lunes, 30 de diciembre de 2013

LA GAVIOTA DEL MISTERIO


Un año que va terminando. Durante el mismo hemos asistido impasibles a la deconstrucción del “supuesto” estado del bienestar del que “supuestamente” disfrutábamos, tal y como el gran Ferrá Adriá deconstruyó la tortilla de patata, dejándola hecha unos zorros y sumiéndonos en la más absoluta perplejidad gastronómica. Poco a poco hemos sido despojados de los derechos mínimamente fundamentales que se presuponen en un estado libre y democrático a manos de una oligarquía política y económica caciquil donde las haya, haciéndonos retroceder treinta años a tal velocidad que tal parece que tuvieran en su poder el transportador de neutrones de la nave Galáctica.
Y puede que sea eso precisamente. Episodios del calibre del “relaxing cup of café con leche”, de la irrepetible alcaldesa de Madrid durante la presentación de la candidatura de la ciudad a las Olimpiadas, las explicaciones sobre las “indemnizaciones diferidas y simuladas en el tiempo”, de la radioactiva secretaria general del partido popular, el “yo no tendría ningún problema en tener un hijo con deficiencias psíquicas, antes que defender el aborto”, del ministro de justicia, ideario generacional que ya puso en práctica su padre…y las apariciones marianas en el plasma gubernamental, forma ectoplásmica de lo que viene a ser un presidente de gobierno virtual, carente de relieve físico, gomoso, dan lugar a la sospecha de que en realidad estamos ante la GENERACIÓN ALIEN.
¿Puede, tal y como afirma la TEORÍA DE LOS ALIENÍGENAS ANCESTRALES, que en realidad estemos ante el mayor contacto de la raza humana con habitantes de otros mundos? ¿Estamos ante el primer gobierno marciano del planeta tierra? Y, sobre todo, y a la vista del resultado, ¿hay vida inteligente ahí fuera? Agarrándonos con fuerza a la TEORÍA DE LA CONSPIRACIÓN, el gobierno español no sería más que una cabeza de puente de las fuerzas extraterrestres con el objetivo de dominar, de una vez por todas, esta pequeña aldea del cosmos irreductible durante milenios, dos mil trece exactamente después de Cristo, cuando llegaron... Desde este país se irán extendiendo las hordas conquistadoras reduciendo a la población de las distintas naciones al vasallaje intergaláctico.
Aunque tampoco nos tenemos que venir muy arriba por haber sido los elegidos para el experimento con estos absurdos alienígenas ancestrales. Éstos son solamente la avanzadilla, aquella que primero se envía al campo de batalla a probar las fuerzas del enemigo, vamos los tontos útiles. La gran fuerza de choque vendrá  a continuación, señales se ven ya por todas partes, a finiquitar la conquista e instaurar el nuevo orden universal. De hecho, ya se estarían produciendo acciones inequívocas de la gran dominación con las abducciones masivas de ciudadanos españoles e inmigrantes que desaparecen, que de pronto, con la excusa de encontrar trabajo fuera, salen de viaje hacia lo desconocido sin saber siquiera que ya nunca volverán.
Ya nada los podrá parar. España ha sido la elegida, la nación que iluminará en color verde viscoso al resto del mundo presentándoles a los nuevos patriarcas sentados a la derecha, muy a la derecha, del padre. Cargadas sus armas de estupidez y tontuna, sumirán al mundo en el más absoluto caos intelectual, reduciéndonos a meras formas físicas, dúctiles, fáciles de moldear, aptas así para la producción.
           Vamos, que ya estamos conquistados. Una pena.

martes, 17 de diciembre de 2013

YO NO SOY DE CAMPOFRIO


Hace ya unas horas que he leído en internet que el gobierno islandés ha perdonado la deuda hipotecaria a la mayoría de la población. Antes de que el estupor se convierta en cabreo, vaya subiendo en la escala hacia la ira y empiece a esputar el santoral completo, me tomo mi tiempo y decido indagar algo más sobre la noticia. Internet es un buen instrumento para la información rápida, pero también para la desinformación provocada por quienes lo utilizan para intoxicar a la población que ya no cree en los medios de información cautivos del poder.
Tecleo en google: “Islandia perdón deuda hipotecaria” e inmediatamente surgen los enlaces. Elijo referencias conocidas y la primera me lleva a libremercado.com. Así que es cierto, lo que pudiera parecer un milagro resulta que el gobierno islandés lo ha conseguido: velar por sus ciudadanos en lugar de proteger a quienes se lucraron con la crisis que ellos mismos provocaron. Así se puede leer: “Desde finales de 2008, los bancos de la isla han perdonado créditos equivalentes al 13% del PIB del país, lo que reduce la carga de la deuda de más de un cuarto de la población, según un informe publicado este mes por la Asociación de Servicios Financieros de Islandia recogido por Bloomberg”.
Empiezo a comparar esta situación con la política económica del gobierno español y me pregunto: ¿estamos en la misma comunidad europea? Al contrario que en Islandia, en este país se ha optado por salvar a los bancos causantes de la quiebra financiera de las familias con la asunción de políticas inequívocamente gravosas para el ciudadano, siendo éste último el verdadero sacrificado por los errores cometidos por políticos y economistas.
Sigo leyendo: “Desde la quiebra de la banca islandesa en 2008 (por un total de 85.000 millones de dólares) los pasos que ha seguido la isla por renacer están demostrando ser eficaces. La economía de Islandia superará este año el crecimiento medio de la zona del euro y de la OCDE”. Asombro. Y: “Un acuerdo entre el Gobierno y los bancos, que están en parte controlados por el Estado, ha hecho posible que a los islandeses se les perdonen unas deudas que superan el 110% del valor de sus viviendas. Incredulidad.
O sea, que existen otras formas de remontar la crisis, de corregir los fallos de un sistema capitalista salvaje y orientado a lucro incesante de un grupo mundial de privilegiados, mientras el resto de la humanidad cada vez vive en condiciones más precarias, incluso aquí, en el supuesto bienestar del mundo occidental. Aunque me da la impresión de que la verdadera diferencia estriba en algo fundamental: en Islandia la gente salió a la calle y no paró hasta que consiguió derrocar a un gobierno mentiroso, meter en la cárcel a los banqueros involucrados y reformar la constitución para que este tipo de situaciones no se volvieran a repetir en el futuro. Ahora recogen el fruto de ser conscientes de sus derechos como ciudadanos y su exigencia para quienes fueron elegidos con su voto.
Al contrario, en España se volcó toda la culpabilidad en la ciudadanía y ésta la acepto con golpes de pecho al grito de “yo pecador”, “resignación en este valle de lágrimas” y “así nos ganaremos el cielo”, ideas provenientes de un catolicismo castrante que lleva veteando la política de este país desde tiempos inmemoriales. El gobierno de la derecha más cerril y reaccionaria, personajes salidos de esas fotos sepias de un tiempo no tan lejano, al mismo tiempo que pedía solidaridad y sacrificio al común de los mortales, iba cerrando la soga económica sobre sus cuellos, dejando en la más absoluta impunidad a los verdaderos culpables, a las élites políticas, bancarias y económicas, cuando no eran designados algunos de sus miembros para revertir la situación. Porca miseria.  
          Recorro varios enlaces más que me corroboran que lo leído es cierto. Al final termino, cosas de internet, viendo el anuncio de Campofrío. Aquello de que se puede ir a Islandia, pero no hacerse islandés. Sabes lo que te digo, sí, a ti, Campofrío: ¡a la mierda, coño, a la mierda! y metete los embutidos por donde te quepan. Este año sardinas La Marinera. Pues no te jode.

viernes, 13 de diciembre de 2013

FALLO DE SISTEMA

Han pasado ya muchos años desde que este país, todavía llamado España, con mayúscula, no siendo que con la nueva ley me tachen de ofender a la patria, accedió a la democracia entre promesas y cantos de libertad. Años en que, mirándonos al espejo de una Europa que llevaba décadas practicándola, intentamos ponernos al día en esto de convivir los unos con los otros respetando sus ideas o, mejor dicho, su derecho a tenerlas. Bien es verdad que unas veces mejor y otras peor, pero siempre bajo el prisma de poder acceder al club de los países progresistas y en los cuales los ciudadanos tenían algo que decir en esto del gobierno de la nación.

Sin embargo, durante estos años de nuestra puesta al día, el espejo en el que nos reflejábamos fue variando su singladura derivando sin complejos hacia una Europa teñida de economía y de mercados, que fueron suplantando la esencia con la que se construyó. Los años de gobiernos orientados hacia la democracia social, el bienestar, la educación y el progreso humano, de gobiernos de puertas abiertas hacia el mundo, de mezcla y crecimiento basado en la sostenibilidad ciudadana, fueron barridos por políticas conservadoras, excluyentes para con los de fuera y, posteriormente, para parte de los de dentro.

