miércoles, 19 de diciembre de 2012

ALEGATO DE UN TIEMPO GASEOSO


Con la premura del tiempo en los bolsillos me atrevo por fin a comenzar. Premura descubierta de pronto, como si en todo momento hubiera estado disfrazando el pretérito imperfecto del tiempo recorrido. Es así como el miércoles se acerca amenazante de vacíos, de paréntesis sin relleno, de locuras sin amor. Sin querer, me he ido deslizando por el precipicio finalista del mes y del año, fin del mundo anunciado por los propagandistas del tremendismo mercantil, con la ausencia calmante del repetido y coyuntural escenario del falso oropel bienaventurado que no deja de nacer por estas fechas para regocijo de sus lugartenientes terrenales.
Durante todo este año nos hemos formulado todo tipo de oraciones. Hemos ido pasando de las subordinadas de modo, como, a las subordinadas causales, porque, para finalizar en las subordinadas finales. ¿Para qué? Nos hemos ido acostumbrando a vivir con las preguntas sin buscar las respuestas, como si estas no existieran, con la comodidad relativista de la ignorancia empírica. Hemos convertido nuestra vida en un vulgar juego de la oca en el que vamos saltando solamente a las casillas del olvido, aquellas que por un tiempo alejan los problemas cotidianos de nuestra realidad más cercana. De oca a oca y tiro porque me toca, Navidad; de oca a oca y tiro porque me toca, Semana Santa; de oca a oca y tiro porque me toca, vacaciones; de oca a oca y tiro…pero ya no me toca.
Sin embargo tengo la penosa sensación de que hace tiempo que nuestro futuro está inmóvil en la casilla carcelaria. A nuestro alrededor se producen cada día muestras de la descomposición moral que socava la estructura social de nuestra comunidad. Hemos conseguido asumir como daños colaterales a nosotros las desgracias ajenas, resultantes de una actividad política y económica que no ha tenido, salvo contadas excepciones, la respuesta adecuada por nuestra parte. La calle lleva meses llena de manifestaciones de los más variados colectivos: funcionarios, médicos, enfermeras, policías, pensionistas, mineros, trabajadores del naval, etc, pero tengo, no puedo ocultarlo, la triste sensación de que estas acciones quedan demasiado aisladas dentro del descontento general. Como si el puñetazo ideológico y social de dichas manifestaciones al supuesto cerebro de este desgobierno del partido popular, fuera encajado demasiado fácilmente por sus miembros, dopados, como parecen estar, con la letanía cuartelera del orden y la ley marcial de su pensamiento único. Después de meses y meses de manifestaciones solamente faltan por salir a la calle, pero para celebrar su triunfo, precisamente quienes se están repartiendo el botín de los últimos resultados electorales: banqueros, empresarios defraudadores amnistiados, políticos corruptos, empresarios destinatarios del desmantelamiento del sector público, jueces conservadores del destino grande y libre, etc.
Resisten en su cruzada, disfrazada de movimiento nacional, ante nuestro conformismo y resignación. Se regocijan en sus cuevas de Alí Baba cuando aceptamos sin levantar mucho la voz manifestaciones como la del Ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón: “gobernar es a veces repartir dolor”, teniendo en cuenta que el dolor siempre está repartido entre los más desfavorecidos y no entre sus huestes aduladoras. O como cuando tenemos que escuchar al Presidente del Consejo General del Poder Judicial afirmar: “da mala imagen que un Presidente del C.G.P.J. viaje en clase turista”. Afirmación, que por exclusión, nos lleva a la aseveración de que cuando el ciudadano normal viaja en turista da mala imagen y, por tanto, somos culpables de no tener el poder adquisitivo suficiente para viajar en bussiness. Aunque son más dolorosas estas palabras cuando, en clase turista, se están yendo de este país numerosos trabajadores cualificados, investigadores, etc, por no tener oportunidades de trabajo. Y ya es sangrante que lo diga el Presidente del órgano que inhabilitó al juez Baltasar Garzón por querer investigar los crímenes realizados en una de las épocas más oscuras de la historia de España: la dictadura franquista.
Mientras tanto, otra persona se ha suicidado cuando iban a quitarle la casa. Otro apunte más en la cuenta de resultados de esos bancos saneados con fondos públicos y, por lo que parece, con la sangre humana de sus clientes, servida en bandeja por los políticos de turno. Y, en un alarde de cinismo mayúsculo, el Ministro de Economía, Luis de Guindos, se saca de la chistera una ley para indemnizar a las personas que fueron expoliadas a través de las opciones preferentes, eso sí, siempre que se demuestre que haya habido mala praxis por parte del banco. Su caradura le impide decir si esa mala praxis va a llevar aparejada la oportuna sanción administrativa o penal contra quienes la perpetraron. Cualquier casa de apuestas no nos daría nada por el resultado, de tan fácil que tiene la respuesta.
No sé si los mayas tenían razón y el fin del mundo está a la puerta de la esquina. En este caso sería una putada que acabáramos la historia de la humanidad dirigidos por la tropa de impresentables más palmaria que ha dado la clase política española. En caso contrario, que solamente fuera el producto de la ingesta de un variado cóctel de sicotrópicos, imitémosles y salgamos a la calle a recuperar la verdadera democracia, esa que nunca quisieron aceptar.
P.D. Un obispo chileno pide dejar en testamento todos los bienes a la iglesia antes del fin del mundo. Con tal de no irse con los bolsillos vacios. Pero, ¿a que hay algún imbécil que lo hace?

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