miércoles, 29 de agosto de 2012

MUERTE DE UN TAMBORILERO (1ª PARTE)


Aunque se había retirado hacía algunos años, Tito Freixa seguía levantándose temprano. Años y años de rutina no iban a desaparecer de un plumazo porque lo dijera un papel con sello oficial. El cuerpo no entiende de formalidades. Había realizado sus abluciones diarias rápidamente, la ventaja de vivir solo sin nadie con quien compartir el baño; además éste era minúsculo, como norma general en la nueva era de la construcción donde lo importante es que el salón de la casa sea lo suficientemente amplio para cobijar al electrodoméstico atontamentes, o sea, la televisión, en detrimento del resto de los espacios. El resultado estaba cantado: sucios por fuera y tontos por dentro. El ciudadano ideal para un político. Sentado en la mesa de la cocina, se disponía a llevarse la primera tostada de mantequilla y mermelada a la boca cuando el teléfono comenzó a sonar de manera estridente. -“¿Cuándo demonios voy a decidirme a cambiarlo?”, masculló entre dientes. Descolgó el auricular y escuchó atentamente lo que desde el otro lado del mismo le transmitieron. Cuando colgó su semblante estaba más serio. En su mente se agolpaban de repente recuerdos olvidados del pasado que nunca creyó que volverían para atormentarle. En fin, estaba claro que ya le había jodido la mañana.
Después de unos cuantos cafés bien cargados, se encaminó a su despacho y extrajo de la estantería una carpeta llena de polvo, atestada de papeles oficiales y recortes de periódicos de lo que había sido, hacía muchos años, los casos policiales que más rabia y tristeza le había producido en toda su carrera en el cuerpo. Su memoria empezó a ordenar toda la documentación, ya de por sí ordenada cronológicamente hasta la obsesión, como correspondía a su pasión por el orden. Todo comenzó con la muerte de dos gaiteros de la aldea orensana de O Boiro. Los habían encontrado en una cuneta de la carretera que llevaba hacia la capital, después de que estuvieran tocando durante horas y horas en la fiesta del lugar. Sus cuerpos estaban boca arriba con el puntero de la gaita clavado en el pecho y los foles acuchillados con rabia. En principio, todo apuntaba a una simbología sectaria, pero nunca descubrieron al autor o autores del execrable crimen, a pesar de indagar e investigar en los ambientes folclóricos por los que los muertos se movían. Sin embargo, nunca se le fueron de la cabeza las palabras de uno de los vecinos de la aldea que fueron interrogados:-“la verdad es que eran un poco pesados, nunca paraban de tocar”. La sorna y la media sonrisa del vecino siempre le parecieron sospechosas, como que expresaban más de lo que decían. A pesar de todo, la investigación nunca llegó a buen puerto y se dio el caso por cerrado ante la falta de indicios y pistas fiables.
Tomó entre sus manos el segundo caso que estaba guardado en aquella carpeta. Se había producido unos cuantos años después. Correspondía a un dulzainero del pueblo de Villamayor de la Fuentes, provincia de León, que había aparecido muerto en parecidas circunstancias en una era de los alrededores de la localidad, después de pasarse todo el día realizando un pasacalles eterno en la fiesta de la patrona. Como existía una similitud apreciable en el formato del crimen, tanto por la actividad del muerto, músico, como por la causa de su muerte, apareció boca arriba con la dulzaina clavada en el pecho y un esparadrapo tapando la salida del aire de la misma, desde la comisaría de León solicitaron su ayuda al conocerse que había participado en la investigación de un asesinato similar. Se desplazó a la localidad con la intención de obtener resultados que llevaran al esclarecimiento de los hechos y poder así recuperar el caso del crimen de O Boiro visto con una nueva perspectiva. Sin embargo la investigación se convirtió desde el principio en un callejón sin salida y, después de unas cuantas semanas de búsqueda infructuosa del asesino, se cerró el caso por falta de pruebas incriminatorias. Pero releyendo las notas del caso le llamó la atención una subrayada en rojo. Era la respuesta de un vecino ante la pregunta que le hizo el mismo sobre la causa del crimen: -“la verdad es que era un pasacalles demasiado largo”. Sobre esta frase él había anotado: -“la misma sorna, la misma sonrisa. ¿La retranca propia del campo español o relación entre los dos crímenes ”.
De pronto se dio cuenta de la hora que era. Se le había pasado prácticamente la mañana en la relectura de estos casos. Decidió irse a comer a un bar cercano a su casa, donde siempre tomaba la última cerveza del día, y aprovechar el tiempo de la tarde para seguir extrayendo recuerdos de aquella carpeta, que una llamada inesperada había decidido sacar de su ostracismo. Se sentó en una mesa cercana al ventanal que daba a la calle y, cuando el camarero se acercó a tomarle nota, pidió una chuleta de ternera sin patatas y una ensalada. Algo ligero para no emponzoñar el estómago, ya que tenía la impresión de que lo que venía por la tarde ya se encargaría de ponérselo del revés. Le pidió que le fuera trayendo el café para perder el menor tiempo posible y, en una hora, estuvo otra vez en casa sumergido en una época de su vida marcada por unos asesinatos sin pies ni cabeza, que a punto estuvieron de hacerle perder la suya.
Continuará…

