miércoles, 24 de octubre de 2012

CRITERIOS SUBJETIVOS SOBRE LA PROPORCIONALIDAD


           Como el tiempo está un poco revuelto y cuando llueve existe una alta probabilidad de que salga sin paraguas, hoy vamos a hablar de la palabra “proporcionalidad”. ¿Por qué? Pues con seguridad no lo sé, lleva rondando por mi cabeza desde hace algún tiempo, cosas del mundo paralelo que me acompaña. Ya dije en una entrada anterior que desde hace unas semanas estamos un poco dispersos, perdonar que utilice el plural, así se hace más llevadero, y he decidido afrontar su reto, el de la palabra y su significado, y ver que sale de todo esto. Así que ahora solamente queda rellenar la idea.
            La proporcionalidad es una relación entre magnitudes medibles. Es uno de los escasos conceptos matemáticos ampliamente difundido entre la población. Y esto se debe a que es en buena medida intuitiva y de uso muy común. Podemos hablar de proporcionalidad directa o inversa según se comporten las magnitudes a medir. En el primer caso éstas variarán en igual dirección y calidad, mientras en el segundo caso si una magnitud varía al alza la otra lo hará a la baja. En este último caso, más o menos como mi economía y la vuestra: a mayor ganancia de banqueros y políticos menos dinero en el bolsillo de los ciudadanos. Un caso de proporcionalidad directa bruta puede ser el siguiente: a mayor presión ciudadana contra el abuso de los políticos, mayor respuesta policial. Ya sé que esta es una explicación digna del profesor chiflado, pero, ¿y qué? ¿A qué lo habéis entendido? ¡Listos que sois, coño!
            Podíamos añadir aquí el significado de la expresión “respuesta proporcional”. Se supone que se debe responder a una acción, ya sea política, policial o militar, de manera proporcional, es decir con el mismo grado de intensidad que el motivo que la originó. En caso contrario, es decir, responder con una medida del doble o triple de lo aconsejable, puede suponer una escalada en las respuestas sucesivas que provoque un desenlace de caos mayor que el que cabría suponer al inicio de la escalada. Todo hemos visto imágenes de las manifestaciones de trabajadores en las últimas semanas y la respuesta policial, instigada desde el Ministerio del Interior. Manos desnudas contra porras y pelotas de goma, protesta pacífica participativa contra autoritarismo policial y político sectario. Ahondando en el tema de la respuesta policial, está en estudio la posibilidad cierta de que se prohíba a los ciudadanos la grabación de imágenes de las actuaciones policiales. Teniendo en cuenta que todos nosotros estamos vigilados por cámaras de toda índole: en los bancos, en la calle, en las dependencias administrativas y posiblemente en el campo, por lo de los incendios, es curioso pensar que a ellos no se les puede grabar, dando de este modo cobijo a todo tipo de desmanes en sus acciones, como ha quedado demostrado últimamente. Todo inversamente proporcional: mayor número de años de democracia se corresponden con gobiernos de corte fascista y autoritario. Todos recordamos el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York y la respuesta del mundo occidental. ¿Directa o inversamente proporcional en vista de los resultados? Yo me quedo con la frase de Mahatma Gandhi: “ojo por ojo, el mundo acabará ciego”.
            Pero vamos a hablar de proporcionalidad, como lo entiende la gente común como yo, de tres estructuras del estado. En realidad, de dos estructuras del estado: el poder político encarnado en el Gobierno y las Cortes Generales y el poder militar encarnado por el Ejército. La otra estructura se pega a estas dos como una lapa, como ese chicle que pisas por la calle y no hay forma de soltarlo de la suela del zapato: la Iglesia Católica.
