lunes, 12 de diciembre de 2016

LA DEMOCRACIA AHOGADA POR UN NUDO DE CORBATA

          Creo que uno de los mensajes más claros y directos que he visto últimamente en facebook, y con el que estoy de acuerdo, por supuesto, es el siguiente: “¿Y tú qué haces por la lucha contra el cáncer de mama? No votar a partidos políticos que realizan recortes en sanidad”. Estamos acostumbrados a que habitualmente muchas asociaciones, grupos, etc, realicen campañas de recaudación de fondos que palíen, en parte, la escasa aportación, cuando no el mero desprecio, de los distintos gobiernos, más preocupados en cuadrar las grandes cifras macroeconómicas de los presupuestos que de velar por los derechos fundamentales de los ciudadanos, cargando en la presunta solidaridad de estos últimos la financiación de parte del sistema, en este caso la asistencia e investigación del cáncer, que por ley les está obligado.

            Como si de un “deja vu” se tratara, volvemos a los años oscuros de la dictadura en los cuales, una mal llamada caridad humana, la de los pudientes, mero crédito para convalidar penitencia como si de una bula se tratara, hacia salir a las calles a cientos de niños con la hucha del Domun para hacérselo llegar, como nos decían en el colegio, a los negritos del África, que, pobrecillos, no tenían que comer. Nadie decía nada de la explotación económica a la que estaban siendo sometidos por parte del primer mundo que les impedía vivir con la dignidad a la que tenían derecho, pero que era expoliada al mismo ritmo que sus materias primas. Ahora, ¡qué broma del destino!, ya no se trata de los otros sino de nosotros mismos, expoliados poco a poco de unos derechos que creíamos a salvo de los saqueadores del libremercado, de los usurpadores del capitalismo más salvaje e inhumano y que nos hace salir a la calle para recaudar lo que por derecho nos pertenece.

            Me he puesto a reflexionar sobre todo esto al hilo de la historia que me cuentan sobre lo ocurrido en un centro de salud la semana pasada al que acudió un familiar: colas interminables en las consultas, mermadas estas por el disfrute del puente por parte del personal sanitario. Una médica para la mayor parte de los pacientes, los propios y los del resto de facultativos y una enfermera atendiendo su parte profesional y a los pacientes que iban a su médico y se encontraban con el vacio asistencial. Carreras de despacho en despacho y, como se deduce, mala asistencia sanitaria. Y el hecho es que los profesionales no tienen la culpa de esta situación, ellos también tienen derecho a sus vacaciones, sino la jerarquía política sanitaria que no cubre esas sustituciones por mor de unos ajustes económicos falsos vendidos a la población general como un caramelo envenenado. ¡Un caramelo qué se han tragado con la naturalidad que da el servilismo electoral y la ignorancia democrática!

            La ciudadanía, en lugar de protestar por la usurpación de un derecho, en este caso el de una asistencia sanitaria adecuada, rezonga y refunfuña ante unos profesionales los cuales bastante hacen con tapar huecos y llegar a duras penas al final de una jornada laboral extenuante y marcada por la sensación de si, realmente, lo hecho sirve para algo al hilo de los bufidos y gruñidos de unos pacientes con el punto de mira de sus protestas equivocado, con una falta patente de valentía para exigir ante los poderes políticos la restauración de los servicios sanitarios, en este caso, en su totalidad, sin que unos ajustes faltos de toda ética política, simplemente otra estafa electoral, sirvan para cercenar uno de los principios básicos de un estado de derecho. Ni siquiera lo exigen cada cuatro años y votan a los mismos que provocaron este caos en los servicios básicos, despojando al voto de su carácter soberano, rebajándolo de su valor de exigencia ante los políticos y revistiéndolo de las motivaciones más folclóricas y rocambolescas, en sus versiones más añejas y rancias, para perpetuar en el poder a los mismos que incumplen sus compromisos políticos. ¡A ver para cuando un informe PISA sobre comprensión electoral!

            Sobre esto último, algo oído a una señora entrada en años: “nunca podría votar a Francisco Guarido (alcalde de Zamora de IU) porque siempre va en camisa y esas no son formas de vestir siendo alcalde”. Parece ser que a esta señora le ponen más los políticos de traje, corbata y gomina a raudales. Desconocemos si esa exigencia en la vestimenta la traslada a la capacidad personal y política del trajeado de turno para desempeñar su puesto de forma correcta o, simplemente, se la suda. Yo me inclino por esto último ya que, sabiendo como sé que vota al PP, no ha tenido ningún inconveniente en seguirles prestando su voto a pesar de que un alcalde trajeado de los que le gustan dejó un pufo de 6 millones de euros al Ayuntamiento a causa de un nuevo edificio administrativo cuyo contrato tuvo que declararlo lesivo para las arcas municipales la siguiente corporación, también de su mismo partido.