miércoles, 22 de agosto de 2012

MERIDIANO 180º


No pudo soportarlo. Cuando ella anunció su partida le invadieron unas ganas de escapar que fueron más fuertes que sus lazos con el mundo que había conocido hasta ese momento: su vida, sus amigos, su ciudad. Daba igual que su ausencia fuera temporal, la de ella, su hastío estaba producido por las circunstancias en que se realizaba dicho viaje. Para él había sonado el pistoletazo de salida de una carrera de fondo de la que deseaba que nunca hubiera una llegada, pues nunca sería loado con la corona de laurel del triunfador. Correr sin razón para no tener tiempo de razonar. Movimiento continúo en espiral hasta el fin de sus días.

Invadido por la ausencia aterradora de una incierta certeza, en busca de la luz cegadora de lo que debió ser el inicio de los amores sencillos, tomó rumbo al sur siguiendo el camino de quienes un día decidieron dejar su lugar en el mundo a los otros y desvanecerse entre las nubes camino del origen de los días. Cada mañana tendría el privilegio de ser el primero en ver amanecer el nuevo día general del mundo y ser espectador de su completo fracaso. Su fracaso personal y el fracaso diario de los días amargos de aquellos que aman sin respuesta, sin esperanza y sin sueños.  Siguiendo la estela de Paul Gauguin y, sobre todo, de su adorado Jacques Brel, llegó hasta las antípodas de sus años vividos, amándola, esos años que le quedaban por vivir, amándola también. Como Jacques, le susurraba a su recuerdo que no lo olvidara nunca.

Ahora todo está en su sitio, y es desdichadamente feliz. Desde su nuevo destino le escribe sin cesar cartas de amor que nunca llegarán. Pequeñas botellas de naufrago con su mensaje dentro que son rechazadas por el mar, que se niega a ser el mensajero de su tristeza, y acaban estrellándose sobre las rocas de los acantilados de su destierro. Pero eso a él le da igual. Hace tiempo que sabe que escribir nunca le podrá curar y que cuando pudo ser, no fue. Sin la esperanza de recibir respuestas, se contenta con escribirle mientras dibuja con su mente su rostro en el papel. Siguiendo con la escritura el contorno de sus ojos, de su boca, de su pelo. Cada rasgo de su cara se convierte en una declaración de amor. A veces, cuando la tormenta azota sin tregua los atardeceres cotidianos descargando su aguacero purificador, su cuerpo tiembla desangelado y se refugia en su cuerpo tantas veces añorado y nunca tenido, y sus letras se llenan de deseo mientras las escribe siguiendo la estela de sus pechos rotundos, su cadera reconfortante y su orgiástico sexo.

