miércoles, 30 de enero de 2013

LA TAIFA INMORAL


Hablar en la actualidad de ética y moral con respecto a la clase política viene siendo un imposible como intentar conseguir la cuadratura del círculo, que Homer Simpson deje de ir al bar de Moe o que Telecinco no emita más de una hora de telebasura disfrazada de debate. Y cuando me refiero al concepto “moral” no me refiero a la moral cristiana o católica, que reviste con su olor a naftalina el devenir histórico de este país, sino a aquella que tiene que ver con la conciencia y el respeto humano, independientemente de la religión que se profese o del color político al que se pertenezca.
El continuo goteo de noticias sobre casos de corrupción, escándalos financieros e imputados en causas judiciales que afectan a numerosos políticos de cualquier estrato de la estructura política de este país: Central, Autonomía y Administración Local, hace que el ciudadano de a pié tenga la sensación más que razonable de que los términos de los que hablamos hayan sido borrados del código de conducta de quién tiene en sus manos la capacidad de legislar y, por tanto, de producir leyes cuyas consecuencias graven de forma irreparable la vida del conjunto de los ciudadanos.
La política de descentralización que supuso el estado de las autonomías ha devenido con el paso de los años en una estructura de reinos de taifas donde se legisla a golpe de provincianismo racial creando múltiples realidades legislativas que en el fondo no son más que las distintas caras públicas de la ineficacia y mediocridad de los representantes políticos que las ostentan. Desde los parlamentos independentistas, que vulneran con sus actuaciones la Constitución que les permitió existir, pasando por los parlamentos que interpretan la legislación básica del estado en materia de retribuciones a los funcionarios, nos guste o no, a su forma y modo, creando mayores desigualdades retributivas entre quienes, en el fondo, realizan el mismo trabajo, llegamos a Castilla y León, donde su poder legislativo se ha pasado por el forro de sus caprichos la normativa estatal en relación con los permisos retribuidos de razones particulares y vacaciones, asumida por la propia administración autonómica para con sus empleados.
Esa independencia entre los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, que es reclamada desde hace años por los ciudadanos ante las injerencias que se producen entre unos poderes y otros en el ejercicio de sus competencias, en estos casos ha sido tomada por uno de ellos, el legislativo, de forma torticera para ponerse por encima de la ley creando conflictos donde no debería haber ninguno. Y en el caso castellano y leonés, no se trata de rebajar los permisos retribuidos de los trabajadores que se han concedido a mayores, mejor para ellos y que los disfruten, sino que se trata de hacer entender al legislador que su torpeza, su incapacidad para medir los efectos de sus acciones, traen consigo la conflictividad entre colectivos del mismo rango y del mismo territorio y entre colectivos del mismo rango y territorios distintos. De ahí lo de reinos de taifas.
Al igual que la Revolución Francesa vino a pinchar la burbuja insolidaria en la que vivían la monarquía, la iglesia y la aristocracia, lumpen de intereses político-religiosos, es hora de pinchar esta burbuja autista, sorda e insolidaria en la que viven nuestros políticos. Esa burbuja que les ha impedido ver, parece ser, que el único estamento que no ha sufrido el ajuste oportuno en el actual contexto económico ha sido el que ellos representan y que, por tanto, podría considerarse constitutivo de delito de prevaricación, ya que es comparable el dictamen de una sentencia a sabiendas que es injusta como el incumplimiento de los deberes del servidor público al dictar leyes injustas a sabiendas de que van dirigidas contra quienes no fueron los causantes que las originan, dejando en la impunidad a quienes son los verdaderos culpables.
En definitiva, que estamos necesitados de una clase política que se conduzca a través de la ética laica o secular. Que sus actos se basen únicamente en las facultades humanas como la lógica, la razón o la intuición moral, y no en base a una supuesta revelación o guía sobrenatural. A fin de cuentas, que prime sobre todas las cosas el humanismo, el laicismo y el librepensamiento.

