéndose aquella situación por momentos en un terremoto galopante, brexit ya, que agotó mi paciencia y mis ganas de seguir disfrutando de aquella mañana tan apetecible unas horas antes. Ya sé que no es culpa de la ciudad pero no quise prolongar más aquel estupor y que se cerrara definitivamente mi nueva relación urbana con Granada.

Volveré. Mi relación no terminará hasta que consiga encontrar y acomodar ese paso justo entre lo verdadero de sí misma y ese decorado “sui generis” en que la convierten por mor del turisteo, cuerpos sin alma, deambulantes sin sentido y carentes de ósmosis que les haga volver a casa diferentes.

            Para eso, vete a Benidorm.