Homo homini lupus,
locución latina cuyo origen se remonta a la creada por Plauto y traducida en la
actualidad por “el hombre es un lobo para el hombre”, define y retrata de una
forma nítida los horrores que la humanidad puede llegar a infringir contra ella
misma. O cada uno de sus individuos contra los otros con fines despóticos, degradantes,
vergonzosos, o cualquier adjetivo parecido que se les ocurra. Bien es cierto
que posicionar al lobo como objeto definitorio de dichas actitudes respondía a
ese miedo ancestral al animal que ha surcado el devenir histórico de todas las
sociedades. Es evidente que en la actualidad, esta figura tan controvertida ha
adquirido, gracias a grandes naturalistas y conservacionistas, y mucho trabajo,
una nueva dimensión pública de afecto y respeto.
Guerras, invasiones, genocidios,
terrorismo (incluido el de Estado), esclavitud, violencia y racismo representan
un amplio abanico de esos horrores señalados. Incluso Hobbes, filósofo inglés
del siglo XVII, utilizó de forma maniquea dicha frase para justificar la
monarquía absoluta ante el fracaso de la sociedad para imponer la convivencia
como forma de corregir el egoísmo del hombre en su forma natural. Que Séneca
escribiera, en contraposición, que “el hombre es algo sagrado para el hombre”
solamente demuestra que el gran filósofo tenía bajadas de tensión pronunciadas.
A semejanza del aspecto relacional entre la Teoría de la Relatividad General y
la Teoría de la Mecánica Cuántica, aquellos horrores societarios, infringidos
por el hombre en cualquiera de sus modalidades generales, sociales y políticas,
se reflejan a escala mínima en el depravado comportamiento individual o a
través de grupos menores, sobre los otros.
La detención por parte de la Guardia
Civil del responsable de una ONG de ayuda a personal con necesidad en Vícar
(Almería), acusado de vender comida a cambio de dinero y favores sexuales, pone
ante las narices de nuestra propia naturaleza la degradación más absoluta de
ciertos miembros de la raza humana. Este tipo de actitudes supremacistas en lo
humano, aprovechándose de una relación de superioridad social ante personas que
no tienen para vivir, valiéndose de una organización que disipa cualquier temor
o reticencia, en teoría, en sus acciones, pone en entredicho la pertenencia al
sapiens de estos individuos embozados bajo unas siglas respetables y que, solamente,
son un vehículo de humillación a sus semejantes más desfavorecidos. Supone una
cacería en toda regla del humano por el humano, considerando seres inferiores a
quienes, por cualquier circunstancia, han caído en algún tipo de desgracia. Una
trata de seres humanos moderna, racismo social acomodado al signo de los
tiempos.
Y cabe preguntarse, ¿la suerte
política que nos ha tocado vivir, marcada por una corrupción a gran escala, es
el fiel reflejo de esta sociedad infame que genera monstruos capaces de legislar
en función de sus necesidades personales y no del interés general?, o, por el
contrario, ¿es esta sociedad la que reproduce esos tics perversos propios de
los políticos corruptos e impresentables que nos gobiernan y sus secuaces
económicos y financieros?
Cada uno que ponga el resultado que crea más acertado.
Vale la X.
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