miércoles, 23 de enero de 2013

ORGASMO CELESTIAL


Me levanto la sotana, miro al ombligo, que gran placer cuando acaricio el crucifijo”, es una estrofa de la canción de Barricada “En nombre de Dios”. Me ha venido a la memoria cuando he escuchado a través de los medios de comunicación la noticia de que el Obispado de Alcalá va a organizar un curso sobre sexualidad. El curso se estructura en 45 minutos de charla y otros 45 minutos de rezo y su eslogan es: “El sexo como Dios manda”. Pues eso, mandar, mandar, no sé lo que manda Dios, pero manda huevos la cosa.
En principio, nótese el equilibrio temporal del curso, por cada minuto de sexo un minuto de rezo. Esto denota la inexperiencia de la iglesia en este tipo de eventos carnales. En cualquier curso de aplicación práctica prima sobre la teoría la parte manual del mismo, esa que da la medida del conocimiento adquirido. Aquí, la iglesia, fiel a si misma, castra la parte activa y la sustituye por el rezo del arrepentimiento hipócrita. Si, según su decálogo, no debes cometer actos impuros, para que su enseñanza, ya que no creo que ningún católico en su sano juicio, una vez acabada la coyunda, cuando lo que le apetece es un cigarrito rico, se ponga de rodillas a rezar por el supuesto pecado cometido, con el sudor del orgasmo sobrevenido todavía en la piel y resonando en el recuerdo los jadeos emitidos.
Por otra parte, ¿qué tipo de sexo enseñaran en este curso? Y sobre todo, ¿quiénes serán los profesores? No son baladís estas preguntas ni tampoco lo deben ser las respuestas. Desde siempre el sexo ha sido para la catolicidad recalcitrante algo sucio, más propio de animales, es decir del resto de la humanidad no católica, que de sus bienaventuradas almas. De hecho todavía no doy crédito al número de católicos que existen por el mundo ante la visión aberrante que tienen sobre el acto que puede dar lugar a la reproducción, ya deberían estar extinguidos y, sin embargo, cada vez hay más. Entonces, debe ser que tienen asumido la tristeza de su destino sexual.
Intento imaginar como se pueden despachar sus teorías sexuales y el formato elegido para ello y, os lo puedo asegurar, no lo consigo. Es imposible separar el instinto, el deseo, la imaginación, el juego e incluso el ir más allá, del acto sexual y, por tanto, si lo dejas desprovisto de toda esa capa de lujuria, la cual ha sido criticada por la iglesia como impropia de la naturaleza humana que ellos proclaman, ¿qué queda?, pues la tristeza, el aburrimiento y el desánimo, es decir, lo que ellos entienden por sexo. El acto sexual, para ellos, solamente debe ser un acto reproductivo, que debe estar falto de todo envoltorio lúdico, lúbrico y pasional, sin dejarse llevar por los bajos instintos.
