Como el tiempo está un poco revuelto y cuando llueve existe
una alta probabilidad de que salga sin paraguas, hoy vamos a hablar de la
palabra “proporcionalidad”. ¿Por qué? Pues con seguridad no lo sé, lleva
rondando por mi cabeza desde hace algún tiempo, cosas del mundo paralelo que me
acompaña. Ya dije en una entrada anterior que desde hace unas semanas estamos
un poco dispersos, perdonar que utilice el plural, así se hace más llevadero, y
he decidido afrontar su reto, el de la palabra y su significado, y ver que sale
de todo esto. Así que ahora solamente queda rellenar la idea.
La proporcionalidad es una relación entre
magnitudes medibles. Es uno de los escasos conceptos matemáticos ampliamente
difundido entre la población. Y esto se debe a que es en buena medida intuitiva
y de uso muy común. Podemos hablar de proporcionalidad directa o inversa según
se comporten las magnitudes a medir. En el primer caso éstas variarán en igual
dirección y calidad, mientras en el segundo caso si una magnitud varía al alza
la otra lo hará a la baja. En este último caso, más o menos como mi economía y
la vuestra: a mayor ganancia de banqueros y políticos menos dinero en el
bolsillo de los ciudadanos. Un caso de proporcionalidad directa bruta puede ser
el siguiente: a mayor presión ciudadana contra el abuso de los políticos, mayor
respuesta policial. Ya sé que esta es una explicación digna del profesor
chiflado, pero, ¿y qué? ¿A qué lo habéis entendido? ¡Listos que sois, coño!
Podíamos
añadir aquí el significado de la expresión “respuesta proporcional”. Se supone
que se debe responder a una acción, ya sea política, policial o militar, de
manera proporcional, es decir con el mismo grado de intensidad que el motivo
que la originó. En caso contrario, es decir, responder con una medida del doble
o triple de lo aconsejable, puede suponer una escalada en las respuestas
sucesivas que provoque un desenlace de caos mayor que el que cabría suponer al
inicio de la escalada. Todo hemos visto imágenes de las manifestaciones de
trabajadores en las últimas semanas y la respuesta policial, instigada desde el
Ministerio del Interior. Manos desnudas contra porras y pelotas de goma,
protesta pacífica participativa contra autoritarismo policial y político
sectario. Ahondando en el tema de la respuesta policial, está en estudio la
posibilidad cierta de que se prohíba a los ciudadanos la grabación de imágenes
de las actuaciones policiales. Teniendo en cuenta que todos nosotros estamos
vigilados por cámaras de toda índole: en los bancos, en la calle, en las
dependencias administrativas y posiblemente en el campo, por lo de los incendios,
es curioso pensar que a ellos no se les puede grabar, dando de este modo cobijo
a todo tipo de desmanes en sus acciones, como ha quedado demostrado
últimamente. Todo inversamente proporcional: mayor número de años de democracia
se corresponden con gobiernos de corte fascista y autoritario. Todos recordamos
el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York y la respuesta del mundo
occidental. ¿Directa o inversamente proporcional en vista de los resultados? Yo
me quedo con la frase de Mahatma Gandhi: “ojo por ojo, el mundo acabará ciego”.
Pero vamos
a hablar de proporcionalidad, como lo entiende la gente común como yo, de tres
estructuras del estado. En realidad, de dos estructuras del estado: el poder
político encarnado en el Gobierno y las Cortes Generales y el poder militar
encarnado por el Ejército. La otra estructura se pega a estas dos como una
lapa, como ese chicle que pisas por la calle y no hay forma de soltarlo de la
suela del zapato: la Iglesia Católica.