España que, como siempre, ha llegado históricamente tarde a casi todo, fue desarrollando su modelo intentando conjugar su nuevo estado de libertad con las políticas, ciertamente reaccionarias, que habían ido infectando el modelo de convivencia europeo. Algo así como se forman las barajas de cartas de los bares de barrio: cada una son de su padre y de su madre. De esta manera, nos hemos plantado en la segunda década del siglo XXI con una democracia caduca, obsoleta, vieja, por la que parece que haya pasado mil años y con unos serios problemas de funcionamiento que desajustan su engranaje y encienden el testigo luminoso de fallo de sistema.

Y a fuerza de no querer ser nosotros mismos, imitamos cual monos de feria cualquier acción de nuestros amos y lo convertimos en dogma, llevándolo más allá de cualquier atisbo de razón con el objetivo de ser aceptados por la mayoría mafiosa y criminal que dirige los destinos de esta Europa, antaño faro de pensamiento y progreso. Decisiones de guerra total al estado solidario, pero, a veces, pequeños ataques más propios de guerra de guerrillas, que van minando el progreso conseguido y la confianza de que en un futuro recobremos lo perdido.

Pequeñas modificaciones en las leyes que, en realidad poseen un alcance mayor del que creemos, y que nuestra conformidad, nuestra desgana o nuestra estulticia, hace que adquieran carta de naturaleza y se consoliden en nuestra legislación. Hoy es un pequeño copago, pero que significa la quiebra de derecho a una sanidad universal y gratuita que ha sido modelo para otros países. Hoy es una pequeña tasa judicial, pero que significa la exclusión del derecho de defensa de la mayor parte de la ciudadanía y la entrega del poder judicial en manos de quienes nunca aceptaron que todos somos iguales ante la ley. Hoy es una pequeña modificación de la ley de seguridad ciudadana, pero que significa dejarla en manos privadas y ser detenidos e identificados por guardias jurados sin los mínimos conocimientos, algunos sin ni siquiera los estudios mínimos. Hoy es una pequeña modificación en la ley de prestación sanitaria, pero que deja fuera del sistema a los más desfavorecidos, precisamente a los que más habría que proteger si, como emigrantes que fuimos, fuéramos el país que siempre quisimos ser.

          Una larga cadena de pequeñas estafas electorales que han ido tuneando nuestra legislación hasta dejarla como esos vehículos que, ni acercándote, logras saber de que marca son. Pero, quizás, lo que se debería intentar, si es que alguna vez nos dejamos de tonterías y salimos a recuperar la calle, esa que ahora es otra vez de los de siempre, es liquidar de una vez por todas esas dos grandes mentiras del sistema democrático: la ley D’Hont y las listas cerradas de los partidos políticos. Aquélla porque solamente beneficia a los partidos mayoritarios y no permite que una gran parte de los votos lleguen al parlamento y a la acción de gobierno dejando a gran parte de los votantes sin representación y las listas cerradas porque su conversión en listas abiertas permitirá al ciudadano votar a los más capacitados, purgando y expulsando del sistema a los ladrones y a los estúpidos, verdadera lacra del sistema actual.

martes, 26 de noviembre de 2013

NUNCA UNA HIENA PODRA PROTEGER A BAMBI


La democracia española, en manos del Partido Popular, es un tren cargado de derechos camino de los hornos crematorios del fascismo, incrustado éste en la estructura más profunda de su pensamiento político, como las vetas de grasa se van perfilando en las patas de los gorrinos en su lenta transformación en jamones para la venta. Poco a poco, en cada estación por la que, en teoría discurre el progreso social e intelectual de este país, nos han ido cambiando las agujas, desviando la dirección de nuestro futuro hacia el abismo carcelero y autoritario de unos dirigentes forjados en la cultura del amordazamiento de quienes no piensan como ellos o no se conducen bajo el paraguas de sus normas. Normas, que en definitiva, excluyen a gran parte de la sociedad de su derecho a opinar y actuar de manera distinta a la suya o, como mínimo, a pensar o actuar como le venga en gana.
La nueva “ley mordaza”, con el objeto propagandístico de salvaguardar el derecho de los ciudadanos a no ser molestados por los que protestan y se manifiestan, no es más que la expresión pura y dura de que el Partido Popular tiene un serio problema con los derechos civiles y con la democracia en sí. Las protestas masivas en contra de los recortes en educación, sanidad, protección social, etc, han llevado a este gobierno ilegal (quien no cumple su programa electoral no está legitimado para gobernar) y estafador a desarrollar una ley que criminaliza este tipo de protestas, dejando indefensos a los colectivos afectados, y que han sido sacudidos por unas reformas que han supuesto un retroceso palpable en las condiciones económicas y sociales conquistadas a lo largo de años de lucha obrera y social y que, de esta manera, son arrebatadas de forma sucia y alevosa con la truculenta excusa de salir de la crisis económica que ellos mismos, o sus cuarenta ladrones, ayudaron a producir.
A pesar de que juristas, policías y movimientos sociales se han posicionado en contra de esta ley, el gobierno sigue adelante con el único fin, ese es el verdadero objetivo de esta ley, de protegerse, de proteger a su casta política, de las protestas en las que miles de ciudadanos se posicionan en contra de una forma de hacer política autoritaria, restrictiva de derechos y posicionada en el principio fundamentalista de que el ciudadano es el enemigo. Se produce de esta forma una clara desproporción entre el castigo a la protesta y la ejecución de la misma. Se interpreta la Constitución Española de forma represiva y limitativa vulnerando así el fundamento de convivencia de todos los españoles. Con esta nueva ley se pretende, además, poner a la hiena a cuidar a bambi. Me explico: a partir de la entrada en vigor de esta verdadera aberración legislativa será delito grabar a la policía cuando realiza sus funciones. Esto representa carta blanca para que ciertos agentes de la autoridad campen a sus anchas como ya ha quedado demostrado con la grabación de sus “democráticas” actuaciones en diferentes manifestaciones. Macarras y porteros de discoteca con uniforme. Aunque fueron grabados, ¿qué pasará a partir de ahora con actuaciones como las de los Mossos d’Esquadra, incluso con resultado de muerte? Sin grabación no hay testigos. Me temo que en el próximo ranking de Amnistía Internacional sobre el incumplimiento de los derechos humanos, este país, que se dice democrático, estará en los primeros lugares de dicha lista, bien acompañado en el podio por repúblicas bananeras y dictaduras de medio pelo.
         Como cantaba Víctor Jara, esta ley solamente protege a la casta golfa de privilegiados que viven y copulan, para retroceso de la raza humana, en “las casitas del barrio alto”. Guetos de podredumbre macroeconómica que necesitan de este tipo de leyes para poder vivir en “su” paz, el equivalente de la miseria para los demás.

viernes, 8 de noviembre de 2013

TE DIJE QUE TE QUIERO MIENTRAS DORMIAS


¡Podría decirte tantas cosas que no me atrevo! Ahora, cuando los tenues reflejos solares se cuelan por la ventana e invaden esta habitación repleta de secretos en esta tibia mañana de otoño, y se acurrucan en tu espalda desnuda como si quisieran volver a dormirse y soñar con el verano de un tiempo ya tan lejano, navego por ella con mis dedos intentando no interrumpir tu sueño, contándote al oído todo mi recuerdo. A veces pienso que con ello violo tu silencio y me detengo, y sigo observando tu cuerpo con la memoria aún fresca por la homérica efervescencia apenas terminada. Resultado de un deseo cierto y consciente, nacencia mínima creciente en el cruce de caminos al que este viaje nos ha traído, o llevado, porque acaso la dirección no importe, sino solamente el sentido de la misma. El nuestro.
Mientras mis dedos siguen dibujando figuras en tu cuerpo, adaptándose a sus formas, a sus pliegues, a sus secretos, comienzo mil historias que espero no alteren el sueño que disfrutas. Con voz tenue, como comienzan todas las confesiones, o todas las declaraciones, te voy contando como he llegado a ti, después de tanto camino recorrido. Puede ser que carezca de importancia, yo también lo creo, porque para mí tampoco la tiene, pero recordar otro tiempo no tan feliz con la calidez de tu figura desnuda al lado de la mía, hace que se abra, quizás por última vez, sí, por última vez, el grifo de la fuente de la memoria, contabilizando los fracasos, el fracaso, y vistiéndolos de la patina de la compresión en esta hora en que, gracias a ti, agito mi mano dándoles su adiós definitivo.  
Cubierto con la máscara del olvido, teñida del rojo de la sangre de unas venas vacías de una vida que no llevan, mis ojos ciegos aprendieron un camino que no quisieron variar por temor a perderse en el abismo negro de la nada. La torpeza de un deseo sitiado por la ausencia, quebró el ánimo y me desposeyó de la aventura. Tiempo de silencio y oscuridad en la rutinaria plataforma de un cadalso construido por mi propia incapacidad para escapar de unas cadenas tan pesadas. En esa celda, que poco a poco se convirtió en una celda húmeda y mugrienta, los razonamientos se volvieron opacos, carentes, sin la consistencia que un día tuvieron y por la que nacieron, dando forma a una creencia falsa que a fuerza de empeño yo convertí en cierta.
Ahora te revuelves entre las sábanas y te refugias en mi cuerpo que responde ante nuestra mutua desnudez. Te sigo contando que fui aprendiendo a fuerza de golpes, como los boxeadores mediocres aprenden a dejar su oficio cuando ya su destreza ha huido ante tanta derrota. Caídas y recaídas se fueron sucediendo hasta la cuenta que anticipaba el final. Una derrota que, al fin, por primera vez, tomaba la forma de triunfo. Abandonar el último combate tan dañino, quitarse los guantes, bajar del ring y comenzar de nuevo. No amilanarse por el tiempo ya perdido, nadie tiene la culpa, somos lo que somos, y vivir el resto de ese tiempo con la densidad que equilibre la vacuidad de lo vivido. Redimirse ahora que los fantasmas del pasado han salido hacia un viaje sin retorno.
           Ahora me abrazan, en este despertar, todas las respuestas. Como dos fichas de un puzle imaginario se unen nuestras formas y siento como la temeridad, ¡porque no valentía!, ¿me darás el beneficio de la duda?, de este nuevo estado de ánimo me sitúa de nuevo ante la posibilidad de volver a sentir. Como ahora siento tu temperatura caldear la mía, como ahora siento tu pelo alborotado con el mío, como ahora siento tus labios como míos. La húmeda templanza de tu hallazgo ahora que te puedo seguir porque ya no estoy perdido.

