martes, 26 de septiembre de 2017

LA MIGRACIÓN DE LAS OCAS

         Todavía no han sido exhumados todos los cadáveres de las fosas comunes, de las cunetas olvidadas, de los asesinados por pensar de otro modo, por creer en otra concepción del mundo: más libre, más igualitario…, cuando se vuelven a repetir imágenes más propias de ese otro tiempo más oscuro. Parece ser que nada se aprendió de todo aquello. Parece ser que todo es más fácil cuando existe en gran parte de la ciudadanía una cierta inclinación hacia el servilismo sin preguntas, hacia el acatamiento sin reflexión, como si un profundo síndrome de Estocolmo se hubiera instalado en la población desde la dictadura franquista y no supiera vivir sin los parámetros de ésta.

            Este es un país de repetidores de curso. Estancados en primaria, vamos solidificando nuestro entendimiento en postulados simples, generalistas, primarios, inmejorable caldo de cultivo para que concepciones políticas basadas en ordenanzas de tinte marcial obtengan peones con los que inundar el tablero sociológico de demagogia y autoritarismo. Carne de cañón que será lanzada, como estamos viendo, contra la dialéctica, contra la razón, contra la negociación, conceptos que son enemigos acérrimos de quienes tienen que mirar su significado en el diccionario y de aquellos que los dirigen, cuyo cometido es mantener a la grey en la más absoluta ignorancia.

            Viendo las imágenes de despedidas a las fuerzas de seguridad del estado que se dirigen a Cataluña, más parecidos a los desfiles de la victoria franquista en la guerra civil, los gritos de “a por ellos”, “yo soy español”, etc, y comparándolas con las despedidas de las tropas sublevadas contra la república en la guerra civil española, en imposible no sentir un cierto temor, un cierto recelo ante la similitud de continentes y contenido. Curiosamente, la similitud persiste, en la retaguardia los mamporreros del régimen se afanan en dar rienda suelta a su extremismo poniendo en la diana a quienes no piensan como ellos. Resulta penoso ver como dichas fuerzas solamente sirven para la seguridad de una parte de la población y no para toda ella.  

            Cuando en un país democrático el ejercicio de la fuerza se impone al ejercicio de la razón y la política, aquel deja de serlo convirtiéndose en una democracia orgánica, dirigida, manipulada, operada con mecanismos supuestamente democráticos pero que oculta una sociedad convertida en números, en individualidades carentes de valor, incapaces de cohesionarse en organizaciones capaces de subvertir el orden establecido, ese orden mentiroso que sabe que nunca actuaremos en su contra por nuestra propia incapacidad para quitarnos el yugo de nuestros cuellos. Es el triunfo del Gran Hermano.

            Sin querer y poco a poco, pieza a pieza, este país está rellenando un puzle bastante conocido. Solamente queda esperar que no venga cualquier retrasado mental y lo complete. Sería una pena.

lunes, 18 de septiembre de 2017

A TODO TRAPO. O BANDERA. O ENSEÑA.

     Sinceramente, le daba igual. Levantarse por la mañana y que Cataluña fuera independiente como todo lo contrario, si es que hay contrario en toda esta situación. Algún resquicio emocional al uso, como cuando te desprendes de ese jersey que te ha acompañado durante toda la vida pero que está para el arrastre, y a otra cosa. Una frontera más por aquí y un color distinto de país por allá y arreglado. Cuestión ésta última no baladí, pero que las editoriales actualizarían con la premura totalmente provechosa de unos libros, y mapas, y diccionarios nuevos. En cuestión de dineros no hay ninguna sospechosa emoción que impida el engorde de las cuentas.

Total, piensa, la cuestión se debate entre necios de concurso, botarates y chifleros del reino a cada cual más obtuso. Él, como ciudadano, poco tenía que aportar a un procedimiento que excluía cualquier manifestación popular a favor o en contra. Pero si de algo estaba seguro es de que la democracia, como forma de gobierno, había quedado un poco, o un mucho, magullada. Por unos y por otros, eso lo tenía claro. Unos por desmontar los mecanismos de participación en política y provocar una inseguridad jurídica en provecho propio, lo que dejaría en mal lugar al ente que pudiera formarse en el futuro y otros por no modificarlos a tiempo para que un sentimiento global pudiera ejercer su derecho.

