martes, 30 de diciembre de 2014

LA MANIPULACIÓN SYRIZA

            Debe ser muy duro, decepcionante y frustrante para un periodista trabajar en un ente de información que funciona bajo la premisa de la manipulación informativa y con un concepto goebbeliano en su relación con los ciudadanos, a los que va dirigida su propaganda. Televisión Española, comandada por una camada de gestores políticos afines a su amo, que no de periodistas, amamantada en gran parte en esa oscura bodega que es la televisión autonómica madrileña, va camino de superar cualquier límite cayendo en la más absoluta vergüenza y enterrando los principios de libertad, veracidad e independencia, los cuales deben ser los anclajes sobre los que sustentar cualquier comunicación.

            En su afán de contrarrestar la masiva implantación del partido político Podemos entre la ciudadanía española con derecho a voto, oficializada casi a diario en todas las encuestas que se han hecho hasta la fecha, los propagandistas del régimen, sin duda en posición de obediencia debida, han utilizado la última crisis griega como estrategia para sus fines, activando una campaña del miedo entre la población española y profetizando una visión apocalíptica en caso de su triunfo. Ante la eventualidad de una victoria en Grecia del partido de izquierdas Syriza, los dobermanes periodísticos de Televisión Española se han lanzado a anatemizar dicha posibilidad por lo que, según ellos, sería una debacle para la estabilidad europea, y de paso contrarrestar en España a Podemos, estableciendo una correlación entre los dos posibles triunfos en las próximas elecciones a celebrar durante el año 2015.

            Es lamentable ver como los informativos abren sus noticias estableciendo en primer lugar la posible similitud entre las dos formaciones políticas y no con el verdadero problema griego: el agotamiento de los ciudadanos ante unos ajustes impuestos por los mercaderes de Bruselas y llevados a la práctica por sus dirigentes, que han preferido salvar sus puestos y prebendas a costa de sus vecinos, repitiendo por activa y pasiva que la culpa no la tuvieron ellos, que gobernaban, sino los gobernados por vivir por encima de sus posibilidades. Esto que sería lo primordial periodísticamente hablando, queda en colateral ante las verdaderas intenciones de los voceros televisivos: extrapolar la situación a la realidad española manipulando la información y quedándose en lo que verdaderamente le importa: que Podemos no siga subiendo en las encuestas.

            Es bochornoso leer en el Canal 24 H de Televisión Española, en la línea de noticias que discurre en la pantalla, como se establecen falsos debates sobre dicho tema entre tertulianos a sueldo en busca de puntos de contacto entre las dos formaciones políticas. ¿De verdad es importante la similitud o no entre ellos? ¿No son más importantes sus propuestas de gobierno que sus formas o fondos? En todo caso, los líderes de los restantes partidos políticos españoles se han sumado a este cambalache inútil, cosa entendible en el Partido Popular por lo que le va en ello, pero no en los otros, incrementando la confusión entre los ciudadanos a los que le es censurada la verdadera información.

            Y, realmente, ésto es lo que les da miedo: auditoria de la deuda, nacionalizaciones en sectores estratégicos, subida de impuestos a los tramos superiores, finalización de la austeridad para la población, subida del salario mínimo, aumento de la cobertura de la sanidad pública, eliminación de los privilegios de la Iglesia, financiación directa del BCE a los Estados y no a los bancos privados, aumento de las prestaciones por desempleo, etc. Lo entiendo, vaya lobo para la derecha y sus mercaderes, aunque no creo que el poder económico que sustenta al gobierno del Partido Popular esté de acuerdo con estas propuestas, a fin de cuentas, se resentirían sus balances a finales de año por mucho triunfalismo que nos intenten trasmitir en discursos totalmente fuera de la realidad cotidiana de la población en general.

            Aunque puestos a asemejar, ¿esto no es lo que viene proponiendo la Coalición Izquierda Unida desde hace años, más o menos? Se llama concepto político y tener muy clara la sociedad que queremos para nosotros y que fundamentos sociales nos deben regir. Parece ser que algunos han descubierto ¡un palo! 

domingo, 14 de diciembre de 2014

EL TIEMPO CAMINA DESPACIO EN EL LABERINTO

           Vamos caminando y las plataformas de nuestra redención se dibujan, apenas con la luz, sobre el horizonte. Levantadas sobre la tierra yerma de no hace muchos años, observando el discurrir continuo y lineal de todo futuro atemporal, imperturbables, asemejan vigías, anclajes donde reposar la incertidumbre. Estructuras de acero y hormigón que no sucumben sino que, ancladas firmemente a la tierra, cobijan y alientan las miradas de desafío ante el absurdo. Gigantes de sí mismos, desvencijados otras veces, bajo sus entrañas se movilizan los engranajes chirriantes que extraen de nuevo el aliento perdido.

            Cables de acero que recorren el sendero vertical de ida y vuelta, distribuyen pasillos que se alejan sin final. Mamparos y testeros separan vidas paralelas, mientras sobre raíles de acero peregrinan en turnos circulares divisiones de patricios que contienen el derrabe escondido y acechante. Engullidos por una oscuridad de luz artificial y fría, somos tejidos por madejas cobrizas que custodian el resultado, una urdimbre de señales que se entrecruzan y balizan el angosto sendero hacia la salida. Laberinto de galerías veteadas con la mena mineral perseguida y preciada, separada, ahora sí, del escombro al final de la jornada.

Ya alumbran a lo lejos las luces de piquetes esmeraldas, ya clavan su determinada mirada en el objetivo y barrenan las paredes y tejidos minerales mientras parpadean sin descanso infinitos faros y llamadas, sonidos vigilantes, agentes de seguridad allí donde no llega las alarmas más profundas. Un universo de metal quejumbroso que, sin embargo, disimula su estrepitosa silueta con la textura de las vidas que lo habitan. Un laberíntico complejo en donde no siempre están abiertas las puertas, en donde no siempre es posible culminar el recorrido hasta la finalidad opuesta al desafío interior con el que lo comenzamos. Únicamente los guardianes del tiempo son capaces de no perderse en aquel organismo metálico, vivo por las vidas que cobija en las galerías horadadas a base de respuestas.

Por oleadas sucesivas, como mareas rítmicas en su intervalo, van entrando y saliendo los continuos turnos intercalados, mezclados sin orden, sin distinción de intereses. Allí nos incluimos como suma de intenciones que no producen rechazo, trasplante de aliento y de ánimo particular que añadir a la cuenta general. Con esfuerzo, la última hornada se adivina en la bocana de la entrada de esa montaña artificial. Oscuro horizonte por donde, ahora sí, van volviendo aquellos que fueron tejidos hace tiempo con el catéter del dolor. Parece que, por fin, arrancaron a la veta su codiciado tesoro y no se extraviaron por su laberíntico interior. Sendero labrado con las pisadas de tantos que impidieron que la puerta de salida quedara olvidada al hacer suya la permanencia.

          Nos vamos alejando sacudiéndonos los últimos restos de la tela de araña que nos envolvió. Nos vamos limpiando el tizne negro del polvo levantado al picar la pared que nos impedía el paso. Ya el continuo ulular no es el nuestro y, por fin, recibiremos la paga sublime de la jornada del sol.

martes, 2 de diciembre de 2014

PASAJERO EN TRÁNSITO

        Demasiado tiempo. O quizás ningún tiempo. Todo se vuelve relativo cuando la decisión de hacer choca con una cierta pereza, desánimo o duda, provenientes de la confusión, de la ingente proyección de imágenes y noticias que bombardean y destruyen la intención de reflexionarlas, y más ahora que ya no se puede uno refugiar siquiera en la intimidad del relato, germinada de soledad e imaginación, conceptos yermos, arrasados por la incapacidad insaciable de una voluntad quebrada, semejante y como tal, una mal estudiante que es incapaz de adaptarla a la finalidad intentada.

            Porque si ya está dicho para que incidir en ello. El pozo seco que ya no aporta nada, si es que alguna vez aportó algo, a lo ya proyectado. O el miedo a repetir, repetirse, a ser un mero transmisor de algo ya conocido, diseccionado, analizado e, incluso, intervenido estéticamente y convertido en algo que ya no es. Tiroteo de mensajes que hacen que la mera ponderación de uno de ellos quede desfasada en el poco o mucho tiempo que se necesita para su autopsia, para su análisis, para aportar lo mucho o poco de una visión individual o particular, desposeyéndola de la generalidad injusta. Dejar de condescender cuando una simple mirada te expulsa, te muestra que toda ilusión por los cambios es falsa.

            Las palabras glaseadas, las rimas escarchadas, los significados febriles de oropel, ponen de manifiesto la verdadera naturaleza de la madurez impostada, del compromiso falso, bisutería veteada de fraudulenta responsabilidad. Nacional, internacional, local, opinión, deportes… ¡qué más da! No deja de ser un puzle al que le faltan demasiadas piezas y cualquier conato de inicio está de antemano condenado al fracaso. Entonces, ¿de qué hablar? ¿En el fondo tienen algo de importancia ante la cercanía personal de los sucesos que desgarran? Dejar de ser un reflexionador de historias y convertirse en un francotirador de sumarios puede ser una salida, indigna, pero con la posibilidad de no fracasar, de no cejar de caminar y continuar el empeño, aún cuando la causa vaya quedando cada vez más lejos.

