lunes, 26 de mayo de 2014

PAÍS DE PAGAFANTAS

Desde anoche tengo la sensación de que me han entrado ladrones a robar en casa y yo, rumboso que soy, o inconsciente, les he invitado a una ronda. Los adjetivos utilizados los pueden cambiar ustedes por los que quieran, en realidad se ajustarían más aquellos calificativos rayanos a zoquete, mendrugo, etc. La épica católica ha alcanzado las cotas más elevadas en este proceso de valle de lágrimas y resignaciones varias que las huestes ciudadanas del “como Dios manda” han ejecutado en estas futbolísticas elecciones al Parlamento Europeo.

Uno siempre ha pensado que el proceso de alternancia política devenía de una forma regular tras la, no siempre castigada con contundencia, falta de incumplimiento de los programas electorales y de las promesas políticas que los partidos de componente jurásico nos espetaban cada cuatro años después del tiempo de silencio con el que se conducen en sus relaciones con todos nosotros, sus electores. En este caso, y tras la gran estafa programática del partido en el gobierno después de las últimas elecciones generales, se podía intuir, o desear, un cambio de ciclo en la orientación del electorado sobre como queremos que se construya nuestro futuro, o más bien, como no queremos que se desmorone a golpe de butrones económicos, políticos y sociales perpetrados sobre el edificio social construido alrededor del progreso ciudadano durante estos últimos años, por parte de la termita nacional-catolicista amparada en un poder económico privilegiado por la casta política y que ha deambulado a sus anchas como un elefante en una cacharrería durante estos dos últimos años. El problema es que nosotros somos los cacharros de esa cacharrería y todavía algunos, en posición de prietas las filas, no se han dado cuenta, lo cual puede que nos de una pista que interprete el resultado electoral de ayer noche.

Es evidente que cualquier partido político, cuando gobierna, realiza una deriva en la orientación política y económica del país hacia los postulados fundacionales del mismo. Esa orientación crea sectores favorecidos por dicha política y sectores que sufren la misma como consecuencia del efecto balanza que equilibra los resultados del conjunto de medidas tomadas. Así, y en teoría, un partido liberal tenderá a favorecer al poder económico empresarial y a los mercados como motores de crecimiento, desprotegiendo a los trabajadores y a las capas más vulnerables de la sociedad, dando por hecho que los beneficios llegarán al final a toda la estructura de la sociedad. Por el contrario, un partido de corte socialdemócrata tenderá a controlar el excesivo beneficio de dichos poderes para que llegue de verdad a toda esa sociedad, garantizando un nivel mínimo de dignidad a todos los ciudadanos. Sin embargo, lo que ha ocurrido en este país parece desmontar los parámetros clásicos del voto por pérdida de confianza en el que gobierna.

Durante estos dos años de gobierno del Partido Popular, la deriva de gobierno hacia los postulados de las doctrinas económicas mas ultraliberales ha sido tan atroz y con resultados catastróficos para todos los estamentos de la sociedad española en su conjunto, con daños colaterales que tardarán mucho tiempo en cicatrizar, que uno no entiende que esos mismos ciudadanos que han sido sacrificados en favor de los mercados y de los poderes económicos que ocasionaron su ruina, vuelvan a dar el triunfo, pírrico pero triunfo, a los políticos que sirvieron de mamporreros de dicha cacería.

Si se analiza con crudeza, ningún sector de la sociedad española ha quedado al margen de la barbarie económica perpetrada por el gobierno del Partido Popular. Trabajadores, pensionistas, autónomos, jóvenes, universitarios o no, etc, han sufrido la desregularización de sus derechos sociales y retributivos a favor de los poderes económicos más montaraces. La educación, la sanidad, las prestaciones sociales, el acceso a una justicia justa, en definitiva, a un mínimo nivel de dignidad, han sido fagocitados por las legiones de Adam Smith. Y aquí es donde se plantea la pregunta: ¿si no hay ningún sector que no haya sido dañado por la política del Partido Popular durante todo este tiempo, como es posible que sigan ganando elecciones sin sufrir la repulsa de los votantes? ¿Acaso hay en España más ricos que pobres y este es el país de Nunca Jamás?

Por otra parte, la gran estafa programática del Partido Popular tras las elecciones nacionales del 2.011, ha quedado legalizada tras estos resultados. Al igual que el chalet construido de forma ilegal del político de turno queda legalizado tan solo con la modificación del Plan de Urbanismo correspondiente, o sus Normas Subsidiarias, en el mismo Ayuntamiento del que forma parte, o como el dinero negro queda legalizado con cualquier compra-venta entre empresas ficticias del entramado empresarial construido bajo el beneplácito de las leyes que los amparan, este país, más bien una parte de sus ciudadanos, ha legalizado las medidas acometidas por este Gobierno pervirtiendo su programa electoral. Ahora, que era el momento justo de mostrar nuestra repulsa y desprecio por su acción gubernamental, ya que no supimos hacerlo en la calle en su momento, damos carta de naturaleza a su despropósito, aún a sabiendas de que los más perjudicados vamos a ser de nuevo nosotros. Cobra sentido la viñeta de Democracia Real, Ya, en la que un ciudadano le pregunta a Dios (tienes cojones la cosa esto también) que por qué nos gobiernan siempre los más incapaces, a lo que Dios le contesta: porque los votáis, so bobos.

Como veis, somos unos pagafantas.

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