jueves, 22 de febrero de 2018

CAFÉ CON PORRAS (NO POLICIALES)

              Pues parece ser que estamos en peligro. Un peligro de coyuntura política, claro está, nada que tenga que ver con nuestra integridad física y ética. Según un diario de tirada nacional de reconocida trayectoria conservadora, aquí el término “reconocida” no alude a valores periodísticos objetivos sino a una estructura empresarial subjetiva de amplio espectro subvencionable y servil, la mayoría de izquierdas en Zamora podría perderse en las elecciones municipales del año que viene. Empero, su acreditada experiencia en manipulación periodística, subjetividad editorial y múltiples descalificaciones de aquellos que sostienen opiniones contrarias, subvirtiendo la ecuanimidad que se presupone en un medio de comunicación, invita a poner en entredicho la citada información al hilo de todo lo expuesto anteriormente.

            Sin embargo, esta información me incita a reflexionar sobre estos casi tres años de legislatura municipal de izquierdas en una ciudad, a priori, de marcada genética conservadora. Lo primero que debería confesar es que, aún siendo votante de IU, nunca sospeché que cabría la victoria que se produjo. Tantos años de gobierno del PP, a pesar de sus fechorías al mando de la alcaldía, me habían producido un cierto desánimo ante el grado de masoquismo, o pasotismo, o estupidez, de una amplia capa del electorado directamente afectado. El sorpasso parecía imposible ante unos votantes más parecidos a “hooligans” futboleros, que gane mi equipo aunque sea de penalti injusto y en el último minuto, que a ciudadanos aplicados en la razón y la ética a la hora de enjuiciar y valorar los méritos de unos y otros. Tanto en el gobierno como en la oposición.

            Resultaba frustrante como año tras año el político mejor valorado era el actual alcalde por IU mientras que en cada elección eran otros, los peor valorados, los elegidos junto con sus partidos. Con esto se puede explicar mejor la aberración que supone asemejar los partidos políticos y la política con los equipos futboleros, antes mencionada. Supone aceptar que, si solamente deseo que mi partido gane por lo civil o por lo criminal, me da igual la calidad, el bagaje intelectual y la ética de los miembros que compongan la lista electoral, aceptando que la formen personas, animales o cosas. Vamos, que la puede integrar un rebaño de cabras payoyas gaditanas. Así que primero pasmo, sorpresa y luego alegría por la victoria pero una cierta desazón por las razones de este cambio a mejor, tengo que decir. ¿Cabría suponer que, por fin, la ciudadanía se había desembarazado de su eterno caparazón de caspa y decidido mirar al futuro de tú a tú?

            No sé. ¿Podría ser, por el contrario, que una inmensa “rave” se hubiera producido de manera multidimensional repartiendo pastillitas de colores, y no precisamente contra la artritis, despejando la mente y abriendo los ojos a un color inefable expulsando de su interior la angustia perenne de su existir? Aunque esta explicación me subyuga más, no creo que sea la real. Ni siquiera la anterior y más prosaica. Aquí la razón tiene razones que no entiende. Lo que está claro es que la victoria electoral hizo que la nueva oposición, la que antes mandaba, mostrara sus miserias, sus débiles costuras, las mínimas aptitudes con las que había gobernado, con mayoría absoluta vale todo aunque seas un necio, y con las que ha ido sembrando de esperpénticas acciones sus años de oposición. Y si esto es un hecho palpable hasta para el más integrista, ¿por qué, según el vocero nacional, se puede producir un nuevo vuelco electoral y volver a las andadas? ¿De nada vale un gobierno municipal equilibrado, social, comprometido con lo público, ajeno a las presiones oligarcas e incardinado en el entramado general y no ajeno y elitista? ¿De nada vale que la oposición, la que parece que puede ganar, haya hecho el ridículo estos tres años dando bandazos sin brújula al albur político más impredecible y mostrando la mudez propia de quien no tiene argumentos sólidos para presentar algo de batalla con altura, más allá de algunas escaramuzas sin sentido?

