miércoles, 3 de octubre de 2012

EXTRAÑOS EN UN PARAISO DE ALQUILER


            Hoy no he vuelto a ti, pero si al lugar común, nuestro particular Edén, del que no hizo falta ningún dios, mayúsculo o minúsculo, para echarnos, porque nos fuimos expulsando el uno al otro, poco a poco, hasta que no hubo vuelta atrás. Hoy no he vuelto a ver el fondo del espejo tras mi imagen, o acaso, son mis ojos opacos, recubiertos por fin por la tela de araña de la vida desgastada, los que ya no tienen la profundidad propia del amor. Haber sido trascendido por la vida, pasado por ésta a la reserva, y solamente ser un espectador más formando parte del público anónimo que asiste desolado al comienzo de los amores nuevos, esos de los que ya, tu sí, no formaré parte. De forma imparable, contundente, han ido desmontando, ¿quiénes?, el andamio que sustentaba nuestras vidas. Luego, nosotros mismos nos hemos ido desnudando sin fortuna, despojándonos de la fina capa que protege la ilusión y… el amor de las agresivas acometidas del tiempo que desgasta, que adormece y que, sobre todo, pasa. Sin misericordia ni piedad, como solamente lo pueden hacer los carentes de todo corazón.
            Hemos sido absorbidos por la perniciosa teatralidad de la sociedad, aquella que prometimos subvertir en nuestro favor, haciendo de la excepción la normalidad de lo normal. Provocar para salir airosos del trance, expuesto como los malos números de magia, a los ojos de los mirones, escrutadores del posible error ajeno. Hemos cancelado nuestro comienzo y ahora duelen los comienzos ajenos, nos hacen ver que cada vez es más difícil uno nuevo entre nosotros y ponen ante nuestros ojos su ironía al recordarnos que ya solo tenemos finales. Nos hemos convertido en actores secundarios de su gran obra, aquella que debimos protagonizar y que nunca hicimos, yo si quise y tú no. Hemos cruzado nuestras vidas en infinitos lazos neutros con los otros, para no volver a pensar en aquella nota. Se cruzan las miradas y se rozan los cuerpos con la impropia, nunca debió ser así, esterilidad hospitalaria, anestesiados nuestros deseos y desprogramadas nuestras neuronas del deseo. La soledad es alevosa en esa compañía, hace retroceder al pasado y suena con el mismo sonido de un reloj, tic, tac, tic, tac, que nos recuerda que no es un tiempo general el que pasa, sino el escaso tiempo que nos queda. En realidad el que me queda, tú todavía eres joven, como lo fui yo.
            ¿Es posible, todavía, acompasar nuestros contratiempos? ¿Ajustar el perfil del horizonte para que en la siguiente puesta de sol se recorten juntas nuestras sombras? Como Gary Cooper en “Solo ante el peligro”, no hay nadie más solo que quien está frente a su destino, semejante a la muerte, del amor crudo, descarnado, brutal, posesivo en su ausencia, inmisericorde e…indiferente. Ni acaso llorar vale cuando las lagrimas no limpian el alma, cuando su sabor salobre nos recuerda la improbable felicidad del dulce otoño improbable. Salir a la calle cuando más arrecia la lluvia otoñal para camuflar el dolor de dichas lágrimas con el agua que cae y, diluidas, sean arrastradas por el perfil pétreo del asfalto hasta las alcantarillas que desaguan los amores de frontera, aquellos que sucumben de forma violenta ante la bala perdida de un brutal rechazo. Que ya nadie pregunte, que ya nadie se extrañe, porqué cuando llueve hay gente en la calle, estamos en la calle, estoy en la calle…sin ti, en este paraíso de alquiler, de cartón piedra que ni siquiera esconde lo barato de su atrezo. Y siempre temiendo al inconmovible invierno que solidifica en el rostro esas lágrimas traicioneras, exponentes del desánimo incrustado en la voluntad, que nos hacen ser más visibles ante los ojos de quienes las han provocado. Quizás nuestro destino sea convertirnos en estatuas silentes, blanquecinas por el tiempo, que flanquean el camino sin retorno hacia el olvido.
            Pero, ¿qué hacer cuando vuelva de nuevo la primavera? La soledad del alma no encaja con su perfil vigoroso, creador de vida y de promesas. En realidad no importa, a nadie le importa, a ti no te importa. Nuestro tiempo fuera de lugar se quebró y solamente la vida nos da golpe tras golpe, remedio ancestral para romper los corazones endurecidos, para poder volver a sentir algo. Un largo camino en blanco y negro hacia una eterna promesa incumplida.   

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