            A veces hay que aceptar que hay que orillarse al carril derecho de la autopista para dejar paso y no convertirse en aquél que por orgullo, por no aceptar la decadencia, sigue en el carril de velocidad aún cuando el vehículo que lo transporta ya no pertenece a este tiempo. Solamente una carcasa de aquel modelo que hace años fue puntero pero cuyo motor, desfasado, no aguanta el ritmo del tiempo nuevo. O, decididamente, tunear el motor de la intención y, aún cuando se viaje a la misma velocidad, ser capaces de acelerar en el momento que se requiera dicha condición y ronronear el resto del camino descubriendo el paisaje que nunca antes tuvimos la posibilidad de contemplar al fijarnos solamente en el horizonte más próximo. Sí, creo que modificar puede ser algo más que una intención. No importa ya cuantos viajeros suban en cada recorrido o cuántos de ellos elijan otro medio de transporte. Un simple botón puede llevarles con la rapidez que ellos demanden a través de infinitas carreteras virtuales, aunque la mayoría a ninguna parte. Viajes sesgados, murmullos de vecindad que se propagan con la celeridad con la que se propaga el veneno de la serpiente amortajando a su víctima.

            Hoy es martes y cuando deje de escribir, leeré. Orillado por fin, observaré plácidamente como el vértigo me sobrepasa y me precede, porque ya no importa la premura por contar(te).

lunes, 27 de octubre de 2014

TE(A)MO

             Temo…Así, torpemente, comenzaba el texto entintado sobre aquella cuartilla de papel blanco satinado que reposaba en ese momento entre sus manos. Un satinado quizás demasiado intenso sobre el cual incidían los rayos vespertinos, casi clandestinos, de una luz mortecina de un atardecer cualquiera entrando por la ventana orientada a poniente, y sobre ella, el vigor aséptico y hospitalario de la incandescencia artificial de una lámpara de sobremesa encendida para mitigar el dolor de sus cansados ojos. O, puede, el dolor de su mirada apercibida de otoño.

            Tanto una como la otra, natural o artificial, qué más daba, convergían sobre la cuartilla con un grado de inclinación que provocaba que sobre las palabras, las frases, las líneas, se sobrepusiera reflejado su rostro y que él creyó interpretar. Una primera línea sobre su cabello, aquél que deseaba ser acariciado. Un segundo reglón sobre sus ojos, su mirada, esa que deseaba siempre encontrarse con la suya. Una tercera sobre sus labios..., que pudieran, acaso, ser besados. Y así sucesivamente, como encuadrando, ajustando quizás, cada pensamiento con cada parte de su cuerpo, de su anatomía. Como si cada una de ellas, cada frase, hubiera sido originada por cada uno de los estados de ánimo, tanto físicos como espirituales, por los que sufrió y gozó mientras escribía.

            Releyendo de nuevo aquel catecismo laico de intenciones mundanas, siendo como era apenas un puñado de palabras de estructura cierta, siempre había pensado que escribía bien, aptitud adquirida en aquellos años en los que la expresión verbal y escrita poseía tanta importancia como el conocimiento abstracto y científico, observó que su significado se volvía difuso e indeterminado y comprendió que la dirección con la que comenzó el enfoque, el sentir de las mismas, el efecto comprensivo que necesitaba que agitara, que hiciera mella de olvido y distancia en el espíritu de quién era la receptora de las mismas, de aquella misiva, había ido derivando en su antónimo intencional y emocional.

            Pero las intenciones son perplejas aún cuando sean sinceras. Su vida transcurría veteada de una soledad encontrada de improviso y aceptada con la resignación estoica de quien pierde siempre. La rutinaria comodidad conceptual se convirtió en su sistemático criterio de interpretación modal de la realidad más cercana. Una soledad acompañada de estrictos criterios de interpretación que se solapaban como las distintas capas de una cebolla van escondiendo estratos sedimentarios de lágrimas fósiles, pero que van generando de modo implacable una forma tangible en encontrarse a uno mismo, de reconocerse de, aunque de forma precaria, delante del espejo crítico de la colectividad. Vicios y manías rutinarias reunidas en el molde de un extrañamiento emocional difícil, creía él a estas alturas de su vida, de romper y volver a modelar.

            Y todo aquello intentándolo plasmar en unas líneas que se fueron bifurcando hacía su contrario. Lo que debía servir de razón, de algún modo como protección ante la atracción mutua, de criterio antagónico, de excusas ciertas para la parálisis de la incipiente relación, se iban convirtiendo en prevengos, en advertencias pueriles para la deseada aceptación. La misiva que debía quebrar el inicio se fue convirtiendo en el sustento para su desarrollo. Acaso no es menos cierto que, sin advertirlo, la dura coraza de rigidez había comenzado a saltar en pedazos desde el momento primigenio de la provocación por la cual, de algún modo, comenzó a mirar fuera de ella.

            Y no tenía que cambiar nada, simplemente, remitir la carta tal y como estaba daría fe de su intención, mellada de dudas que serían riesgos, porcentaje a descubrir con el tiempo de pasada, pero con la solidez de quien sin proponérselo ha derivado hacia esa dirección y por tanto no es una solidez impostada, falsa o de cartón piedra, sino la que el consciente le ha reescrito sin que él pudiera oponerse.

            Solamente introdujo una letra en el inicio. Te(a)mo…

martes, 7 de octubre de 2014

LA ÚLTIMA CONVERSACIÓN

Se acumulan los daños en cada paso de lenta, pero inmisericorde, letanía temporal hacia la finalidad prescrita por la finitud de la existencia. Depósitos de físicos estragos después de tanta voluntad de acompasar el tempo con el sonido nigromante de los hechiceros de la tierra natural. Dolores de punzante generosidad, que como nuestros miedos, atacan de improviso provocando esa tortura intensa, lacerante, que nos mortifica el devenir. Tan pronto como llegan ya desaparecen, anunciándose en esquelas mortuorias, repetitivas, periódicas, y notificando la decrepitud que nos abruma. Voy adquiriendo la certeza, ciertamente manifiesta, de que en este instante, apenas nos podemos fundamentar ya en nuestro propio yo y buscamos no desaparecer, no difuminarnos, en las imágenes que nos recuerden en los demás. Esqueletos de memoria ajena que no nos permiten ya ser, pero nos conceden estar.

Ahora los recuerdos apenas dan para vivir la cotidianidad, pero hacen falta recuerdos para ser y tiempo para recordar, aunque a veces, con esos mismos recuerdos morimos un poco cuando no somos capaces de apartarlos en los momentos en los que consumimos nuestros últimos instantes de una vida que se agota y comienza a gestarse un nuevo comienzo. En esos fugaces pulsos de la memoria, somos capaces de observar nuestra propia cara oculta de la luna y coexistir a través de esas reminiscencias los días que se nos fueron, que se evaporaron, que se diluyeron, esos días no vividos.

De vez en cuando nos asaltan desde la impropia belleza de lo desconocido y nos miran con la burla de la sutil venganza. Nos castigan sus ojos aún cuando saben que siempre hemos sufrido por su olvido, en este momento en que cada recuerdo se convierte en una vida no vivida, en una posibilidad escapada, porque los recuerdos no son más que eso, sustantividades sin gestar que nos hieren porque no supimos ver la probabilidad, o no fuimos audaces. Y ahora solamente nos queda agonizar con la pasión de lo que no tiene remedio y, seguramente, sin razón que lo disimule.

        Porque el pasado se ha ido y el presente se va con cada instante de futuro que deseamos. Porque los que nunca supieron declinar aquella lengua muerta, pueden ahora, en cada segundo que viven, morir declinando.



sábado, 27 de septiembre de 2014

LA PÓLIZA DEL RENCOR

Aquel día se había levantado febrilmente cachondo y decidió de pronto y sin tiempo para una reflexión atemperadora de impulsos locos, como si una revelación se le hubiera instalado de ocupa progresivo en el hipotálamo, que debía dejar todo atado y bien atado. A fin de cuentas, pensó, uno no dispone de todo el tiempo del mundo para dar cumplida respuesta a tanta tontería suelta como vuela por ahí y, acaso, como no tenemos dos vidas, o tres, sería justo encontrar la fórmula que establezca los mecanismo suficientes para dar por culo desde la otra vida a tanto tonto suelto, o tonta suelta, no nos acusen de discriminación lingüística, como vuela por ahí. Mucha tontería, mucho tonto y mucho vuelo, la nueva trinidad apostática de la razón pura.

