Desde anoche tengo la sensación
de que me han entrado ladrones a robar en casa y yo, rumboso que soy, o
inconsciente, les he invitado a una ronda. Los adjetivos utilizados los pueden
cambiar ustedes por los que quieran, en realidad se ajustarían más aquellos
calificativos rayanos a zoquete, mendrugo, etc. La épica católica ha alcanzado
las cotas más elevadas en este proceso de valle de lágrimas y resignaciones
varias que las huestes ciudadanas del “como Dios manda” han ejecutado en estas
futbolísticas elecciones al Parlamento Europeo.
Uno siempre ha pensado que el
proceso de alternancia política devenía de una forma regular tras la, no
siempre castigada con contundencia, falta de incumplimiento de los programas
electorales y de las promesas políticas que los partidos de componente jurásico
nos espetaban cada cuatro años después del tiempo de silencio con el que se
conducen en sus relaciones con todos nosotros, sus electores. En este caso, y
tras la gran estafa programática del partido en el gobierno después de las
últimas elecciones generales, se podía intuir, o desear, un cambio de ciclo en
la orientación del electorado sobre como queremos que se construya nuestro
futuro, o más bien, como no queremos que se desmorone a golpe de butrones
económicos, políticos y sociales perpetrados sobre el edificio social
construido alrededor del progreso ciudadano durante estos últimos años, por
parte de la termita nacional-catolicista amparada en un poder económico
privilegiado por la casta política y que ha deambulado a sus anchas como un
elefante en una cacharrería durante estos dos últimos años. El problema es que
nosotros somos los cacharros de esa cacharrería y todavía algunos, en posición
de prietas las filas, no se han dado cuenta, lo cual puede que nos de una pista
que interprete el resultado electoral de ayer noche.
Es evidente que cualquier
partido político, cuando gobierna, realiza una deriva en la orientación
política y económica del país hacia los postulados fundacionales del mismo. Esa
orientación crea sectores favorecidos por dicha política y sectores que sufren
la misma como consecuencia del efecto balanza que equilibra los resultados del
conjunto de medidas tomadas. Así, y en teoría, un partido liberal tenderá a
favorecer al poder económico empresarial y a los mercados como motores de
crecimiento, desprotegiendo a los trabajadores y a las capas más vulnerables de
la sociedad, dando por hecho que los beneficios llegarán al final a toda la
estructura de la sociedad. Por el contrario, un partido de corte socialdemócrata
tenderá a controlar el excesivo beneficio de dichos poderes para que llegue de
verdad a toda esa sociedad, garantizando un nivel mínimo de dignidad a todos
los ciudadanos. Sin embargo, lo que ha ocurrido en este país parece desmontar
los parámetros clásicos del voto por pérdida de confianza en el que gobierna.
Durante estos dos años de
gobierno del Partido Popular, la deriva de gobierno hacia los postulados de las
doctrinas económicas mas ultraliberales ha sido tan atroz y con resultados
catastróficos para todos los estamentos de la sociedad española en su conjunto,
con daños colaterales que tardarán mucho tiempo en cicatrizar, que uno no
entiende que esos mismos ciudadanos que han sido sacrificados en favor de los
mercados y de los poderes económicos que ocasionaron su ruina, vuelvan a dar el
triunfo, pírrico pero triunfo, a los políticos que sirvieron de mamporreros de
dicha cacería.
Si se analiza con crudeza,
ningún sector de la sociedad española ha quedado al margen de la barbarie
económica perpetrada por el gobierno del Partido Popular. Trabajadores,
pensionistas, autónomos, jóvenes, universitarios o no, etc, han sufrido la
desregularización de sus derechos sociales y retributivos a favor de los
poderes económicos más montaraces. La educación, la sanidad, las prestaciones
sociales, el acceso a una justicia justa, en definitiva, a un mínimo nivel de
dignidad, han sido fagocitados por las legiones de Adam Smith. Y aquí es donde
se plantea la pregunta: ¿si no hay ningún sector que no haya sido dañado por la
política del Partido Popular durante todo este tiempo, como es posible que
sigan ganando elecciones sin sufrir la repulsa de los votantes? ¿Acaso hay en
España más ricos que pobres y este es el país de Nunca Jamás?
Por otra parte, la gran estafa
programática del Partido Popular tras las elecciones nacionales del 2.011, ha
quedado legalizada tras estos resultados. Al igual que el chalet construido de
forma ilegal del político de turno queda legalizado tan solo con la
modificación del Plan de Urbanismo correspondiente, o sus Normas Subsidiarias,
en el mismo Ayuntamiento del que forma parte, o como el dinero negro queda
legalizado con cualquier compra-venta entre empresas ficticias del entramado
empresarial construido bajo el beneplácito de las leyes que los amparan, este
país, más bien una parte de sus ciudadanos, ha legalizado las medidas
acometidas por este Gobierno pervirtiendo su programa electoral. Ahora, que era
el momento justo de mostrar nuestra repulsa y desprecio por su acción
gubernamental, ya que no supimos hacerlo en la calle en su momento, damos carta
de naturaleza a su despropósito, aún a sabiendas de que los más perjudicados
vamos a ser de nuevo nosotros. Cobra sentido la viñeta de Democracia Real, Ya,
en la que un ciudadano le pregunta a Dios (tienes cojones la cosa esto también)
que por qué nos gobiernan siempre los más incapaces, a lo que Dios le contesta:
porque los votáis, so bobos.
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