miércoles, 27 de junio de 2012

NUNCA SU VIAJE TENDRA LLEGADA


Está asomado a la noche. Miles, cientos de miles de vehículos han desfilado delante de sus ojos a lo largo de los últimos años. Viéndolos pasar, se pregunta: ¿qué personajes e historias estarán representando sus ocupantes? Siempre se ha sentido como un “voyeur” de los instantes fugaces en que estos viajeros ocasionales comparten con él esa línea invisible de unión por la observación. Aunque en este caso sea inequívocamente unidireccional. Que él sepa nadie reparó en su distante presencia. En caso contrario, se preguntaría ese viajero por su pequeña historia, por su papel en la misma o, simplemente, giraría la cabeza perdiéndose en su memoria la imagen distanciada.
Desde la terraza de su apartamento las luces esquivas aparecen y se esconden al ritmo de los obstáculos que se interponen entre sus ojos y el movimiento continuo de los vehículos. Como si fuera una metáfora de la vida, surgen de forma amistosa ofreciéndole su cara más lúcida y luminosa, acercándose velozmente hacia él. Pero rápidamente pasan de largo, sin desear quedarse, y sus luces rojas, como señales del adiós definitivo, van perdiéndose por el oscuro horizonte de la noche hasta desaparecer de su vista, sin darle siquiera tiempo a escribirles unas pequeñas líneas de los papeles, que como actores ocasionales de su obra, sin querer están representando en su imaginación.
Quizás porque somos más de partidas que de llegadas. Huída tras huída, porque somos incapaces de llegar y quedarnos. Fuga tras fuga, porque las rejas castradoras aprisionan nuestros sueños. Eterno viaje de búsqueda accidental, siempre en la dársena de la estación, la más alejada, esperando ese autobús que nos lleve a otra estación de salida. Siempre en ese eterno viaje, continuas despedidas, que como banco de pruebas, augura el viaje eterno.
¿Qué circunstancias pueden haber originado dichos viajes? Acaso, la búsqueda de un nuevo horizonte donde no perderse de nuevo. Tener la falsa ilusión de protagonizar nuevas vidas superando el ahogo y la limitación de la única que nos han dado, con la sombría certeza de que desaprovecharemos todas. Sin apenas darnos cuenta de que lo que llamamos nuevas vidas no son más que compartimentos estancos, etapas estériles que creamos con la falsa ilusión de superar nuestro limitado tiempo, teniendo al final la equívoca sensación de haber vivido mucho, pero la certera sensación de que poco rato. Acaso, nuestra habitual torpeza provoca el viaje de despedida definitiva de un tiempo y un espacio que nos es arrebatado de las manos sin remedio, quedándonos sin la seguridad del mundo creado a nuestro alrededor y despojados de todo futuro. Acaso, salimos continuamente de viaje con el objetivo de conseguir dejar atrás todos los recuerdos acumulados en nuestro particular Diógenes emocional. Como si esa huída nos salvara de la destrucción bajo el peso de esos recuerdos.
Cuando realmente es imposible huir porque todos esos recuerdos viajan con nosotros, formando parte de nuestro equipaje particular, condicionando nuestros postreros actos bajo su dictadura implacable. No existe la dicotomía de viaje interior y viaje exterior. Todos en realidad son viajes interiores. En cada uno de ellos, hasta en los más prosaicos, la mente viaja por su cuenta por el recuerdo, recuperando historias vividas. En otras ocasiones, viaja al futuro por venir, haciéndolo presente durante el viaje. Lo de menos es el viaje material.  
En las noches despejadas y cuajadas de estrellas, el cielo nos avisa y aparecen en él luces intermitentes, que como sirenas, nos revelan la existencia de otros viajes más largos en el tiempo y en el espacio. Miles de kilómetros recorridos a gran velocidad, como si quisiéramos invertir el tiempo y ganarlo. Estelas que van dejando en el celuloide estelar las impresiones de su movimiento, aunque nunca veremos su llegada. Si es que acaso hay una llegada. Si acaso es definitiva.
Cuando mira al cielo recuerda uno de sus viajes. Lejos, muy lejos. Distancia real y emocional. Más dura la segunda que la primera. Invirtiendo el tiempo y el espacio hasta acabar dándole la vuelta, quedando lo que estaba arriba en la zona de abajo. Casi sin tiempo para estar pero anudando lazos que no se desataran jamás. Tan cercana puede ser la ausencia como extraña la presencia y, por eso mismo, viajando siempre con la imaginación a aquel lugar. Siempre de viaje: al recuerdo, al futuro, a otro lugar…

