martes, 22 de diciembre de 2015

LA CULPA SERÁ TUYA...Y LO SABES

       Una de las voces del libro “El fin del Homo Sovieticus”, de la premio Nobel de Literatura, Svetlana Alexiévich, dice: “Los rusos necesitan la libertad igual que un mono unas gafas”. En la entrevista del Magazine del 13 de diciembre, Alexiévich profundiza en esa afirmación aseverando, desde su punto de vista, que por la propia naturaleza rusa nunca se va a poder instaurar una democracia real y libre: “Algo llevamos en los genes: Pedro el Grande, Stalin…mientras que Alejandro II el Libertador, que abolió la esclavitud y dio libertad a Rusia, fue asesinado. Y a Gorbachov lo echamos. Los checos buscaron un Václav Havel, pero nosotros nunca dimos protagonismo a Sájarov, nosotros queríamos un padre autoritario”.

            A veces creo que en los países democráticos, pero que han sufrido dictaduras largas, de amplio espectro, se modifica el ADN humano hasta el punto que involucionan social y políticamente, que incorporan a la naturaleza de sus habitantes, como una especie de síndrome de Estocolmo, el papel de dependientes, de menores de edad eterna, que dejan en manos de sus autoproclamados tutores, las decisiones que van a conformar su destino, convencidos de que “ellos” son más listos, más capaces, más competentes que nosotros. Padres de la patria que simbolizan nuestro fracaso, nuestra negación  para tomar las riendas de nuestro destino y asumir la responsabilidad que todo esto conlleva.

            Este país, ejemplo de todo lo dicho, es como ese cliente adicto al sado, que cada cuatro años acude a sacudirse el complejo de culpa, a renegar de sus obligaciones aduciendo su papel de esclavo. No conoce otra cosa, o si la conoce, le da miedo. Tomar decisiones es traumático, genera incomodidad, mejor dejarlo en otras manos, esas que, una vez te utilizan, serán las que te echen a la calle hasta una nueva visita. No estás cómodo, te sangra la espalda, estás lleno de escupitajos, a cuatro patas imploras más castigo, pero ¡azótame otra vez, mater misericordia!, que yo conservaré el espíritu de la raza, nuestra estirpe de hijosdalgo, conservaré y conservaré por ti hasta el final de mis días.

            Nos contaron tantas veces que éramos los descendientes del Imperio en el que nunca se ponía el sol, luego que éramos europeos de primera, que nos lo acabamos creyendo. En este país nadie es un trabajador, un asalariado, todos somos clase media o empresarios de estirpe. Intentamos conservar ese sueño con todas nuestras fuerzas no siendo que al despertar nos demos cuenta de que hemos vivido una mentira, la verdad de otros. Devoramos esa quimera como los niños engullen las golosinas, con devoción, con patetismo, casi hasta la nausea. Obsesionamos la vida que nos venden y actuamos en consecuencia. Intentamos participar del pastel sin caer en la cuenta de que no somos bienvenidos, que solamente nos dejan asomar las narices cada cuatro años, echándonos las migajas y regalándonos el oído con frases del tipo: “sin ti esto no sería posible”. Y seguimos creyendo en el cuento.

            Pero debemos afrontar el hecho de que nuestros actos tienen consecuencias y que debemos conocer la magnitud de nuestras acciones y como afrontarlas. Reflexionar y valorar antes de actuar, en definitiva, ejercer la responsabilidad de forma ética para con nosotros y los demás. Al votar estamos, en primer lugar, si votamos al partido gobernante, dando carta de naturaleza a lo hecho en los cuatro años anteriores, sea bueno o malo. No podemos esperar abrazos del Ama cuando nos ha estado dando latigazos, así no funciona esto. Si aceptamos insultos nos obsequiarán con más de lo mismo. No se puede votar en función de unas caras, de unos brindis al sol en debates populistas, sino en función de los programas, del grado de ejecución de los anteriores, de los proyectos, etc.

