Este fin de semana,
concretamente mañana viernes, se presenta en Sala de Cura el espectáculo “Alteridad”,
de la compañía Émesis Colectiva. A través de la danza se propone la capacidad
de ser otro o distinto, que es, en definitiva, lo que significa el título de la
propuesta. Esa capacidad de ser otro o distinto es una condición ampliamente
extendida pudiéndose encontrar ejemplos varios: se puede ser pirómano y
bombero, como nos demuestran los incendios en Galicia, cazador y
conservacionista, según el manual del buen cazador, etc. Esa alteridad no
define que el otro o el distinto sean un antónimo del yo ni su contrario, se
puede ser otro, entendiendo el otro como sujeto nominal con su circunstancia y
que esta sea semejante a la suya o ser igual en distinto escenario y con
respuestas equivalentes.
Pero donde abunda la alteridad en su
forma más perturbadora y desequilibrada es en política. Una alteridad no basada
únicamente en personas, que serían sus interlocutores públicos, sino en
opciones electorales o idearios partidistas, bien es verdad que conformados por
aquellos. Es esa forma de camuflarse entre la hojarasca social y presentarse
unas veces a pecho descubierto como uno mismo y otras veces asumiendo, de forma
taimada y marrullera, el posicionamiento del otro contrario, aunque te salgan
sarpullidos en la piel, la más de las veces sin reparo ni vergüenza: todo sea
por el poder. Que la derecha se presente como guardián de los derechos de los
trabajadores y la única opción para su bienestar supone una alteridad de grado
esquizoide con episodios de autoagresión física (cilicio mediante), fundamentada
por su amoral concepto de la política y por una dejadez delictiva ocasionada
por parte de la izquierda. También, claro está, por estar dirigida a una
sociedad con poco entrenamiento democrático, escaso bagaje cultural e histórico
y un equivocado concepto de su clase social.
De ese desparpajo “alterado” de la
derecha política se conoce mucho en Zamora, esta ciudad al oeste del oeste.
Desde la pérdida del gobierno municipal en las últimas elecciones, el PP se ha
convertido en una máquina repetitiva de propuestas sociales más acordes con el
pensamiento de izquierdas, con la particularidad de que es la izquierda la que
gobierna en la actualidad. No se trata de que no se tomen medidas a favor del
ciudadano, ahora siempre es así, sino que, una vez tomadas, los representantes
de la derecha proponen un aumento del efecto de las mismas que raya en alta
temeraria. No importa si es posible sino ponerme, ficticiamente, en el lugar
del otro, mi contrario, para presentarme ante la masa electoral como los
auténticos tutores de su crecimiento y bienestar económico. Ponerse más a la
izquierda que la izquierda en forma de simulación diferida hasta que gane el
poder de nuevo. No deja de ser más que una formulación bastarda y llena de
intereses espurios, un trampantojo político de políticos mediocres.
En el caso que nos ocupa aquí, en esta
ciudad, se da la circunstancia de que los que son las cabezas visibles de toda
esta alteridad amoral son los mismos que en pasadas legislaturas formaron parte
de los gobiernos de derechas que pusieron el ayuntamiento de todos en quiebra
técnica. Ahora, después de dos años de gobierno de IU y PSOE, sin deuda, con
participación ciudadana en los proyectos, coherencia en el manejo de los
caudales públicos, etc, aquellos se vuelven soviéticos de pronto intentando
manipular al ciudadano, engañarlo, tergiversando la realidad y falseando el
escenario al exigir una bajada del IBI que ellos subieron, una reducción del
impuesto de vehículos y de basuras que ellos subieron y la eliminación de las
plusvalías de las que ellos se aprovecharon durante sus mandatos, obviando las directrices
emanadas desde el equipo de gobierno para tales asuntos. Y es esta “alteradidad
política”, que no alteridad, entendida como el estado alterado del ánimo cuando
pierdo el poder lo que nos lleva, valga el ejemplo, a que propongan la bajada
del IBI general, pero se opongan a que la iglesia lo pague.
En definitiva, y por abundar más en el tema, si alteridad es
la condición de ser otro y el vocablo alter se refiere al “otro” desde la
perspectiva del “yo”, entonces el concepto de alteridad se utilizaría en
sentido filosófico para nombrar al descubrimiento de la concepción del mundo y
de los intereses de un “otro”. Y no tiene porque ser malo. Por tanto, hagan
ustedes, la derecha, un ejercicio sincero de alteridad, por ejemplo, en la cuestión
catalana y pónganse en lugar del otro, de sus inquietudes, y dialoguen. Lo
mismo también tienen razón en parte. No nos vale el “Santiago y cierra España”.
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