martes, 29 de octubre de 2013

UNA OBRA, UN SECRETO, UN AMOR


             Ahora que he vuelto a caminar por el sendero embravecido del amor, se me acortan los días y me faltan mil noches para amarte. Un otoño desprotegido contra los embates de la fascinación que me supones, apura su marcha hacia el invierno suturando las heridas recibidas en el antaño sesgo de otras vidas ya olvidadas. Tengo la certeza de que en este momento de una vida tan cercana a su mitad, aún sintiendo el miedo al fracaso repetido, a la fragilidad de este inicio de promesa, estoy preparado para soportarlo, porque a diferencia de otros miedos más inaprensibles, este miedo es real, físico, mental, y eso es, ¿tú lo crees?, bonito. Importante.
            Acaso el tiempo fue convirtiendo los finos hilos que gobiernan la intuición de todas las pasiones convertidas en recuerdos, de todos aquellos amores traspasados, de todos aquellos desamores arrinconados en la profunda pesadilla del intento, en gruesas sogas que maniataron mis manos, que esclavizaron la fantasía y el futuro e impidieron que volviera a amar. Pesada tramoya que movió a duras penas este cuerpo tan inerte y gastado. Sin embargo, en ese momento en el que el tiempo procede a silenciar en el baúl de todos los olvidos el juguete roto de añejas funciones ya ni recordadas, abandonándolo hasta su mísera desaparición bajo sucesivas capas de ceniza y ausencia, surgiste del silencio, una vez que sonaron las llamadas vespertinas e hiciste que el viejo trasto, rescatado otra vez, por enésima vez, volviera a ocupar la escena.
            Me enseñaste a desprenderme de las sogas del martirio sin más ayuda que mis manos. Poco a poco fueron devueltas al cobertizo de la tristeza del que un día salieron como serpientes sin alma para mortificar a los que aman. Una a una, fueron transmutadas en testigos de la sutil ansiedad por conquistarte. El tiempo fue adelgazando su grosor hasta devenirlas de nuevo en la fina seda que une unos ojos que no olvidaron a pesar del tiempo que transcurrió, que une una mirada que te buscó insistentemente hasta encontrarte.
            Ahora tributo con generosidad por aquel acto que significó tu conocimiento. Agilizo el paso y, mientras camino, se va deshaciendo la cota de malla que ocultaba a mis ojos tu realidad más inmediata, enganchada en el cruce de nuestros universos. Y se va destejiendo como se destejían antaño los jerséis en manos de nuestras abuelas, línea a línea, creando de nuevo la madeja en unas manos de niño en las que me reconozco, y según me voy acercando a ti voy quedando desnudo, desposeído de este abrigo malsano de la pérdida. Ahora puedo tejer nuevos ropajes con la tenaz luminosidad que desprenden tus cabellos y, así, devolvernos mutuamente a la vida.
            Ahora, mientras escribo, creo que son tus manos y las mías las que crean este texto. Una propuesta cierta con la voluntad de compartirnos, mientras mis dedos, ahora libres, reciben la fuerza de la razón que les transmites a través de los tuyos que los guían, convertidos en hilos perdurables en la intención de una nueva obra que comienza. Porque amo el teatro y las historias de amor que llevan dentro. Porque te fuerzan a recordar, a rescatar del recuerdo como se ama.
            Curar las heridas e ir disimulando apenas las llagas que las sogas que dirigían el destino han ido dejando en el cuerpo lacerado. Recibir las caricias postreras que alimentarán esta vida endurecida por el ajado paso del tiempo. Y, ahora sí, bailar el tango que disfrutan las olas, continuo vaivén de ida y vuelta, que nunca podrá terminar.

martes, 1 de octubre de 2013

GOLPE DE ESTADO


            La presentación ante los medios de los Presupuestos Generales del Estado para el año 2.014, con el asalto a las pensiones como atraco estrella, traspasa la última línea roja que quedaba y supone, de facto, la carta de naturaleza al golpe de estado contra los derechos de los ciudadanos que el gobierno del Partido Popular lleva amamantando desde su llegada al poder. Las continuas provocaciones de elementos de extrema derecha acaecidas durante los últimos tiempos, la última en el colegio público de un pueblo, Quijorna, de la Comunidad de Madrid, solamente se pueden entender desde la perspectiva cierta de que con el estado político actual su visibilidad puede tener cobijo desde las más altas instancias de las estructuras de gobierno sin temor a las actuaciones judiciales y policiales que se suponen deben tomarse contra este tipo de manifestaciones en un estado de derecho y democrático.
            La derecha rancia y nostálgica ha desmantelado el estado del bienestar reduciendo a sus ciudadanos a la mera condición de súbditos, violando el contrato social vigente en cualquier estado democrático. Si en el 36 fue un levantamiento militar de corte fascista el que derribó al gobierno legítimo de la República, apoyado por la estructura económica y política que veía peligrar su privilegios y por una parte del pueblo español anclada en modos y costumbres del Medievo, en el momento actual esas mismas fuerzas involucionistas han utilizado el acceso al poder de forma democrática, basándose en esa misma parte del pueblo español que teme al futuro, a lo distinto, al progreso y a su misma evolución como personas, como baluarte para atentar contra los derechos del resto de los españoles que no quieren volver atrás.
            Basándose en los mismos pilares: el económico, el judicial y la iglesia, han conseguido que décadas después de la llegada de la democracia a este país, el nivel de ejecución democrática esté bajo mínimos, tal y como nos recuerda la Organización para la Seguridad y Cooperación Europea (OSCE), poniéndonos al nivel de cualquier república bananera gobernada por un dictador de pacotilla. Se ha quebrado la estructura social del país dejando en la cuneta de la miseria a millones de españoles que, por otra parte, tienen que cargar sobre sus espaldas a los señoritos de la política, los bancos y las grandes empresas, y a los especuladores  y corruptos que se adosan a su buena vida como babosas en periodo de lluvia.
            Mientras tanto las noticias sobre esta represión económica se manifiestan como pistolas apuntando contra nuestras cabezas, a punto de ejecutarnos: la bajada de un 35% en el presupuesto del Ministerio de Sanidad y las de los Ministerios de Educación y Cultura; la conclusión de la Agencia Tributaria de que no existe delito en los supuestos pagos a altos cargos del Partido Popular en bolsas de basura y sobres y la razón esgrimida: han prescrito. Sin embargo, en política nada prescribe ya que la ética y la razón son sus cimientos, pero aquí nadie ha dimitido. Mientras que prosiguen los desahucios de familias por todo el territorio, el gobierno rescata a los bancos usureros que se quedan con sus casas. Mientras que en Francia se reconoce a los republicanos españoles que lucharon contra el nazismo, aquí, en España, se reconoce a los militares de la División Azul, provenientes todos ellos del ejército que dio el golpe de estado. Mientras se recortan de los presupuestos las partidas para Dependencia, Becas, etc., el gobierno presupuesta 158,4 millones de euros para la Iglesia Católica incluyendo una prorroga de un año para que informe de sus bienes. Incluso destina una partida para la Virgen de la Macarena, así como que no tuviera para vestirse y alimentarse la figurita, aunque esperemos que lo reparta entre los pobres. Demencial. Mientras que el presupuesto para investigación militar sube un 39,5%, el civil solamente sube 1,3%, haciendo que los más preparados tengan que emigrar en busca de un futuro mejor, con el agravante de la pérdida de todo lo invertido en su educación.