¿Alguien es su sano juicio cree de veras en que el partido del gobierno, de derechas, por si no lo sabíais, que introdujo la reforma laboral más tóxica para los trabajadores va a dar marcha atrás por volver a salir en las urnas? ¿Qué va a dar marcha atrás en la Ley de Educación? ¿Qué va a dar prioridad a la sanidad pública? ¿Qué va a exigir a los bancos que devuelva los fondos del rescate? ¿Qué va a devolver el dinero sustraído del fondo del pensiones cuando su objetivo es la privatización de las mismas?... Después del mayor expolio en derechos sociales y económicos de la democracia, todavía le otorgáis 123 escaños al Partido Popular, a los que hay que sumar los 40 escaños del partido gemelo, Ciudadanos.  
            Y sin embargo les seguís votando. Vosotros, esa inocentemente autoproclamada clase media, pero que no llega, apenas, a fin de mes, vestidos con la bisutería barata de los contratos basura, que aceptáis como mal menor, sin pararos a pensar en quién engendró este entramado de engaños y sin pensar en que existen otras opciones, difíciles de conseguir, pero factibles. Si algo ha quedado claro con estas elecciones generales es que la culpa ha cambiado de bando. No se puede culpabilizar siempre a los mismos, los políticos, a fin de cuentas, ellos hacen su trabajo de políticos, sino que los verdaderos culpables son los ciudadanos que los votan, haciendo del voto un ejercicio de dejadez, apatía, pereza y desidia que se vuelve contra nosotros más pronto que tarde. Aunque cuando llega el caso, curiosamente, nadie es culpable, nadie los votó. Deberíais leer Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago.

            Pero, ahora, ya no te puedes esconder: la culpa será tuya…y lo sabes.

domingo, 13 de diciembre de 2015

SE TE HARÁ BOLA EL MAZAPÁN

                En plena campaña electoral, convendría reflexionar un poco sobre la forma en que cada ciudadano decanta su voto hacia un partido u otro. Estamos acostumbrados a oír la acomodada letanía del yo voto a mi partido porque representa lo que yo pienso, primer error, el partido no es suyo sino de unas elites que lo manipulan a su antojo con sus listas cerradas, sin caer en la cuenta de que hace ya mucho tiempo que los intereses de ese partido son otros, que simplemente compone cada cuatro años una serie de idearios genéricos destinados a conformar a la masa, los cuales son simplemente la red en la que caemos con demasiada frecuencia.

            Sería necesario repasar lo ocurrido durante los últimos cuatro años de legislatura para cerciorarnos de si lo prometido e incluido en su programa electoral en aquel inicio se ha llevado a cabo por quien, ahora, nos pide el voto con los mismos argumentos ya caducos. Enumerar los candidatos propuestos y observar si son los mismos que nos vendieron el fracaso actual y molestarse en indagar cual ha sido su actividad parlamentaria, estatal o autonómica, o municipal, para estar seguros de que no volvemos a votar a quienes no son más que un bluf verborreico, parásitos de lo público, políticos profesionales en busca de la pensión garantizada, que atienden con mayor energía a las directrices de su partido que a las exigencias de los ciudadanos que les han votado, disyuntiva que ellos siempre resuelven, ¡cómo no!, a favor de favores.

            En la actual campaña electoral el ciudadano tendrá la ocasión de darle una patada en el culo a quienes durante cuatro años han mentido a la ciudadanía con la soberbia de quienes saben que volverán a ser votados, aunque las encuestas nos digan que parece ser que no, que no habrá patada en el culo al Partido Popular. Se juega la partida electoral en los límites de la indecisión sin importar el resultado final, como si fuera ese partido que se juega sin ganas, por obligación, para el tercer o cuarto puesto de cualquier torneo. Parece ser, en consonancia con nuestra ancestral vocación para votar sin mirar que votamos, que el oropel, la pompa y el boato sin brillo de un nuevo partido de la derecha, que representa lo que no es, pero que así se hacen llamar, Ciudadanos, emerge con la fuerza de la ignorancia del votante que desconoce, por no ejercer su obligación, ¡sí!, obligación y deber de ciudadano, su origen, sus verdaderos intereses, a quien representa realmente.

