jueves, 28 de junio de 2018

LA COMBUSTIÓN HINDÚ DE MARTINO BORBÓN

          Martino Borbón nunca había ejercido con libertad el hecho de desear o no cualquier cosa por nimia que fuera. Nunca pudo elegir desde el supremo albedrío, aquel que concede la independencia para sucumbir de forma irrevocable al ansia más profunda o al rechazo más sublime. Martino Borbón es, perdón, era, un ser sin voluntad propia al albur de un cosmos repleto de ideas, órdenes, de sugerencias entrecruzadas, lo que le suponía estar todo el tiempo en la cuerda floja del yerro, pifia o incorrección. Nunca intuyó esta fatalidad vital, esta carencia en la formación de su carácter e intentar anteponer su individualidad, y las consecuencias, aciertos o errores, que dicha individualidad podrían acarrearle. No sabía, ignoraba, en definitiva, decir no y eso supuso que su subsistencia fuera una realidad virtual construida por otros de la que él, solamente, fue un actor coincidente.

            Martino Borbón lo descubrió tarde. No tuvo oportunidad de reconducir ese famélico perfil descendente hacia un yo imperativo, dominante y exigente, en el cual poder ejercer la potestad unipersonal de su propia autoridad. Cual yincana social, se enfrentó, sin saberlo, a la exigencia máxima de autocontrol sin dar una respuesta adecuada y contundente a la oferta desmesurada, al abanico enorme de ofrecimientos que le fueron saliendo al paso y que, como garras con uñas afiladas de sortilegio y perfidia, le fueron atrayendo hacia el abismo miope de su debilidad. Todo comenzó sorpresivamente, como casi todas las cosas que luego terminan en fuegos artificiales, pasmos mayúsculos o el más castizo: ¿quién me mandó a mí?, con la realización un viaje a la ciudad de Madrid desde su pequeña ciudad de provincias con el fin de pasar un fin de semana y sin medir las consecuencias que podrían acarrearle una ciudad repleta de tentaciones y estímulos envueltos en el papel de plata de la persuasión más lasciva, excitante y carnal.

            Sin embargo, su desdicha no provino del mundo subterráneo de lo genital, Martino Borbón tenía ese aspecto arrinconado en el estante de la despensa al cual se relegan los alimentos consumidos esporádicamente, como si fueran una lata de conserva, sino de otro pecado capital: la gula. Una gula, claro está, adherida a su desafecto, a su atonía por decir no, a su repulsa a contrariar el deseo ajeno y anteponer éste al suyo propio. Por todo ello, con este menú degustación de alelos recesivos, su suerte estaba echada y la terrible tragedia que ocurrió después no fue sino el acto final de una fatalidad sobrevenida con su nacimiento. Martino Borbón ya está en Madrid. Martino Borbón está en Gran Vía. Martino Borbón está a punto de comenzar, sin saberlo, una carrera sin retorno hacía una voluptuosidad que, solamente, se paga con la muerte.

            En ese atardecer, en ese punto del tiempo en el que se confunden las sombras con lo real, Martino enfila esa calle que, saliendo de Gran Vía, desciende hacía la Puerta del Sol entre púberes tentaciones de aromas interraciales del comercio carnal: la calle Montera. Una vez allí, se encamina, una sugerencia del recepcionista del hotel en el que se hospeda, en dirección al barrio de Lavapiés, lugar de cancaneo y solaz de una parte importante del devenir más moderno y cultureta de la ciudad. Alcanza su propósito rápidamente y allí, en la cima de la calle del mismo nombre, en ese pedestal desde el cual descenderá de forma abrupta, se deja deslizar suavemente por esa senda repleta de atenciones hindúes en forma de curris y tandooris. Martino Borbón era religioso, católico concretamente, y conocía el Vía Crucis, esas etapas que llevan a su redentor desde su prendimiento hasta su crucifixión. Pues bien, a semejanza de su maestro, él también realizó su Vía Crucis particular, pero a diferencia de las etapas religiosas, sus catorce estaciones llevaban nombres como: Anarkoli, Shapla, Calcuta, Baishaki, Bombay Palace, Raja Mahal, Moharaj Real, Taj Mahal, Sonali, Delhi Darber, Dhaka, Safran, Preity Raj y Raj Puth, cuyos amables dueños le salían al paso de forma insistente para que pasara a su comedor con la promesa de degustar la comida original de aquel país.