Y los profesores. Mmm…los profesores. ¿Quiénes son? Si quién da el curso es un sacerdote y damos por supuesto, que es mucho suponer a la vista de todo lo que ha salido a la luz en los últimos años, que no tienen conocimiento carnal de moza o mozo, ¿qué demonios pueden enseñar? ¿Hablarán de oídas? ¿Habrán hecho un curso acelerado de películas porno? Es lo mismo que si yo organizo un curso sobre “La Aplicación práctica de la mecánica de partículas en la astrofísica de planetas”. Un sinsentido, vamos. Nos pasaríamos todo el tiempo del curso en el bar tomando unas cañas, certificado de participación y a otra cosa. Por otro lado, si los que dan los cursos son seglares y, como hemos dicho antes, su visión sobre la sexualidad es la visión castrada de quien ve el sexo como un enemigo, solamente estarán reproduciendo los viejos estereotipos gastados y dando lugar a generaciones atribuladas por la eterna disyuntiva de lo que les dicen que pueden hacer y lo que realmente desean hacer. Para ellos si que esta vida será un valle de lágrimas.
Y lo curioso del caso es que, en el fondo, la iglesia ha sido pionera en una de las muchas variables sexuales con las que hoy nos encontramos. El cilicio, artefacto inhibidor del deseo de los practicantes de la abstinencia sexual, podría ser el precursor del bondage, del bukkake, del sado o del masoquismo, solamente hace falta verlo como ese juguete que algunos desean que le echen los reyes. El dolor como vía de acceso al placer es una constante dentro del juego sexual más perverso. Ellos lo llamarán aberración, pero allá que van y lo usan.
En fin, que como única conclusión que se me ocurre sobre el sexo como dios manda, es que lo único aprovechable es la posible incorporación al típico imaginario de roles en los juegos sexuales, véase el profesor y la colegiala, el butanero y el ama de casa, el doctor y la enfermera, etc, del reprimido/a profesor/a de sexo y del alumno/a que se inicia en estas lides. Podéis imaginar cada uno como se desarrolla la escena en función del grado de perversión que cada uno tenga en su lujurioso cerebro. Ah¡ los podéis vestir como queráis, yo propongo el gris tristeza para los dos, y ya le daremos color al asunto.
P.D. A partir de ahora ya no se le dirá a la pareja quien arriba y quien abajo, sino como lo quieres: como dios manda o al libre albedrío.