            En fin, para terminar, una anécdota. Una conocida de la familia, ya mayor y seguidora fiel de los colores azules, confesó, no sin hacerse de rogar, lo bien que lo estaba haciendo el alcalde, supongo que también lo haría extensible en su fuero interno al equipo de gobierno, en todo este tiempo, lo cual le parecía inaudito para alguien que no fuera de su partido. Pero, siempre hay un pero que lo justifica todo aunque sea absurdo, le seguirá sin votar porque no se pone corbata en los actos a los que acude y un político como Dios manda, ¡a qué se nota que es azul!, siempre debe ir con traje y corbata. O sea, mejor con traje y corbata aunque sea corrupto que ético pero sin corbata. Y de este modo se aúna lo mejor y lo peor de la democracia, la cual, y aquí voy a ser políticamente incorrecto, y como comprenderéis me la suda, da el mismo valor a cualquier voto. Perdón, su voto vale más en esta provincia, por lo de la Ley D’Hont.

jueves, 15 de febrero de 2018

FEBRERO Y UNA TAZA DE TÉ

            Realmente, y pensándolo bien, deberíamos intentar volver a esa formación académica multidisciplinar característica del Renacimiento. A un cuerpo completo de materias interrelacionadas entre sí que confluyan en una realidad que no obvie el carácter multifactorial de cualquier asunto que se trate. Incluso el penal. Porque si nos molestamos un poco en leer y razonar las noticias que surgen a nuestro alrededor, y no pasamos por ellas en modo “red social”, o lo que es lo mismo: sin enterarnos de nada, como si los titulares, esos vulgares luminosos de feria, fueran suficientes para conocer el contenido, nos daríamos cuenta de que en el estamento judicial, o en los legisladores de las normas que fundamentan su quehacer, falta matemática, mucha matemática.

            En este tiempo de movimientos sociales en busca de una reforma del Código Penal, no estaría de más que se hiciera una profunda reflexión sobre la proporcionalidad en el castigo. Y no me refiero a esos casos omnipresentes, y graves, en las noticias sino al mero discurrir diario en los juzgados. No sé porque he recordado el caso de aquel ladrón de una gallina para el cual el fiscal pidió una pena de un año. No hubo violencia, ni intimidación, ni siquiera contacto físico con los dueños de la gallina en cuestión. No hubo intención de traficar con la gallinácea, ni vender sus órganos, no era valiosa por poner huevos de oro. Simplemente tenía hambre y no poseía nada para comer. Vaya, un criminal peligroso.

            Navegando por internet he localizado una empresa de venta de gallinas ponedoras de razas supuestamente puras que venden la unidad, variedad Sussex en este caso, a 15 €.  Si extrapolamos este inicio y el ladrón hubiera robado 10 gallinas el coste total sería de 150 € y la pena se hubiera elevado a 10 años. Veamos que resulta algo chocante el valor de lo robado con la pena impuesta teniendo en cuenta, aquí viene lo de la falta de más matemática en el estamento judicial, que si extravías unos cuantos millones de euros por aquí y despistas otros tantos por acá te puede caer la misma pena. Así, a bote pronto, se me ocurre aconsejar a los futuros ladrones de gallinas que cambien el objeto de su hurto y tengan más altas miras, una ambición más acorde con los desregulados tiempos que vivimos y se arriesguen, osen intentar entrar en ese reducido grupo de elegidos a los que la ley ampara en su ordenamiento penal.

            ¿Por qué robar una gallina? Roba mil de golpe y pones una granja a nombre de un testaferro nativo de las Islas Caimán, ¡si es que con este nombre no podía ser más que un paraíso fiscal!, te caerán veinte años como mucho, reducción de condena, doce años, y a la calle. Habrás entrado de golpe y por la puerta grande en ese selecto mundo carcelero-empresarial sabiendo que no deberás devolver nada de lo robado. En este país lo que está penado no es robar sino el robo minorista, ese robo de extracto social medio-bajo, sin estudios, sin clase y estilo, sin respetar las tendencias que, en materia de sustracciones, marcan los líderes políticos y financieros. Vamos, que no vais a la moda robando gallinas. Deberíais constituiros en confederación, crear vuestra propia patronal asociada, exigir legalidad impune e imaginar en grande. Eso o construir una autopista de peaje, que es como robar gallinas a lo grande, millones de gallinas año tras año sin ningún tipo de contrapartida que, una vez exprimidas, os recomprará el estado para hacer el caldo con el que nos obsequiará, pobres de nosotros, cuando nos dejen sentar a su mesa por Navidad. Ahí lo dejo. 
  