            Tomemos dos países de la Unión Europea como Alemania y España. El primero con aproximadamente 82 millones de habitantes tiene un poder legislativo compuesto por 667 diputados y senadores. Lo lógico sería aplicar la proporcionalidad directa y países con mayor número de habitantes tendrían mayor número de legisladores y países con menor número de habitantes tendrían menor número. Sin embargo, en España la regla que se ha aplicado a la composición del Estado es la proporcionalidad inversa, es decir, teniendo aproximadamente unos 47 millones de habitantes, tenemos 616 diputados y senadores. Esto nos da dos tipos de conclusiones: o el pueblo español es tan difícil de gobernar que necesitamos más legisladores que los demás países o, por el contrario, el nivel de capacidad intelectual de estos últimos es tan bajo que se necesita más cantidad de cerebro para conseguir de ellos una neurona sana. Otra conclusión sería que a mayor número de puestos a ocupar mayor probabilidad de vivir del cuento. Una mezcla de las dos últimas puede ser la respuesta, pero el mantenimiento económico de tal número de políticos no concuerda con nuestro puesto en el ranking económico mundial. Otro caso de política inversamente proporcional: el presidente del gobierno español cobra por dicho ejercicio unos 78.000 € anuales (PGE/2012) para un país de 47 millones de habitantes, entonces ¿cómo es posible que la alcaldesa de Zamora cobre unos 65.000 € para una ciudad de 65.000 habitantes aproximadamente? En algún punto de la construcción de este país nos hemos equivocado. No hablemos de cómo un partido puede tener el doble de diputados que otro con la mitad de votantes, raya en el esperpento político más absoluto, además de producir desajustes internos y externos en la política de estado
            Otro caso de proporcionalidad errónea es el aplicado al Ejército. Partamos de la base de que tenemos unas fuerzas militares pequeñas que nos dan, como mucho, para invadir la isla de Perejil (que grande el comunicado de Federico Trillo proclamando la ¿victoria?). Además, desde la caída de la Unión Soviética, existe un mercado negro de productos nucleares que hace que cualquier tonto tenga un misil dispuesto a lanzarlo contra el contrario. Como si fueran “chuches”. En este contexto de crisis económica, el gobierno ha ido reduciendo el número de soldados de tropa con el fin de ahorrar costes, pero de las diferentes academias militares siguen saliendo promociones de oficiales y suboficiales y siguen teniendo la posibilidad de promocionar a rangos superiores. ¡Otra vez la proporcionalidad inversa! En lugar de reducir en la misma proporción el número de oficiales que el decretado para los soldados, se hace a la inversa. Eso sí, en caso de guerra, seremos el ejército con más “glamour” del mundo: iremos a la batalla con generales de alto standing, o sea. Aunque me da la impresión de que las risas del enemigo iban a ser directamente proporcionales a nuestra desfachatez.
            Igualmente ocurre con la iglesia, aunque tengo que reconocer que este caso me importa un pimiento, allá ellos con su negocio. La creciente edad de los sacerdotes en ejercicio y su falta de renovación por falta de aspirantes, nadie quiere vivir con normas del siglo V, produce su disminución paulatina en los pueblos de la geografía española. Sin embargo la curia eclesial sigue con el mismo número de altos cargos, lo que debe dar una idea de lo bien que se vive allá arriba. Es más, el dinero que el estado destina a su mantenimiento no ha decrecido, sino aumentado. Teniendo en cuenta que son menos a repartir, ¿en qué lo gastan?, ¿en su tiempo libre? Todo esto teniendo en cuenta que ninguna cantidad de dinero de los impuestos destinados al sostenimiento del estado, laico por ley, y de su infraestructura, debería ir a sostener un confesión religiosa de índole individual. ¡Cuándo lo entenderán estos meapilas! Como podéis ver dos reglas inversamente proporcionales a lo que la razón dicta.
            En resumen, España es un país construido inversamente proporcional y así, de esta guisa, tenemos unos pies del número treinta, lo que no da para correr mucho, y una cabeza en la que no entraría una boina del tamaño de una plaza de toros. Solamente queda la posibilidad de que en un traspié caiga al suelo de manera estrepitosa y, teniendo en cuenta el grosor de dicha cabeza, esta se golpee de forma contundente y, en un arrebato de raciocinio, decida hacerse la cirugía esteticopolítica y se la reduzca como si no existiera el mañana.
            En caso contrario, habrá que cortar.             

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