Así, desprovisto de toda voluntad, no pudo decir no, no pudo esquivar los ofrecimientos con una amable sonrisa y seguir hacia adelante sino que fue entrando en cada uno de ellos como si su consentimiento anulara la ofensa de un posible rechazo. Entre Vindaloos, Phaal curry, Laal Mass, Piro Aloo y Masalas Dosa fue saliendo y entrando de cada una de sus catorce estaciones. Su consciencia iba menguando tras el final de cada etapa y así, en la cuarta y la quinta tuvo que ser ayudado por una mujer a secarse el sudor que ya le empapaba la camisa que llevaba y por un hombre que lo sostuvo cuando ya estaba a punto de caer. Por fin, exhausto, llegó a la Plaza que dibuja la calle en su final y se sentó en un banco. El calor ambiental apretaba y se conjugaba con el que iba prendiendo en su interior. Su mirada, perdida en algún lugar lejano de la memoria inconsciente, le presentaba coreografías y cantos llenos de colores y olores, de texturas de allende los mares, de sabores exóticos. Visiones que emanaban desde lo más profundo de su cerebro y, sobre todo, de su estómago. En esta tesitura estuvo como un hora, impertérrito, imperturbable, ajeno a cualquier cosa que no fuera el nuevo universo del que ya no podría salir.

En ese instante, sintió una punzada en el estómago y, rápidamente, se desabrochó la camisa. Observó como una luz iba creciendo en intensidad iluminando su cuerpo como se ilumina la oscuridad cuando crece la llama de una hoguera. Su cuerpo, agotado y exprimido, había entrado en combustión espontánea tras tanto curry y picantes varios amenazando su vida. Las llamas fueron creciendo en su interior hasta extenderse por todo su cuerpo y tras un pequeño fulgor, apenas una chispa, prendió del todo convirtiendo a Martino Borbón en una tea humana. Como si fuera el centro de un nuevo Big Bang hindú, expandió sobre toda la plaza los aromas y esencias de todo lo deglutido en su aventura gastronómica. La plaza se llenó de alegría y sus habitantes se pusieron a bailar y cantar extrañas melodías hipnóticas. Los edificios fueron recubiertos por un color entre amarillo y naranja proveniente del todo el curry comido, dando a las fachadas un encanto multicolor. Martino Borbón, ese ser sin voluntad propia, era, por fin, el causante del momento más mágico, extraordinario y sorprendente que se había vivido en aquel lugar en muchos año.

        Pero nada dura para siempre. Martíno Borbón, mejor dicho, sus ascuas, se fueron consumiendo y apagando hasta no quedar nada de él salvo un polvo amarillento en el lugar que él había ocupado. Desapareció físicamente pero no su memoria. Hoy, allí mismo, en el lugar de su asombroso óbito, luce una estatua en posición sedente con un plato de curry en la mano que cada cierto tiempo esparce aromas y perfumes hindúes por toda la plaza en su recuerdo y memoria.

jueves, 21 de junio de 2018

6.000 € = 6.000 agresiones

             Bueno, pues esto parece ser así. La víctima y sus agresores están en la calle. La primera tras ser ultrajada, violentada, vejada, forzada. Éstos por mor de una justicia todavía veteada en demasía por una suerte de patriarcado, de machismo, que se refleja en sus decisiones. Demasiadas veces, quizás. Se iguala de esta guisa el daño producido a la mujer agredida con el supuesto daño que se les puede causar a sus agresores por permanecer en prisión hasta la sentencia firme. No parece haber voluntad para discernir, de una vez por todas, el orden de prioridades. ¿Acaso se debe tener alguna indulgencia de algún tipo para quienes han demostrado que su concepto de comportamiento es la depredación? ¿Se puede ser contemplativo con el salvajismo demostrado en los hechos probados? Definitivamente, no. Con esta decisión, que puede ser legal, se dinamita, de nuevo, cualquier avance en pos de llegar a una verdadera igualdad entre hombres y mujeres, ya que cualquier avance social que se dé puede estar condenado en el estamento judicial de antemano si llegara el caso. Hay muchas jaulas en el mundo, no solo en EE.UU. Hoy, la Audiencia de Navarra ha encerrado a la ética, a la justicia y a la verdad en una de ellas. Solo cabe resistir hasta limpiar de caspa el poder judicial y expulsar de su estructura cualquier comportamiento jurídico retrogrado. Pasarle el paño con fuerza, para no dejar ni una mota de polvo, a todo tipo de leyes que nos retrotraigan a otros tiempos menos libres.

