jueves, 18 de julio de 2013

UN SECUESTRO POLÍTICO


             Ya va siendo hora de aceptar, que de alguna forma, somos nosotros los culpables. La excusa tan manida de la poca tradición democrática existente en este país ya no es tan excusa como antaño. Los años transcurridos desde la instauración del sistema democrático han equilibrado en la práctica la totalidad de los nefastos años de dictadura impuesta por las armas por el sátrapa de infausto recuerdo, que para más inri, murió en la cama, desgraciadamente por la incapacidad para derrocarlo desde el interior como por la nula voluntad para expulsarlo del poder desde el exterior. Algún día alguien nos debería de explicar porque las potencias democráticas vencedoras de la segunda guerra mundial nos dejaron en manos de semejante personaje en lugar de finalizar su labor. Países que se vanaglorian de su democrática historia pero que han mantenido, y mantienen, fluidas relaciones con sistemas puramente autoritarios.
            La visión aterradora, orwelliana, del presidente del gobierno español dando explicaciones sobre los casos de corrupción que salpican de lleno a su partido, y a él mismo, a través de una pantalla de plasma, como si su reino no fuera de este mundo, parece ser que no escandaliza a nadie. Que se acepte este esperpento sin que ninguno de los periodistas allí presentes se levante y se niegue a asistir a esa rueda de prensa capada, sesgada e unidireccional, no deja en buen lugar al mundo periodístico. Esa misma prensa que, en teoría, debe ser el elemento punzante contra el poder, quien debe dar luz a las cloacas sobre las que se asientan, demasiadas veces si acaso, las estructuras políticas y económicas de cualquier país.
            Que el torbellino corrupto en el que se desarrolla la actividad del partido mayoritario en el parlamento, que además sustenta al gobierno, niegue la presencia del presidente de dicho órgano en el Congreso, con el objeto de dar las explicaciones pertinentes sobre los últimos acontecimientos en torno a la financiación de su partido y los sobresueldos cobrados, presuntamente, por sus miembros, da idea del emponzoñamiento con el que se vive la política nacional. Un gobierno que desprecia a la mitad de sus ciudadanos, que a través de sus representantes, exigen dicha presencia y explicación.     
            Aquí se acepta el desaire y la tomadura de pelo con naturalidad, como si eso fuera la norma, cuando la norma, y sobre todo la ética, si es que ésta última existe, dice que cualquier político debe estar al servicio de sus ciudadanos y dar todas las explicaciones exigidas, cuantas veces se le requiera y en persona. Por educación, moral y cultura democrática. Los altos intereses económicos de los grandes grupos periodísticos, salvo excepciones, parece ser que les inhabilitan para ejercer su labor. Excluidos quedan los lacayos del poder, los perritos falderos a sueldo a los que la palabra periodista les queda demasiado grande.
            Aparte de todo esto, es una gran parte de la ciudadanía quien está dando patente de corso a la política de recortes asesinos del gobierno. Ante todo lo dicho, los ciudadanos nos vamos cruzando de brazos, alzando los hombros en señal de resignación y soltando aquello de “que podemos hacer nosotros”. Nos vamos convirtiendo por la fuerza de los hechos en una masa aborregada, simple y vasalla, que acepta cuanto provenga del poder, aunque eso signifique mayores sacrificios. La anestesia de nuestros cerebros tras años y años de dar la espalda a lo que significa el ejercicio de las prerrogativas que nos otorga el sistema democrático, de ignorar cuanto ha sucedido y sucede en las estructuras del poder político, ha devenido en la realidad en un sistema democrático sobre el papel, pero un secuestro de facto de nuestros derechos.
            Cuando en los países democráticos de nuestro entorno, se exige la dimisión de un político, ¡y éste dimite!, por haber falsificado una declaración para no pagar una multa o por haberse fumado un porro en sus años de universidad, mientras que aquí se pueden acumular los casos de corrupción política y económica sin que nadie dimita, aunque su dignidad, si la tienen, quede por los suelos, explica bien a las claras que clase de democracia nos hemos dado, ayudada, esos sí, por nuestra tradicional inclinación a la picaresca, que tiende a exculpar a los corruptos como quien exculpa a un niño que ha cogido un caramelo de más. Aunque la moción de censura propuesta por los partidos de la oposición llega un poco tarde, tendría que haberse producido junto con las movilizaciones del 15M, debe de servir de espoleta para un nuevo conjunto de acciones y movilizaciones que desinfecten la herida por la que se desangra el sistema político español. Dejar de ser el hazmerreir de Europa y recuperar para los ciudadanos la soberanía que nos robaron y que, hoy por hoy, se encuentra expuesta para venderla al mejor postor.
            Aunque mucho me temo que con medio país atufado de sangría y paella…no va a ser, pero cosas más extrañas se ha visto.

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