miércoles, 16 de enero de 2013

MANTECA DE CERDO


Tiempos de cambios y de mudanzas, aunque en realidad solamente exista un tiempo, que en nuestro caso, se muestra corrompido y putrefacto. Este tiempo político que nos ha tocado, en mala suerte, vivir. Asistimos perplejos, bien es verdad que unos más que otros, de algún sitio habrán salido, digo yo, los diez millones de votos que auparon a este gobierno, a la mayor estafa electoral jamás perpetrada y al desmantelamiento del estado social democrático, a manos de unos personajes saineteros, construidos en serie ilimitada, a imagen y semejanza de los peores arribistas que la clase política ha dado, herederos en negativo de las fotografías en blanco y negro de los medios de comunicación del movimiento. Lupanar político de gomina barata, pasado todo por la centrifugadora democrática que enmascara, que no lava, pasados y conciencias, como los detergentes baratos.
El estado de las autonomías, que en principio debió ser la antítesis del centralismo rimbombante de pandereta oficial, ha derivado en monstruos esperpénticos, fagocitadores de todo lo público, dejando sus defecaciones en manos privadas, ávidas del beneficio que la carroña pueda suponerles, como hienas al amparo de la noche. Y todo esto con la chulería propia de las “nuevas generaciones” de niñatos con coche oficial, con puestos conseguidos a dedo gracias a sus bien probadas capacidades serviles, que suponen que están por encima del bien y del mal, ante la parsimonia del resto de los partidos políticos, salvo excepciones, y de gran parte de la sociedad que no reacciona en la medida que este vil y asqueroso saqueo debería. El gran ejemplo de este olor a miseria política que nos invade, con permiso de la Comunidad Valenciana, es la Comunidad de Madrid.  
Como en la Isla del Doctor Moreau, los experimentos contra natura han dado como resultado la mayor parada de monstruos políticos, benefactores únicamente de sus bolsillos. Aquella comunidad, que el origen de la democracia, se enorgullecía de su cinturón rojo, llena de trabajadores que lucharon por la llegada de la democracia, ha devenido con el tiempo y votación tras votación en el paraíso de la derecha, como si todos los trabajadores se hubieran convertido de pronto en clase media-alta y los miles de inmigrantes llegados con el crecimiento económico hubieran abrazado el evangelio capitalista salvaje, curiosamente, ese mismo evangelio que los expulsó de sus países en busca de un futuro mejor. Con este tipo de regalías electorales, no es extraño que ahora, con una más que éticamente dudosa dirección de la propia comunidad, los advenedizos, esos reyes de la caricatura política, desmantelen la estructura pública en su beneficio al amparo de la caradura más sectaria.
En noticia recogida por diversos medios de comunicación, la empresa del antiguo responsable de la sanidad madrileña, Juan José Güemes, se ha quedado con los análisis hospitalarios que el mismo, desde su puesto público, privatizó. Además, dicha empresa forma parte del grupo Capio, que gestiona numerosos hospitales de la red pública madrileña y que son soportados económicamente con dinero público. Este hecho, no puntual, forma parte del reparto de los despojos del sector público, que ellos mismos ha ayudado a atrofiar para después justificar sus acciones. En situaciones de crisis, el sector privado empresarial, al que tanto molesta la intervención del estado en épocas de bonanza, es el primero que exige la inversión pública para su beneficio y, en caso de no concretarse, posiciona a sus peones políticos, rehenes de su condición y carrera política deudora de su financiación, con el objetivo de legislar a favor de sus intereses, aunque esto suponga el latrocinio de los intereses de la mayoría de la sociedad. Sociedad que por otra parte, les importa un bledo.
Y ante todo esto, ¿qué? Desgraciadamente el primer partido de la oposición hace tiempo que vive sin vivir en él. El descalabro de las últimas elecciones ha dejado un partido dividido, sin ideas y sin liderazgo alguno. Las últimas declaraciones de su Secretario General, Alfredo Pérez Rubalcaba, en las que dejaba para otoño la resolución de la crisis interna del partido, mueven a pensar que su oposición a las medidas del gobierno de la derecha no tendrá la firmeza que requiere la situación actual y, por tanto, los ciudadanos estaremos vendidos ante tamaña dejadez democrática. Se constata este hecho en la bajada de intención de voto del PSOE, que no consigue atraer votantes de la mayor bajada que sufre el PP por su política económica y social devastadora.
Personalmente echo de menos un líder progresista que diga las cosas que todos los que creemos todavía en una política de progreso económico y social de izquierdas, estamos deseando: que en el momento que accedan al poder, todo el fraude privatizador del PP será revertido, será público lo que nunca debió dejar de serlo y se ejecutarán las expropiaciones que sean necesarias, a coste cero, ya se han beneficiado bastante, aunque para ello haya que cambiar todas las leyes. Todavía no lo he escuchado y ya ha pasado un año. Mientras no se consiga, seguirán estas nuevas generaciones campando a sus anchas por la política, como si fueran los únicos ungidos por el creador para ello, realizando cada día su ejercicio de hipocresía nociva, tóxica y sectaria. 

