martes, 3 de octubre de 2017

IDEOLOGÍAS DE DESTRUCCIÓN MASIVA

          En un contrasentido palpable, hemos pasado en un fin de semana de ser un país repleto de corruptos, estafadores bancarios, trileros políticos y demás fauna carroñera de lo público a ser un país dividido entre patriotas y separatistas. Ya no importan ni el saqueo continuado, ni el aumento de la desigualdad, ni del incremento de la pobreza, etc, ahora lo moderno es estar dentro de alguno de los bandos y discutir sobre si son galgos o podencos. Realmente, si uno lo reflexiona con calma, parece la obra de un orfebre del maquiavelismo más ortodoxo: convence a la tropa de que serán ellos quienes reescriban la historia antes de que el hedor despierte sus cerebros.

            Se ofrece gloria, reconocimiento, laureles a quienes han sido incapaces de exigir a la clase política la ética y honestidad que se presupone de sus cargos. No importa que me hayan robado el futuro si me dejan participar de la salvación de la patria, parecen decir unos. No me importa que me hayan engañado con falsas expectativas si me dejan participar como telonero del nuevo estado, parecen decir otros. Pura praxis cómica solamente al alcance de sociedades basadas en el paternalismo político, la jerarquía social estanca y el borreguismo de una parte importante de una ciudadanía todavía atorada en el subdesarrollo intelectual.

            Este país, que dejó hace tiempo de ser mediterráneo para americanizarse y sumergirse en el “american way of life”, ha añadido a la importación de hamburguesas, coca colas varias y películas con guiones que caben en una servilleta de papel, los muñegotes presidenciales más obscenos, y peligrosos. Como si de un ¿quién da más? se tratara, de una tacada hemos adquirido en el trastero más apestoso a los sosías de Bush hijo y Trump para colocarles un tricornio y una barretina. De esta guisa, en busca de armas de destrucción masiva nacional, han iniciado esta escalada sin sentido o con el sinsentido que tanto aquellos como estos parecen, estoy seguro, poseer. Hace tiempo que se perdieron las causas, que se olvidaron los orígenes reales de todo este bodrio enmascaradas por el sainetesco presente de ambición, intereses y falsas apariencias.

            Claro que al final, ¿qué? Si los objetivos son irrenunciables y los actores son los mismos la situación se enquistará de forma maligna en una sociedad quebrada, recelosa del otro y, sobre todo, del territorio del otro. Esta tierra, sublime en lo cómico, es capaz de sustituir a la Libertad para guiar al pueblo por Krasty el payaso hasta las cejas de metanfetamina ideológica con las consecuencias pertinentes. En esta diversión con banderas sheldoniana mucho me temo que es, precisamente, el pueblo quien tiene toda la culpa. Porque consiente su manipulación maliciosa, porque acepta su servilismo culpable. Porque tolera el robo de su soberanía.  Porque teme tomar las riendas. Porque sufre pero no grita, ni actúa, ni se moviliza sin correajes de los proxenetas del poder. A lo mejor, así, el sentido común presidiría el diálogo. 

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