miércoles, 20 de junio de 2012

QUIZAS PORQUE VENUS SE ASOMO AL SOL


Apenas hacía una hora que se habían visto cuando él recibió su llamada de forma inesperada. Se habían despedido como siempre, de forma rutinaria y convencional, entre los adioses y despedidas de ida y vuelta de los demás, sin que en su mirada, la de ella, hubiera el menor atisbo de lo que el destino le tenía preparado. Por un instante quedo mudo al otro lado del teléfono, nunca pudo imaginar, pero fue recuperando su ritmo cardiaco al compás de las palabras, que de forma acompasada surgían de aquella voz que tenía la facultad de encender su imaginación y transportarle a mundos, no por imaginados, menos reales.
Aunque era tarde ya, la reunión en la que habían participado con otros amigos se había demorado un poco, ella le invitaba a tomar un café en su casa y hablar. ¿De qué? Hablar de todo y, en especial, de lo que en secreto para los dos parecía estar ocurriendo. Algo sobrevenido desde tiempo atrás, siempre en pendiente, como esas cartas intercambiadas entre dos enamorados, que después de rota la relación, su destrucción dolorosa siempre se deja para mañana, no encontrando nunca el momento propicio. Como si fueran el hilo que salva del olvido una parte de sus vidas, sin la cual quedarían emocionalmente amputados.
Como aún no se había desvestido, realmente acababa de llegar, solamente cogió las llaves del coche y salió de casa, otra vez nervioso, rumbo hacia lo desconocido. Porque desconocido era lo que le esperaba, apenas sin referencias a las que agarrarse e intentando imaginar preguntas y respuestas que le sirvieran de guión y calmaran los instantes iniciales, los más difíciles, de su encuentro. Intentado responderse ¿por qué ahora?, aunque bien sabía que eso era lo menos, lo importante era que podía ser ahora. Y así, sumergido profundamente en estos pensamientos, llegó a su casa sin recordar siquiera que camino había seguido, como si su coche hubiera adquirido vida propia y apiadándose de él hubiera tomado los mandos con el objetivo de llegar cuanto antes.
Como un colegial al que han pillado en falta y llama a la puerta del director del colegio, llamó al timbre del portal y sin preguntas se abrió la puerta, señal de que había visto su llegada. No tomó el ascensor, prefirió subir las escaleras alargando un poco el tiempo concedido para la calma necesaria. En el momento de llegar al rellano se abrió la puerta y una sonrisa tentadora de promesas apareció en el umbral. Ella le invitó a pasar y se saludaron con dos besos que sin querer, o quizá ya queriendo, fueron más intensos y prolongados que lo que establece el protocolo ordinario. Se sentaron en la terraza y ella trajo el café prometido. Ya eran las doce de la noche. Una noche estrellada y limpia, presidida por una atractiva luna roja, bajo la cual se sentaron uno al lado del otro, en silencio, ya que ninguno se atrevía a romperlo, solamente sus ojos mirándose y sonriendo sus labios nerviosos, reconociendo en su interior que el estar allí ya quería decía algo.
Por fin ella comenzó a hablar. Se interrogaron todos los porqués y entre los dos se fueron dando todas las respuestas. Así fue pasando el tiempo entre risas y cervezas, el tiempo del café de llegada ya había dejado paso al tiempo de estar. Cada vez más cerca el uno del otro, cómplices de un momento que marcaría de inicio el día al que le faltaban cada vez menos horas para clarear. Daba igual quién hubiera tomado la iniciativa, ella la tomó y el estaba ansioso por recibirla. Lo importante para ellos era el resultado tantas veces demorado. Después de un silencio compartido, él la besó en la boca y, sin darle tiempo a decir nada, le dijo que le gustaría quedarse. La audacia cometida era proporcional al miedo a la respuesta, pero éste se difuminó al ver su cara iluminada por la luna y oírla decir: “sí”.
Aquella noche hicieron el amor con la intensidad de tantos deseos y momentos esquivados. Tiempos perdidos en vidas paralelas tan cercanas y a la vez tan lejanas. Ausencias y reencuentros amistosos que en realidad escondían un amor soterrado que necesitaba salir a la luz. La cama como campo de batalla incruento donde dirimieron el gran combate estelar de esa noche, donde el último golpe de campana supuso el final del error de no haber sabido reconocerse el uno en el otro y admitir sus sentimientos mucho tiempo atrás. Aprendiéndose sus cuerpos de memoria una y otra vez, juntando sus sudores con el deseado esfuerzo compartido. Al final, acabaron durmiéndose el uno sobre el regazo del otro, satisfechos y sabiendo que, por fin, ahora estaban juntos.
Les despertó el sol que entraba de manera luminosa por los amplios ventanales de la habitación. Desperezándose lentamente, se volvieron a abrazar, temiendo que lo sucedido fuera un cuento sin final feliz. Pero los dos sabían que ya no era posible que esto sucediera. Era su primera noche juntos y sería para siempre. Se sentaron en la terraza, aún llena de sus voces de la noche pasada, y tomaron un café, su primer café de su primer desayuno en común, con el deseo de salir cuanto antes a la calle para compartir vida, su vida. Pero antes, no había prisa, disfrutaron de su intimidad. Habían conseguido unir sus tiempos y, por tanto, tenían tiempo de sobra.             