            No tengo muchas ganas de escribir. Hoy, la justicia ha vomitado una manada, agresores sexuales, a una libertad temporal que no merecen ni se entiende. Hoy, este país, me da asco. Solamente me apetece mandar a tomar por culo a toda la Audiencia de Navarra. Y es lo que hago.

            Seis mil euros de fianza que son seis mil agresiones sexuales complementarias más para la víctima. Cabe preguntarse para que tipo de sociedad hace “justicia” esta Audiencia, a que estrato de la sociedad representa esta Audiencia. Lo que sí es real es su indecencia. 

jueves, 14 de junio de 2018

LA MIRADA EQUIVOCADA

                Los cuerpos amontonados tras el tiro descerrajado a quemarropa van preparando el terreno y abonándolo. Brotan de sus cuerpos extensiones, raíces capaces de construir un nuevo entramado de dignidad en el subsuelo frío y oscuro y extenderse hasta donde cualquier atisbo de posibilidad pueda de nuevo favorecer la surgencia de su grito. Da igual la distancia que haya que recorrer, el camino que haya que andar, poco a poco, aireando el terreno seco por la quemadura de ese sol cegador que agosta campos como vidas al mirarlo de frente, de cara, parte del lugar común en múltiples direcciones, tantas como cuerpos acopiados tras la barbarie, para señalar la tragedia, la herida no cerrada, la hipocresía instalada en el olvido.

            Nunca la soledad de su destino y el mutismo hermético de su entorno pudieron esconder su presencia. Siempre hubo quien los recordó para que no murieran del todo. Para que sirvieran de prueba inequívoca de la gran mentira instalada en el imaginario colectivo, más proclive a difuminar el pasado que a enfrentarse a él. Muertes vividas y sostenidas a duras penas en las últimas hojas del libro de la historia pero que, ahora, conocemos al reparar que siempre leímos al revés, de que había que comenzar desde atrás para superar su falta, para rellenar esos relatos que hacen que el texto adquiera la verdad real y no la que nos contaron.

            Desde los páramos, las cunetas, los descampados, irradian sus tentáculos hacia la gran ciudad en la que habita el olvido, incluso aquel que debieran conocer de cerca a pesar de haber sido engullidos sus descampados por el desarrollismo urbano que enlosó los campos de la vergüenza. Buscan la vida que les arrebataron en la memoria de los descendientes de aquellos episodios. Como raíces profundas y fuertes, procuran dar luz a sus relatos sin que nada se les pueda oponer. Sepultados bajo un manto de tierra rápida, van buscando una losa, una lápida que apartar para renacer y explicar al mundo su tragedia ocultada bajo el velo infame de la mentira creada para justificar la transición a una nueva realidad. Más nueva pero más vil.

            No busques con tanto ahínco en la profundidad de los socavones, en la oscuridad de las depresiones, en el vacío de los hundimientos. No señales con tanto ardor la ocasión. Puede que no sean simples desperfectos urbanos, deterioros temporales por el uso, roturas efímeras de una mala construcción, sino la puerta abierta a la verdad que te niegas a reconocer, la verdad que llega hasta ti atravesando el olvido confortable de la historia oficial. La verdad que supera cualquier conato de reinterpretación partidista a favor. La verdad que, como ser humano, deberías haber hecho tuya aunque el imaginario de tu vida dijera lo contrario. Salir de la zona de confort aprendida en el triunfo criminal y asumir la realidad que aumenta con el tiempo y no termina, sino que crece y se multiplica, señala y acusa.