Por otra parte, el día  en sí no tenía nada de especial salvo que formaba parte de la cuenta regresiva que la naturaleza impone por ley a cada una de las vidas que habitan este jodido planeta. Aquí su mente hizo un inciso y ralentizó la maquinaria que formulaba y reformulaba la trama de su plan y se puso a divagar sobre el término “cuenta regresiva”, término que había escuchado a un presentador de una televisión argentina al anunciar la canción “the final countdown”, del grupo de música casparock: Europe.  Alucinado por las imágenes de algunas actuaciones del citado grupo, que acudían en tropel a su mente, se enredó su imaginación en errática letanía llegando a visualizar la culminación de su despropósito en final apoteósico de peinados leoninos con tintados imposibles, amortajado con la chatarrería propia de ese glam-rock trasnochado a mayor gloria de los fabricantes de lentejuelas. Cerrar los ojos y, en lugar de ver la luz blanca al final del túnel, según los postulantes de los viajes extracorporales de ida y vuelta, ir cegado de colores iriscentes en aquelarre sicodélico que, a esa hora de la mañana, le parecía la mejor forma de afrontar la futura e inevitable carcajada final. Mirando fijamente a la taza del desayuno pensó que lo mejor era cambiar de café. Siempre le había parecido que el que tomaba era demasiado “aromático”.

Pero los tiros no iban por ese lado polinésico de la muerte. A diferencia de los seguidores del derecho al olvido en la red, él había decidido llevar a buen término esas palabras que se dicen al albur de un imposible temporal, como son: “estaría mil años maldiciéndole” o “me cagaría en su padre dos vidas”. Pues de eso se trataba, no dejar nada, ningún fleco suelto y ejecutar tan sabias sentencias difamatorias a través del lado oscuro de las aplicaciones informáticas. Y para ello, lleno de orgullo y satisfacción por su genial idea, se encaminó en dirección a la sucursal más cercana de cualquier compañía de seguros con el objetivo de plantearle la posibilidad cierta de suscribir una póliza que le ofreciera semejante producto. Difícil, sí, pero no imposible, solamente había que dar con un vendedor tan enajenando como él.

Nada más atravesar la puerta de la sucursal elegida, diseccionó rápidamente a los empleados allí presentes y se dirigió directamente al de mayor edad, ya que, pensaba él, sería más receptivo, tampoco sabía muy bien por qué, ante lo que pretendía concretar. Sentado ya frente a frente, duelo de incredulidades al sol, le expuso con todo lujo de detalles su insólita propuesta:

-“estará usted conmigo en que en esta vida tan acelerada vamos dejando atrás actuaciones que nunca retomamos por falta de tiempo u, otras veces, porque van quedando diluidas ante otras más recientes o que necesitan mayor urgencia en su resolución. Entre aquéllas están la que dan respuesta a los agravios que nos van formulando a lo largo de los años esos tocapelotas que van pasando por la vida sin reparar, ¿o sí?, en los estragos que van ocasionando en los prójimos, próximos o lejanos, da igual, ya que su radio de contaminación ofensiva es como una nube tóxica que, como el efecto mariposa, comienza y termina en el infinito, si es que el infinito tiene fin.”

Esta largo preámbulo, con el que pretendía revestir de solemnidad su petición posterior y disipar en lo posible en su interlocutor las dudas que pudiera generar su teatral exposición, provocaron, al contrario, una estupefacción cada vez más creciente en el vendedor. A pesar de que se daba cuente de este contratiempo, estaba decidido a proseguir con su argumentación y conseguir su objetivo.

–“Todas esos agravios de los que le estoy hablando, y que si duda alguna usted habrá sufrido alguna vez, necesitan estar asegurados, o más bien, necesitan tener asegurada su cobertura de respuesta y que ésta se produzca cuanto antes, pero que si no pudiera producirse en el momento oportuno, se realice aún cuando la vida del tomador del seguro haya finalizado. Un producto que culmine sin límite temporal todo lo contratado”. En ese momento fue cuando creyó atisbar en su interlocutor una chispa de atención, casi seguro que no por sus intenciones vengativas, sino por la posibilidad de negocio que se vislumbraba.
Al igual que ciertos individuos creen en la teoría de la criogenización y someten a sus cuerpos a condiciones de frio intenso con el objetivo de ser reanimados en el futuro y poder aplicar terapias que den soluciones a problemas médicos sin respuesta en la actualidad, proyectando la solución de una incógnita actual al futuro probable, su proyecto guardaba una cierta similitud en la respuesta: futuro, pero con la diferencia de que no necesitaba la invención de nuevas tecnologías para su desarrollo, sino que se podía servir de las actuales: un mundo de aplicaciones informáticas a su servicio que aliadas con su vinculación contractual con la aseguradora le dieran la certeza del cumplimiento de sus intenciones al comprar el producto. Y esa era precisamente la otra pata de su proyecto: una app, llamémosle de rencor.

Después de un par de horas de una exposición por su parte prolija de fundamentos, posibles trabas legales y prescripciones técnicas, el vendedor le aseguró que estudiarían su caso y que, al contar con un departamento de soluciones informáticas, le darían traslado del expediente para su estudio. No le aseguraba nada, pero, en cualquier caso, se pondría en contacto con él para comunicarle la decisión que se tomara. Lo que estaba claro es que después de toda una tediosa vida laboral, trufada de rutina, vendiendo seguros del montón, la idea surgida de la mente, posiblemente desequilibrada, de aquel individuo que entró muy de mañana en la sucursal en la que trabajaba, le había hecho rebrotar el ímpetu y la ilusión con la que, hacía ya bastantes años, comenzó su vocación aseguradora.

El otoño comenzaba fiel a su compromiso estacional. Habían pasado ya dos meses desde que aquel inusual ímpetu veraniego, propiciado quizás por el calor atorrante del estío, le llevo a participar de su supuesta genial idea a quién, según él, debería ser la correa de trasmisión de su objetivo. Cada mañana pasaba por la puerta de la sucursal aseguradora sin atreverse a entrar, sin querer ser demasiado pesado, dejando correr el tiempo que sin duda se estaban tomando para digerir y, acaso, aceptar su propuesta. Pero aquel día fue distinto. Al salir de casa para dar el habitual paseo matutino, observó que el cartero había pasado en su ronda diaria más pronto de lo acostumbrado dejando en el buzón un sobre, demasiado grande para el habitáculo postal, que asomaba por la rendija de entrada y que llevaba un logotipo llamativo que enseguida identificó con el que se encontraba en la fachada de la sucursal a la que él se había dirigido. Su corazón palpitó con una mezcla de nerviosismo e inquietud por las presumibles noticias que aquel sobre le traían. Lo recogió del buzón y sin demora subió de nuevo a su casa, el paseo podía esperar, y cogiendo un abrecartas del escritorio lo abrió con suavidad precisa, intentando no penetrar demasiado profundo con el abrecartas temiendo que, si lo hacía, la punta tocara parte del contenido y éste desapareciera ante la fragilidad de su mensaje. Pero no era el caso y con el lenguaje formal y aséptico de la burocracia económica, se le citaba para dos días más tarde en la oficina principal de la aseguradora con el objetivo de comunicarle la respuesta a su proposición, aunque ya de antemano él intuía, no sabría explicar por qué, positiva.

Transcurridas las cuarenta y ocho horas desde el aviso, se personó de mañana en el lugar indicado en la misiva y rápidamente fue conducido al despacho, del que luego supo, era el Director General de la compañía. Con él se encontraba el trabajador al que le había relatado su idea en la sucursal y dos veinteañeros con pinta de informáticos, rasgo éste más que evidente por los ordenadores que portaban junto con varios manuales de explotación con los que, al parecer, se estaban entreteniendo hasta su llegada como si de tebeos se tratara. Tomó asiento y se dispuso a escuchar cuando el Director General comenzó su discurso:

-“Ante todo quisiera darle las gracias por su presencia. Desde que nuestro compañero de la sucursal nos informó de la proposición que usted le había presentado no hemos dejado de darle vueltas al asunto por cuanto despertó un inusitado interés en todos los estamentos de nuestra empresa. Como sin duda sabrá, en este mundo del seguro existe una gran competitividad y prácticamente hemos llegado a un punto en el que ya hemos ofrecido a nuestros clientes pólizas que aseguran todo lo asegurable. Sin embargo su idea nos ha abierto un mundo de posibilidades que nunca llegamos a imaginar y, aunque estamos en la génesis todavía, estamos seguros de que el éxito está “asegurado”, y nunca mejor dicho”, estallando en una sonora carcajada ante la gracia proferida.

Siguió su discurso explicando muy someramente los pasos dados para la confección real de su propósito y cómo el siguiente paso había sido el estudio sobre si existía soporte informático que sustentara todo la tramoya: -“una vez dado el paso de seguir adelante, nuestro equipo informático se puso a trabajar sobre el asunto de referencia dando enseguida con la aplicación justa para nuestro propósito. En realidad no es más que una adaptación de las miles de app’s que existen en el mercado y que nos recuerdan con toda clase de mensajes la finalidad para las que fueron creadas: cumpleaños, notas, citas, reuniones, etc. Nuestros informáticos, de probada capacidad, no en vano fueron en sus inicios hackers reconocidos, reclutados tras cumplir condena y trabajar para la policía, han reformado dichas aplicaciones para que sirvan a nuestro negocio y estamos seguros de que no tendremos problemas con las patentes, ahorrándonos toda la inversión que una nueva aplicación supondría.”