miércoles, 13 de junio de 2012

INDUCIR A LA LOCURA NO ES PECADO EN EL EVANGELIO CAPITALISTA


¿De dónde salían esas voces que llevaban hostigándole desde el sábado por la tarde? Seguían resonando en su cabeza sin poder apartarlas aún cuando se empeñara en pensar en otra cosa. Puede que tuviera que ver con la avalancha de noticias sobre el rescate del sistema financiero español, que se había producido desde que se conoció el hecho. Se había visto todos los programas de televisión y oído todos los de radio para intentar llevar algo de luz y de razón a su corto entendimiento. Incluso había estado leyendo un par de diarios digitales con los que completar su visión sobre dicho asunto.

Pero ahora no estaba oyendo la radio y la televisión estaba apagada. Era como si esas voces no tuvieran la particularidad de perderse en el tiempo y el espacio y quedaran colgadas en el espectro mental de su cabeza, acumuladas, circulando por sus circuitos neuronales en un bucle sin fin. Cuando cerraba los ojos las voces cobraban su imagen original, aquella imagen que las había pronunciado, y como en un escenario de tragedia griega, se colocaban en círculo, en el cual, él, como un aprendiz aplicado, tomaba camino hacia la locura.

Sentado en el sofá de su casa era consciente de que el camino había comenzado. De pronto las paredes de su salón empezaron a volverse del color blanco. Un tejido mullido empezó a recubrirlas con el dibujo atávico de aquellos sofás vintage de botones tan característicos. Los enseres cotidianos fueron difuminándose poco a poco y acabó, en su imaginación, sentado en el centro del cubo. El mismo quedó vestido de blanco, con un mono sin bolsillos y unas mangas más largas que sus brazos que se ataban a su espalda. Se sentía cómodo en esa situación, ya que las voces habían desaparecido y el silencio era completo. Pero ¿qué era lo que le había llevado hasta allí, si no recordaba nada? Se levantó y empezó a dar vueltas por la habitación hasta que recobró la realidad de su situación. Nada había cambiado y las voces seguían allí, en su cabeza, sintiéndose preso en su propia casa.

