miércoles, 17 de octubre de 2012

DISPERSO COMO UNA MOSCA AL FINAL DEL VERANO


¿Por dónde empiezo? Realmente, haciendo honor al título de esta entrada, no sé por donde empezar, ni siquiera tengo claro de que hablar o emitir opinión, humilde ésta, como no podía ser menos. ¿Estará seco el pozo con la sequía que hay? El caso es que existen cientos de cosas sobre las que podría intentar escribir, pero cuando lo intento comienzo a tener la sensación de agobio propia del inicio de un examen, sobre todo cuando no se ha estudiado lo suficiente, y eso, si la memoria no me falla, ahora que ya hace tanto tiempo que pasaron los últimos que hice. Lo único cierto es el viaje hacia la dispersión, la divagación y la presentación de señuelos que realiza mi cerebro en cuanto suenan sus alarmas indicándole que este tipo, o sea yo, me dispongo a perpetrar otro de mis comentarios. Tengo que reconocer que entre mi cerebro y yo tenemos últimamente una relación de amor y odio, amistosa, pero cruenta en disparidad de objetivos.
Y resulta curioso porque en cuanto he comenzado a escribir sobre ese tema, mi cerebro me hace fijar la atención en una mosca, creedlo, una mosca, la cual se debe haber colado por la cristalera de la terraza. Son curiosas las moscas y curiosos sus comportamientos. Éstos, vistos desde el prisma de un observador no especializado, el punto de vista biológico se lo deja a Elisa y David, biólogos preparados y amigos. Desde que ésta ha entrado en casa ha fijado su objetivo en mi persona. Resulta chocante por cuanto su incordio puede suponer que fije mi objetivo en su eliminación más inmediata y sería más congruente por su parte que volara libre por la casa en vuelo de reconocimiento ahora que yo he conseguido concentrarme un poco en estas letras. Y más si conociera que he heredado de mi madre una especial habilidad para la eliminación de las de su especie. Me vale, como a ella, cualquier utensilio para su caza y muerte. Especialmente obtengo buenos resultados, de un noventa y cinco por ciento a la primera intentona, cuando utilizo un trapo de cocina. Como el Rey con los elefantes, donde pongo el ojo, mosca muerta.
Pero volvamos del mundo de los insectos, o no. Como iba diciendo no sé cuando, creo que un poco más arriba, podría hablar de muchas cosas. De la clase política y de su puta, la crisis. A la que chulean en nuestros bolsillos y en nuestros derechos como si la cosa no fuera con ellos. Me ha llegado a través del correo electrónico un comentario sobre un artículo que publicó el periódico alemán Der Spiegel, en el cual se mostraba lo escandaloso de nuestra situación en función del despilfarro sin medida, de la ostentación suntuaria más indecente en medio de una penuria extrema, que supone mantener a algunos miembros de la casta política española. En concreto se hacía eco de los gastos del ayuntamiento de Madrid. Un palacio cuya remodelación ha costado 500 millones de euros con un despacho mayor que el del Presidente de los Estados Unidos. Una alcaldesa, cuyo único “mérito” es ser la señora del ex presidente Aznar, que tiene a su servicio un mayordomo cuya única misión es servirle café, 260 asesores y altos cargos con sus nóminas correspondientes y una flota de 267 coches oficiales, más que todas las capitales de la eurozona juntas. Eso sí, esta señora es de misa diaria, o mejor dicho, de cínica misa diaria. Aunque los políticos se empeñen en ocultarlo, esta es la imagen que está dando España en el resto del mundo y no la de las justas manifestaciones y protestas para sublevarse contra tanto latrocinio.
Sin salir del mundo de los insectos, me fijo otra vez en la puñetera mosca. Estoy dudando entre pensar si es la más lista de su grupo o la más gilipollas. En sucesivos vuelos zigzagueantes está intentando salir por la cristalera cerrada y cuando no lo consigue, se acerca a mí persona, revoloteando con ese zumbido tan característico y molesto, logrando que inicie una serie de gestos y manotazos al aire, a cada cual más ridículo, que resultarían la envidia de cualquier asiduo de las discotecas de “dance”. Esto me lleva a hacerme una pregunta dispersa: ¿no será que cuando vemos por la televisión esas macro discotecas de Ibiza, con la gente bailando entre grandes espasmos de sus miembros superiores, en realidad no es que hayan bebido en demasía, sino que les han echado una plaga de moscas, incluidas en el precio de la entrada, y las están espantando? Pensad sobre la idea.
En fin, que ya estoy harto de la puñetera mosca. Aunque no haya ningún indicador de mi ausencia del relato, me he levantado y con un despliegue de aproximación sigiloso, propio de los grandes cuerpos militares expertos en la materia, me he acercado a ella y, con un movimiento vertiginoso del paño de cocina, como si fuera una extensión de mi brazo ejecutor, he acabado con su vida de mierda. Como no estoy para muchas aventuras, esta noche no saldré y veré una comedia romántica, los que me conocen ya sabrán cual, de esas en las que al final todo sale bien. Así el boxeador sonado de la semana anterior podrá recuperar un poco de ilusión y dejará de estar, como decía El Último de la Fila, “como un burro amarrado a la puerta del baile”. Cosas de la noche y sus conversaciones, que normalmente no son lo que uno espera. Desgraciadamente, a menudo, la política y el amor son como el vuelo de una mosca: de mierda en mierda.
Y después de todo este batiburrillo, a ti, musa, te digo lo que puso el escritor Albert Espinosa como título a uno de sus libros: “Si tú me dices ven lo dejo todo…pero dime ven”.    

7 comentarios:

  1. Con faro incluido?

    Un beso.

    ResponderEliminar
  2. Con un fado sobrecogido. Desdicha de amor expuesta.

    ResponderEliminar
  3. No me referia a un fado, sino al faro del libro, el faro de Capri

    Un beso.

    ResponderEliminar
  4. Carlos, no sé cómo lo haces pero siempre despiertas en mí alguna emoción, muy distintas pero lo haces... Y sí, eso que dices de los examenes, lo recuerdas muy bien... es exactamente la misma sensación. ¡Nos leemos!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Nos emocionamos porque somos así, lo llevamos dentro y, sobre todo, no tenemos miedo a exponerlo y a exponernos a los ojos de los otros. Por eso escribimos, porque es difícil sentarse a tomar un café y hablar así, cuando los demás callan porque lo identifican con un signo de debilidad. Su silencio no les dejará vivir con plenitud. Te sigo cuando los viernes vas al cine.

      Eliminar
  5. Que mosqueo!! Un pais de moscas donde se acerca el invierno.... Abra que buscar lares mas calidos?

    ResponderEliminar