En un contrasentido
palpable, hemos pasado en un fin de semana de ser un país repleto de corruptos,
estafadores bancarios, trileros políticos y demás fauna carroñera de lo público
a ser un país dividido entre patriotas y separatistas. Ya no importan ni el
saqueo continuado, ni el aumento de la desigualdad, ni del incremento de la
pobreza, etc, ahora lo moderno es estar dentro de alguno de los bandos y
discutir sobre si son galgos o podencos. Realmente, si uno lo reflexiona con
calma, parece la obra de un orfebre del maquiavelismo más ortodoxo: convence a
la tropa de que serán ellos quienes reescriban la historia antes de que el
hedor despierte sus cerebros.
Se ofrece gloria, reconocimiento,
laureles a quienes han sido incapaces de exigir a la clase política la ética y
honestidad que se presupone de sus cargos. No importa que me hayan robado el futuro
si me dejan participar de la salvación de la patria, parecen decir unos. No me
importa que me hayan engañado con falsas expectativas si me dejan participar
como telonero del nuevo estado, parecen decir otros. Pura praxis cómica
solamente al alcance de sociedades basadas en el paternalismo político, la
jerarquía social estanca y el borreguismo de una parte importante de una
ciudadanía todavía atorada en el subdesarrollo intelectual.
Este país, que dejó hace tiempo de
ser mediterráneo para americanizarse y sumergirse en el “american way of life”,
ha añadido a la importación de hamburguesas, coca colas varias y películas con
guiones que caben en una servilleta de papel, los muñegotes presidenciales más
obscenos, y peligrosos. Como si de un ¿quién da más? se tratara, de una tacada
hemos adquirido en el trastero más apestoso a los sosías de Bush hijo y Trump
para colocarles un tricornio y una barretina. De esta guisa, en busca de armas
de destrucción masiva nacional, han iniciado esta escalada sin sentido o con el
sinsentido que tanto aquellos como estos parecen, estoy seguro, poseer. Hace
tiempo que se perdieron las causas, que se olvidaron los orígenes reales de
todo este bodrio enmascaradas por el sainetesco presente de ambición, intereses
y falsas apariencias.
Claro que al final, ¿qué? Si los objetivos son
irrenunciables y los actores son los mismos la situación se enquistará de forma
maligna en una sociedad quebrada, recelosa del otro y, sobre todo, del
territorio del otro. Esta tierra, sublime en lo cómico, es capaz de sustituir a
la Libertad para guiar al pueblo por Krasty el payaso hasta las cejas de metanfetamina
ideológica con las consecuencias pertinentes. En esta diversión con banderas
sheldoniana mucho me temo que es, precisamente, el pueblo quien tiene toda la
culpa. Porque consiente su manipulación maliciosa, porque acepta su servilismo
culpable. Porque tolera el robo de su soberanía. Porque teme tomar las riendas. Porque sufre pero
no grita, ni actúa, ni se moviliza sin correajes de los proxenetas del poder. A
lo mejor, así, el sentido común presidiría el diálogo.
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