Su nuevo destino no fue escogido al azar. En este mundo que todo lo cuantifica y cualifica, decidió vivir junto al punto fijo. Ese punto sobre el que pivota la medida del tiempo y que para él sería el ancla que lo salvara del naufragio. Meridiano 180º que ejecuta el pasar de los días, en definitiva, del tiempo. Vanuatu y Taveuni como observadoras del día que declina y del nuevo día que comienza. Ahora puede amarla dos veces. Amarla en días distintos a la vez. Oportunidad y privilegio que todos los amantes deberían tener alguna vez. Despertar a un nuevo día y poder corregir los errores cometidos viajando al día anterior que aún no ha terminado. Y volver al día que despunta desde el atardecer vivido de nuevo. Oportunidad para corregir una lágrima, un desencuentro, un enfado o una tristeza, cometidos todos por la torpeza que recubre el amor loco. Un mismo lugar pero con dos días distintos a la distancia de un paso. Dos tiempos a su disposición para poder jugar con ellos como con su rojizo pelo. Pero para poder hacerlo realidad la necesita a su lado. Sin ella dicho privilegio queda oscurecido por la ausencia. Sin embargo fue su elección.

Al final solamente queda la certeza de que todo el mundo debería poder llevar su meridiano 180º consigo. Poder, en el instante mismo de la causa, viajar al momento anterior, al día anterior y subsanar su descuido. El no vio su meridiano entre sus sombras. No consiguió retroceder en el tiempo y aprovechar su momento. Ahora es insuficiente con recorrer hacia atrás un día en el tiempo. Ni su carrera sin final serviría para devolverle al calendario la oportunidad de repetirse de nuevo y con ello poder subsanar su falta de valentía en el momento dichoso que la vida le puso ante sus ojos y él, ciego y timorato, no se atrevió a hablar, a decir, a expresar, a confesar que desde mucho tiempo atrás estaba enamorado de ella, desde cuando ese amor sentido era clandestino y no se lo podía permitir.

Ahora suma atardeceres y amaneceres rojos que va impresionando en su cerebro dibujando punto a punto su recuerdo para que no muera jamás. Porque aunque ella no sepa que la sigue queriendo, ella no será nunca parte de su problema, sino su absolución.

miércoles, 15 de agosto de 2012

E.R.E. AL GOBIERNO: EL INICIO DE UNA REVOLUCIÓN SOCIAL


Aún cuando el sistema democrático posee los mecanismos legales para el cambio de signo político en la forma de gobierno sin agotar la legislatura, no estaría de más que, aprovechando el cambio de normativa propuesta por el gobierno del Partido Popular en la aplicación de los expedientes de regulación de empleo, E.R.E.s, se pudieran aplicar estos últimos en la dinámica política. Con el empleo de la figura de la Iniciativa Legislativa Popular, un número de firmas suficientes debiera bastar para el inicio del expediente regulatorio que pudiera desembocar en un cambio de gobierno sin concluir la legislatura. Un E.R.E. político extintivo.

Es indudable que se puede invertir el signo político de un gobierno mediante el cambio de alianzas entre los partidos políticos del arco parlamentario, pero no es menos cierto que esto solamente se puede producir en los casos en los que no existe mayoría absoluta. Igualmente cabe el razonamiento para la moción de censura. Sin hablar de los propios intereses partidistas, que en la mayoría de los casos impiden reflejar el verdadero sentir de los ciudadanos, su dinamismo y tendencia, expresado a través de la infinidad de medios de difusión puestos a su alcance y, especialmente, en la calle.

El periodo de cuatro años normalizado en el sistema político democrático, se ha convertido en el actual caso español en un secuestro de la libertad social y personal de los ciudadanos, estafados por un partido político que llegó al poder con el mayor programa electoral de mentiras de la democracia española, como se ha encargado de demostrar con la mayor caradura posible desde su investidura. Con esta posibilidad se devolvería al ciudadano parte del mandato soberano regido en la Constitución de que la soberanía reside en el pueblo y se estaría más cerca del ideal de gobierno en función de los objetivos de futuro de la mayoría. Los programas electorales dejaría de ser papel mojado ante la posibilidad cierta de su inculpación criminal contra el pueblo por incumplimiento.

