miércoles, 12 de diciembre de 2012

RECORDÉ EN VUESTROS OJOS


Ya están las puertas abiertas. Dentro, sobre el escenario, se agolpan los recuerdos enmarañados, oblicuos, tangenciales. Tienen el sabor seco del esparto, haciendo que la garganta se seque y apenas consiga tragar. Solamente la sombra de uno de ellos recita su monólogo de manera repetitiva, con el lamento ancestral de ese recuerdo que nunca quiso irse y del que, quizás, seguro, nunca hemos querido desprendernos. Recorro la memoria en su busca destejiendo poco a poco, sin prisa, desnudo de prejuicios, a la vista de todos, la capa de tiempo que perfila el olvido. Y no es fácil. Algunos se clavan en las manos dejando su esquirla de venganza por el tiempo transcurrido. Otros se niegan a ser devueltos a la vida, serpentean entre iguales en su vano intento de no ser parte de la memoria colectiva que llega. ¿Quiénes han sido los druidas que han enmarañado la memoria?
Ahora suenan las alarmas, una, dos, tres, pero todo ha sido recordado a tiempo. Uno a uno los recuerdos han sido puestos en el lugar que le corresponden. La sombra, aquélla que nos representa desde el mundo de los sueños, ha seguido infatigable guiándome a través de ellos y, haciéndose cuerpo, femenino singular, me recuerda que ya sobro, que mi trabajo ha terminado, que el tiempo no me pertenece, ahora mandan los recuerdos, no los míos sino los vuestros, que ya van a ser expuestos.
Se oye el sonido del tambor y la flauta a lo lejos. Ya llegan cargados de mensajes para ti. Atraviesan las fronteras y escalan las murallas en su imparable caminar. Fe atravesada por el polvo acumulado de tantas jornadas de infatigable creencia trinitaria. Mundos ajenos que nos recuerdan el nuestro, quizás porque, en realidad, son el mismo. Momentos fugaces que de pronto se disocian en el eterno inevitable: masculino y femenino. Con el filo de la quimera se corta el amor y, éste, se hace tangencial. Es su lado femenino que canta el orgullo de la lucha fratricida. Desafío acompasado, ritual incruento de machos en celo. Aunque al final no hay victoria y el amor se desliza por la propia tangencia de los ojos que los miran. Asoman las lágrimas, no del desamor pasado, sino del recuerdo perplejo y perpetuo de la ausencia, del desagarro del dolor por la pérdida. ¿Será ese recuerdo la sombra que nunca cesa en el reflejo?
Ya se mecen los recuerdos. Con tristeza comprobamos lo que queda y lo que no está. Nanas que acunan los quebrantos pasados y la amargura de la soledad. Nanas que no celebran las llegadas sino que mitigan el desconsuelo de las despedidas imprevistas. Quejidos de voz a grito para que su recuerdo nunca se pierda. Cruces clavadas en los sueños como oraciones laicas que impiden el olvido, letanías repetidas en mil lenguas diferentes que componen el camino al universo en el que nos encontraremos una vez transitada esta vida, que asimos con la fuerza del que no sabe porque llega a ella.
Inventamos recorridos y plasmamos rituales que intentan explicar el mundo que vivimos, sus alegrías y tristezas. Es hora de rezar. Ya salen los hombres de las sombras que encienden nuestros días. Llaman a juicio eclesial y entonan oraciones de gloria al imaginario creativo, que es como entonar oraciones a uno mismo, ya que dicho imaginario fue creado por nosotros, los hombres. Onanismo explicativo de nuestra fe, satisfacción inmediata de nuestro miedo a lo desconocido. Pero ya no queda más remedio que seguir. Los recuerdos han venido para quedarse y hay que vivirlos todos. Es hora de cantar, cantar en todas las lenguas de todos los hombres para que nadie quede extraño. El rumor de la pandereta ya asoma por el horizonte con su voz femenina, alejando el sombrío paisaje de enjutos lutos castrantes.
Ya se celebra la boda. La niña mira al suelo en lugar de a los ojos del amado. ¿Qué piensa? Un velo separa a los contrayentes de los invitados a la celebración, mientras las plañideras desgranan sus versos con la seriedad propia de otras tristezas. Escápate niña y vuelve a la libertad de los espacios abiertos, allí donde liberaste del cerco de linóleum al que quieres que sea tu esposo. No lo ensombrezcas con la futilidad de lo correcto. Huye y tropelea, deja que canten a tus oídos estrofas de amor eternas, pero no tropieces ante sus versos hechiceros de promesas, ante las representaciones de amor heroico. Déjate querer por el deseo de los hombres pero no pierdas la libertad. No necesitas bula para vivir y amar. Piérdete en tu camino mientras recorres la senda de tu vida. Y no temas, los recuerdos se irán acumulando según lo vivido, esa es tu ventaja. Nosotros ya los tenemos cargados de fantasmas. ¿No oyes la plegaria flamenca de los campos? No sientas pesadumbre por su partida, únete a ellos y se feliz.
Ahora es tiempo de celebrar la vida y la luz. El color de los recuerdos tiene el brillo de la alegría. Se volverán a enredar en nuestra memoria, pero siempre volverán a ser desenredados para volver a vivir la catarsis que nos mantiene vivos. Yo pude volver a recordar sin dolor al reflejarme en vuestros ojos.

4 comentarios:

  1. Gracias Carlos.
    Gracias por poner las palabras que a los demás no nos salen.
    Gracias por dar voz a nuestros sentimientos.

    Un saludo.

    Noe

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