España es, para esta
jauría de mafiosos, un puñetero Pazo de Meirás desfalcado a sus legítimos
dueños por el tramposo procedimiento del abuso de poder. ¿O violación? Que lo
decidan antes de que tome cartas en el asunto la Audiencia de Navarra. Vomita la radio noticias sin cesar. Un hombre
asesina a su pareja por el procedimiento de la maté porque era mía. Una manada
de retrasados mentales apalea a una pareja gay por el procedimiento xenófobo de
contranatura. Una chusma revienta una concentración por el procedimiento
patriótico de una, grande y libre. El procedimiento, siempre el procedimiento
como retrato de una sociedad lacrada, equivocada, marcada por la exacerbada
presunción de verdad absoluta que impera en el pensamiento único del que participa.
No hay nada como observar para
comprender. Ya nada nos queda en los bolsillos y caemos en la cuenta de que
fuimos tan gilipollas como para confiar en ellos. Él no, pero las consecuencias
también las sufre. Sin embargo, ese alma de hijosdalgo tan incardinada en
nuestro genoma de españoles erráticos nos empuja a errar de nuevo y aupar,
según cuentan las encuestas, ese bodrio estadístico manipulable y manipulado
casi siempre, a la nueva hornada de ultraliberales al acecho de nuestro último
atisbo de dignidad. Y de nuestro último euro. Esa falsa humanidad de los que se
dicen buenos, cantaba el poeta Sherpa. ¿Hasta qué punto de degradación moral
hemos llegado que somos capaces de seguir con nuestras vidas, la mayoría de
mierda, en lugar de voltear de un guantazo tanta miseria ética de una parte de
la clase política y de esa parte de la sociedad que la mantiene en el poder?,
se pregunta.
Somos mediocres hasta para eso,
concluye. Hemos pasado de la juventud democrática, celebradora y entusiasta, al
ocaso más decrépito en tan solo cuarenta años. Como esos jóvenes que se niega a
crecer para llegar, de pronto, a la madurez inhóspita del que creía que nunca
llegaría y se encuentra con que no sabe manejarla. No pasa nada. Por el
bullicio que llega a través las ventanas, la humanidad entera se vuelca en sus
quehaceres cotidianos esperando el nuevo esperpento político o judicial que
sustituya al, ya, viejo. La pastosa realidad se masca como un chicle eterno,
sin sabor ya de tanto trasiego bucal. Oralidad felatoria hacia una forma de
ejercer el poder del que no somos capaces de desprendernos. Hay que salir ya
hacia el abismo existencial diario y enfrentarse a esa manada multidireccional,
multidisciplinar, multitudinaria, ya que no son cinco solamente, que
obstaculiza el criterio racional de supervivencia y que formaliza con su
actitud el contrato de siervos que les han presentado y que han acatado con
pasmosa rapidez.
Peroran algunos intelectuales, inquietos y nerviosos,
sobre la respuesta social acaecida en lo que no es más que la voz de alarma
corporativa ante una posible sustitución de sus vaguedades-guía, de la que
viven, por la acción directa. Dos mil años para obtener la conclusión de que
quienes estaban en la caverna, la del mito, eran los intelectuales del futuro.
Cabreado, piensa si lo mejor no sería meter en la lavadora una buena ostia y
centrifugar al máximo.
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