El hecho cierto es que con la nueva normativa cualquier empresa puede despedir a sus trabajadores por el mero hecho de enlazar una bajada de beneficios en un periodo estimado. Nada cuenta que esa misma empresa haya tenido grandes beneficios en los meses anteriores o lo pueda tener en el futuro. Beneficios que en los tiempos de bonanza no repercuten en los trabajadores, solamente en los directivos. Este cambio de normativa supone su aplicación a la Administración del Estado y del conjunto de la CC.AA. Al personal laboral de las mismas se le puede aplicar un expediente de regulación del empleo en el caso de que la administración a la que pertenecen reciba un 10% menos de las transferencias de capital que recibe del Estado. Y esto supone una perversión del mandato público, además de la posibilidad de su manipulación para el despido de sus trabajadores. Basta con un acuerdo del gobierno de de la nación con las autonomías del mismo signo político para que se produzca este hecho y estas últimas tengan el motivo para proceder con dichos expedientes. Y es perversión porque los funcionarios y laborales de la administración no pertenecen a ninguna empresa privada sino que son los garantes de la estabilidad y continuismo administrativo independientemente del partido político que gobierne. Su estabilidad supone la estabilidad administrativa ante los vaivenes de la política. Son los garantes de que se cumplan las leyes ante las peticiones de fraude y estafa que los políticos emplean en su particular forma de gobernar. Y esto es algo que debe aprender el conjunto de los ciudadanos: la administración pública no es el gobierno de turno, ni le pertenece. Es neutral.

A nadie le cabría en la cabeza que el gobierno aplicara un expediente de regulación de empleo en la policía porque no ha equilibrado el Ministerio del Interior sus cuentas, despidiendo a parte de su plantilla y dejando sin seguridad al conjunto de los españoles. Es absurdo y criminal. Salvo que ese mismo gobierno esté facilitando la privatización de la seguridad nacional con el fin de favorecer al sector privado amigo en pago de no se sabe que favores. Como ejemplo puede valer la privatización de la eléctrica pública Endesa por parte del gobierno de Aznar y su posterior contratación una vez privatizada. De libro.

Pero a la política y a los políticos si cabe aplicar el expediente de regulación de empleo. Y a este gobierno mentiroso más. ¿Por qué no? Si el mandato de un gobierno es el de procurar el beneficio y progreso de sus ciudadanos, incrementar su nivel económico y educativo, procurar el descanso de los que han participado en el tejido productivo, procurar cobertura sanitaria y social para todos y especialmente para los menos favorecidos, etc, está claro que en los meses que llevamos de legislatura popular no se han cumplido ninguno de los mandatos del buen gobierno. Al contrario, se ha quebrado el tejido económico y social produciéndose una brecha, que se agranda cada vez más, entre ricos y pobres. La situación del país es peor cada día ante la ineficacia de un gobierno títere del poder económico nacional y de los mercados internacionales. Un gobierno inepto e incapaz que mira hacia otro lado ante las demandas legítimas de los ciudadanos.

Por tanto es lícito presentar un E.R.E. extintivo de la relación laboral contraída por los miembros de este gobierno con el conjunto de la sociedad, constituida en empresa nacional, ante el descuadre de la cuentas de la ética y la honestidad que todo gobierno debe preservar. Este es incapaz de ello.