            No es ahí donde debes mirar, es detrás de las tapias, en las cunetas, en las solitarias vaguadas. Es allí en donde te puedes reconocer y plasmar, no siendo que la mano de la memoria te aferre y descomponga la frágil cosmogonía de lo aprendido tan fútilmente.

jueves, 7 de junio de 2018

DE CANALLADAS

            Tal y como hubiera dicho ese bombero-torero que hemos tenido hasta la fecha como presidente del gobierno: “los presupuestos no son cosa menor, dicho de otra forma, son cosa mayor”, algo así como la cerámica de Talavera, según él. Se supone que es la ley anual más importante que un gobierno puede promulgar determinando su política y las bases sobre las que se moverá la economía y estructurará el entramado social. Aunque todos los P.G.E. están viciados, en mayor o menor medida, por concesiones que nada tienen que ver con la economía y sí con la política del mercadeo, determinan la solidez de un país y su seriedad ante la comunidad internacional.
            Sin embargo, tras la moción de censura que lo ha mandado al limbo expresidencial, con sus privilegios, faltaría más, los P.G.E. que él y su equipo de gobierno presentaron al Parlamento para su aprobación, resuelta ésta favorablemente con los votos decisivos del P.N.V., parece ser que, ahora, necesitan chapa y pintura urgentemente, según se desprende de las declaraciones de los representantes del grupo Popular en el Senado, donde aún mantienen mayoría, y por donde debe seguir la tramitación parlamentaria después del Congreso. Estamos ante un capítulo más de la eterna desfachatez pepera en materia democrática y una muestra definitiva del cinismo con el que este partido afronta su papel demócrata tras la dictadura franquista.

            Choca esta postura con la alegría en las mismas filas del P.P. tras el consentimiento peneuvista y su aprobación y las distintas manifestaciones vertidas por los dirigentes populares en tal sentido. Es curioso constatar que, a pesar de la asunción de dichos presupuestos por el nuevo gobierno con el fin de no paralizar el país, al P.P. le dé igual esta grave circunstancia con tal de dinamitar al nuevo ejecutivo. Se insiste: no son los presupuestos de la nueva fuerza política sino los suyos, por los que se felicitaron tras su aprobación. Este nuevo escenario revela de forma clara el poso de bilis, de amargura, de rabia y de ira con el que se manejan estos individuos a la hora de pulular por la vida pública. Solamente el poder por el poder satisface su ansia ancestral de dominación, el ejercicio de la supremacía absoluta por encima de la soberanía popular.

            Cabe suponer que, acostumbrados a las continuas corruptelas durante su mandato, fueran conscientes de lo incompleto de su proyecto presupuestario y necesitaran una nueva vuelta, a través del Senado, esa cámara por donde bullen elementos sospechosos de incapacidad intelectual manifiesta, en donde incluir sus modificaciones bastardas al albur de su mayoría absoluta. Como si fueran esas obras megalómanas, sin objetivo real, y adjudicadas a dedo a sus correligionarios que, modificado tras modificado, duplicaban o triplicaban el presupuesto para mayor gloria de sus bolsillos sin dar alguna explicación plausible sobre el porqué de la adjudicación original sin las garantías suficientes para llevarse a cabo en su totalidad. Eso o que, simplemente, sean unos auténticos ineptos haciendo rotondas presupuestarias.

            El retraso que puede ocasionar en la aprobación definitiva de los P.G.E. las trabas toxicas de P.P. en el Senado puede acarrear incertidumbre en los mercados financieros y en la confianza que dichos mercados tengan sobre la estabilidad de la economía española, que es, en definitiva, lo que persigue esta jauría con tal de volar al nuevo gobierno. Las consecuencias que sobre la ciudadanía en general puedan traer estas trabas consigo no entran entre sus parámetros de actuación como nunca lo han estado, gobernando siempre desde su impronta paternalista para la cual los ciudadanos no son más que menores de edad a los que tutelar desde su altivez jerárquica. Conviene que el nuevo ejecutivo sea capaz de superar de forma ágil esta maniobra legal, pero carente de toda ética, antes de que se alarguen en demasía los plazos y añadan a esta estratagema obstaculizadora la movilización banderil de sus seguidores en las calles con la consiguiente agitación españolista conducente a mostrar al mundo una percepción falsa y desenfocada de la nueva realidad. Ya se sabe que, citando de nuevo al bombero-torero, y manipulando un poco: es su elector el que elige a su corrupto y es el corrupto el que quiere que sean sus electores el corrupto. Marca España.

            Por cierto, si no tienen un portavoz a la altura del ardid que van a perpetrar, desde esta ciudad al oeste del oeste le pueden enviar a un nuevo bocachanclas que ha surgido de forma imprevista, su eminencia el obispo, que parece haber hecho un curso acelerado de manipulación informativa y adiestramiento en las artes de la intoxicación y la amenaza. Ni con sotana desentonaría en medio del grupo popular.