            Copago farmacéutico hospitalario, pérdida de poder adquisitivo de las pensiones, reducción de presupuesto para becas, comedores y guarderías… Todo esto es la verdadera Marca España. Siempre se ha dicho que cuando te encuentras con un gallego en una escalera nunca sabes si sube o baja, pero la realidad de este presidente de gobierno, natural de Galicia, es que realmente no sabe que hace en la escalera ni para que sirve la misma. Así es su realidad.
            Hace algún tiempo se decía que si Franco levantara la cabeza se moriría de nuevo al ver el camino de progreso y modernidad que había tomado el país, ahora si levantara la cabeza asentiría de orgullo al ver lo que están haciendo sus herederos políticos.

martes, 24 de septiembre de 2013

TE RECORDÉ MAÑANA


           Nacemos solos y morimos solos, pero nuestro mayor deseo es pasar la vida en compañía. Nos empeñamos en rellenar todo el vacío existencial existente entre estos dos acontecimientos, uno fortuito, el otro cierto, y acabamos asistiendo como meros invitados al baile sin fin, “Chic to Chic”, de nuestra peripecia vital. Vestidos con sobrero de copa y chaqué, enlazamos paso tras paso, danza tras danza, mientras caen papelinas de colores y confetis sobre nuestras cabezas y sobre el fondo del espectáculo, “¡pasen y vean!”, se van sucediendo los decorados de brillantes colores de purpurina barata, lujo de bisutería comprado en el todo a cien de la esquina, transformando con una pirueta de ilusión y fantasía a la soledad, y su búsqueda constante de indulto.
            Pero, ¿se puede llenar todo el tiempo físico con la compañía física de los otros? Esa es la triste ilusión que nos atenaza, que nos obliga, que nos aterra. Dibujamos reuniones y confluencias con la falsa escusa de la celebración y no nos damos cuenta que, una vez transitada, volvemos a estar solos con nuestro yo. Reímos con júbilo y emitimos señales de sociabilidad de manual cuando solamente somos nuestra realidad más inmediata. Nos olvidamos que, en ausencia de esa compañía tantas veces solicitada para quebrar el fin de nuestro desahucio, es el recuerdo quién más nos acompaña. Aquel que nunca nos abandonará y nos dejará desnudos en la penumbra, allí cuando el sol de las presencias haya desaparecido. Porque es el resultado de nuestra esperanza y nos mantendrá despiertos para que por fin podamos conjugar ambas realidades.    
            Por eso huyo del hastío y del dolor que me atenaza abrazando con fuerza tu cintura sobrevenida, emergiendo desde la sorpresa y el atrevimiento, contraposición eterna de lo no previsto por el guión fúnebre del ocaso. Arrojo con desdén el pesimismo y me sumerjo en el vaivén de tus sábanas que dan forma a mi deseo con la intensidad con la que solamente los niños saben exigir la caricia. Ahora ya no puedo desprenderme de tu olor y tu mirada. Convertido en un yonqui, que necesita su ración diaria de olvido y extrañamiento, camino con la cadencia de un zombi esperando que tu compañía vuelva a llover como llovían en la abundancia los confetis de los bautizos de otro tiempo más lejano. Hoy, primer día del otoño, el tiempo pase con prisa, mientras que recordando apenas la melodía de “Ain´t No Sunshine”, se aceleran los fotogramas de mi vida y veo el futuro con la ansiedad y la incertidumbre de lo ignoto haciéndose presente aquello que, por ser futuro anticipado, me acerca al deseo febril de mi presente.
            Querría estar de nuevo, ¿alguna vez lo estuve?, en el café del sur rodeado de tarantelas y napolitanas. Verme reflejado en las luces caleidoscópicas de mil bombillas de colores mientras las olas descansan de su largo viaje en la orilla. Aspirar el olor salobre del mar y dejarme seducir por su mirada. Alejar de nosotros la voracidad vertiginosa del amor esclavo de la sociedad de consumo que lo amamanta. Amarnos lentamente colocando sobre nuestros cuerpos desnudos las notas justas y los silencios quedos. Poder mirarte durante horas sin la obligación de cuantificar la intensidad de mi mirada, sin tener que dar detalle de nuestro lecho a esta sociedad fiscalizadora de los amores puros. Amarnos con la rotundidad devenida por el hecho de crear, como se crea la obra verdadera, la que exige en contrapartida crearnos a nosotros mismos. Crecer al mismo tiempo que se ama.
            Interpretar el tiempo en un dos por cuatro de nocturno después de la caricia con tu nombre y edificar un oasis de tiempo donde el ritmo de la vida sea solamente el nuestro.

lunes, 9 de septiembre de 2013

RESCATAME DEL SILENCIO


            A veces acordamos un pacto de no agresión con el silencio. Las palabras quedan varadas en nuestro interior como barcos cansados de luchar contra las olas, de soportar el vaivén continuo y rutinario de cada viaje. Y no se trata de que no se tenga nada que decir, al contrario, sino que ese silencio, esa ausencia de palabras es una interrogación que inquiere a gritos porque no existe respuesta. Así el silencio adquiere su más pleno significado, no solamente el habitual de la incomunicación al que nos hemos acostumbrado, sino el silencio como forma primordial del lenguaje, simbólico quizás, pero con mayor contenido que la mayoría de las frases vacías que se esputan sin el menor rubor. Es cierto que la falta de respuesta puede ser otro silencio interrogador, perturbador, de desaliento, sin embargo en ese caso nos queda la mirada, los ojos que hablan, aunque entonces se precisa la presencia, quedando así cerrado el círculo del amor, la atracción de los sucesivos lenguajes, incluso el gestual, hasta que el enamoramiento es posible.
            Y frente a esos silencios, a veces incómodos, tener la valentía de aceptarlos como parte del diálogo, alejando la tentación comprensible de rellenarlos con vacuidades, significados vacios de cuanto está todo dicho. A veces nos empeñamos en explicaciones absurdas que, aparte de no añadir nada a lo sugerido, emborronan y sumergen en el fango cuanto de verdad hay en el silencio proscrito. Y nos introducimos en la espiral vergonzosa del monólogo continuo, aquel que solamente tiene una explicación: alargar la presencia, la triste comunicación unidireccional, el fingido encuentro. Conversaciones interminables de nosotros mismos con las que creemos establecer la sintonía buscada con el otro, aunque en la mayoría de las ocasiones no sea más que autoexplicaciones, autoconvencimientos del fracaso.
            No obstante, ¿y si el silencio del otro no fuera, acaso, la respuesta vigorosa a nuestra demanda? Aquella que promueve nuestra actitud, que nos pide que sigamos intentándolo. Pero solamente somos dueños de nuestros silencios, de su significado y su resultado, o de lo que queremos o deseamos que signifiquen. Por eso es difícil desentrañar el silencio del otro, porque podemos caer en el abismo de interpretarlo con nuestros deseos y sufrir finalmente el terror de lo contrario. Entonces, no queda más que esperar la respuesta codiciada y vivir en la incertidumbre por el resultado. Así podemos llegar a vivir tanto tiempo en soledad. Creer que nos lo merecemos por ello, aunque no sea más que un producto, cruel y bárbaro, de esa misma soledad de la espera.
            O, por otro lado, dejar pasar el tiempo y ver aquel silencio imperativo diluirse con el disolvente de la materialidad cotidiana. Caminar las calles nuevamente y ocupar el espacio visual, absorber la compañía y crecer acumulando la presencia y la mirada cómplice. Ya no hacen falta gritos de llamada que se pierden en el universo sonoro que nos circunda pleno de ruido, como fuego entrecruzado disparado por innumerables bocas que nos alejan, o manos al viento en señal de la presencia buscada y lograda, sino solamente el encuentro del viaje terminado por fin. Escalar por los estrechos senderos que llevan a las cumbres y atravesarlas hasta llegar a los pozos de nieve, conservadores de la belleza indómita e inalcanzable, donde nos sentiremos protegidos y abrazados. Porque cuando se quiere ir al fin del mundo, solamente cabe una dirección: hacia adelante, hacia la puerta… de salida.