-“Otro consideración a tener en cuenta ha sido el soporte legal, ya que, si la idea es insultar al prójimo a posteriori, aunque se lo merezca, puede ser considerada difamación y acoso incluso si quién supuestamente la realiza es un muerto. Por eso comunicamos oficiosamente de nuestro propósito a altas instancias, respondiéndonos que, aún siendo muy resbaladizo y difuso el tema tratado, era cuestión de sacar el producto al mercado y, si tenía éxito, ya habría forma de darle cobertura legal. El propio gobierno de la nación era el más interesado en que se activara el consumo interno y podía ser una nueva fuente de negocio para las empresas, que supondría más recaudación para la hacienda pública. El ciudadano vilipendiado que se jodiera. Una Ley Orgánica de reforma del Código Penal daría una nueva formulación al “todo por la pasta”.

El discurso le había ido provocado la somnolencia propia de quien se ha levantado temprano y no sabía muy bien a qué demonios venía esa pompa y boato. Por fin el Director General cedió la palabra al empleado con el que había empezado todo en la sucursal. Éste, muy ufano por la consideración de compañero que le había dedicado su superior en el inicio de su interlocución, se dirigió a él con el propósito de poner sobre la mesa las nuevas coberturas de seguros que su ácido sueño había generado tras los estudios pertinentes. Sin más dilación comenzó su aserto:

-“Hemos confeccionado para empezar una serie de tres pólizas que cubran de manera general el objeto del aseguramiento, que no es más que la posibilidad de satisfacer el hecho de hacer pagar durante un cierto espacio temporal a quien se ha permitido el lujo de perjudicar al que suscriba las citadas pólizas. Como cualquier seguro, consta de unas condiciones generales relativas a la extensión y objeto del seguro y de unas condiciones particulares que recogen los aspectos concretos relativos al riesgo que se asegura y, en particular, los afectados por dicho seguro. En primer lugar tenemos la póliza base, a la que hemos llamado “MÍMINO RENCOR”, colectiva o flotante, según sea el contrato, en la cual hemos incluido una aplicación que remite mensajes con los insultos más comunes y con unos intervalos temporales de un año, durante cinco años. Semejante al aviso de cumpleaños de cualquier teléfono, el tomador del seguro felicitará a los afectados en tan señalada fecha con sus más insanos deseos. A continuación tendríamos la póliza de cobertura global, llamada “RENCOR INTERNACIONAL”, que,  semejante a la anterior, extiende su radio de acción a cualquier persona en cualquier lugar del mundo, pero con un límite temporal de diez años. Y por último, nuestro producto estrella, la póliza que hemos llamado “RENCOR PLUS ULTIMATE”. Con las mejores aplicaciones creadas ex profeso para su funcionamiento, permite insultar en varios idiomas, en los cumpleaños de los afectados, al inicio y final de cada mes, en el día de su Comunidad Autónoma, etc. Al mismo tiempo remite el mismo mensaje a los cónyuges para que sepan con qué tipo de personas se acuestan, y, esto es lo importante, con un espacio temporal ilimitado, siempre que se hayan previsto los fondos necesarios durante la vida del asegurado y siempre con el límite de su defunción y con la facultad de que sea él mismo, desde su tumba, quien posea el teléfono móvil que realice las llamadas. Para ello, hemos previsto que en la tumba del asegurado se disponga de una lápida con una placa solar que recargue, de forma continuada, un conjunto de baterías acopladas al teléfono. En caso de fallo, se han establecido los mecanismos adecuados para que la compañía de pompas fúnebres que celebró el funeral se encargue de reponer las baterías defectuosas para que el insulto prosiga con su vida útil. Por otra parte, se ha considerado que lo que se ha llamado “espacio temporal ilimitado” sea el que corresponda a la vida del receptor de los insultos, ya que, salvo reflejo en las condiciones a pactar, sea conveniente traspasar la actividad a los herederos del insultado”.

Impactado por la explicación dada, y puede que dejando entrever en su mente las consecuencias de su impulsiva idea, ahora que ya estaba materializada, le fue imposible articular palabra y dejó que fuera el Director General de la compañía quien pusiera el final a aquella reunión:

-“Por supuesto, como corresponde al generador de esta gran posibilidad comercial y, sobre todo, al dinero que nos hará ganar en el futuro, esta compañía le regala totalmente gratis la póliza “RENCOR PLUS ULTIMATE”. Cualquier día de esta semana se pasa por su sucursal y suscribe el contrato, así que vaya pensando en las personas que van a tener el dudoso honor de figurar en ella. Y si se le olvida alguna, como excepción, siempre podrá añadir o quitar “beneficiarios”. Esta última palabra la pronunció a la vez que profería una leve risita cargada de malevolencia.

Así que salió de allí, en una apacible y soleada mañana, con la certeza de que, desde ese día, menos personajes se iban a quedar, de alguna manera, exentos de recibir su merecido. Dos semanas más tarde, con un gran despliegue de medios, se desencadenó una gran campaña publicitaria anunciando el producto por él ideado, que, como es la gente, hizo subir inmediatamente las acciones de la compañía en el Ibex 35.

El poder del dinero.

sábado, 16 de agosto de 2014

HOMILÍA DE DESAMOR

Sentado en aquella terraza, en una mañana luminosa y clara de un verano que paso a paso caminaba en dirección a su crespúsculo estacional, sus pensamientos divagaban sobre lo sorprendente y efectista que es el recuerdo y como, cuando parece que anida en el más profundo de los olvidos, reverdece y se muestra brioso y peleón a la más mínima ocasión que se le presenta. No necesita grandes estímulos o incentivos, sino que, como la pequeña chispa que provoca un gran incendio, una palabra le basta, un olor, una imagen, para acometer con rudeza en el ánimo desprevenido.

Después de tanto tiempo, su imaginación le llevaba a revivir un pasaje de su vida que creía aceptado, asimilado y superado, pero aquella frase recogida al revuelo de un comentario ajeno la noche anterior, al que, sin embargo, apenas estaba prestando atención, pero que se le clavó en el consciente con la facilidad con la que el cuchillo de carnicero se clava en la carne roja de la res muerta y la desgarra sin ninguna oposición, removió los frágiles cimientos de un pasado que no pudo ser. Ni siquiera la eterna prórroga temporal que sucedió a aquel fracaso pudo enmendar la sensación de derrota que siempre lo acompañó. O puede que esa prórroga fuera el elemento contraproducente que condujera, a modo de circunstancia persistente, a su constante e interminable homilía de desamor.

Incluso aquella leve alusión nocturna era capaz de hacerle revivir en este presente matinal de forma tan categórica su recuerdo que se sentía trasladado en su Babia actual hacia el mismo escenario, ya destartalado, de su antigua e histriónica representación. O, acaso, el actual escenario era el mismo. Desde su mirada perdida en algún lugar de otra realidad, desde su atalaya vislumbraba en la lejanía los campos ya desprovistos de su rotacional cultivo, sembrado en los meses en los que la promesa de una abundante cosecha hace menos gravoso, o al menos lo parece, el trabajo que conlleva. Aduanas de vegetación rastrera y verticales chopos, todavía cargados del frondoso primerizo, separaban aquellos campos que se sucedían hasta la línea del horizonte formando un ajedrez rural en el cual no existen los blancos y los negros, reyes y reinas, peones o caballos, sino las aceitunadas y pajizas tonalidades correspondientes a la promesa inicial y la certeza final del juego con el tiempo, ese elemento tan incierto y aventurado. Aleatoriamente, sin avisar, se cruzaba de vez en cuando ante su mirada algún artilugio destinado a las labores agrícolas de este tiempo de estío y pensaba si no sería el auriga que lo gobernaba el mismo que asistió, en aquel mismo lugar y en el aquel mismo tiempo, a su primera desazón y que, desde su privilegiada torre de vigía, formulaba con la mirada preguntas sobre la sinrazón repetida, preguntándose sobre si su presencia extraña estaba obligada por la angustia caprichosa de un extraño personaje lejano al que no tenía el gusto de conocer.

¿Sería arriesgado preguntarle, aunque fuera a voces sin llegada ni respuesta, voces que no oirá jamás, si es el mismo tiempo y la misma circunstancia aquella que, avanzada en un tiempo no tan lejano, brota en el presente como si un agujero de gusano hubiera conectado los dos instantes en el espacio temporal? De hecho, reflexiona, se lo está preguntando así mismo, superpuesto su yo con el de su interlocutor imposible. Si ya no es el mismo, si ahora no es más que el resultado de tantas cicatrices y heridas abiertas, no tendría sentido esperar que provocara en él la noticia recibida la misma sensación de ausencia que le produjo la vez anterior. Y aunque sabe que no siente lo mismo, su tendencia a la melancolía le arrastra a revivir de la misma forma el suceso repetido, con la engañosa percepción de poder regresar a aquel tiempo que quedó varado, inmóvil, en el gran contenedor de atávicos presentes de una época que creía superada.