Tomemos dos
países de la Unión Europea como Alemania y España. El primero con aproximadamente
82 millones de habitantes tiene un poder legislativo compuesto por 667
diputados y senadores. Lo lógico sería aplicar la proporcionalidad directa y
países con mayor número de habitantes tendrían mayor número de legisladores y
países con menor número de habitantes tendrían menor número. Sin embargo, en
España la regla que se ha aplicado a la composición del Estado es la
proporcionalidad inversa, es decir, teniendo aproximadamente unos 47 millones
de habitantes, tenemos 616 diputados y senadores. Esto nos da dos tipos de
conclusiones: o el pueblo español es tan difícil de gobernar que necesitamos
más legisladores que los demás países o, por el contrario, el nivel de
capacidad intelectual de estos últimos es tan bajo que se necesita más cantidad
de cerebro para conseguir de ellos una neurona sana. Otra conclusión sería que
a mayor número de puestos a ocupar mayor probabilidad de vivir del cuento. Una
mezcla de las dos últimas puede ser la respuesta, pero el mantenimiento
económico de tal número de políticos no concuerda con nuestro puesto en el
ranking económico mundial. Otro caso de política inversamente proporcional: el
presidente del gobierno español cobra por dicho ejercicio unos 78.000 € anuales
(PGE/2012) para un país de 47 millones de habitantes, entonces ¿cómo es posible
que la alcaldesa de Zamora cobre unos 65.000 € para una ciudad de 65.000
habitantes aproximadamente? En algún punto de la construcción de este país nos
hemos equivocado. No hablemos de cómo un partido puede tener el doble de
diputados que otro con la mitad de votantes, raya en el esperpento político más
absoluto, además de producir desajustes internos y externos en la política de
estado
Otro caso
de proporcionalidad errónea es el aplicado al Ejército. Partamos de la base de
que tenemos unas fuerzas militares pequeñas que nos dan, como mucho, para
invadir la isla de Perejil (que grande el comunicado de Federico Trillo
proclamando la ¿victoria?). Además, desde la caída de la Unión Soviética,
existe un mercado negro de productos nucleares que hace que cualquier tonto
tenga un misil dispuesto a lanzarlo contra el contrario. Como si fueran
“chuches”. En este contexto de crisis económica, el gobierno ha ido reduciendo
el número de soldados de tropa con el fin de ahorrar costes, pero de las
diferentes academias militares siguen saliendo promociones de oficiales y
suboficiales y siguen teniendo la posibilidad de promocionar a rangos
superiores. ¡Otra vez la proporcionalidad inversa! En lugar de reducir en la
misma proporción el número de oficiales que el decretado para los soldados, se
hace a la inversa. Eso sí, en caso de guerra, seremos el ejército con más
“glamour” del mundo: iremos a la batalla con generales de alto standing, o sea.
Aunque me da la impresión de que las risas del enemigo iban a ser directamente
proporcionales a nuestra desfachatez.
Igualmente
ocurre con la iglesia, aunque tengo que reconocer que este caso me importa un
pimiento, allá ellos con su negocio. La creciente edad de los sacerdotes en
ejercicio y su falta de renovación por falta de aspirantes, nadie quiere vivir
con normas del siglo V, produce su disminución paulatina en los pueblos de la
geografía española. Sin embargo la curia eclesial sigue con el mismo número de
altos cargos, lo que debe dar una idea de lo bien que se vive allá arriba. Es
más, el dinero que el estado destina a su mantenimiento no ha decrecido, sino
aumentado. Teniendo en cuenta que son menos a repartir, ¿en qué lo gastan?, ¿en
su tiempo libre? Todo esto teniendo en cuenta que ninguna cantidad de dinero de
los impuestos destinados al sostenimiento del estado, laico por ley, y de su
infraestructura, debería ir a sostener un confesión religiosa de índole individual.
¡Cuándo lo entenderán estos meapilas! Como podéis ver dos reglas inversamente
proporcionales a lo que la razón dicta.
En resumen,
España es un país construido inversamente proporcional y así, de esta guisa,
tenemos unos pies del número treinta, lo que no da para correr mucho, y una
cabeza en la que no entraría una boina del tamaño de una plaza de toros.
Solamente queda la posibilidad de que en un traspié caiga al suelo de manera
estrepitosa y, teniendo en cuenta el grosor de dicha cabeza, esta se golpee de
forma contundente y, en un arrebato de raciocinio, decida hacerse la cirugía
esteticopolítica y se la reduzca como si no existiera el mañana.
En caso
contrario, habrá que cortar.
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