lunes, 2 de septiembre de 2013

TE LLAMARÉ A GRITOS


              Las olas chocan contra las rocas con virulencia atraídas por el mismo viento que muy de mañana empujó con fuerza hacía la costa a las nubes nacidas de lo más profundo del océano volviendo gris el cielo, como si hubiera decidido mostrarnos apenas un avance del otoño cercano. Por un momento, la espuma blanca formada de la destrucción del agua infinita forma un fondo blanco sobre el que, de improviso, te recortas, dándome la posibilidad de volver a encontrarte. Caminas despacio por la playa, con aire despistado y con tu mochila a la espalda, ajena a todo, a todos y a mí, y la arena que levantan tus pies descalzos al jugar con ella es transportada hasta donde me encuentro, observándote, por ese mismo viento que azota nuestros cuerpos en un imposible movimiento “dunar” que amenaza con sepultarme y volverme otra vez invisible…
            Quizás las relaciones sean precisamente eso: solamente somos dunas que las emociones, las alegrías y las tristezas van moldeando y que, como el viento que sopla sobre las verdaderas, las físicas, las terrenales, nos hace desplazarnos en cientos de direcciones caprichosas separándonos y uniéndonos en función de su arbitrio hasta quedar fosilizados cuando ya su fuerza motriz no nos alcanza. Entonces, si carecemos de algún control sobre tanta variable, porque no actuar con claridad, quitarnos la camisa de fuerza con la que la sociedad nos viste el cerebro al nacer y decir lo que se siente antes de que el viento nos traslade grano a grano hacia cualquier parte, a veces, no deseada…
            En ese caso, ya no cabría el arrepentimiento, ese estado del ánimo que nos obliga por la fuerza a reintegrarnos al camino trazado por la realidad gris y cerrada creada por los legionarios de la tristeza. Nos desatamos y decimos, nos desinhibimos y actuamos y, sin embargo, aún sabiendo que eso es lo que queremos con todas nuestras fuerzas, aún cuando hayamos necesitado un empujón para mostrar que lo deseamos, la maldita conciencia adquirida a la fuerza a través de versículos inyectables de palabras rimbombantes, nos hunde en la desazón de no saber si nuestra alegría va a ser comprendida. Así vamos desechando al día siguiente todo cuanto de alegre tuvo el ayer pasándonos las horas en golpes de pecho al grito de “yo pecador”. Pero… ¿y si no hay arrepentimiento?
            Conservar todo lo que de valentía tuvieron los acontecimientos. Tomar las riendas por una vez siquiera y ser los dueños de nuestro propio destino. Elegir la dirección a nuestro antojo sin esperar a que el viento, por alguna casualidad, nos lleve hacia el lugar elegido. Así, desterrando el arrepentimiento vacuo, mantener la posición y, si es posible, reforzarla, transportando con nuestras propias manos, grano a grano, la arena que nos forma. Ya que no somos niños, destilemos del elixir de la verdad en libaciones de celebración en las cuales la verdad y la sinceridad sean las virtudes preponderantes, mantengamos la posición aún cuando ésta nos lleve al fracaso, porque serán nuestro fracaso, producto de nuestra voluntad de querer y creer, en definitiva de ser libres para enamorarse y amar.
            Jugárselo todo en una acción. Superar la dicotomía entre el hombre y sus ataduras y la pasión rejuvenecedora. No dejar que se instale en nosotros la duda, ya que entonces habremos perdido el arrojo propio del amor, haciéndonos vivir a partir de entonces en la quietud, en la triste inactividad de los vencidos, de los que han dado la batalla por perdida. Levantarse por la mañana y persistir en lo dicho, porque lo dicho, dicho está, pero se puede decir más, todo lo que quedó sin decir antes de la celebración de Baco, la que motivó todo este comienzo.     

lunes, 19 de agosto de 2013

TRATA DE TRABAJADORES


             ¿Estaría la CEOE, con su presidente Joan Rosell a la cabeza, dispuesta a renunciar a los 6 millones de euros que recibe de los contribuyentes a través del estado, en aras del ahorro que propone para las administraciones públicas y que suponen un tercio de su presupuesto? ¿Por qué si parte de su financiación proviene de las arcas públicas no publica el sueldo de sus dirigentes? En definitiva, ¿por qué una entidad privada, formada por empresarios que propugnan el liberalismo económico más salvaje de los últimos años recibe dinero de los impuestos de los españoles?
            Las declaraciones de Juan Pablo Lázaro Montero de Espinosa, presidente de la Comisión de Responsabilidad Social Empresarial de la CEOE, sobre el particular no tienen desperdicio. Viene a decir este moderno sátrapa empresarial algo así como que no tendría sentido el auditar las cuentas de la organización al tratarse de una entidad privada, dejando bien a las claras el cinismo con el que estos dirigentes se conducen,  cuando se les llena la boca con la ley de transparencia aplicada a las administraciones públicas de las que, precisamente, reciben subvenciones. Esta anomalía, que produce perplejidad en el resto de los ciudadanos, es una característica intrínseca de la teoría del liberalismo económico. Basado en el principio del mercado como regulador automático de sistema económico, tiende a cobijarse cual alimaña de la peor estofa bajo las faldas protectoras del estado en cuanto la situación se descontrola y el flujo de plusvalías decrece en las cuentas bancarias y en los bolsillos de los empresarios. Parece claro que su nivel de conocimientos teóricos, o simplemente caradura, solamente les llega para las épocas de bonanza económica, aquella en la que hasta el más tonto hace bolillos, deviniendo en plegarias a la intervención del estado protector en cuanto se tuercen las cosas, aquellas que ellos han ayudado a torcer con su ansia y su latrocinio.
            Por otra parte, en declaraciones a la emisora Onda Cero, el presidente de la patronal, no contento con la reforma laboral perpetrada por sus marionetas en el gobierno de la nación, aboga por otra reducción de derechos de los trabajadores, reduciendo la estabilidad laboral de los pocos que tienen un contrato indefinido en este país, y nivelarlos con los que tienen un contrato temporal. Parece obviar este Tío Gilito, que la precariedad y falta de garantías de los contratos temporales, junto con la escasez de puestos de trabajo, es la que está haciendo salir de España en busca de mejores horizontes a la mayoría de la masa trabajadora. En definitiva, reducir la relación de trabajador por cuenta ajena en una relación de esclavitud condicionada a los caprichos y veleidades del negrero contratante.
            En esta versión actualizada de la trata de esclavos en la que se está convirtiendo la economía española, el gobierno y la CEOE se convierten en las franquicias que forman la nueva Casa de Esclavos, Isla de Gorée en el eje Moncloa, Génova y Diego de León, en la que pactan el precio a pagar por cada trabajador, sus condiciones de venta a los mercados y el precio por sus despojos al final de su vida (in)útil. El cenit de su pensamiento político y económico: pasar los trabajadores (esclavos) a ser propiedad del empresario (amo) en esta nueva forma de producción. Su identificación: Marca España o Milana Bonita, que para el caso es lo mismo. Vuelta a la España narrada en la película “Los Santos Inocentes”, en su remake para el siglo XXI.
            Mientras tanto, el FMI, el Banco Mundial y la Troika, como modernos “Madre de Deus”, Henrietta Marie, Desire, Adelaide o Creole, surcan los mares embravecidos de la economía de los países en crisis con las bodegas llenas de mano de obra barata, los nuevos esclavos que dejarán constancia del poder de estos nuevos negreros, piratas saqueadores de la condición humana de los trabajadores, cuyos muertos sociales son solamente daños colaterales. En aquel tiempo la justicia no dijo nada, la iglesia no dijo nada…ahora tampoco.

