Ahora
que acierto a ver en la oscuridad de tus ojos, empiezo a tranquilizar mi
soledad repleta de sonidos romos y tonalidad incierta. Ya se apaga el botellón
ruidoso de parabienes de saldo y van quedando vacías las litronas consumidas en
el fervor religioso de rebajas. Deja que me levante y vaya recogiendo la mesa
de la ingesta realizada. Porque acaso, seguro, no supe alejarte y has seguido
mi camino desde la distancia. Moviendo los hilos de tu desamor con los que
formas el teatro de una vida tan quebrada.
Mientras
te hablo, voy apurando las últimas gotas del licor amargo que queda de tu vaso
derramado por mis venas. Lo he ido bebiendo en tu lugar al mismo tiempo que el
mío, arrasado por la desesperación de tu absoluta ausencia. Deja que me levante
y vaya recogiendo la mesa. Ir desapareciendo los indicios de tu recuerdo en
esta noche de titánica resistencia. Del desapego ácido del tiempo que no
espera, que no me espera, que no te espera. Del tiempo que manejas a tu antojo,
deformándolo de su esfera, modelando con tus manos una vida paralela.
Deja
de hacerme el amor con los cuerpos de todas las mujeres que se entregan. Deja
de mirarme con los ojos de todas las mujeres que me observan. Deja de
esclavizar mi alma con la humedad de una tarde de tormenta. Por favor, deja que
me levante y vaya recogiendo la mesa. Al terminar te prometo que me entrego a
tu recuerdo y mi locura, abandonando cualquier atisbo de regreso a mi
conciencia. Siempre tendré que vivir con la pregunta, ya que nunca me
entregaste una respuesta.
Hoy me
sincero contigo en la medida de mi acierto. Puede ser que sea el hecho de tener
que hacer recuento de lo escrito en el pasado, acaso por tanto tiempo consumido,
acaso por tanto espacio desolado. Vida yerma, repleta de monolíticas torres de
incomunicación severa. Pero, deja que me levante y vaya recogiendo la mesa. No
serán obstáculo los mil cables que conectan mi vida a esta realidad concreta.
Seguirá sonando la alarma que prueba que el corazón palpita todavía, aunque el
cerebro se abandone poco a poco a su miseria.
Voy
recordando apenas todos mis escritos, aquellos en los que intenté escribirte una
canción de amor eterna. Ya no podré descifrar el código secreto de la lluvia y
se ocultará la luna menguante del amor en mi locura. Ahora sé que mi viaje
nunca tendrá llegada, quizás porque Venus se asomó al sol. Perdona, deja que me
levante y vaya recogiendo la mesa, esparciendo en ella los escritos que
delatan. Seguiré en mi soledad deshabitada, desayunando siempre de tu olvido,
nunca podré ir al meridiano 180, ni me calmará el beso que en sueños he
sentido.
No
existirá final de año ni principio ya que mi tiempo es continuo recorrido.
Apuro a grandes tragos la botella del silencio y me emborracho con su
transparente sonido, intentando escuchar de fondo en el futuro todo lo que de
tu amor me tienes prohibido. Deja que me levante y vaya recogiendo la mesa, por
si acaso la muerte llega inesperada, iré jugando con ella el final de la
partida, de este amor que nunca tuvo Ítaca llegada. Avanzaré hacia el mundo
eterno del Tártaro furioso, cruzando los ríos de la lamentación y del olvido,
solamente volveré del inframundo como héroe, agarrado al fuego rojo de tu
hechizo.
Van
avanzando las horas monocordes y se atisba en el horizonte la mañana, la
tentación suicida se aleja una vez más, mascullando entre dientes su derrota.
Llegará implacable de nuevo la noche y volveré a seguir el hilo de Ariadna,
como Prometeo enamorado intentaré robarle al sol el fuego, porque créeme, que
creo que te quiero.
Deja
que me levante y vaya recogiendo la mesa, que el ocaso se me acerca silencioso,
solo quiero estar contigo bajo la clara piel de tu sorpresa.
Mientras lo leia estaba escuchando la obra de Bach "Air" y me he emocionado de verdad. Se nota la intensidad con la que lo has escrito.
ResponderEliminarUn beso