miércoles, 8 de agosto de 2012

SI PARA TI SOY CULPABLE, PARA MI ERES CRETINO


Hace tiempo que me llegó este correo de un funcionario cabreado. La intención era difundirlo con el fin de que todos los miembros de este colectivo y quienes nos apuntan con el dedo supieran lo que sentimos y lo que pensamos de todos ellos. Suscribo palabra por palabra todo el texto, sobre todo los calificativos vertidos sobre todos esos cretinos que creen que su incapacidad intelectual puede servir como patente de corso para culpabilizarnos de algo en lo que no tenemos nada que ver. Creo que ya es hora de levantar la cabeza y sentirnos bien con nosotros mismos. También levantar la voz, sin miedo, en cualquier lugar, con provocación. Es hora de que los ostias vuelen por doquier, a diestra y siniestra. A fin de cuentas ya están bobos, no podemos hacerle mucho mal. El texto es vuestro, disfrutarlo.
“Resulta que en la década prodigiosa del pelotazo, cuando media España se lo llevaba caliente a casa, cuando un encofrador sin estudios se embolsaba tres mil euros, cuando hasta el último garrulo montaba una constructora y en connivencia con un par de concejales se forraba sin cuento, cuando un gañán que no sabía levantar tres ladrillos a derechas se paseaba en Audi, los funcionarios aguantaban y penaban. Nadie se acordaba de ellos. Eran los parias, los que hacían números para cuadrar su hipoteca, hacer la compra en el Carrefour y llegar a fin de mes, porque un nutrido grupo de compatriotas se estaba haciendo de oro inflando el globo de la economía hasta llegar a lo que ahora hemos llegado.
 
            Y ahora que el asunto explota y se viene abajo, la culpa del desmadre… es de los funcionarios. Los alcaldes, diputados y senadores que gobiernan la cosa pública a cambio de una buena morterada no son responsables de nada y nos apuntan directamente a nosotros: somos demasiados, hay que ultracongelarnos, somos poco productivos. Los responsables bancarios que prestaron dinero a quienes sabían que no podrían devolverlo tampoco se dan por aludidos. Todos los intermediarios inmobiliarios, especuladores, amigos de alcalde y compañeros de partida de casino de diputado provincial no tenían noticia del asunto. Nosotros sí. Como diría José Mota: ¿Ellos? No. ¿Nosotros? Si. Siendo así que ¿ellos? No. Por tanto, ¿nosotros? Si.

            La culpa, según estos preclaros adalides de la estupidez, es del juez, abogado del estado, inspector de hacienda, administrador civil del estado que, en lugar de dedicarse a la especulación inmobiliaria a toca teja, ha estado cinco o seis años recluido en su habitación, pálido como un vampiro, con menos vida social que una rata de laboratorio y tanto sexo como un chotacabras, para preparar unas oposiciones monstruosas y de resultado siempre incierto, precedidas, como no podía ser de otra forma, de otros cinco arduos años de carrera. Del profesor que ha sorteado destinos en pueblos que no aparecen en el mapa para meter en vereda a benjamines que hacen lo que les sale de los genitales porque sus progenitores han abdicado de sus responsabilidades. Del auxiliar administrativo del Estado natural de Écija y destinado en Barcelona que con un sueldo de 1.000 euros paga un alquiler mensual de 700 y soporta estoicamente que un taxista que gana 3.000 le diga joder, que suerte, funcionario.

            La culpa es nuestra. A poco que nos descuidemos nosotros los funcionarios seremos el chivo expiatorio de toda una caterva de inútiles, vividores, mangantes, políticos semianalfabetos, altos cargos de nombramiento digital, truhanes, pícaros, periodistas ganapanes y economistas de a verlas venir que sabían perfectamente que el asunto tarde o temprano tenía que petar, pero que aprovecharon a fondo el momento al grito de mientras dure dura! y que ahora, con esa autoridad que da tener un rostro a prueba de bomba, se pasan al otro lado del río y no sólo tienen recetas para arreglar lo que ellos mismo ayudaron a estropear, sino que, además, han llegado a la conclusión de que los culpables son... tachan...los funcionarios.

            Soy funcionario. Y además bastante recalcitrante: tengo cinco títulos distintos. Ganados compitiendo en buena lid contra miles de candidatos. ¿Y saben qué? No me avergüenzo de nada. No debo nada a nadie (sólo a mi familia, maestros y profesores). No tengo que pedir perdón. No me tocó la lotería. No gané el premio gordo en una tómbola. No me expropiaron una finca. No me nombraron alto cargo, director provincial ni vocal asesor por agitar un carnet político que nunca he tenido.

            Aprobé frente a tribunales formados por ceñudos señores a los que no conocía de nada. En buena lid: sin concejal proclive, pariente político, mano protectora ni favor de amigo. Después de muchas noches de desvelos, angustias y desvaríos y con la sola e inestimable compañía de mis santos cojones. Como tantos y tantos compañeros anónimos repartidos por toda España a los que ahora algunos mendaces quieren convertir, por arte de birli-birloque, en culpables de la crisis.