            ¡Pero lo importante es el vestido! Así nos va.

viernes, 2 de diciembre de 2016

EL ARCO IRIS QUE NACIÓ DE UN FILETE DE TERNERA

         Gran Hermano, Gran Hermano Vip, La Granja de los Famosos, Granjero busca Esposa, Operación Triunfo, Master Chef, etc…, este país no anda escaso de realitys shows. Este tipo de televisión que, por lo que se ve, da bastantes réditos publicitarios a los dueños de las cadenas, ha venido a sustituir de forma tecnológica a esos corros vecinales de cotorras y cotorros que se aposentaban en los aledaños de los portales comunitarios, ubicados convenientemente para ver como la vida de la barriada pasaba ante ellos y dispuestos, con todo lujo de detalles, a realizarle un traje a medida al vecino o vecina que no siguiera los cánones de vecindad, urbanismo y compostura establecidos en su normativa interna, creada ad hoc, y que, para ellos, era la correcta y adecuada.

Nada ni nadie se movía en ese territorio de caza, el hábitat del “chismosus merodeador”, que ellos no supieran, a veces, incluso antes que los propios interesados. Nada escapaba al escrutinio visual y verbal de unos cotillas que intentaban completar sus pequeñas vidas miserables, en las que nunca pasaba nada, con la acidez vomitada en las vidas de los demás, entrometiéndose con alevosía y nocturnidad y llegando a difamar para conseguir sus objetivos. ¡Qué tiempos aquellos tan absurdos en los que las mirillas inquisitoriales y las persianas puritanas, a veces, con miradas asesinas detrás de las puertas, hacían que tus padres supieran la hora intempestiva de tu llegada a casa tras la fiesta, antes de que te hubieras levantado por la mañana!

            Pues Pesadilla en la Cocina, versión patria de la edición norteamericana sobre recuperación de restaurantes en crisis, no es distinta, no es un programa de ayuda laboral cofinanciado por el INEM, no es un ONG de ayuda hostelera, es un reality más que cumple con todos los cánones atribuidos a este tipo de espacio televisivo. Por eso me resulta extraño que algunos participantes en él, como la dueña del restaurante Zamora, se extrañen y pongan el grito en el cielo ante la edición televisiva del mismo, la cual fue puesta en antena hace una semana. ¿Participó la dueña en un programa que nunca vio como se desarrollaba en ediciones anteriores? ¿Se embarcó en él sin saber qué tipo de exigencias debía cumplir para que recibiera los supuestos réditos, tanto formales como monetarios? ¿Vive la dueña en Babia? Bueno, esto no puede ser verdad, en la zona de Babia se come muy bien, cosa que en su restaurante parece ser que es imposible.          

            Dice Paloma, mi pareja, que este tipo de programas son vejatorios y agresivos para sus protagonistas, que se les humilla, que se les trata de forma despectiva e insultante la mayoría de las veces. Esto es cierto, pero, para mí es más peligroso, sobre todo para la salud mental ciudadana, el que haya una gran parte de la población que disfruta de este concepto televisivo, lo cual no deja en buen lugar al espectador medio y manifiesta su baja exigencia ante los productos audiovisuales que se le sirven, productos que retroalimentan esa mínima exigencia entrando en un bucle interminable. Los ejecutivos televisivos lo saben y se frotan las manos ante este low coast televisivo de saldo.

            Por tanto, resulta curioso, cuando menos, que la dueña del restaurante Zamora exteriorice su descontento con el resultado del programa, señalando a su vez que dicho espacio ha sido editado de forma torticera y perjudicial para sus intereses. Por sus declaraciones se intuye que la interesada pretendía, inocente, que el programa se realizara en su habitual formato pero con las condiciones establecidas por ella, no sé si esperando inaugurar una nueva época en este tipo de espectáculos o reírse de los productores del mismo, los cuales no llamaron a su restaurante, sino que fueron llamados por ella ante la incertidumbre y el poco futuro empresarial de un local citado, por su culpa, no lo olvidemos, al cierre patronal más pronto que tarde. En un símil futbolístico, sería como si un jugador llama a un entrenador para que le fiche pero le impone como condición que el decidirá cuando entrena y juega. Puro vodevil.

            Pero cuando un programa de este tipo se realiza en tu ciudad, se pierde la lejanía que se da cuando el restaurante a intervenir es desconocido y, por tanto, en este caso son públicos bastantes entresijos del porqué de su situación, y más en una ciudad tan pequeña como esta, donde nos conocemos casi todos. Y resumiendo, los entresijos son los que salen en el programa, más allá de vejaciones y humillaciones varias que se pudieran concretar en un programa de esta índole. Un restaurante moribundo que apenas se mantiene de los turistas veraniegos que se sientan en su terraza atraídos por un menú barato que luego pagan, vaya si pagan, con el sudor de su frente y su dolor de estómago, ¡qué cara habrán puesto los que hayan comido allí y hayan visto la cocina!, y una dueña convertida en la nueva Viriata del solar zamorano empeñada en que los equivocados son los otros y sin llegar a entender, en su arrogancia, como su “aterciopelado” carácter y fina compostura profesional no calan en sus esporádicos clientes.

            Aunque su propia soberbia le lleve a intentar crear un frente contra el programa, ayudada por la dueña vidente de otro local en sus mismas circunstancias a la que no le gustó que el presentador se cachondeara de sus autoconcedidas dotes adivinatorias, incluyendo una reseña en La Vanguardia Digital, ¡cómo está el periodismo!, lo cierto es que el único arco iris que lucía en dicho local era el irisado sospechoso de sus filetes.