          P.D. Para los informadores y gente en general. Estamos en febrero y está haciendo buen tiempo, ¡joder! Buen tiempo en febrero no son 20 grados, no es sol, no es chaquetita. Es lluvia, es nieve, es niebla, es frío. Lo otro es verano. Bajan los embalses porque no llueve y nieva lo suficiente y la plebe poniéndose contenta porque suben las temperaturas en pleno invierno. Si es así, ojalá os achicharren los 40 grados del verano cuando no podáis beber una gota, que parecéis anormales.

jueves, 8 de febrero de 2018

LA CIUDAD DE LOS SALMONES

        No sé si será peligroso para mi integridad mental, usted dirá, pero a veces, ¡no!, siempre, veo salmones. Aquel niño de la película, algo repelente, por cierto, veía muertos, a veces. Yo, más prosaico y materialista, veo bancos de peces boquear el final de sus días nadando en las corrientes unidimensionales urbanas. Comprenderá que no me refiero a ese pez marino de la familia de los salmónidos sino a su vertiente humana, el paralelismo conductista sapiens que habita este centro paliativo que llamamos ciudad. Eso sí, no me confunda, sé de sobra que la similitud no es exacta en toda su extensión sino que permuta la procreación de nuevas generaciones en sus extremos opuestos, aunque con el mismo resultado. Al final, unos y otros terminamos acostados sobre el lecho de arena y piedras que nos dividirá definitivamente en los elementos fundamentales de la naturaleza. Aquellos, para ayudar a crear nueva vida con sus nutrientes y éstos…para acumular muerte. Así de egoísta es la religión.

            Nacidos en esos lechos acuosos de baldosa y adoquín, en sus partes altas, al abrigo de depredadores en sus pequeñas plazas, en los recovecos de los callejones más apartados pues solamente los más vanidosos y hedonistas osan originarse en los muestrarios públicos de las vías principales, pasan la infancia entre cantos y guijarros, entre las piedras y sillares de una anciana vida. Esa mirada inocente, también los peces ven, es incapaz de desentrañar, de discernir que el cristalino elemento que los cobija no es más que la falsa metáfora de un ocaso apenas descifrado. Que la lluvia, que la calle, es mas turbia de lo que parece a primera vista y no corre aguas abajo, sino que simula (¡qué tranquilo se vive aquí!, ¡esto es calidad de vida!), aparenta porvenir, finge futuro, miente vida. Así como nuestro amigo pisciforme lleva en su adn el viaje que se desencadenará a continuación, es la ciudad, su adn, quien proscribirá en el tiempo a sus retoños, los expulsará cuando estos sean capaces de percibir la miseria de sus costuras. Unos y otros se irán y, algunos, volverán pero, sinceramente, no con las mismas fuerzas.

            Regar vida en los extremos del paréntesis que es la realidad más inmediata, pertinaz, obstinada. Pasan los años y aquellos salmones expulsados de la matriz urbana en la que nacieron vuelven. Vuelven repitiendo los mismo mantras de siempre: ¡qué tranquilo se vive aquí!, ¡esto es calidad de vida! Pero vuelven resecos. Sus úteros y gónadas son solamente una metáfora física del antiguo esplendor reproductor del que hicieron gala. A diferencia del verdadero, que antes de la muerte regala vidas futuras, un nuevo ciclo vital de crecimiento y desarrollo, aquí solamente se dona ocaso y muerte. La rebeldía, la vitalidad quedaron atrás, si es que alguna vez fueron poseedores de ellas, atrapados en el cinismo ancestral del silencio. Solamente una porción de nacientes se queda atrapada en su tela de araña de causas y motivos y permanece. ¿Y qué será de esta ciudad cuando la disminución de ejemplares fértiles residentes sea tan acusada que la vuelta de su producto sea ínfima? Únicamente queda menguar pausadamente, con dignidad, asumiendo que otros ríos y corrientes prometen futuro para la vuelta sin que se interrumpa la eterna creación.

            Somos salmones varados al final del recorrido sin futuro que engendrar. Seguimos la corriente local en cualquier dirección sin llegar a ninguna meta. Materia prima para carroñeros foráneos que se nutren de fagocitar futuros ajenos para engordar el suyo. Hospital sin paritorio, geriátrico sin paliativos. A veces veo salmones, siempre veo salmones. Quizás yo ya lo sea.