jueves, 8 de agosto de 2013

FERRAGOSTO DECADENTE


           Caen pesadamente los grados inmisericordes a primera hora de esta tarde de domingo vestida con la decadencia propia de estos ferragostos sangrientos y teñida con el amargo sabor de un café a medio tomar. La quietud sofocante empapa de sudor el pensamiento, embotado por la ebriedad resacosa del sol. El silencia lo inunda todo y solamente el canto de algún pájaro suicida se atreve a intimidarlo. A lo lejos, y con el vaivén direccional de la brisa calenturienta que eleva el mercurio, se oyen los ecos apagados de las conversaciones parroquianas de la terraza del único bar que a estas horas permanece abierto.
            De pronto, como una aparición fantasmagórica que me sorprende y eleva mi estupor, aparece una silueta recortada contra los espejismos que se levantan del derretido asfalto de la carretera. La duda se debate en mi enajenado y recalentado cerebro y no consigo discernir si la figura es real o una invención de mi mente. Unos segundos después aparece frente a mí, de forma real, el típico representante del extendido deporte del andar con prisa, desafiando los casi cuarenta grados que a esta hora de la tarde caen de forma asesina. Gorra multicolor con el anagrama de alguna tienda de pinturas a granel, gafas de sol y un bañador por pantalón deportivo. Me asalta la pregunta: ¿por qué a estas horas? Su cara enrojecida, su respiración al borde del colapso, denota que lleva ya algún tiempo con su quehacer, ignorando cualquier recomendación sobre el ejercicio bajo temperaturas extremas. Como en muchas otras cosas, los españoles somos así, pasto de noticias repetidas año tras año.
            La temperatura corporal sigue subiendo y la vista se queda perdida en el horizonte de la nada, mientras el cerebro se pierde en un monólogo de sí mismo, que bien podría ahorrarse: “siempre pensamos que somos más listos, o inteligentes que los demás, aunque el problema es que esto lo pensamos todos con lo cual acabamos siendo todos un grupo irreductible de inteligentes. Por otra parte, aseveramos continuamente de manera categórica, convirtiendo lo que es un pensamiento individual, una creencia particular, en regla general de aplicación a lo que piensan los demás sobre ese mismo asunto, sin darnos cuenta que la pretensión de convertir en generalidad lo que es una mera conjetura unipersonal choca de plano con el nivel de nuestro intelecto, a veces tan escaso. Aunque en algunas oportunidades es un relativo consuelo para nuestra inseguridad.
            Los minutos pasan despacio como si se alargaran para no cansar al tiempo al que pertenecen. Yo también voy despacio, he decidido cambiar mi ubicación, pero me pesa este tiempo excesivo o, quizás, todo el tiempo de este mundo. Aún así, me voy acercando inexorablemente hasta el bar de donde procede un rumor sordo de conversaciones que rompen este silencio vespertino y mortecino a la vez, posiblemente tardecino. Me siento en la terraza al calor, nunca mejor dicho, de las conversaciones cruzadas que se desarrollan ahora a mí alrededor, envolviéndome y arrastrando mis oídos en su atención. Miro el reloj pero todavía queda una hora, larga, triste y solitaria. Intento calcular la velocidad con la que la oblicuidad del sol hará que la sombra bajo la que me he cobijado se torne en quemadura solar. Me quedo observando fijamente dicha línea y casi acierto a ver su avance. Quince minutos, media hora a más tardar, pero antes de partir, está claro que deberé cambiar de sitio, o de terraza.
           Los rayos solares se reflejan en los espejos de los vehículos estacionados en las cercanías y van multiplicando su efecto disparando sus fotones con la discrecionalidad que les da su poder estacional. Los pocos coches que circulan por la calle adyacente pasan en hermética procesión, cerradas a cal y canto las ventanillas, simulando en su interior la confortable sensación de vida de la que carecemos los que estamos a la intemperie, aquellos intentando alcanzar su objetivo, su destino, con la premura exigida por lo extemporáneo de su acción. Yo también comienzo a sudar. La piel se va humedeciendo poco a poco y ya empiezo a notar la terrible sensación del paño de los calzones en las piernas, el terciopelo del chaleco sobre la camisa de lino pegada al torso y a la espalda, el pañuelo en la cabeza, las medias y las calzas…, que dentro de pocas horas me vestirán en amortajado baile tradicional, adheridos a mi piel como si siempre hubieran permanecido allí, vistiéndome. No son horas, pienso, bajo la febril sensación de sofoco.
            Las conversaciones fluyen sin descanso al ritmo arbitrario de las causas que las provocan y del número de intervinientes. En algunos momentos, el tono de las mismas sube de decibelios sin aparente motivo. Siempre me ha intrigado porque los españoles hablamos, en general, tan alto, aunque la conversación sea intrascendente. A esta hora de la tarde, en el silencio ambiental que nos rodea, todavía resulta más extraño. Es como si no pudiéramos remediar este comportamiento, creyendo que a más decibelios mayor razón. Entretanto, no dejo de vigilar la frontera entre el sol y la sombra, que ya está próxima. Sigue subiendo mi temperatura corporal por la acción combinada del calor reinante y su amenazante proximidad. Puede que no sea solamente su avance matemático, resultado de la rotación de la tierra y la disposición del toldo que tengo sobre la cabeza lo que lo provoque, sino la corrección ubicacional que sobre mi persona ejecuta el sol extrañándome siempre al otro lado de dicha frontera, expuesto, vulnerable. Parece querer decirme que ese es mi sitio real, que no tengo derecho a cobijo alguno. O puede que simplemente sea esta modorra que me atenaza la que lleve a mis neuronas a estos razonamientos inconexos, carentes de toda lógica.
            …Ya estoy de vuelta. Otra actuación consumida pero, cuando el número de asistentes es similar al de actuantes, ¿quién actúa realmente para quién? Acaso, sin saberlo, solamente hayamos sido espectadores de cómo pasa la vida en esta tarde de domingo en un pueblo cualquiera, meros figurantes de una doble actuación.
            El silencio se expande a las dos de la mañana y es hora de ir a dormir.

miércoles, 31 de julio de 2013

EN PRIMERA PERSONA


           A lo largo de esta vida caprichosa he ido cruzando, sin darme cuenta apenas, fronteras invisibles que han dado forma, imperceptiblemente, a mi caminar, siempre en dirección hacia el ocaso, la única certeza que me queda. Aunque todas estas fronteras estén previstas por la memoria y la experiencia de los años, aún cuando mi aprendizaje social, basado en la experiencia de los que me han precedido, me haya ido preparando para dichos acontecimientos, es cuando siento en mi interior que he cruzado una de ellas, que me extraño y me siento sorprendido porque en realidad no estaba preparado, que me llega demasiado pronto la experiencia y el comprobante de que ya me queda menos camino por recorrer, como el tique de salida de una autopista.
El velo del futuro adyacente se me adhiere a la cara y me impide ver y caminar con el paso, el ritmo y la forma llevados hasta ese punto de mi comportamiento. Llegó la hora de renunciar, porque las fronteras del tiempo conllevan dicho peaje, y eso siempre es doloroso y, en cierta medida, melancólico. Dejar caer en el olvido del hábito cotidiano y guardar en la memoria de lo que pudo ser y nunca fue, el equipaje con el argumento existencial exhibido hasta este momento y adecuar al tiempo presente y venidero mi paso, más corto, menos ágil, más inseguro, ajustándolo a mis iguales.
            En este mundo de edades indefinidas y alargadas en exceso, la natural aceptación del devenir del tiempo general y del tiempo particular se ha sustituido por vidas impostadas, cápsulas de metraje que se rebobinan continuamente como las antiguas cintas de música, olvidándonos por completo que otros formatos ya las han sustituido. Mi desubicación me dudar si el mundo está contra uno mismo o, por el contrario, soy yo el que me alejo del mundo para no odiarlo. Poco a poco la máscara se va deslizando por mi piel dejándome desnudo ante la realidad más inmediata, la coloración de mi deseo se va difuminando día tras día, aunque los contornos sigan firmes. Pero esos contornos, antaño fundamentales en mi vida, ya no delimitan nada, o nada que ya importe. Me voy disolviendo entre los días extensos del verano, la alegría que me circunda y que no me pertenece, esta estación que me expone ante mi verdadero perfil por antagonismo con todos los demás perfiles. Me veo desbordado y poco acostumbrado desde mi oscura capa invernal e intento acompasar el paso a cualquier sonrisa, aunque sea lateral, cayendo de nuevo, maldito rumor de comadres, en la cápsula equivocada.
            Al final, voy frenando y acelerando en función de mis circunstancias más inmediatas y no en función del momento general de mi vida. Intento no salirme de la cápsula que me corresponde, no incidir en el error de nuevo, pero ¿no es posible que así me aísle más de todo lo que me rodea? ¿No está todo tan mezclado, que ese comportamiento no debería traer consigo tanto riesgo para uno? Y sin embargo el riesgo existe. No ver más allá de la barrera invisible de mi deseo, puede traer consigo la soledad. El abandono de aquello tan circunstancial, que nunca me perteneció, aunque alguna pequeña ilusión llevara a pensar lo contrario.
            Me acostumbro y no siento, aunque el motivo esté a la vista, precisamente puede que sea eso, el estar a la vista, por lo que dejo de sentir, cicatrizando mi herida poco a poco, hasta no ser más que una fina línea encarnada bajo la piel nueva. Así va mi vida, convirtiéndose en una recurrente sucesión de olvidos intermitentes, lagunas de realidad que quedan impresas como “polaroids”, impresionando cada etapa sufrida o disfrutada con los colores desgastados, sepias, amarillentos, que revelan las caras que he olvidado, los lugares a los que nunca volveré, los recuerdos desgastados por el paso del tiempo. El de años atrás, el de meses atrás, el de días atrás, pero, también, el de ayer mismo, ya que lo que no pudo ser o quedó en el olvido lo mide la intensidad con la que se ha vivido tanta voluntad de ser y ser pertenecido.
            Demasiadas veces tomo decisiones en segundos que voy pagando durante el resto de mi vida. Decisiones que no van sustituyendo a otras tomadas con anterioridad, sino que van acumulándose unas sobre otras hasta hacer de la vida un caos. ¿Qué pesa más en mi trabajado discurrir: las decisiones tomadas y sus consecuencias que me hacen como soy o las decisiones que nunca tomé, haciéndome como soy por defecto, pero que, quizá, me hubieran llevado a transitar por otros caminos más amables?
            Querer ser feliz es un instinto, pero la felicidad es un arma de doble filo: puedes perderla si alguna vez has sido afortunado y la has tenido y, entonces, no queda más remedio que volver a empezar, levantarse impasible y volver a la trinchera, aunque el frente de batalla quede ya lejos, como un soldado abandonado a la esperanza que le fue esquiva y hasta el fragor de la batalla lo expulsa para que sea testigo del triunfo conseguido por los otros. No soy un tipo codicioso, solamente deseo volver a ser feliz.          

