jueves, 19 de octubre de 2017

ALTERIDAD Y DERECHA. FORMULACIÓN ALTERADA

         Este fin de semana, concretamente mañana viernes, se presenta en Sala de Cura el espectáculo “Alteridad”, de la compañía Émesis Colectiva. A través de la danza se propone la capacidad de ser otro o distinto, que es, en definitiva, lo que significa el título de la propuesta. Esa capacidad de ser otro o distinto es una condición ampliamente extendida pudiéndose encontrar ejemplos varios: se puede ser pirómano y bombero, como nos demuestran los incendios en Galicia, cazador y conservacionista, según el manual del buen cazador, etc. Esa alteridad no define que el otro o el distinto sean un antónimo del yo ni su contrario, se puede ser otro, entendiendo el otro como sujeto nominal con su circunstancia y que esta sea semejante a la suya o ser igual en distinto escenario y con respuestas equivalentes.

            Pero donde abunda la alteridad en su forma más perturbadora y desequilibrada es en política. Una alteridad no basada únicamente en personas, que serían sus interlocutores públicos, sino en opciones electorales o idearios partidistas, bien es verdad que conformados por aquellos. Es esa forma de camuflarse entre la hojarasca social y presentarse unas veces a pecho descubierto como uno mismo y otras veces asumiendo, de forma taimada y marrullera, el posicionamiento del otro contrario, aunque te salgan sarpullidos en la piel, la más de las veces sin reparo ni vergüenza: todo sea por el poder. Que la derecha se presente como guardián de los derechos de los trabajadores y la única opción para su bienestar supone una alteridad de grado esquizoide con episodios de autoagresión física (cilicio mediante), fundamentada por su amoral concepto de la política y por una dejadez delictiva ocasionada por parte de la izquierda. También, claro está, por estar dirigida a una sociedad con poco entrenamiento democrático, escaso bagaje cultural e histórico y un equivocado concepto de su clase social.

            De ese desparpajo “alterado” de la derecha política se conoce mucho en Zamora, esta ciudad al oeste del oeste. Desde la pérdida del gobierno municipal en las últimas elecciones, el PP se ha convertido en una máquina repetitiva de propuestas sociales más acordes con el pensamiento de izquierdas, con la particularidad de que es la izquierda la que gobierna en la actualidad. No se trata de que no se tomen medidas a favor del ciudadano, ahora siempre es así, sino que, una vez tomadas, los representantes de la derecha proponen un aumento del efecto de las mismas que raya en alta temeraria. No importa si es posible sino ponerme, ficticiamente, en el lugar del otro, mi contrario, para presentarme ante la masa electoral como los auténticos tutores de su crecimiento y bienestar económico. Ponerse más a la izquierda que la izquierda en forma de simulación diferida hasta que gane el poder de nuevo. No deja de ser más que una formulación bastarda y llena de intereses espurios, un trampantojo político de políticos mediocres.

            En el caso que nos ocupa aquí, en esta ciudad, se da la circunstancia de que los que son las cabezas visibles de toda esta alteridad amoral son los mismos que en pasadas legislaturas formaron parte de los gobiernos de derechas que pusieron el ayuntamiento de todos en quiebra técnica. Ahora, después de dos años de gobierno de IU y PSOE, sin deuda, con participación ciudadana en los proyectos, coherencia en el manejo de los caudales públicos, etc, aquellos se vuelven soviéticos de pronto intentando manipular al ciudadano, engañarlo, tergiversando la realidad y falseando el escenario al exigir una bajada del IBI que ellos subieron, una reducción del impuesto de vehículos y de basuras que ellos subieron y la eliminación de las plusvalías de las que ellos se aprovecharon durante sus mandatos, obviando las directrices emanadas desde el equipo de gobierno para tales asuntos. Y es esta “alteradidad política”, que no alteridad, entendida como el estado alterado del ánimo cuando pierdo el poder lo que nos lleva, valga el ejemplo, a que propongan la bajada del IBI general, pero se opongan a que la iglesia lo pague.

            En definitiva, y por abundar más en el tema, si alteridad es la condición de ser otro y el vocablo alter se refiere al “otro” desde la perspectiva del “yo”, entonces el concepto de alteridad se utilizaría en sentido filosófico para nombrar al descubrimiento de la concepción del mundo y de los intereses de un “otro”. Y no tiene porque ser malo. Por tanto, hagan ustedes, la derecha, un ejercicio sincero de alteridad, por ejemplo, en la cuestión catalana y pónganse en lugar del otro, de sus inquietudes, y dialoguen. Lo mismo también tienen razón en parte. No nos vale el “Santiago y cierra España”. 

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