miércoles, 21 de noviembre de 2012

NO PUEDE NI DEBE HABER TREGUA


Después de una semana de la huelga general del 14 M y con la perspectiva que da el tiempo, solamente cabe preguntarse: “¿y ahora qué?”. Los motivos que causaron la protesta y la masiva salida a la calle de miles ciudadanos con el objetivo de hacer llegar a los políticos su mensaje de oposición, quedaron prontamente diluidos ante las posteriores manifestaciones de los principales ministros del gobierno. En un alarde sin precedentes de insensibilidad democrática, se han apresurado a hacer llegar a los medios de comunicación su dogmático convencimiento en su propuesta económica para salir de la crisis, aunque las medidas de su propuesta supongan la exclusión de miles de ciudadanos del tejido productivo y, lo que es más importante, de la sociedad, convirtiéndolos en ciudadanos de segunda sin el menor atisbo de nuevas oportunidades a corto y medio plazo.
Una huelga general que nació disminuida precisamente por la tremenda situación de precariedad laboral de los trabajadores, gracias a la última reforma laboral del gobierno, y a las presiones patronales en dicho sentido. Trabajadores que temen perder su empleo si acuden a la huelga, sondeos más o menos explícitos sobre la opción a tomar ese día, etc, hacen que disminuya el número de trabajadores que optan por no acudir a sus trabajos aún estando de acuerdo con la convocatoria de las movilizaciones. De esta manera queda cercenado en gran medida uno de los derechos recogidos en la Constitución Española, como es el derecho a la huelga. No hace falta suprimirlo o regularlo a la baja como solicitan o exigen los miembros más recalcitrantes de la derecha española y su perrito faldero, la patronal, según el nivel de totalitarismo con el que hayan sido “educados”, sino que dicho derecho se coarta a si mismo en la medida que el miedo y el temor a perder el trabajo, con sus consecuencias sociales, se cuela en la misma estructura proletaria del trabajador. Un reflejo de todo esto queda patente en la diferencia entre el porcentaje de seguimiento de la huelga general y el porcentaje de ciudadanos que acudieron a las manifestaciones celebradas en la tarde de dicha jornada.
Y las perspectivas no son nada halagüeñas. Las manifestaciones del ministro de Economía Luis de Guindos sobre el cumplimiento del objetivo del déficit público como cuestión innegociable, en contestación a las palabras del presidente del gobierno sobre la bajada del i.r.p.f. en el horizonte del 2.014, ponen al descubierto el estado de sordera con el que actúan nuestros dirigentes, más atentos a lo que le dictan desde fuera que a lo que le piden sus ciudadanos. Medidas de ajuste ultraconservadoras que ponen en cuestión el estado del bienestar y el futuro de los países afectados, como ya antes llevaron a la ruina y a un largo proceso de recuperación lento y doloroso a los países que solicitaron ayuda al Fondo Monetario Internacional o al Banco Mundial, los verdaderos instigadores de este tipo de asesinato económico. Lo curioso de este tipo de teorías económicas es que siempre, por defecto, excluye del sacrificio a las clases más pudientes, a las grandes fortunas y al entramado financiero que en la mayoría de los casos originó todo el derrumbe económico y social.
 La cuestión es si vamos a ser capaces de quitarnos esta camisa de fuerza con la que los poderes económicos nos han maniatado con la complacencia de los políticos a su servicio o seguiremos aguantado con la resignación propia del indolente. Hasta ahora esto ha sido así. Según relata el periodista Alberto Senante en el periódico digital periodismohumano.com, la situación sería esta: “dormir en el salón de un familiar, o pagar el alquiler gracias a la ayuda que te prestan. Tomar un aperitivo gracias a que invitan los amigos, o evitar un desalojo con la ayuda de desconocidos son situaciones frecuentes tras más de 4 años de crisis económica en España. Cada vez son más familias sin ningún tipo de ingreso y cada vez menos recursos de protección social, familiares, amigos y asociaciones se convierten en el bote salvavidas al que muchos han tenido que aferrarse”.

            Lo que queda fuera de toda duda, a pesar de que la huelga haya tenido un relativo éxito, es que resulta más productiva una movilización continua de los ciudadanos. Adoptar una posición radical civilizada que no de tregua a los que accedieron al gobierno con mentiras e incumpliendo el contrato social que, en democracia, se establece entre el programa electoral y el voto ciudadano. Como se demostró en la primavera de los países árabes, sus intentos de prohibir, maniatar a la opinión pública y manipular la información chocan con el activismo colectivo de las redes sociales, verdaderos motores de las movilizaciones en el siglo XXI y vehículos idóneos para superar los intentos de censura de los medios afines al poder. Hay que tener en cuenta que solamente se irán, o cambiarán su política económica en favor de los más débiles, cosa esta harto improbable, si somos capaces de darles una patada en el culo de sus ideas y demostrarles que no todo vale en política para mantener el poder. Porque quién comparó una catástrofe medioambiental de grandes proporciones como la del Prestige con unos hilillos de plastilina no está preparado ni puede tener una visión proporcional y verdadera del daño que está causando su maldita, perversa y reprobable forma de gobernar.

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