miércoles, 24 de julio de 2013

EL BURKA DE ANA MATO


           Creer que el derecho a ser madre y beneficiarse de los logros y los avances de las técnicas de reproducción asistida depende en exclusiva de una forma de entender el puesto social de la mujer en relación al hombre, en este caso la pareja heterosexual tal y como manda la iglesia católica, en lugar de atender a la razón natural de toda mujer para decidir sobre este supuesto y en que momento y circunstancia lo lleva a efecto, no obedece más que a la aplicación sobre la totalidad de la sociedad de un concepto religioso exclusivo de una parte de la misma. Concepto que supone la exclusión de dichos beneficios de colectivos satanizados por la jerarquía eclesiástica y su brazo ejecutor: la derecha ultramontana.
            El borrador sobre la nueva cartera de servicios básicos del sistema nacional de salud deja en el limbo a mujeres solteras y parejas de mujeres, cuyos perfiles no deben encajar en el catecismo del ministerio que dirige Ana Mato. Delimitar el acceso gratuito a este servicio a parejas heterosexuales, es una clara discriminación que choca de plano con la constitución española. Incluso la limitación de edad, la mujer no debe tener más de cuarenta años y el hombre más de cincuenta y cinco, excluye a parejas en las que existe una diferencia de edad mayor de la fijada, mujer de treinta y cinco y hombre de cincuenta y siete por ejemplo, y que mediante esta nueva ley no tendrán derecho a beneficiarse del servicio gratuito.
            Esta propuesta, de carácter reaccionario, vulnera el principio de igualdad de derechos de las mujeres y menosprecia la diversidad familiar, instaurando un preocupante reduccionismo social y acotando la estructura familiar a la concepción clásica emanada del siempre peligroso lobby católico. Una forma de entender la estructura y quehacer político basada en el concepto cristiano de la construcción de Europa, extrapolado de unos tiempos, la edad media, en los que las confrontaciones con el mundo musulmán definían el crecimiento como estados de unos y otros. Pero algo que en el siglo XXI deberíamos dar por superado. En definitiva, un pretexto de los políticos de derechas para configurar estados, por principio libres, en forma vaticana.
            Esta política de sacristía nos lleva irremediablemente a una simbiosis entre la política y la religión y a un integrismo político-religioso, baldón fundamental del partido en el gobierno, que pretende mantener, a veces por la fuerza, pensamientos y acciones propias de otros tiempos, oponiéndose a cualquier tipo de cambio o renovación. Un tipo de fundamentalismo que vulnera los derechos humanos y la libertad de elección de los ciudadanos, gravando su libertad y su derecho a decidir. Se crea así un conjunto doctrinal basado en el inmovilismo, en el mantenimiento íntegro e inalterable de los principios que lo sustentan, alejándose de esta manera del conjunto de la sociedad y convirtiéndose en guetos políticos cerrados y, de alguna forma, peligrosos para los que disienten de su pensamiento fundamental. Una forma de gobernar “orgánica”, de enunciados hinchados de fe ciega, alejados de los postulados del librepensamiento, de la ética política y de la realidad cotidiana.
            Nos encontramos así ante el negativo fotográfico de la sociedad resultante de este tipo de política basada en principios morales y religiosos. Excluyente por defecto y que a fuerza de alejar a los ciudadanos de la participación de la rex pública, deviene en gueto sin libertad, encastillada en sus privilegios y perpleja ante el rechazo que produce en los demás. Un burka político, social, religioso y económico que cubre desde la cabeza hasta los pies a esta derecha española, falta de aire y sudorosa ante su insistente cerrazón. Escasa de librepensamiento y renovación que postula la adhesión inquebrantable, la fe ciega en el líder y el rechazo de la confrontación de ideas. Un burka hermético, sin conciencia, salvo la de clase privilegiada, que en el caso de la ministra de Sanidad, Ana Mato, le impidió ver que su marido llegaba a casa con un Jaguar modelo Gurtel, que le impidió conocer que quien pagaba sus viajes a Disney y las fiestas de cumpleaños de sus hijos eran empresas inmersas en tramas de corrupción económica. Un burka de ignorancia y aislamiento desde el que pretende legislar, con el cinismo por bandera, para una inmensa mayoría de ciudadanos españoles que todavía se consideran, a diferencia de sus acólitos, personas libres.

jueves, 18 de julio de 2013

UN SECUESTRO POLÍTICO


             Ya va siendo hora de aceptar, que de alguna forma, somos nosotros los culpables. La excusa tan manida de la poca tradición democrática existente en este país ya no es tan excusa como antaño. Los años transcurridos desde la instauración del sistema democrático han equilibrado en la práctica la totalidad de los nefastos años de dictadura impuesta por las armas por el sátrapa de infausto recuerdo, que para más inri, murió en la cama, desgraciadamente por la incapacidad para derrocarlo desde el interior como por la nula voluntad para expulsarlo del poder desde el exterior. Algún día alguien nos debería de explicar porque las potencias democráticas vencedoras de la segunda guerra mundial nos dejaron en manos de semejante personaje en lugar de finalizar su labor. Países que se vanaglorian de su democrática historia pero que han mantenido, y mantienen, fluidas relaciones con sistemas puramente autoritarios.
            La visión aterradora, orwelliana, del presidente del gobierno español dando explicaciones sobre los casos de corrupción que salpican de lleno a su partido, y a él mismo, a través de una pantalla de plasma, como si su reino no fuera de este mundo, parece ser que no escandaliza a nadie. Que se acepte este esperpento sin que ninguno de los periodistas allí presentes se levante y se niegue a asistir a esa rueda de prensa capada, sesgada e unidireccional, no deja en buen lugar al mundo periodístico. Esa misma prensa que, en teoría, debe ser el elemento punzante contra el poder, quien debe dar luz a las cloacas sobre las que se asientan, demasiadas veces si acaso, las estructuras políticas y económicas de cualquier país.
            Que el torbellino corrupto en el que se desarrolla la actividad del partido mayoritario en el parlamento, que además sustenta al gobierno, niegue la presencia del presidente de dicho órgano en el Congreso, con el objeto de dar las explicaciones pertinentes sobre los últimos acontecimientos en torno a la financiación de su partido y los sobresueldos cobrados, presuntamente, por sus miembros, da idea del emponzoñamiento con el que se vive la política nacional. Un gobierno que desprecia a la mitad de sus ciudadanos, que a través de sus representantes, exigen dicha presencia y explicación.     
            Aquí se acepta el desaire y la tomadura de pelo con naturalidad, como si eso fuera la norma, cuando la norma, y sobre todo la ética, si es que ésta última existe, dice que cualquier político debe estar al servicio de sus ciudadanos y dar todas las explicaciones exigidas, cuantas veces se le requiera y en persona. Por educación, moral y cultura democrática. Los altos intereses económicos de los grandes grupos periodísticos, salvo excepciones, parece ser que les inhabilitan para ejercer su labor. Excluidos quedan los lacayos del poder, los perritos falderos a sueldo a los que la palabra periodista les queda demasiado grande.
            Aparte de todo esto, es una gran parte de la ciudadanía quien está dando patente de corso a la política de recortes asesinos del gobierno. Ante todo lo dicho, los ciudadanos nos vamos cruzando de brazos, alzando los hombros en señal de resignación y soltando aquello de “que podemos hacer nosotros”. Nos vamos convirtiendo por la fuerza de los hechos en una masa aborregada, simple y vasalla, que acepta cuanto provenga del poder, aunque eso signifique mayores sacrificios. La anestesia de nuestros cerebros tras años y años de dar la espalda a lo que significa el ejercicio de las prerrogativas que nos otorga el sistema democrático, de ignorar cuanto ha sucedido y sucede en las estructuras del poder político, ha devenido en la realidad en un sistema democrático sobre el papel, pero un secuestro de facto de nuestros derechos.
            Cuando en los países democráticos de nuestro entorno, se exige la dimisión de un político, ¡y éste dimite!, por haber falsificado una declaración para no pagar una multa o por haberse fumado un porro en sus años de universidad, mientras que aquí se pueden acumular los casos de corrupción política y económica sin que nadie dimita, aunque su dignidad, si la tienen, quede por los suelos, explica bien a las claras que clase de democracia nos hemos dado, ayudada, esos sí, por nuestra tradicional inclinación a la picaresca, que tiende a exculpar a los corruptos como quien exculpa a un niño que ha cogido un caramelo de más. Aunque la moción de censura propuesta por los partidos de la oposición llega un poco tarde, tendría que haberse producido junto con las movilizaciones del 15M, debe de servir de espoleta para un nuevo conjunto de acciones y movilizaciones que desinfecten la herida por la que se desangra el sistema político español. Dejar de ser el hazmerreir de Europa y recuperar para los ciudadanos la soberanía que nos robaron y que, hoy por hoy, se encuentra expuesta para venderla al mejor postor.
            Aunque mucho me temo que con medio país atufado de sangría y paella…no va a ser, pero cosas más extrañas se ha visto.