            Amigos funcionarios, estamos rodeados de gente muy tonta y muy hija de puta.

            PD. Si alguien, en cualquier contexto, os reprocha -como es frecuente- vuestra condición de funcionario, os propongo el refinado argumento que yo utilizo en estos casos, en memoria del gran Fernando Fernán-Gómez: "Váyase usted a la mierda, hombre, a la puta mierda."
            Si eres funcionario pásalo a toda España. Si no lo eres y no estás de acuerdo, ¡váyase usted a la mierda!”

miércoles, 1 de agosto de 2012

TERESA: UNA ÁGUEDA EN EL CIELO


Es difícil escribir cuando un arco iris de tristeza se convierte en esa aduana maldita que separa la vida de la ausencia. Cuando las lágrimas de una familia se convierten en tempestad e inundación de pena ante la pérdida. Su látigo salado nos azota y lacera el corazón ante la brusca interrupción de la vida. Sobrevenida sin aviso, arrancando de cuajo la felicidad que antes se había puesto en sus manos. Ese momento crítico en el que la luz fría se convierte en palidez de reflejos que hacen que ocultemos nuestros ojos enrojecidos ante la exposición pública de sus significados. Es difícil entender un equilibrio más inestable que el de la felicidad y la tristeza.

En esta apuesta perdida de antemano con la muerte, la ausencia ajena hace renacer ausencias propias y podemos entender el dolor y la rabia, que se convierten en solidarias ante lo inexplicable. En ese momento nos deshacemos de nosotros mismos para ser ellos e intentar paliar, o compartir, sus sentimientos. Horas de vértigo insondable, de subidas y bajadas en la noria del ánimo. Carrusel circular de imágenes que no para de girar en nuestra cabeza. Porque todos morimos un poco cuando muere una persona cercana a nuestra vida.

¿Cómo confortar en esos momentos? Las palabras faltan y las que conseguimos decir parecen extraídas del absurdo. Intentos que se quedan en nada ante la magnitud del hecho. Es imprescindible la cercanía, el abrazo, la caricia, la prontitud del gesto amable, la atención continua. Y sin embargo, todo es nada. El desconsuelo parece eterno y se extiende como una mancha que es imposible quebrar.

Solamente os puedo decir que las lágrimas surgidas de vuestro desconsuelo, como la lluvia de otoño, hacen más puros los rostros. Los vuestros. Y, quizás, los nuestros en vuestro reflejo. Porque aunque la muerte atraviese el olvido, vosotros no lo consentiréis. Los sones y las canciones de las Águedas tampoco lo permitirán. Una vez pasada la tormenta furiosa con sus crespones negros, reverdece el suelo y sus olores húmedos, a tierra, os recordaran su voz, su risa, su rostro. Los momentos felices de una vida, que aunque quebrada antes de tiempo, son inmortales. Y sus manos llegarán hasta vosotros desde el recuerdo para confortaros, con la misma dulzura y amor con que la recordaréis.

Ahora sois portadores de un recuerdo que hará que nadie la olvide. Responsabilidad infinita por todo el tiempo vivido junto a ella. Un grito de amor ante la eternidad. Porque siempre que aflore su recuerdo, el pasado se hará presente y estará con vosotros. Con sus amigos. Con todos. Os he visto llorar y he visto llorar a mi alrededor a la gente que conozco. También a la que no conozco. Pero estoy seguro que todo ese caudal de sentimientos se convertirá con el tiempo en la celebración de su vida y no la tristeza de su tiempo secuestrado. Tiempos difíciles que irán remitiendo, calmando la pena y atemperando la tristeza.
 
           Estas palabras son para vosotros. Para ti, Guti, para Alberto, para Ana Teresa, para Carlos, para Héctor. Las palabras que no fueron capaces de surgir en su momento, ni tan siquiera sé si ahora. Pero que ahí estaban. Y sobre todo, para vuestro padre, José Luis.