            Todo esto, unido por el otro lado del espectro electoral al surgimiento del partido representante del lado oscuro de la soberbia, hace que en esta ocasión sea todavía más importante ejercer el voto con honestidad, con ética, olvidándonos de la tradicional impostura de darle más importancia al hecho de votar, en los setenta estaba bien, volvíamos a tener democracia después de cuarenta años de barbarie totalitaria, que a lo que se vota. Con todo lo realizado durante estos últimos años por el partido en el gobierno, su programa continuista y el verdadero alcance de las intenciones del partido naranja, su Mini Yo más radical, cosa que parecía imposible, ningún trabajador, ningún inmigrante, ningún pensionista, ningún parado, etc, debería votar, por conciencia, a cualquier de estas dos agrupaciones. Pero si, a modo de ejemplo, en las elecciones autonómicas a Castilla y León, ganó el P.P., cuando más de cuarenta y cinco mil jóvenes han tenido que emigrar durante estos años, es que ni a esos jóvenes le importa el hecho en sí, ni a sus padres tampoco, por mucha pose que pongan en las barras de los bares despotricando contra todo lo que se mueve, aunque voten siempre lo mismo. ¿No es hora de que os mováis y no os quejéis?

            Sin embargo, a día de hoy, lo que reflejan las encuestas es que vamos a dar carta de naturaleza a todas las medidas tomadas en contra de la sociedad durante este último cuatrienio. Que los trabajadores se van a olvidar de la desregulación del mercado laboral implantada a gusto de empresario, volviendo a los trabajados precarios, mal pagados y sin derechos. Que los parados se van a olvidar de quien ha reducido a la nada las prestaciones por desempleo. Que los pensionistas presentes y futuros se van a olvidar de quien ha estado metiendo la mano en la Caja de las Pensiones hasta dejarla exhausta, como principio del la privatización de las mismas. Que los inmigrantes se van a olvidar de las mandolinas, de las devoluciones en caliente… Que todos nos vamos a olvidar del paso atrás que hemos sufrido en materia de derechos sociales, laborales, judiciales, en educación, en sanidad, etc.

            Para terminar, lo que ha provocado esta entrada: el señor Martínez-Maíllo Toribio, declara en portada del La Opinión de Zamora, que el hecho de votar al Senado a la candidata Clara San Damián, ambos del P.P. será beneficioso para Zamora, ya que el señor Guarido no pasa del Alto de los Curas. Una matización, señor candidato: el alcalde de Zamora no pasa del Alto de los Curas porque lo hemos elegido para regir esta ciudad, no cuidar cualquier interés distinto que, según parece, usted debe tener para no pisar el pueblo por el que usted ha sido elegido para el mismo cargo: Casaseca de las Chanas. Por otra parte, será más beneficioso para Zamora el que la candidata San Damián ejerza, de una vez por todas, su cargo de jefa de la oposición municipal, cargo al que parece hacerle ascos, dando la impresión de que entiende que está llamada a más altas misiones.

            Luego no vale quejarse en los bares. 

jueves, 10 de diciembre de 2015

EL JINETE CALVO

         Confieso que soy un clásico, un clásico moderno, como se definía así mismo, debo decir que con acierto, uno de los hombres más elegantes que han paseado por Zamora y que regentaba una tienda de ropa en la Avenida de Portugal, ahora desaparecida. Nacido en los sesenta, yo, no el dueño de la tienda, mi juventud se desarrolló en plena efervescencia setentera y ochentera lo que, a la larga, supuso en aquella generación una pervivencia en nuestro interior de unos principios muy arraigados, no de usar y tirar, sobre todo en cuestiones políticas, musicales o intelectuales. Así que, a mi alargada edad, son ya mayoría las batallas pasadas sobre las que narrar algo que las que me puedan quedar por vivir y relatar.   
         