miércoles, 9 de enero de 2013

NOCTURNO


Sentado, acababa de apagar la luz de la memoria. En la oscuridad densa de las cuatro paredes que cobijaban su vida, se dio cuenta de que su intento estaba condenado al fracaso. Locura transitoria del teatro de los recuerdos, aquellos que se metamorfosean y se fabulan a si mismos con el paso del tiempo. De pronto se vio de niño. Aquel nerviosismo previo a la gran noche en la que unos seres mágicos, en aquel tiempo pasado tan reales, visitarían la casa y dejarían en ella los regalos propios de los que, magnánimamente, con mucha benevolencia, se habían portado bien. ¿Se había portado él siempre bien? No recordaba lo contrario, por lo tanto aquellos regalos de Reyes siempre debieron estar justificados. O al menos eso creyó siempre. ¿Y ahora?.
Con el paso de las horas, sus parpados comenzaban a ceder a la noche negra. Su mente evocó de pronto aquellas cabalgatas teatrales en la que se daba carta de naturaleza a la llegada real. La inocencia inocente de quien veía en la televisión la misma obra unas horas antes con distintos actores y daba por cierto el engaño. Miles de comitivas distintas desfilaban como si en aquellas horas el mundo se hubiera llenado de replicantes de oropel barato y betún fabricados en cadena para la ocasión. Y, aún así, esperabas tu regalo, pero ¿qué esperaba él ahora?
Las horas, los minutos, hasta los segundos se ralentizaban en su confusión y pasaban lentamente, tan lentamente, y él no atisbaba indicios de su búsqueda. Parecía que el tiempo no sabía que significaba en realidad, que no sabía que era él y debía seguir con el tempo marcado desde el origen de todo. Podía pensar que, incluso, su vida se representaba en una realidad paralela regida con otras coordenadas. Pero, aún así, de ser cierto, deberían llegar. Una idea fue avanzando a trompicones por su consciente hasta tenerla ante sus ojos. En todo tiempo, desde que el tiempo es tiempo, esos seres magos y reales a la vez, habrían sido en realidad los depositarios del secreto que mueve los hilos del espacio-tiempo. Ese misterio que los científicos llevan años buscando demostrar. De esta forma, se moverían por el mundo a través de infinitos agujeros de gusano, doblegando al tiempo hasta hacerlo curvo y cercano. Puertas interestelares de comunicación inmediata. En todo caso, ¿dónde quedaba la parte religiosa con la que siempre nos habían amenazado? Quizás fue ahí, en ese momento, cuando la razón se despertó, en el que la desilusión triunfó y acabó el engaño.
Escocían los ojos. Se rebelaban contra la imposición de aquella vigilia absurda. Creyó escuchar ruidos y se levantó, pero solamente eran aquellos a los que esta noche solamente trae regalos más terrenales y lúbricos y llegan a casa hastiados hasta el vómito. Ahora sí, se aceleraban las horas y ya, en la lejanía, se podía imaginar el alba. Pero había que insistir y se acurrucó aún más en la manta esperando la llegada imprevista. En todo caso, si se producía ¿qué les preguntaría? ¿Cuáles serían los porqués? O, acaso, simplemente quería comprobar la veracidad del cuento, de que parte de su vida, su infancia, no había sido una mentira y se perdiera para siempre.
Cerró los ojos y vio el fracaso. El fracaso que supone perder aquella virginal ignorancia y adentrarnos en una realidad sin regalos porque sí, porque uno es bueno. Los regalos ya no son regalos sino conquistas y con el tiempo se producen más las pérdidas. Se intenta proyectar el juego en la nueva infancia, añorando de paso la nuestra. Al final comprendemos que realmente lo único verdadero es que somos los Reyes Magos de nosotros mismos y que todo lo demás ha sido un entretenimiento exotérico para muchedumbres ansiosas por trascender, a las que se les vende, precisamente, lo que piden.
La noche terminó y con ella la vigilancia. Nadie había llegado y había depositado para él su regalo. Aquella oportunidad pedida tantas veces. Levantándose y yendo hacía la ventana se fue sintiendo como el más importante miembro de la secta de los necios. Necio por creer, necio por creer que se haría realidad, necio por pensar que existen Reyes Magos o estrellas fugaces a los que pedir deseos que la realidad, la cruda realidad se empeña en no conceder. Desde la ventana observó el nuevo día con otra perspectiva, ahora era el turno de pasar página y dejar atrás las cenizas del pasado, todas, sin excepción.