domingo, 7 de julio de 2013

EL OLVIDO DEL TERCIOPELO


            Ni sabía las veces que lo había visto al pasar por aquella habitación, la más escondida de su casa, el final habitacional de ésta. ¿Desde cuándo llevaba allí? No le cabía ninguna duda que desde la última actuación en la que había participado, aunque ya ni siquiera podía cuantificar el tiempo transcurrido. Entonces, ¿por qué le irritaba tanto su presencia? Tenía la certeza de que una de las posibles causas de la irritación que le producía su visión provenía de su particular aversión hacía el desorden y aquel portatrajes, con su contenido, con su presencia acusadora, le hacía recordar que no había tenido la diligencia suficiente para recogerlo y guardarlo al regresar el día de su última actuación “estelar”. En realidad se estaba convirtiendo en una isla marginal dentro de su orden vital. O, acaso, fuera la certidumbre de que su presencia le recordaba la infinita melancolía de aquello que posiblemente está representando su escena final.
            Días y días prometiéndose a sí mismo que lo retiraría de su ostracismo y ocuparía su sitio en el armario. Y sin embargo, el tiempo recorría inmisericorde su rutina espacial y allí permanecía como testigo del fiscal, como prueba acusatoria de su indolencia. Desde entonces, aquel posicionamiento lateral, secundario, en el que había terminado, solamente le había servido para soportar la humillación añadida de servir como contenedor de todo aquello que iba a ser realizado en diferido, más tarde u otro día por su dueño: yo. Su orgullosa imagen sobre el pasado de la memoria tradicional era lacerada día tras día, herida su alma, posadas sobre su paño y terciopelo todas aquellas prosaicas prendas actuales provenientes de la última colada. Camisa de lino fino insultada por un bóxer sin vergüenza, chaleco de terciopelo negro injuriado por una camiseta de dudoso origen y legalidad laboral, labrado calzón ultrajado por una bayeta de ignominioso curriculum. Pero así eran las cosas y la caída había terminado por ser bastante dura.  
            No siempre fue así. Su origen fue pergeñado desde el más absoluto amor y convencimiento sobre su utilización. Voluntaria y consciente, como algo que siempre tuvo su lugar en lo más hondo de la historia familiar de su dueño. El abuelo Manuel, tamborilero, hubiera estado orgulloso al ver como la saga familiar continuaba, de una forma sorprendente, pero la vida está hecha de sucesos extraordinarios. Casualidades que te hicieron conocer a otras gentes, compartir con ellos parte de tu vida y percibir otros horizontes. Y siempre los dos en una unidad: el traje y tú. Tiempos de felicidad, viajes, risas y participación, sobre los que fueron cayendo la desilusión de los años y las vicisitudes acaecidas. Ahora no sabría decir si volverían a ser uno en cualquier pueblo o ciudad a la que acudir. Se sentían extrañados y distantes el uno del otro, acaso no fuera que dicha extrañeza fuera contra lo que en el fondo representaba. Eso explicaría su alejamiento debajo de la vulgaridad cotidiana, él, aquel traje, que fue parte importante de una parte de su vida.
            Ahora había llegado a odiar, no pocas veces, todo lo que aquel traje representaba. Se preguntaba quién era él debajo de aquella indumentaria, que representaba y si aquello servía para algo. Antes disfrutaba, ahora eran más las veces que no. Así que era algo normal obviar su presencia hasta que no fuera posible difuminar sus gritos. Los últimos tiempos no fueron fáciles. La letanía del discurso se quebró como se quiebran las ramas de los árboles que han caído al suelo ante el paso de quienes caminan con la confianza que da saber hacia donde van, tan distintos a ellos, ahora confundidos por tantas proposiciones de modernidad estética que, en el fondo, alejan la autenticidad del origen. Ante todo esto, él presentía que su tiempo había terminado, que la edad no perdona y no quería terminar convertido en un clown, vestido sin saber por qué ni para qué. Imagen devuelta por el espejo de su desilusión al imaginarse vestido de nuevo para la próxima actuación.  
            Debería poder volver a abrir los ojos con la misma alegría que cuando todo comenzó, aunque la dura realidad le diga que ya no le queda tiempo para bailar el último baile más bonito del mundo.

miércoles, 26 de junio de 2013

LA ESTUPIDEZ INFINITA


          Hay un dicho italiano que dice: “la madre de la ignorancia está siempre embarazada”. Aquella, la ignorancia, parece ser que en España, entre sus clases más señaladas, recibió de manos de los próceres gloriosos de la dictadura el premio a la fertilidad, aquel que se daba a las familias numerosas del desarrollismo de los años cincuenta y sesenta cuando se incrementaba la familia, como si un hubiera un mañana, para mayor gloria del método Ogino, el preferido por la iglesia católica. Aquella coneja de clase alta, opusdeística, de embarazo continuo, bilateral y, a veces, multilateral, gozosa que siempre fue y es, nos legó a los españoles de hoy en día un abanico de generaciones que, sin haberlo merecido, estamos sufriendo en la actualidad en mayor o menor medida.
Llamados sus hijos a formar parte con el paso de los años de las clases dirigentes de este país, muchos de ellos eligieron la carrera política como forma de vida. Una carrera, dicho sea de paso, que parece ser que estudiaron hasta el final sin solicitar una beca que llevarse a la boca, debe ser cosa de la estirpe, carpetovetónica diría yo, como ha dicho el nunca suficientemente ponderado presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, y entre los ratos libres que les dejaban el partido de tenis de la mañana y el cóctel de la tarde. En caso de dificultad, ya haría papa una llamada provocadora de matrículas de deshonor. Realmente, la beca para ricos. Pero de entre todos los hijos de la mama ignorancia, uno ha destacado, si eso es posible entre tanto sabio de barrio alto, por encima de los demás: el actual ministro de educación, José Ignacio Wert.
Para alguien como él, que ha mamado la exclusividad de la universidad española en sus años de estudiante, tiempos de dictadura y expulsión, debe ser difícil de digerir que en la actualidad los hijos de los trabajadores puedan asistir a ella, con no poco sacrificio de sus padres, a través de las becas concedidas por el estado. Su intento de suprimir dicha vía de acceso no es más que la constatación de facto del ideario partidista que la sustenta desde el gobierno del que forma parte, un ideario plagado de tics de supremacía, intolerancia, exclusividad y discriminación de los menos afortunados en sus ingresos. Un peldaño más en la escalada de descalificaciones de la educación pública, en sus más diversos estratos, con el objetivo de su minimización y posterior eliminación, instaurando el imperio de la riqueza y la renta como medida de inteligencia y valoración de expediente escolar.
Pero lo que su propuesta sobre las becas demuestra es que esta forma de selección universitaria, a la que solamente pueden acceder los más ricos, no por su inteligencia, sino por su dinero, no funciona. Y este personaje es un ejemplo. Sus continuas propuestas de reforma de la educación española han encontrado, no ya el rechazo de la mayoría de los ciudadanos, que se sienten expulsados del sistema, sino de dirigentes de su propio partido, sobre todo en las autonomías, que deben sentir repugnancia y asco ante la desfachatez de lo obvio: la expulsión radical del sistema educativo universitario de la mayoría del pueblo español en beneficio de una clase social, la suya, parasitaria y oligarca del trabajo de aquellos a los que expulsa. Estos últimos no sin cierta culpa, ante la resignación con la que reciben en su mayoría las continuas resoluciones del gobierno que les impiden el acceso a aquellos derechos que toda democracia debe proteger: educación, sanidad, justicia, trabajo, etc.
Al final, ya no sé si fue la madre de la ignorancia, la madre de la estupidez o la madre que lo pario, la culpable de todo esto. Pero cuando después de casi dos años de este gobierno y de todo lo dicho anteriormente, todavía consigue un veintitantos por ciento de intención de voto, algo deberemos estar haciendo mal o es que todos somos hijos de la misma madre. A  fin de cuentas, como dijo el poeta Boileau: “un imbécil siempre encuentra a otro imbécil que le admira”.