Por eso, aún a riesgo de que mi pareja me llame de nuevo abuelo cebolleta, debo dejar constancia, porque así lo creo, de que, en cuestiones publicitarias sobre la lotería de navidad, cualquier tiempo pasado fue mejor, mucho mejor, muchísimo mejor. No me refiero a la campaña publicitaria del año pasado, la más embustera y farsante de todos los tiempos, ni a la parada de monstruos que realizaron la campaña anterior a ésa, sino a las campañas realizadas por el entrañable calvo de la lotería que, junto con Lobato, eterno narrador de la Formula Uno en España, han formado parte de nuestra más entrañable y cercana realidad,  realidad alopécica por otra parte.

La presente campaña publicitaria de la lotería de Navidad, en consonancia con la decadente y debilitada calidad instalada en Televisión Española, es el canto sentimentaloide, sensiblero, melodramático, manipulador y rancio, de una forma sesgada de entender la realidad actual. Va directo a las vísceras del espectador como cualquier vulgar telenovela, relatando una historia, que como las malas películas, suena a impostada, irreal, con un lenguaje visual anticuado, más propio de una antigua película de Disney, melifluo, candoroso, ingenuo, queriendo hacer aflorar los componentes de generosidad, amor, solidaridad, etc, que, efectivamente, posee la ciudadanía, pero que en este caso son utilizados de forma grosera para engrosar los ingresos del tragaldabas económico en que se ha convertido el Estado.

Da la sensación inequívoca de que el gobierno intenta por todos los medios difundir una sensación de normalidad social y laboral que, de todos es conocido, no es cierta. No existe ese lugar de trabajo que refleja el anuncio. La realidad indica que el protagonista, que se pasa la vida moviendo maniquíes de un lado a otro, ¿por qué?, ¿para qué?, ya hubiera sido despedido hace tiempo a través de cualquiera de las fórmulas algorítmicas que tan graciosamente ha legislado este gobierno de derechas para mayor solaz y gloria del empresariado español. Y de nada le hubiera servido su perseverancia en intentar, eso cree él, hacer feliz la vida a los demás. Esos otros que, después de encontrarse un día tras otro los maniquíes en los lugares más insospechados de la fábrica, lo llamarían al orden, después de que el Jefe les hubiera hecho recogerlos y volverlos a su sitio. ¡Pues no tienen ellos otra cosa que hacer para que venga este moñas a tocarles las narices! Por cierto, ¿no hay demasiada gente en la fábrica? ¡Cómo se nota que es virtual! En las reales los ajustes de plantilla a gusto del empresario, amparados por el brazo tonto de la ley del gobierno, hubieran reducido a la mitad su número a mayor beneficio de los mercados. Y en cualquier caso, ¿nos quieren hacer creer que esta fábrica está en España, aquí que van cerrando una tras otra, y no en cualquier país con mano de obra barata?

Por todo ello, exijo la vuelta del mítico calvo de la lotería. El sí supo entendernos. Nunca nos engañó porque nunca dijo palabra alguna. Sabiendo de la imposibilidad de que nos toque el premio a todos, haciéndonos millonarios,  nos regalaba con una pose de absoluto lucimiento y derroche, esos polvos blancos redentores de la navidad que, seguramente, nos hacían olvidar el anual fracaso aleatorio y lotero, alejándonos mentalmente de la doméstica realidad, llevándonos por mundos siderales, volviendo a la era de Acuario, intuyendo el futuro en su bola de cristal donde llovía con fruición el maná de la resurrección como si de un gran airbag repleto de risas se tratara. Soplo a soplo, convertidos en huracán, nos devolvía y sumergía en la blanca y nívea Navidad.

¡Vuelve héroe calvo, vuelve por navidad! Soplen y vuelvan a soplar de nuevo tus polvos mágicos que arranquen de esta casposa realidad publicitaria actual el síndrome de la víscera fácil, la solidaridad falsaria y la corsaria generosidad.