La terraza veraniega en la que lleva sentado ya una, ¿o dos? horas, el tiempo forma lapsus de incontrolable e imposible concreción cuando la memoria decide viajar hacia coyunturas pasadas o formalizar representaciones de futuro que nunca sucederán, se ha ido llenado con paseantes inconcretos, como son todos los paseantes de un mes en el que parece, seguramente es así, que nadie es de donde es, como si un organizador universal hubiera dado la orden de suplantarnos los unos a los otros en cualquier lugar del mundo. Viajeros sin rumbo coleccionando instantes fugaces que irán a parar al cajón del olvido y que solamente quedarán en el libro de anotaciones viajeras para alardear ante los demás de lo mundanos que somos. El camarero va y viene en interminables recorridos circulares desparramando aquí y allá los pedidos, al por mayor, que los ocasionales y cansados visitantes le demandan, en esta posta donde recomponer un poco la figura y aliviar momentáneamente la rutina pedagógica de tanta información recibida, como si, de repente, estuvieran produciendo su efecto de ablución los supositorios culturales que de forma indiscriminada nos autorecetamos en  cualquiera de estos viajes de afirmación turística.

Allí, en el centro de aquel caos vacacional, con sus gritos, sus risas y sus sudores, su figura se va diluyendo poco a poco hasta formar un todo con los elementos subyacentes que lo acompañan. Escultura realista de alguien que ya no es él sino el postrero resultado de algo inconcluso, algo que debió finalizar hace ya mucho tiempo. El camarero que, durante su soledad inicial en la terraza, nunca reparó mucho en su presencia, salvo para preguntarle por su deseo líquido de aquella mañana, retuerce su mirada cada vez que pasa a su lado en sus múltiples volteretas laborales de idas y venidas. Lo mira con sorpresa, como algo de lo que nunca tuvo conciencia de estar allí, como si su presencia fuera una fugaz quimera del abandono, un accesorio innecesario. ¿Acaso hemos puesto una figura en la terraza a modo decorativo chic, como se engalanan las ciudades en la actualidad, y lo he olvidado?, se pregunta. En cualquier caso, desde su rigidez escultural, se avecina a aventurar que no pasará mucho tiempo antes de que el camarero vaya hasta su ubicación y, en ese caso, ¿qué hará? ¿Permanecer? ¿Huir? ¿Claudicar?

Pero como comprenderlo todo. Puede que el hecho de que cada uno de nosotros esté hecho de inacabables ausencias derive, en definitiva, en la cualidad de ausentes vitalicios con la que nos relacionamos con los demás, con la que fingimos vivir una vida llena de interacciones que no son más que la medida de nuestra soledad. Burbujas emocionales que se evaporan al menor contacto con otra. Y en ese caso, no deberíamos afligirnos por la ausencia del otro sino por nuestra propia ausencia con el otro, esa simetría bidireccional que nos impide perdurar en el tiempo, volviéndose lejano y siempre frágil cualquier conato emocional contractual. Y si no hay aflicción tampoco debería haber duelo y, por lo tanto, esta prórroga temporal en la que sin saberlo estaba sumido nunca tuvo motivo para no terminar. Porque cuando todo ocurrió, también se ausentó él, aunque volcara toda su pérdida hacia el exterior, provocando una dilatación temporal y emocional que, en realidad, no era más que una posición efectista para justificarse ante si mismo.

Ahora comprende que aquel comentario recogido al vuelo no fue más que el pitido final de un contratiempo que se volvió demasiado extenso. Que la persona que lo lanzó sin conocer el alcance de su significado no fue más que el mediador entre dos ausencias contrapuestas, una definitiva y otra, la suya, por fin absoluta. Ya no piensa que lo siente, sino que siente la libertad de quien si preguntar se hizo dueño de lo prohibido y, de un modo rotundo, se ha deshecho de ello. Ligero de un bagaje que no le pertenecía, su declive postrero ha recuperado la dignidad abandonada a un encadenamiento individual, malsano y ficticio por miedo a la soledad. Quizás esté viviendo en diferido el final que ya ocurrió y que él no supo ver o no quiso ver, pero, aunque sea tarde y el tiempo nunca de segundas oportunidades de ser vivido de otra manera, se percibe con la fragilidad de lo nuevo, de lo inicial, una cura fortuita de amplio espectro sentimental y emocional.

             El camarero, después de desembarazarse de la tumultuosa manifestación turística, finalmente se acerca y le pregunta si desea alguna otra cosa. Con la sonrisa boba en la boca de quien ha puesto colofón a la eterna partida que ha jugado solo y ha descubierto, por fin su sitio, está a punto de responderle que “una copa de olvido”. Pero se retrae y pide un buen vino, de dos años en barrica, los mismos que pasó ebrio de ceguera. Se lo bebe lentamente, de un trago largo, paladeando todo su sabor, su cuerpo, su aroma y se levanta. Ha comprendido que ya no desea seguir sentado sin nadie a su lado y perfila su horizonte con la vaga sensación de no tener pasado.

lunes, 11 de agosto de 2014

LA ELÍPTICA PELIGROSA DEL COMETA

Desde luego, no a todos les satisfacía aquella reunión. Puede que algunos de los allí presentes hubieran olvidado la difícil situación que meses antes se había producido con aquellas manifestaciones pronunciadas al desaire traídas hasta nuestros oídos por el boca a boca, ya que nunca nadie los implicados dio la cara en aquel asunto, o por el contrario, quisieran pasar una página complicada que conlleva toda evolución. Estoy seguro de que aquéllos que lo provocaron ni siquiera fueron conscientes de la crítica situación que originaron y la consecuente y preocupante propagación hacia el exterior del núcleo de lo que, sin duda, era un ¿conflicto? de intereses interno, o no, simplemente una nueva forma de entender nuestro mundo.

De hecho, cierto runrún corrió por los círculos más cercanos, algunos de éstos con satisfacción mal disimulada esperando en vano la culminación de su agorero vaticinio postrero. Sin embargo, parte de nosotros no podíamos dejar de pensar en cuan poco está valorado el recuerdo, ese recuerdo que deja marca, cicatriz visible del mal trago pasado. Y sobre todo lo natural que le resulta a cierto tipo de personas convivir con la doble condición de ser partícipes del origen del caos y de la naturalidad de, transcurrido el tiempo, transformar su conducta hasta llegar al “no pasa nada”. Ni siquiera una disculpa, un “lo siento”, un “no tenía razón”. Pero nada, comportarse como si jamás hubiera existido el riesgo, esperando con la faz de la esfinge que todo quede en el olvido.

Ni siquiera el voto de confianza desde del hastío de los largos años programados. Poder desterrar el conocimiento repetitivo circulando hacía la nada, hacia cierta inacción visual. Ni siquiera el voto de la confianza de la experiencia, la experimentación estética y evolutiva de lo atávico hacia un nuevo posicionamiento lúdico. Ni siquiera una alternativa dialéctica a la proposición expuesta salvo el abandono amoral del compromiso adquirido, la huida perdedora de la ignorancia. El miedo a lo nuevo, ese miedo que actúa como pegamento de la rutina, que no les deja probar una nueva exposición provocativa y que los sume en la mediocridad y la incapacidad para iniciar un nuevo aprendizaje hacia, quizás, lo desconocido.

Con el tiempo sobrevuelan los cometas alrededor de la ilusión renovada. Cada uno a su ritmo, es verdad. Algunos describen sus órbitas elípticas en un itinerario que les lleva a ser avistada su presencia tras un largo periodo de tiempo. Algunos orbitan de forma más frecuente, aún así, unos y otros trascienden ya muy poco con su núcleo, cansado éste de enfocar su poder gravitatorio sobre cuerpos tan difusos, tan carentes de masa, de silueta comprobable. Otros solamente muestran su caro contorno en los ocasionales choques que dan lugar al eventual aquelarre celebratorio de supuesta alcurnia. Bosones de Higgs de aletargada y vaga intención.

Aún así, la masa del núcleo no se modifica ante este desequilibrio sustantivo, se retuerce y se recoloca en cada disminución en el índice masivo de presencias estelares. Por necesidad e intención se configura más densa y cualitativa en su voluntad existencial. Acaso ya no sea nutricionalmente productiva tanta fatiga de atracción quimérica y sea, finalmente, propicia la ocasión para la transformación orgánica del cuerpo sustentador. Quizás un adiós definitivo alimente más el espíritu que un “de vez en cuando”.

Ahora, infiltrado el núcleo de futuro, que ha mitigado los dolores de tanta articulación gastada por el tiempo, abocada como estaba, sin remedio, a la nostalgia de un tiempo pasado ya perdido, luce una y otra vez, pero en este momento desde la certeza que dan ya las ausencias definitivas, las que forman parte, no ya de la opción de los ausentes, sino de quién ya definitivamente no espera. Ya no hacen falta, la propia dinámica los ha sustituido. Y no se nota.