miércoles, 2 de enero de 2013

LA TRAMPA DEL TIEMPO


Estoy intentando ver como la línea del tiempo se quiebra, pero realmente no siento nada. No llego a ver la diferencia temporal entre un supuesto tiempo acabado y un supuesto tiempo que empieza de nuevo. Sentado frente a frente, escruto con la mirada el reloj con la esperanza vana. Las agujas horarias han ido avanzando de forma inmisericorde con el mismo sonido repetitivo de siempre, ni siquiera han variado de tonalidad para hacerme un guiño de advertencia. Desde la ventana de incomunicación tóxica, los distintos presentadores se empeñan en hacerme creer que la vida tiene diferentes tiempos y que uno de ellos se acaba pronto para dar entrada al siguiente. Sin embargo, las horas son iguales, su medida y espacio siguen siendo uniformes. Entonces, ¿cómo puedo saber si he dejado atrás el año viejo y he entrado en el nuevo? Acaso, he quedado cautivo del tiempo lineal que me vive mientras el resto de la humanidad avanza sobre un tiempo nuevo, donde las medidas son distintas, donde los espacios son variables y las direcciones de destino mentiras conocidas.
Sin embargo, nuestro tiempo nació con el tiempo. Su discurrir ha sido monocorde a lo largo de su viaje. Somos nosotros quienes nos empeñamos en dividirlo y estancarlo en celdas temporales. Quizás sea esta la única manera de poder vivirlo, pero el tiempo, como la corriente de un río, nunca se para, prosigue impasible su viaje sin final aparente. Creamos la ilusión de poder dominarlo, lo camuflamos entre otros quehaceres y al dejar atrás estos, creemos que dejamos atrás el tiempo. Pero, el tiempo es el mismo, el de ahora y el de antes y el de después. Cambiamos nosotros, nuestro entorno, pero nuestro verdugo es el mismo que el de forma general rige el mundo. Avanzan las horas y, ahora, por la ventana de incomunicación tóxica se asoma la gente en estado de alegría y felicidad extrema. ¿Lo habrán conseguido? ¿Su tiempo será distinto del mío? Año nuevo, vida nueva. Estafa para pobres.
Sí, estafa para pobres. Porque no hemos dejado atrás ninguno de los problemas atrapados en el tiempo que se empeñan en cerrar. Día uno, veinte, treinta y uno. Enero, abril, septiembre. Da igual, el tiempo ha ido avanzando insensible a nuestros esfuerzos por enjaularlo en cómodos plazos que nos permitan la vana ilusión de tener su control y, sobre todo, de poder pagarlos. Lo denominamos de mil formas, pero en realidad solamente existe uno, aquel que desde la distancia se ríe de nosotros mientras juega al gato y al ratón con nuestra vida. Lo reglamos con dígitos con la esperanza de que el hecho de añadirle uno más al antiguo acabe de un plumazo con todo lo que no queremos recordar. Se organizan grandes eventos en su honor como forma ritual de purificación de nuestros espíritus y formamos parte del aquelarre de felicidad sobrevenida con que nos bañamos en la noche designada para el orgasmo colectivo. Pero…
Las horas han ido avanzado y la ciudad despierta de la resaca de felicidad impostada con la que nos adornamos. La conciencia va recobrando la lucidez perdida y nos vamos dando cuenta de que la tarde, esta tarde nueva, se parece demasiado a la de ayer, a la de antes de ayer, a cualquier tarde de la vida que, hace unas horas, creímos cerrada. Vamos sustituyendo las frases de catálogo navideño por aquellas que van revelando la realidad cierta. Empezamos a darnos cuenta de que otro año hemos ido cayendo en el engaño anual y que, realmente, no hay nada que haya cambiado. Los problemas siguen ahí, esperando la solución siempre retrasada, esa solución que imaginamos que se nos revelaría entre los vapores etílicos a la hora del cambio de año. Pero la mochila sigue llena, no se ha vaciado con el paso adelante y su tiempo es el tiempo real de nuestra vida. Lo demás son promesas de catálogo electoral prostituido. Una supuesta energía para afrontar el futuro, que si no teníamos antes, no puede ser que se nos haya inoculado por vía intravenosa. El problema sigue siendo el problema, la solución sigue siendo la solución y su tiempo es el mismo. Ahora y antes, nada ha cambiado. Simplemente nos hemos creído otra vez el cuento del año nuevo. Nada más.
Van corriendo las últimas horas del primer día del año nuevo. El tiempo sigue avanzado impertérrito y nosotros nos equivocamos imprimiendo fotocopias del mismo todos los años. Quizás estemos realmente con el tiempo de pasada.