Lo que está claro es que esta democracia representativa, sin sicotécnico obligatorio, está regida por unos dementes que secuestran esa representatividad durante cuatros años para hacer lo que les viene en gana. Auténticos tiburcios parlamentarios de escaso o nulo valor añadido empeñados en demostrar como es de enorme su estulticia. Después de cuarenta años de democracia no han sabido resolver el problema territorial con el que aquella nació y que solamente quedó mitigado a base de favores mutuos gracias a una ley electoral demoniaca. Pero ahora, ¿qué? Pues que, a pesar de todos los intentos por diferenciarse unos de otros por cuestión nacional-identitaria, todos tenemos algo en común: solucionar las cosas por las buenas o por las malas, por cojones, por collons, por bolak, por…activistas homeópatas del “yo tengo la razón”. Una pena.

            Vistas las manifestaciones en uno o en otro sentido, los únicos que deben estar contentos son los fabricantes de banderas. Telares a todo trapo sedientos de gloria. Sin embargo, ¿si aplicáramos la teoría cuántica a cualquier problema identitario, no sería un bucle reduccionista hasta la nada misma, o, al menos, hasta algo tan mínimo carente de masa que pudiera sostener bandera alguna? El individuo, como átomo, solamente se representa así mismo. Y esto, ni a veces.

            Mientras ha ido pergeñando estos pensamientos ha ido poniendo la cena. Y cae en la cuenta. Queso de tetilla gallego, gazpacho andaluz y pan con tomate. ¿Podría considerarse él un nacionalista galaicocatalánandalusí? En ese caso, ¿le aplicaría el gobierno el artículo 155? ¿Tendría patria con tanta mistura gastronómica? ¿Patria o muerte? ¿O era culo o codo? Seguro que equivale a truco o trato. 

martes, 12 de septiembre de 2017

A FUEGO LENTO

         En un fin de semana ahíto de secesionismo convulso y unitarismo crispado, las dos caras de una moneda más falsa que un trolex de mercadillo tailandés, algunos han querido aprovechar la oportunidad para distraer ciertos documentos relacionados con las tramas de corrupción del Partido Popular y enviarlos al limbo del no ser, o del no existir, como ocurrió con los miles de millones del rescate a los bancos que miembros del mismo partido juraron y perjuraron que íbamos a recuperar. Noticia, que inmersa en la realidad más inmediata, ha pasado desapercibida como si el escenario hubiera sido pactado entre unos y otros de antemano.

            Es el Partido Popular un ente bastante particular. Acosado por una corrupción a gran escala que es ignorada por su ciega base militante y rechazada con los más absurdos juicios por su entramado político implicado y más propia de sociedades civiles mafiosas, que ha desvalijado el erario público en paralelo con el desvío de fondos a los grandes poderes financieros y empresariales en apuros, se le van muriendo los imputados, se le van borrando los discos duros, van dimitiendo los jueces de los casos, o cesando, o cambiando de destino, y, ahora, se le van quemando los documentos relacionados con los casos en proceso.

            Que el hecho podría haber sido fortuito, vale. El “ingenio” de luz y cristal del arquitecto Alfredo Batuecas, 200 millones lo contemplan, por dinero que no sea, fue bautizado como “chapuzas city” desde su inauguración.  Mucha suerte dirán algunos pero olvidan que al Gran Fabra de Castellón le tocó varias veces la lotería, tantas veces como obras públicas se hicieron y que dieron, gracias al destino, con sus huesos en la cárcel. Pero que no estuvieran forzadas las cerraduras y que las alarmas no saltaran, que fueran inaudibles o que solamente salten en días laborables como parece ser que es la norma, da que pensar, pero pensar mucho. Si anda como un pato, nada como un pato y dice cua, cua, es un pato.

            Ni la “rave” secesionista, ni el “after hours” patriótico, ni la victoria de Nadal, ni la despedida de Contador. Me temo que la gran noticia, aunque nos la hayan intentado camuflar entre tanto arbolito florido de fin de semana, será esta en cuanto se haga recuento de los papeles perdidos en el incendio. Solamente una pregunta final: ¿el hecho de que el ministro de justicia, Catalá, amenace con denunciar al hacker que ha descubierto que el sistema Lexnet es vulnerable a piratas informáticos, en lugar de darles las gracias, sugiere que dicha vulnerabilidad, supuestamente, formaba parte del que iba a ser el próximo capítulo de pérdidas, y no de orina, relacionadas con las tramas de corrupción? ¿O eran otros 7 millones de euros tirados a la basura a mayor gloria de un proveedor? ¿O la gloria viene ahora con los 60 que parece que va a costar arreglarlo? Cualquier día de estos me secesiono yo también.