Fue hasta la cocina y rebuscó en el pequeño botiquín de urgencias que tenía para situaciones cotidianas. Encontró en una caja unas pastillas de color azul, las más “populares” entre los consumidores de fármacos para la razón, en cuyo prospecto indicaba que servían para mitigar el dolor de cabeza en situaciones de fuerte migraña con alteraciones de la visión. Se tomó una doble ración de las mismas y volvió al salón. Drogado, en ese instante empezó a sentir que flotaba y que todo a su alrededor se volvía melifluo y reptante. Comprobó que tenía la facultad de subir por las paredes y decidió ver desde otro ángulo el sentido de las cosas, acabando colgado del techo, como una araña, desde el cual observaba a sus sombras, con sus caras ocultas, discursear su vomitivo mensaje con las voces que resonaban en su cabeza. No sabe cuánto tiempo estuvo en aquel estado de embriaguez mental, pero se despertó en el suelo, acurrucado como un niño y desnudo. Observó que encima de la mesa estaba el libro de Kafka, La Metamorfosis que había estado leyendo.

Empezó a sospechar que aquellas voces de rescate financiero lo que realmente estaban produciendo en él era una distorsión de su realidad más cercana, haciéndole vivir mundos paralelos al real con el objetivo de que su capacidad de raciocinio y reflexión quedara anulada y no supusiera ningún peligro para lo que significaban. Dispuesto a impedirlo de la manera que fuera, realizó algunas llamadas telefónicas, pero ninguna tuvo respuesta. Puso la radio, pero solamente se escuchaban las mismas voces. Cada vez más fuera de sí, encendió el ordenador por si en alguna red social la gente se estaba organizando para el contraataque, sin embargo las redes ya habían sido abducidas y en las páginas solamente se veía un color blanco de fondo y mensajes con el texto repetitivo de las voces, que surgían del fondo de la pantalla en un caleidoscopio sin fin.

Aterrado, no sabía bien si por su locura sin freno o porque en su locura creía que el mundo se había vuelto loco, encendió la televisión como último recurso de enlace con el exterior de sí mismo. La pantalla tardó en tomar vida y cuando lo hizo aparecieron en ella extraños personajes entre los cuales identificó a una troika vestida de negro de aspecto patibulario, al presidente del gobierno encerrado en su eterno conjunto vacio, al ministro de economía negando el rescate con el dinero en la mano, a algunos presidentes de bancos españoles en agradable camaradería con el babero y el cuchillo en la mano y al presidente del Fondo Monetario Intencional sumando intereses en una calculadora que no paraba nunca. Su imaginación desbocada iba añadiendo los personajes de los cuentos de su infancia que alguna vez le había provocado algún temor. De pronto la imagen de la televisión empezó a girar como si fuera el tambor de una lavadora, tomando cada vez más velocidad y mezclando a todos los personajes. Como en un viaje astral, se vio salir de su cuerpo y penetrar en aquel centrifugado irracional y como todo el salón y toda la casa se volvía una lavadora gigantesca girando cada vez más deprisa y sin control.

Horas más tarde se despertó con un fuerte dolor de cabeza. A su alrededor, en la mesa del salón había una botella de vino vacía, un par de porros terminados y una caja de pastillas, a la que le faltaban unas cuantas, que recordaba que se había tomado por la mañana para mitigar su malestar. Atontado todavía por la pesadilla, cogió el mando a distancia y encendió el televisor. En la pantalla se recortaron las figuras soñadas publicitando el rescate español como la única solución a los problemas estructurales del sistema financiero y como eso no iba a suponer ningún sacrificio para el ciudadano de a pie. Creyó intuir en sus caras una sonrisa culpable, pero podía ser que todavía estuviera en niveles altos de inconsciencia.      

