Ya
están las puertas abiertas. Dentro, sobre el escenario, se agolpan los
recuerdos enmarañados, oblicuos, tangenciales. Tienen el sabor seco del
esparto, haciendo que la garganta se seque y apenas consiga tragar. Solamente la
sombra de uno de ellos recita su monólogo de manera repetitiva, con el lamento
ancestral de ese recuerdo que nunca quiso irse y del que, quizás, seguro, nunca
hemos querido desprendernos. Recorro la memoria en su busca destejiendo poco a
poco, sin prisa, desnudo de prejuicios, a la vista de todos, la capa de tiempo
que perfila el olvido. Y no es fácil. Algunos se clavan en las manos dejando su
esquirla de venganza por el tiempo transcurrido. Otros se niegan a ser devueltos
a la vida, serpentean entre iguales en su vano intento de no ser parte de la
memoria colectiva que llega. ¿Quiénes han sido los druidas que han enmarañado
la memoria?
Ahora
suenan las alarmas, una, dos, tres, pero todo ha sido recordado a tiempo. Uno a
uno los recuerdos han sido puestos en el lugar que le corresponden. La sombra,
aquélla que nos representa desde el mundo de los sueños, ha seguido infatigable
guiándome a través de ellos y, haciéndose cuerpo, femenino singular, me
recuerda que ya sobro, que mi trabajo ha terminado, que el tiempo no me
pertenece, ahora mandan los recuerdos, no los míos sino los vuestros, que ya
van a ser expuestos.
Se oye
el sonido del tambor y la flauta a lo lejos. Ya llegan cargados de mensajes
para ti. Atraviesan las fronteras y escalan las murallas en su imparable
caminar. Fe atravesada por el polvo acumulado de tantas jornadas de infatigable
creencia trinitaria. Mundos ajenos que nos recuerdan el nuestro, quizás porque,
en realidad, son el mismo. Momentos fugaces que de pronto se disocian en el
eterno inevitable: masculino y femenino. Con el filo de la quimera se corta el
amor y, éste, se hace tangencial. Es su lado femenino que canta el orgullo de
la lucha fratricida. Desafío acompasado, ritual incruento de machos en celo.
Aunque al final no hay victoria y el amor se desliza por la propia tangencia de
los ojos que los miran. Asoman las lágrimas, no del desamor pasado, sino del
recuerdo perplejo y perpetuo de la ausencia, del desagarro del dolor por la
pérdida. ¿Será ese recuerdo la sombra que nunca cesa en el reflejo?
Ya se
mecen los recuerdos. Con tristeza comprobamos lo que queda y lo que no está.
Nanas que acunan los quebrantos pasados y la amargura de la soledad. Nanas que
no celebran las llegadas sino que mitigan el desconsuelo de las despedidas
imprevistas. Quejidos de voz a grito para que su recuerdo nunca se pierda. Cruces
clavadas en los sueños como oraciones laicas que impiden el olvido, letanías
repetidas en mil lenguas diferentes que componen el camino al universo en el
que nos encontraremos una vez transitada esta vida, que asimos con la fuerza
del que no sabe porque llega a ella.
Inventamos
recorridos y plasmamos rituales que intentan explicar el mundo que vivimos, sus
alegrías y tristezas. Es hora de rezar. Ya salen los hombres de las sombras que
encienden nuestros días. Llaman a juicio eclesial y entonan oraciones de gloria
al imaginario creativo, que es como entonar oraciones a uno mismo, ya que dicho
imaginario fue creado por nosotros, los hombres. Onanismo explicativo de
nuestra fe, satisfacción inmediata de nuestro miedo a lo desconocido. Pero ya
no queda más remedio que seguir. Los recuerdos han venido para quedarse y hay que
vivirlos todos. Es hora de cantar, cantar en todas las lenguas de todos los
hombres para que nadie quede extraño. El rumor de la pandereta ya asoma por el
horizonte con su voz femenina, alejando el sombrío paisaje de enjutos lutos
castrantes.
Ya se
celebra la boda. La niña mira al suelo en lugar de a los ojos del amado. ¿Qué
piensa? Un velo separa a los contrayentes de los invitados a la celebración,
mientras las plañideras desgranan sus versos con la seriedad propia de otras
tristezas. Escápate niña y vuelve a la libertad de los espacios abiertos, allí donde
liberaste del cerco de linóleum al que quieres que sea tu esposo. No lo
ensombrezcas con la futilidad de lo correcto. Huye y tropelea, deja que canten
a tus oídos estrofas de amor eternas, pero no tropieces ante sus versos
hechiceros de promesas, ante las representaciones de amor heroico. Déjate
querer por el deseo de los hombres pero no pierdas la libertad. No necesitas
bula para vivir y amar. Piérdete en tu camino mientras recorres la senda de tu
vida. Y no temas, los recuerdos se irán acumulando según lo vivido, esa es tu
ventaja. Nosotros ya los tenemos cargados de fantasmas. ¿No oyes la plegaria flamenca
de los campos? No sientas pesadumbre por su partida, únete a ellos y se feliz.
Ahora
es tiempo de celebrar la vida y la luz. El color de los recuerdos tiene el
brillo de la alegría. Se volverán a enredar en nuestra memoria, pero siempre
volverán a ser desenredados para volver a vivir la catarsis que nos mantiene
vivos. Yo pude volver a recordar sin dolor al reflejarme en vuestros ojos.
Gracias Carlos.
ResponderEliminarGracias por poner las palabras que a los demás no nos salen.
Gracias por dar voz a nuestros sentimientos.
Un saludo.
Noe
Gracias Noelia. Fue importante pertencer.
EliminarGRANDE
ResponderEliminarGracias David. Fue importante compartir.
Eliminar