Por fin.

lunes, 28 de julio de 2014

EL ESTETA DE LA INACTIVIDAD*

                  Resultaba evidente que la posición de aquel sujeto había quedado demasiado expuesta a los ojos de todos nosotros. La última remodelación espacial, en la que había sido modificada su ubicación, había traído consigo una manifestación visual evidente que nosotros creíamos que intentaba superar con el mismo cinismo laboral con el que había medrado desde su ya lejana incorporación a la estructura productiva. Demasiado espacio, demasiado diáfano, para no ser pasto de las habladurías que su posición de escaparate ofrecía, como una vulgar rebaja de finales de temporada. Ya quedaban lejanos aquellos tiempos en los que desarrollaba la supuesta actividad laboral que tenía asignada en su cubil, aquél que había sido su escondrijo, alejado de los ojos escrutadores de compañeros y visitantes.

         Además pensábamos que era consciente de que su nuevo lugar, más bien el posicionamiento físico del mismo, su orientación, le revestía de un áurea intrigante, de característica chivata, de murmurador, de expía, a los ojos de los demás. Habíamos notado que ese mismo posicionamiento tenía unas características innatas para la captación de cualquier sonido por baja que fuera su frecuencia, llegando a creer que, en un tiempo no muy lejano, y siempre antes de su jubilación, iría mutando en radar humano, a lo que ayudaba la facilidad de giro que las ruedas de su silla le proporcionaban y que utilizaba con gran soltura, mimetizándose con ella y llegando a ser difícil vislumbra quién era quién. Su capacidad para intentar enterarse del trabajo de los demás era inversamente proporcional a su incapacidad para justificar con su escaso trabajo el sueldo que religiosamente se le abonaba y que más parecía un impuesto revolucionario por cuota de ineptitud que cualquier otra cosa.

            A pesar de las sucesivas remodelaciones de las condiciones y clasificaciones que su relación laboral exigía y que le trajeron, como contrapartida a las sucesivas subidas de sueldo, la acumulación de tareas adecuadas a su grupo, su habilidad para el escaqueo le había hecho esquivar cualquier conato de actividad supletoria, siguiendo con el mínimo imprescindible que justificara su presencia en aquella oficina. Parecía que nada, y lo que es peor, nadie, pudiera conseguir que el citado sujeto trabajara en serio alguna vez en su vida.     

            Siempre hemos pensado que, a semejanza de los súper héroes de cómic, se levantaba todas las mañanas y se disfrazaba con su traje de hipocresía, confeccionado en el vulcano infierno de la estulticia, y con él puesto emprendía la ardua batalla diaria contra esa estupidez tan malsana que para él era el trabajo. Como si estuviera recubierto de vaselina, todas las tareas oficinescas resbalaban cuando tocaban su hermoso traje yendo a parar a los compañeros que, para su desgracia, no poseían el mismo atuendo. El mero intento de hacer que trabajara se convertía en una especie de caza del cochino untado con grasa, inevitable en cualquier fiesta popular que se precie. Se escabullía entre las intenciones con la zorrería de quién, aparte de jeta, posee muchos años ganados en este tipo de escenarios.

          Sin embargo, este esteta de la inactividad, poseía un rasgo muy llamativo: su creída dignidad como trabajador siempre estaba amenazada por cualquier rumor que afectara a su colectivo. En ese momento se ponía al frente de las barricadas y arremetía contra todo aquello que afectara a su derecho al trabajo, aunque ¿cuál, si no hacía nada?, a unas condiciones dignas para ejercerlo, ¿no le valía con el periódico, el crucigrama, Internet, etc? y a un salario digno ¿no le pagaban ya de más? La verborrea estética que exteriorizaba en aquellos eventos solamente podía provenir de su deseo de camuflar aún más su desfachatez diaria. Esta contradicción siempre me ha resultado chocante, pues pone de relieve hasta que punto este tipo de personajes viven en una realidad paralela que no se corresponde con la cercana y palpable y que puede, no sé, ser el resultado de una nueva especie laboral derivada de la evolución del homo sapiens hacía el homo haragán.

   De lo que estoy seguro, es que si fuera verdad, éste sería el eslabón perdido. Mejor dicho, encontrado. Un yacimiento de Atapuerca en sí mismo.

          *Basado en hechos reales. Todos los nombres, situaciones, referencias o matices han sido suprimidos o ignorados para garantizar el anonimato. En cualquier caso, el lector tiene libertad para completar dichos aspectos en base a su conocimiento más cercano de situaciones similares, aunque la empresa no se hace responsable.

miércoles, 23 de julio de 2014

PATENTE DE CORSO

        Los días pasan y cada vez son más crueles. La guerra, acción preventiva la llaman los hipócritas de la agresión, se ceba con los más desprotegidos, como casi siempre, y su cruenta realidad hace vomitar de asco a la inteligencia, a la condición humana del hombre y a su ¿evolución? Ayer fueron siete niños, todos de la misma familia, los que fueron ejecutados sumariamente y sin posibilidad de defensa. En otra vivienda ahogaron de muerte a otros cinco. Otros cuatro murieron entre las ruinas de un hospital bombardeado por los elegidos de Dios. Y yo me pregunto: ¿de qué estúpido Dios? No, no se matan entre ellos, entre los que viven de esa posibilidad como forma de trabajo, sino que en su esquizofrenia militar identifican los edificios civiles, los hospitales… allí donde bulle la vida o se intenta recuperarla, como las amenazas más visibles contra su honor y su hombría de adictos a la muerte.

            ¿Y esta Europa que hace? Sus representantes abogan en sus manifestaciones públicas por el derecho a la defensa, pero en este caso, ¿quién tiró la primera piedra? ¿Quién dejó el derecho de todo un pueblo, el palestino, a vivir en la tierra de sus antepasados a merced de un supuesto derecho religioso, por el mismo motivo, contenido en un libro sagrado? A veces pienso que para este mundo occidental todas estas calamidades ajenas, en cualquier parte del mundo, se viven, desde la comodidad del bienestar, como si fuera un juego de rol en el que no existen víctimas reales. Sus declaraciones sobre la defensa proporcional y el respeto a las reglas del derecho internacional humanitario son solamente brindis al sol y actos de contrición farisea. ¿Acaso van a hacer algo, imponer sanciones, a los que las están incumpliendo? Pero lo más aberrante es que se acepten reglas sobre la cantidad y calidad de la muerte de inocentes, sobre su proporcionalidad y resultado.

             Y por supuesto, me niego a aceptar que deba contener mi rabia por esta macabra actualidad, en contraposición por lo acaecido antaño durante el Holocausto y La Segunda Guerra Mundial. En mi nombre no se puede utilizar esa patente de corso, parece ser que dada de por vida, para usarla como argumento omnipotente ante el resto de mundo y justificar todas las barbaries. Puedo entender el dolor de lo sucedido durante ese periodo, el horror de los que lo sufrieron la sinrazón consentida, pero no se puede intentar inocular ese sentimiento de culpa de por vida y aprovecharse eternamente de ello. En mi nombre, ¡NO! Hoy se han bombardeado los edificios de dos cadenas de información (ocultar la masacre), un edificio de la O.N.U. utilizado como refugio de civiles (¡qué gran amenaza!) y varias mezquitas (¿a fin de cuentas, el verdadero origen de todo?). Hoy ya son más de 600 los palestinos muertos, ¿es esa la línea de crédito que se solicitó? ¿Qué límite tienen abierto en el banco del remordimiento europeo ajeno? ¿Hasta completar seis millones?

            Me niego a soportar este chantaje emocional histórico. Porque aquello pasó, sí, pero se supone que aprendimos la lección de que algo, ni siquiera parecido, debe volver a ocurrir. Pero en este momento de lo que se trata es de no enlazar unos actos con otros y ver de forma objetiva los hechos de ahora mismo. Y esto nos lleva a muros y alambradas que conforman guetos, usurpación de bienes muebles e inmuebles, aniquilación del hecho inmaterial de ser, bloqueo económico, miseria, negación de futuro. ¿A qué nos suena todo esto? Dejemos que sean los pueblos, y no sus dirigentes y militares, quienes tomen las riendas de su propio destino como única formula para terminar con esta maquiavélica trama de la que se empeñan en vivir quienes tienen su corazón tan negro como sus razones para justificar sus vengativos actos.

jueves, 19 de junio de 2014

EL HOMBRE QUE NO QUISO DOS HORAS Y MEDIA PERO ABURRIÓ EN UNA

Cabalgan a menudo a lomos de un caballo desbocado llamado tiempo desprovisto de toda mesura y cordura, botando y rebrincando de forma estrepitosa y solamente asidos por apenas unas bridas de intención mal disimulada. Cual rodeo de mesiánicas apariencias, son expulsados de su seno una y otra vez y una y otra vez vuelven a subirse sobre su grupa magullados sobre llovido y encallecida su piel de tanto contratiempo. Bareman su duración en función de sus expectativas y añaden sin querer, o queriendo, nuevos postulados a las leyes que lo sustentan, convirtiéndose de facto en físicos de mesetaria condición. Aquí, en esta tierra de ostracismo, donde dicho tiempo se ralentiza y desaparece en el agujero negro del endogámico olvido en el que pretenden reinar.

