Quiso estar toda la vida
sentado a su lado y ahora estaba sentado en aquella mesa de la cafetería de
siempre, bebiendo el mismo pringoso café de siempre, escuchando las mismas
tonterías de siempre, contemplando desde la cristalera de mil huellas digitales
de la ventana el inicio de la jornada diaria de una mañana cualquiera de lunes.
Bueno, no de una mañana cualquiera, sino de esa mañana: la última. Aunque se
habían dicho “hasta la vista”, era consciente de que nunca habría una vuelta
atrás y ella nunca volvería. Realmente era un adiós definitivo. Le mortificaba
la constante vulgaridad que planeaba a su alrededor día tras día. Vulgaridad
untada en las tostadas quemadas servidas con prisas, aunque mejor que servidas,
sería decir tiradas con desdén, como se sirve el asqueroso rancho de los
condenados a cadena perpetua. Caro precio el que estaba pagando, la soledad,
por ser fiel a un amor imposible, que se le escapó de las manos como se van oscureciendo
la voz y los sones cercanos cuando inician el viaje hacia el silencio a través
del micrófono y el altavoz de una actuación conocida.
¿Por qué demonios se
puso a pensar en el verbo extrañar? Sí, la extrañaba con la furia desatada, la
pasión infinita y la intensidad celebrada de su cercanía tan lejana. Pero, no
era eso lo que sentía en ese momento. Era la sensación de destierro, clavada en
lo más profundo de su ser, lo que le mortificaba. La sensación de ya no
pertenecer aún perteneciendo y ser consciente de estar asistiendo al nacimiento
de innumerables caminos por los que él ya nunca transitaría, marchitada la
posibilidad de cambiar, envenenada por la traición que sentía. Sí, el también
se había recordado y se imaginó triste. Con esa tristeza duradera, visceral y
punzante que aniquila cualquier intento de renacimiento. Hologramas que laceran
sus deseos y que, al repasar su estado, convierten en rojo el balance de
cuentas.
Sentado allí, en aquella
mesa, ya casi sin gente en la cafetería, deseó proponerle a su otro yo,
metáfora de un deseo nunca realizado, un
cambio en su vida. Tener por fin la maravillosa sensación del cambio de escena y
decorado. Obra de un solo actor. Representar en el escenario vacío de todo
artificio, desnudo de prejuicios, a merced de todos los espectadores de su
vida, el ritual purificador donde incluir todos los sudores pasados, los
cansancios sufridos, el sueño perdido, el tiempo gastado, las penas pasadas,
las alegrías vividas, el amor a destiempo, el desamor todo el tiempo, los
desencuentros continuos, las reconciliaciones escasas, los fracasos de fondo,
los aciertos de nada, las palabras dichas, las palabras pensadas, las miradas
que decían, los ojos que lloraban, los golpes recibidos, las caricias
truncadas, los roces ligeros, los abrazos perdidos, el amor sin respuesta, la
respuesta esperada, la pregunta atrevida, la osadía castigada.
Y dejar la escena.
Olvidos cargados de prontitud, en un aquelarre de risas y aplausos que rompen
las costuras tejidas con hilos de otros tiempos más antiguos, incapaces de contener
otros quehaceres que prometen más atención. Irse con la sensación de traspaso,
cese de actividad sobrevenida en una nueva dirección, que no la suya. Ya
solamente queda ir recogiendo los últimos enseres, ahora sí, pasados de moda.
Él solo no puede impedir que la lluvia caiga, que las danzas del agua empapen
con otros colores y sonidos el tiempo que se avecina. Es difícil escoger entre
una canción para cada día o la misma canción todos los días.
Constancia de un tiempo
que declina o que ya ha sido declinado por fin. Un tiempo que reconoce que ya
no es suyo. Nuevas celebraciones nacen con la muerte de las pasadas. Molinos
que giran con nuevos vientos y perspectivas ante las cuales solamente cabe
dejar paso, apartarse. No ser un lastre que cercene las nuevas aventuras
programadas. Sones de campanas de despedida repicados en babel de idiomas y
escenografías. Puestas sus mejores galas, quizás ayer bailó su último vals.
Que decir...fabulodo. Estan hermoso que duele.
ResponderEliminarNo olvides nunca.
Un beso.
No te olvidaré, no me olvidaré. Soy el que soy y el que fui. Letra de Asfalto. Nunca el olvido podrá ser refugio para un corazón enamorado.
EliminarLa realidad es muy dura, hay que vivir con una ilusión.
ResponderEliminarHay va una frase "despedidas,si quieres un recuerdo te regalo mi pena".
Un beso.
Todos aspiramos a desayunar en compañía. Levantarse una mañana y tener la dulce presencia del ser al que se ama. El café está sobrevalorado.
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