Estoy
seguro que sabes que cuando ha empezado el partido he apagado la televisión.
Mientras el silencio se va adueñando de la totalidad de la casa pienso si esta
decidida marginalidad deportiva, más bien futbolera, no será, quizás, la
proyección hacia el exterior de mi incomprensión ante la indiferencia y el
inmovilismo que muestra la gente hacia las llamadas a la movilización que desde
todos los sectores sociales se hacen en contra de la agresión asocial que están
sufriendo en sus carnes y la casi insultante demostración de organización que
son capaces de mostrar en pos de un evento futbolístico. Acaso soy raro. O no.
Mientras
se desarrolla la batalla congregadora de voluntades masivas, recuerdo los
nuevos datos sobre sus beneficios publicados
por Bankia y Santander. ¿Cuánto hay de nosotros en esos resultados?
¿Cuánto hay del frío de los ciudadanos que no ha podido encender la calefacción en este invierno por no poder pagar su costo? ¿Cuánto del hambre de las
familias que carecen de trabajo y recursos, a pesar de la supuesta evolución
favorable de la economía tan pregonada por este gobierno de fariseos de si
mismos? Porque en España hay ya más de dos millones de familias con todos sus
miembros en paro. En fin, de tantas necesidades básicas hurtadas y que han
pasado a formar parte de los balances en positivo de los conglomerados
bancarios, cual piscinas llenas de dinero donde se bañan estos Tíos Gilitos.
No
sé si lo oyes, pero el silencio se ha roto de pronto con el griterío de la
vecindad que canta al unísono lo que parece ser un gol, que por la felicidad
que denota el timbre vocal, debe ser del equipo español. Canto polifónico que
merecería un destino más utópico y solidario. Sigo recordando noticias leídas u
oídas durante este día a punto de finalizar de esta forma tan catártica, mientras
se recobra el silencio de tanta sacudida vocal, de tanta agresión vociferante.
Por ejemplo, la derogación del principio de justicia universal que permitía
perseguir a los criminales allá donde estuviesen por delitos cometidos en
España o contra sus ciudadanos en el extranjero, que ha supuesto una trágica
traición a las víctimas y a sus familiares por parte de quienes deben
garantizar este derecho y que por sus actos vemos que dan más importancia a sus
negocios políticos y empresariales que a la vida de sus ciudadanos. Cosas de
este gobierno que quizás lo hace por no perseguirse a si mismo.
Otra
vez el silencia se rompe por la celebración ebria de un nuevo gol. Sin embargo,
no sé porqué, yo me acuerdo de Billy El Niño y el Muñecas, asesinos y
torturadores, que no podrán ser extraditados a Argentina ante la oposición de
nuestra supuesta justicia. ¿Hace falta que se cataloguen sus asesinatos como
genocidio para que respondan de sus crímenes? Parece ser que la Audiencia
Nacional piensa que sí. Era el último intento por darle la vuelta a la
impunidad de los asesinos desde el otro lado de la frontera, ahora que dentro
de ella, aquí, se mira para otro lado. Una justicia parcial, prisionera del
poder político que excarcela a los culpables mientras condena a los jueces que
pretenden encarcelarlos.
Oyes
como el silencio muere de nuevo. Mañana, de seguir esto así, no habrá crisis,
no habrá paro, no habrá escasez. Se olvidarán los problemas ante el pan y circo
servido: ¡ganó nuestro equipo! Pero según las últimas noticias del paro, éste
solamente ha bajado en poco más de dos mil personas mientras se sigue
destruyendo empleo. Pero las encuestas dan a los representantes al Parlamente
Europeo, de este gobierno cainita, mayoría. Pero es igual: ganó mi equipo.
Me
voy dando cuenta que desde hace un rato no se han vuelto a oír voces
vecindarias. Andan los ánimos más calmados después del aquelarre goleador. Todo
debe ir bien para sus intereses. Te vuelvo a decir que mañana me sentiré
extraño ante la avalancha de conversaciones de torno al dios fútbol, ese que yo
no he visto ni he necesitado ver. Pero no, aunque esta vez el griterío es
menor, vuelve la celebración, y como en todas la celebraciones sucedidas en
estas dos horas, me viene a la memoria la película El Padrino. Y visiono si
querer una de las muchas eucaristías a las que asistían los protagonistas de
turno bajo la bendición de la jerarquía eclesiástica cómplice. Puede que dentro
de un tiempo no tan lejano, cuando algunos estén celebrando la victoria final
en cualquier de los icónicos lugares donde se acostumbra a celebrar este tipo
de festejos, elegidos no se sabe muy bien porqué, no muy lejos acudan los
maestros de ceremonias de su inopia a su eucaristía particular acompañados de
todo su lumpen político, económico y criminal bajo la guía de su traficante
espiritual. Un El Padrino a la española.
Parece ser que todo ha
terminado ya. Seguramente mañana los periodistas deportivos escribirán grandes
loas en sus crónicas muy por encima de sus posibilidades. Grandes titulares Marca
España: a gol por cada fracaso social.
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