Pero, acaso, no entienden que la duración real del tiempo no es más que un espejismo. Es el interlocutor, o los interlocutores, quienes dan la medida del tiempo que se les presenta, de la eventual representación de lo propio y su proyección ante los receptores de su interlocución. Porque nada es demasiado largo o demasiado corto en función de la supuesta temporalidad lineal que lo cobija, de la supuesta catalogación inicial por su parte, sino sobre la capacidad de provocar en los demás la emocionalidad que dicho tiempo conlleva, de su carga de contenidos, de su densidad, capaz de sustituir la medida rígida del devenir circular de su proyecto en un caleidoscopio de sensaciones que amasen y rompan las reglas establecidas de la durabilidad.

Es ahí, en ese momento, cuando el espectador se convierte en el único juez legitimado para decidir la duración sensorial de lo mostrado. Porque nada ni nadie, a priori, es concreto. Porque cinco horas no son largas cuando hubiéramos pasado el doble con Mario. Porque nueve semanas y media no son largas cuando hubiéramos pasado el doble con esas interminables piernas de sedosa provocación. Porque no se entiende la esencia en frascos pequeños, sino la tenencia de esa esencia ya que el continente, por pequeño que sea, no hace elixir a lo que en esencia es vulgar por definición. Y porque el verdadero valor está en el flujo simétrico, en la ida y en la vuelta entre la proposición y la reacción, en la interacción entre los dos tiempos: el que proponemos a los demás y el que sienten los demás ante nuestra proyección temporal.

Porque esa muestra temporal que, tú en concreto, visualizas ante el espectador, y que consideras nueva, puede envejecer alarmantemente ante la inocuidad de lo que acontece. Porque esa muestra temporal, sin el ropaje adecuado, sin la representación envolvente que lo enriquece, puede ser tan directa que, como el bullir intenso de la efervescencia fugaz que comienza y termina en si misma, desaparezca sin dejar el menor rastro de recuerdo en los destinatarios de tu intención; quizás porque su arterioesclerotizada rutina como espectadores impida cualquier otra proposición, nutriéndoos mutuamente en la rigidez decadente del inmovilismo ancestral.

Por eso es necesaria, casi exigible, la aceptación de cualquier tiempo como medida, como ajustado envoltorio de la creación y presentación ante los demás. Porque al igual que en un cuerpo esférico a veces la línea recta no es el camino más recto cuando iniciamos el viaje, es preferible curvar el camino, la propuesta,  para llegar antes y con mayor poso posicionando nuevos conceptos ante algo ya evidente y anciano.

           Porque dos horas y media pueden ser mucho, quizás, pero un hora puede serlo también, sobre todo cuando no se tiene mucho que decir. O lo que se dice es lo mismo de siempre.

martes, 27 de mayo de 2014

EL EXABRUPTO DEL FRACASO

Parece ser que en ciertos medios de comunicación, y a la vista de los resultados electorales, se ha empezado la campaña electoral para las próximas elecciones municipales y autonómicas y, un poco más lejanas, las elecciones generales. En lo que respecta a los medios escritos de esta provincia, que tal y como dice el Catedrático de la Universidad de Valladolid en las páginas del Diario La Opinión de Zamora, Alfredo Hernández, apoya a una derecha que nos acerca a Soria, y que me perdone mi querido Juanma, soriano militante, y con mayor exactitud al diario nombrado en este párrafo, su titular de la página dos, del día 27 de mayo, no deja lugar a dudas.

El periodista extrapola los resultados electorales conseguidos por los partidos políticos en la jornada del día 25 de mayo al Parlamento Europeo a un hipotético resultado electoral municipal y deduce de esta consideración que: “Los resultado de la europeas dejarían un Ayuntamiento ingobernable en el 2.015” (sic). Aunque en el texto del artículo matiza dicho titular, no deja de ser curioso que toda pérdida de mayoría absoluta, y más si esa pérdida corresponde al Partido Popular, signifique para algunos vecinos de esta ciudad la debacle de la acción de gobierno municipal y el devenir del caos más absoluto. Un titular así, y más después del batacazo del bipartidismo secular de este país, no es de recibo cuando ha sido ese bipartidismo el que ha sumido a la nación en la desgracia económica, el deterioro de las instituciones y la nula credibilidad en un sistema que agudiza las desigualdades sociales, económicas, educativas, etc.

Pero independientemente de todo lo dicho hasta ahora, y el soplo de aire fresco que significa la aparición de gente nueva con renovadas ilusiones y compromisos sin hipotecar con ninguno de los poderes fácticos de este país, lo que de verdad chirría de forma alarmante es la columna de opinión “Día tras día”, titulada “Golpe a los mayoritarios” y escrita por Juan Jesús Rodero. Su analogía entre el partido de ultraderecha de Jean Marie Le Pen, en Francia, y Podemos, en España, aunque de signo contrario, se descalifica por si solo y pone de manifiesto la altura crítica y política del que lo suscribe.

Tras un preámbulo generalista sobre el golpe al bipartidismo de las pasadas elecciones, premisa común a todas las opiniones aparecidas, el señor Juan Jesús Rodero comienza a deambular peligrosamente por esa línea roja que supone construir analogías entre aquello que rechaza la mayoría con lo que le disgusta a él particularmente. Viene a suponer una deriva hacia el radicalismo izquierdoso explícito en una posible mayoría del PSOE, IU, Podemos, e incluso de UPyD, esto último sorprendente cuando no absurdo si el citado articulista recordara cualquiera de las manifestaciones de Rosa Díez. Incluso ver en el PSOE trazas de radicalismo de izquierdas no deja de ser motivo de ceguera, o chunga, salvo que se haya pasado durante los últimos años de viaje en una isla desierta y sin conexión con el mundo exterior. Y real, aunque a él no le parezca.

A continuación, despojado ya de toda imparcialidad y neutralidad, declara a Podemos símbolo de la extrema izquierda que se aupa como tercera fuerza política zamorana aliñando su increíble razonamiento con el siguiente párrafo sobre la extrema derecha francesa. Recurso inútil para quiénes, a diferencia suya, conocemos la historia, el presente de dichos partidos y su programa, cosa que parece ser que él desconoce y que solamente le puede servir para el convencimiento monolítico de quiénes viven en la estructura neuronal del granito sayagués.

Sus manifestaciones ponen de relieve su desconocimiento del pensamiento y posicionamiento social de Podemos. Y puede ser que esa ignorancia produzca el miedo suficiente para que pueda asemejar este partido con uno claramente fascista, racista, xenófobo y excluyente, todo ello puesto de manifiesto en su ideario político y económico y en las sucesivas manifestaciones públicas de sus dirigentes. Quizás el señor Juan Jesús Rodero no vio la entrevista de Ana Pastor a Marine Le Pen en el programa El Objetivo, de La Sexta, en donde se muestran claramente los principios sobre los que se basa su acción política, salvo que considere a dicha cadena un nido de víboras izquierdistas, en cuyo caso lo siento por él. Pero lo que más preocupa es que este señor si haya visto esta similitud entre estos partidos incluso tras las comparecencias públicas de los dirigentes nacionales de Podemos o de sus representantes en esta provincia. ¿Conoce a las personas que se ha presentado por Zamora? ¿Para él son racistas o xenófobas? ¿Se lo habrán soplado al oído en la sacristía del establishment político zamorano?

     Creo que de todo esto se deduce el miedo de una sociedad pacata, autista y endogámica a la renovación que necesita esta ciudad, esta autonomía y este país. Miedo a perder el sitio adquirido con tantos años de agachar la cerviz, caminado lentamente hacia el olvido dentro de las grandilocuentes promesas de progreso que los grandes partidos nos han estado haciendo durante tantos años. Eso, o que es el primer vocero lanzado a la arena para intentar intoxicar el resultado obtenido y que todo vuelva a ser en las próximas elecciones “como Dios manda”: una mierda.

lunes, 26 de mayo de 2014

PAÍS DE PAGAFANTAS

Desde anoche tengo la sensación de que me han entrado ladrones a robar en casa y yo, rumboso que soy, o inconsciente, les he invitado a una ronda. Los adjetivos utilizados los pueden cambiar ustedes por los que quieran, en realidad se ajustarían más aquellos calificativos rayanos a zoquete, mendrugo, etc. La épica católica ha alcanzado las cotas más elevadas en este proceso de valle de lágrimas y resignaciones varias que las huestes ciudadanas del “como Dios manda” han ejecutado en estas futbolísticas elecciones al Parlamento Europeo.

Uno siempre ha pensado que el proceso de alternancia política devenía de una forma regular tras la, no siempre castigada con contundencia, falta de incumplimiento de los programas electorales y de las promesas políticas que los partidos de componente jurásico nos espetaban cada cuatro años después del tiempo de silencio con el que se conducen en sus relaciones con todos nosotros, sus electores. En este caso, y tras la gran estafa programática del partido en el gobierno después de las últimas elecciones generales, se podía intuir, o desear, un cambio de ciclo en la orientación del electorado sobre como queremos que se construya nuestro futuro, o más bien, como no queremos que se desmorone a golpe de butrones económicos, políticos y sociales perpetrados sobre el edificio social construido alrededor del progreso ciudadano durante estos últimos años, por parte de la termita nacional-catolicista amparada en un poder económico privilegiado por la casta política y que ha deambulado a sus anchas como un elefante en una cacharrería durante estos dos últimos años. El problema es que nosotros somos los cacharros de esa cacharrería y todavía algunos, en posición de prietas las filas, no se han dado cuenta, lo cual puede que nos de una pista que interprete el resultado electoral de ayer noche.

