miércoles, 15 de junio de 2011

LA SOLEDAD DESHABITADA

Con esta soledad alevosa, tranquila.
Con esta soledad inservible, vacía.
Se puede algunas veces entender el amor
(Mario Benedetti)
Cuando la noche caía sobre los restos de otro día gastado en su cotidianeidad particular, la luna le sorprendió en la terraza, mirando al horizonte infinito de sus pensamientos. Los acontecimientos de las últimas semanas habían removido sin piedad sus recuerdos y habían sacado de su olvido sentimientos que, a pesar de estar bajo llave emocional, se obstinaban en vivir de nuevo. Se daba cuenta de que su melancolía tenía su origen en la certeza de que estando todo por ser, pudiera ser que no fuera nunca. Incluso, en su mundo de locura, había llegado a mezclar la vida real con sus sueños, confundiendo un mundo con otro y no sabiendo cual era lo real y cual lo soñado.

La luna, eclipsada en rojo, como ella, le venía bien para indagar sobre cuál era la relación que tenía con aquella mujer. Relación de un solo sentido, igual que las carreteras que conducen a ninguna parte. Como las mareas, que hacen que el agua baile un tango de ida y vuelta, ella aparecía y desaparecía de su vida con la misma constancia, haciendo que su estado de ánimo sufriera tantas alteraciones como sus momentos de presencia y ausencia.

La conocía desde hace años y se había enamorado de ella con naturalidad, con el convencimiento de que ese era el camino a vivir. ¿Quién no se ha enamorado así alguna vez? Un día se dio cuenta que aquella mujer era como una promesa de vida. Intentó hacerla realidad una y otra vez. Pero su cobardía le había impedido insistir en su intención. Realmente, solo lo había intentado de verdad, no en su imaginación, una vez y fracasó. En esas presencias, algunas veces le descubrió una mirada furtiva, pero ¿era realmente de verdad o solamente una interpretación de algo deseado? ¡Había gastado tanto tiempo en su vida! Pensaba que, quizás, pudiera tener otra.

El desconcierto durante estos años había sido su compañero solidario y pertinaz. Contradictorio en el fondo, ya que, cuando ella estaba, serenaba su dolor, aumentándolo al mismo tiempo al saber que luego se convertiría en ausencia. Llevándose un pedazo de tiempo que ya nunca volvería. Intentaba encontrar una salida que le pudiera ayudar, deteniéndose, buscando refugio en lo material. Aunque sabía que estaba herido sin piedad, solamente por lo que sentía y no tenía remedio.

Como la luna esa noche, pensaba que todo los años así vividos pudieran ser eclipsados y quedarán fuera incluso de su mirada. Pero sabía que los eclipses empiezan y acaban, esconden y muestran de nuevo. Quizá entonces, ese fuese, realmente, su camino. Tener sentido a través de ella, sin que ella lo supiera. Y encontrar ese lugar para vivir, trabajar y morir. Incluso pudiera ser que por primera vez en la historia de la astronomía, hubiera dos lunas. Una para ella y el mundo y otra, la que estaba viendo, para él. Así no le daría vergüenza estar pensando en ellas, ella y la luna, y esta última le pudiera transmitir sus sentimientos ocultos.

Terminó el eclipse y le vinieron a la memoria versos sueltos de una canción, de la cual no recordaba su autor: “Amo tanto la vida, que de ti me enamore, y ahora espero impaciente, ver contigo amanecer. Estás tan bonita esta noche, te sienta el pelo recogido tan bien”.

Los tarareó bajito y sonrió. Se daba cuenta de que no tenía remedio.           

4 comentarios:

  1. Cada día que escribes algo nuevo te superas y me sorprendes más si cabe. Es un hermoso relato que sin duda la magia de la luna, ha ayudado a crear.

    Un saludo desde esta calurosa y ventosa tarde del mes de junio

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  2. Desde el frescor de un rio y unos prados de una tierra que tu conoces muy bien, leo tu relato yy me produce una muy grata impresion. Que prosa. Creo que escucharr la cancion que mencionas.

    Por que las vias del tren siempre nos ensenan la cara de atras y mas fea de los pueblos y ciudades que atravisan?.
    Saludos.
    lolo

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  3. qué decir? este santo ser quedó realmente sin habla...(algo casi imposible) no solo porque encuentro en tu relato palabras de un cantautor que realmente admiro, sino también porque recordé ese día en que mi vida tenía sentido a través de alguien, sin que ese alguien lo supiera. Realmente muy bueno!

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  4. La soledad se descubre a menudo, en la necesidad de un abrazo.
    Un beso.
    loca por incordiar

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