miércoles, 6 de junio de 2012

SALVAR AL SOLDADO BANKIA


La salvación de Bankia, uno de los dinosaurios bancarios construido a base de los escombros de las antiguas cajas de ahorros, dinamitadas desde dentro por los políticos de sus Consejos de Administración y la crisis del ladrillo, se ha convertido en los últimos tiempos en una misión fundamental, casi mesiánica, en la que el gobierno y el partido popular van de la mano en formación de prietas las filas. No debemos olvidar que una de las entidades financieras que formaron el núcleo duro del entramado financiero de Bankia fue la antigua Caja Madrid, símbolo de los sucesivos gobiernos del partido popular en la Comunidad Autónoma madrileña.
Desde el momento en que saltan a los periódicos las alarmantes noticias de la grave crisis del grupo financiero, se han sucedido dimisiones en sus órganos de dirección, nuevos nombramientos, reuniones con el gobierno para inyectar fondos que cubran el agujero monetario hallado, más reuniones para tapar el citado agujero que crece sin parar a medida que se audita el estado del grupo, etc. Un proceso que ha dado lugar a que la famosa prima de riesgo española suba sin parar, nadie entiende que no se haya producido el famoso rescate económico, porque nadie en Europa cree ya en las afirmaciones de tranquilidad de nuestros políticos y dirigentes financieros. Visto con los ojos de las demás naciones europeas, es normal que nos vean como verdaderos trileros, ¿dónde está la bolita?, mentirosos patológicos de un país que creyó estar por derecho en la jet set europea cuando en realidad vivía a crédito. Ahora, con el traje desgastado de modas pasadas, se nos nota que el brillo vivido no era más que el dorado de baratija de todo a cien.
Lo curioso del caso es el distinto rasero que aplica este gobierno en cuestiones de protección financiera en función de si eres un particular o eres una gran corporación. Mientras miles de pequeñas empresas van cerrando una tras otra incapaces de superar este tiempo de crisis y los particulares van cayendo como fichas de dominó en la escala de ingresos anuales, el gobierno solamente parece tener ojos para aquellos que han demostrado, ahora lo sabemos, su despilfarro con mayúsculas, poniendo en peligro el tejido económico de todo un país. Incluso leo en el diario Público que el fiscal investigará si hubo delito en la constitución de Bankia. ¡¡¡¿Ahora?!!! Parece ser que lo único que importa es que Europa salve a los bancos españoles, no importándoles el esfuerzo que deberán hacer los ciudadanos a los que se les exigirá de nuevo más austeridad y sacrificio. ¿No sería posible, como le puede suceder a cualquier empresa en cualquier país, dejar caer a los bancos en quiebra, asegurando el dinero de los impositores, y así sanear de una vez por todas este desastre financiero? Y de paso, meter en la cárcel a tanto advenedizo con ínfulas de economista, que dirigieron estos grandes bancos con la misma visión de futuro y conocimientos que si estuvieran dirigiendo su comunidad de vecinos.   
Ahora, como en la película a la que alude de forma irónica el título de esta entrada, nos encontramos desembarcando dentro de la crisis en la playa de Omaha, intentando ganar una posición que nos lleve a la conquista de la estabilidad, sin ningún tipo de protección. En el objetivo de los francotiradores financieros, que sin oposición, disparan a discreción, dejando en el camino muertos económicos entre las filas de los soldados de a pie, ciudadanos de a pie, mientras los generales de esta guerra, o lo que es lo mismo, políticos y financieros, ven la masacre desde la retaguardia sin peligro, lanzando soflamas de histerismo patriótico con el objetivo de que su ejército raso acepte sin rechistar su política de guerra.
Siempre he pensado que el hecho de destinar soldados, reclutados para vencer a un dictador fascista, con el simple objetivo de rescatar a un solo soldado Ryan, era una pérdida de tiempo y vidas, aunque hubiera un motivo emocional por medio. De la misma manera, este gobierno se empeña en salvar a los distintos soldados Bankias, mientras el resto de su tropa de a pie: sanidad, educación, cultura, investigación, protección laboral, etc, van cayendo uno tras otro intentando por decreto esa oscura y sospechosa salvación. No sé vosotros, pero para eso, no sale a cuenta hacer una guerra.