Es evidente que cualquier partido político, cuando gobierna, realiza una deriva en la orientación política y económica del país hacia los postulados fundacionales del mismo. Esa orientación crea sectores favorecidos por dicha política y sectores que sufren la misma como consecuencia del efecto balanza que equilibra los resultados del conjunto de medidas tomadas. Así, y en teoría, un partido liberal tenderá a favorecer al poder económico empresarial y a los mercados como motores de crecimiento, desprotegiendo a los trabajadores y a las capas más vulnerables de la sociedad, dando por hecho que los beneficios llegarán al final a toda la estructura de la sociedad. Por el contrario, un partido de corte socialdemócrata tenderá a controlar el excesivo beneficio de dichos poderes para que llegue de verdad a toda esa sociedad, garantizando un nivel mínimo de dignidad a todos los ciudadanos. Sin embargo, lo que ha ocurrido en este país parece desmontar los parámetros clásicos del voto por pérdida de confianza en el que gobierna.

Durante estos dos años de gobierno del Partido Popular, la deriva de gobierno hacia los postulados de las doctrinas económicas mas ultraliberales ha sido tan atroz y con resultados catastróficos para todos los estamentos de la sociedad española en su conjunto, con daños colaterales que tardarán mucho tiempo en cicatrizar, que uno no entiende que esos mismos ciudadanos que han sido sacrificados en favor de los mercados y de los poderes económicos que ocasionaron su ruina, vuelvan a dar el triunfo, pírrico pero triunfo, a los políticos que sirvieron de mamporreros de dicha cacería.

Si se analiza con crudeza, ningún sector de la sociedad española ha quedado al margen de la barbarie económica perpetrada por el gobierno del Partido Popular. Trabajadores, pensionistas, autónomos, jóvenes, universitarios o no, etc, han sufrido la desregularización de sus derechos sociales y retributivos a favor de los poderes económicos más montaraces. La educación, la sanidad, las prestaciones sociales, el acceso a una justicia justa, en definitiva, a un mínimo nivel de dignidad, han sido fagocitados por las legiones de Adam Smith. Y aquí es donde se plantea la pregunta: ¿si no hay ningún sector que no haya sido dañado por la política del Partido Popular durante todo este tiempo, como es posible que sigan ganando elecciones sin sufrir la repulsa de los votantes? ¿Acaso hay en España más ricos que pobres y este es el país de Nunca Jamás?

Por otra parte, la gran estafa programática del Partido Popular tras las elecciones nacionales del 2.011, ha quedado legalizada tras estos resultados. Al igual que el chalet construido de forma ilegal del político de turno queda legalizado tan solo con la modificación del Plan de Urbanismo correspondiente, o sus Normas Subsidiarias, en el mismo Ayuntamiento del que forma parte, o como el dinero negro queda legalizado con cualquier compra-venta entre empresas ficticias del entramado empresarial construido bajo el beneplácito de las leyes que los amparan, este país, más bien una parte de sus ciudadanos, ha legalizado las medidas acometidas por este Gobierno pervirtiendo su programa electoral. Ahora, que era el momento justo de mostrar nuestra repulsa y desprecio por su acción gubernamental, ya que no supimos hacerlo en la calle en su momento, damos carta de naturaleza a su despropósito, aún a sabiendas de que los más perjudicados vamos a ser de nuevo nosotros. Cobra sentido la viñeta de Democracia Real, Ya, en la que un ciudadano le pregunta a Dios (tienes cojones la cosa esto también) que por qué nos gobiernan siempre los más incapaces, a lo que Dios le contesta: porque los votáis, so bobos.

Como veis, somos unos pagafantas.

miércoles, 30 de abril de 2014

MAÑANA NO SABRÉ QUE DECIR, ASÍ QUE LO DIGO AHORA

Estoy seguro que sabes que cuando ha empezado el partido he apagado la televisión. Mientras el silencio se va adueñando de la totalidad de la casa pienso si esta decidida marginalidad deportiva, más bien futbolera, no será, quizás, la proyección hacia el exterior de mi incomprensión ante la indiferencia y el inmovilismo que muestra la gente hacia las llamadas a la movilización que desde todos los sectores sociales se hacen en contra de la agresión asocial que están sufriendo en sus carnes y la casi insultante demostración de organización que son capaces de mostrar en pos de un evento futbolístico. Acaso soy raro. O no.

Mientras se desarrolla la batalla congregadora de voluntades masivas, recuerdo los nuevos datos sobre sus beneficios publicados  por Bankia y Santander. ¿Cuánto hay de nosotros en esos resultados? ¿Cuánto hay del frío de los ciudadanos que no ha podido encender la calefacción en este invierno por no poder pagar su costo? ¿Cuánto del hambre de las familias que carecen de trabajo y recursos, a pesar de la supuesta evolución favorable de la economía tan pregonada por este gobierno de fariseos de si mismos? Porque en España hay ya más de dos millones de familias con todos sus miembros en paro. En fin, de tantas necesidades básicas hurtadas y que han pasado a formar parte de los balances en positivo de los conglomerados bancarios, cual piscinas llenas de dinero donde se bañan estos Tíos Gilitos.

No sé si lo oyes, pero el silencio se ha roto de pronto con el griterío de la vecindad que canta al unísono lo que parece ser un gol, que por la felicidad que denota el timbre vocal, debe ser del equipo español. Canto polifónico que merecería un destino más utópico y solidario. Sigo recordando noticias leídas u oídas durante este día a punto de finalizar de esta forma tan catártica, mientras se recobra el silencio de tanta sacudida vocal, de tanta agresión vociferante. Por ejemplo, la derogación del principio de justicia universal que permitía perseguir a los criminales allá donde estuviesen por delitos cometidos en España o contra sus ciudadanos en el extranjero, que ha supuesto una trágica traición a las víctimas y a sus familiares por parte de quienes deben garantizar este derecho y que por sus actos vemos que dan más importancia a sus negocios políticos y empresariales que a la vida de sus ciudadanos. Cosas de este gobierno que quizás lo hace por no perseguirse a si mismo.

Otra vez el silencia se rompe por la celebración ebria de un nuevo gol. Sin embargo, no sé porqué, yo me acuerdo de Billy El Niño y el Muñecas, asesinos y torturadores, que no podrán ser extraditados a Argentina ante la oposición de nuestra supuesta justicia. ¿Hace falta que se cataloguen sus asesinatos como genocidio para que respondan de sus crímenes? Parece ser que la Audiencia Nacional piensa que sí. Era el último intento por darle la vuelta a la impunidad de los asesinos desde el otro lado de la frontera, ahora que dentro de ella, aquí, se mira para otro lado. Una justicia parcial, prisionera del poder político que excarcela a los culpables mientras condena a los jueces que pretenden encarcelarlos.

Oyes como el silencio muere de nuevo. Mañana, de seguir esto así, no habrá crisis, no habrá paro, no habrá escasez. Se olvidarán los problemas ante el pan y circo servido: ¡ganó nuestro equipo! Pero según las últimas noticias del paro, éste solamente ha bajado en poco más de dos mil personas mientras se sigue destruyendo empleo. Pero las encuestas dan a los representantes al Parlamente Europeo, de este gobierno cainita, mayoría. Pero es igual: ganó mi equipo.

Me voy dando cuenta que desde hace un rato no se han vuelto a oír voces vecindarias. Andan los ánimos más calmados después del aquelarre goleador. Todo debe ir bien para sus intereses. Te vuelvo a decir que mañana me sentiré extraño ante la avalancha de conversaciones de torno al dios fútbol, ese que yo no he visto ni he necesitado ver. Pero no, aunque esta vez el griterío es menor, vuelve la celebración, y como en todas la celebraciones sucedidas en estas dos horas, me viene a la memoria la película El Padrino. Y visiono si querer una de las muchas eucaristías a las que asistían los protagonistas de turno bajo la bendición de la jerarquía eclesiástica cómplice. Puede que dentro de un tiempo no tan lejano, cuando algunos estén celebrando la victoria final en cualquier de los icónicos lugares donde se acostumbra a celebrar este tipo de festejos, elegidos no se sabe muy bien porqué, no muy lejos acudan los maestros de ceremonias de su inopia a su eucaristía particular acompañados de todo su lumpen político, económico y criminal bajo la guía de su traficante espiritual. Un El Padrino a la española.

          Parece ser que todo ha terminado ya. Seguramente mañana los periodistas deportivos escribirán grandes loas en sus crónicas muy por encima de sus posibilidades. Grandes titulares Marca España: a gol por cada fracaso social.