jueves, 17 de mayo de 2018

ESTÁ MAL AMENAZAR, SEÑOR OBISPO

           A pesar de algún connato de conciencia o, mejor dicho, lucidez, con el que nos sorprende esta ciudad al oeste del oeste, Zamora es, ese provincianismo, que como gen ancestral recesivo tiene incrustado en su adn,  cuestiona o ensombrece la ilusión con la que se intentan paliar las carencias sistémicas que padece y que no auguran nada bueno para el futuro. Si esta ciudad asaltó el, ahora, campus universitario y que, en aquel tiempo, era un cuartel del ejército en desuso, asaltar y circunscribir a su estricto ámbito de actuación a la iglesia católica es una tarea ardua, espinosa y, algunas veces, peligrosa, más propia de héroes de cómic que de humanos mortales.

            El nuevo desencuentro entre la sociedad laica y la “Familia” tiene que ver con la celebración de la Feria del Libro y el Corpus, eventos que coinciden en las fechas propuestas por unos y otros y en la ubicación elegida y que, como el agua y el aceite, no parece que puedan mezclarse. Es paradójico que eventos sin fecha fija vayan a coincidir este año en la adoptada y, por tanto, algo no se debe de haber hecho bien por parte de una de las facciones enfrentadas. Lo que no es lógico ni es de recibo es que la alcaldía, que simplemente autoriza el lugar donde se ha de celebrar cualquier evento, esté siendo puesta en entredicho por parte de uno de los aspirantes al lugar de celebración, la Plaza Mayor, parapetándose en su atávico modo de actuar “de facto”. Como se puede imaginar uno, ese aspirante no es más que la bandería religiosa.

Entonces, ¿qué ha pasado? Por casualidad, hoy he mantenido una conversación con una persona involucrada en la celebración de la Feria del Libro. Con cabreo, dado el fango que han introducido propios y extraños en todo este asunto, me comenta que ellos solicitaron la fecha y lugar en enero de este año. El Ayuntamiento les otorgó la autorización, se supone que por no haber otra solicitud que coincidiera en los mismos términos, y comenzaron a tramitar contratos, publicidad y poner en marcha todo el entramado que conlleva la Feria, proceso que está prácticamente finalizado en la actualidad. Si el Obispado no había solicitado esa fecha y lugar, ¿por qué ese empeño en celebrar sus actos en las mismas aún a sabiendas de que ya hay programado otro acontecimiento y manipular a su antojo a la opinión pública?

Puede ser esa soberbia de quienes creen que todo el discurrir diario de una ciudad deber estar a expensas de su toma de decisiones o la arrogancia propia de quienes se han sentido protegidos en ese proceder durante otras épocas por parte de unos políticos más proclives al confesionario que a la protección de la sociedad civil. No olvidemos que este es un estado, en teoría, laico y que, por tanto no puede haber privilegio ni preponderancia de una confesión religiosa. Y tampoco olvidemos, hay que repetirlo, que el Corpus no ha tenido siempre fecha fija y, por tanto, se puede cambiar sin que cause ningún trastorno de la personalidad y traumas posteriores a sus participantes. 

Aun así, la Feria ofreció, me sigue contando mi interlocutor, al Obispado compartir la Plaza Mayor ese día pero, parece ser, que no podía ser, ellos no pueden compartir la fe con la cultura. ¿Tendrán miedo a perder acólitos? La única solución para ellos era la imposición unilateral de que la Feria del Libro cambiase de ubicación o fecha para que ellos, que hasta el último momento no habían comunicado a la Alcaldía su propuesta, celebraran su pompa y circunstancia. Y eso es lo que no se puede permitir: la imposición, la exigencia, la coacción hacia cualquier otro estamento de la sociedad para su actuación impune y arbitraria, al capricho de decisiones tomadas con la suficiencia petulante de quienes se creen por encima de las leyes y los procedimientos que son de aplicación a cualquier ciudadano o persona jurídica.

Para ir terminando. Las amenazas nada veladas del Obispo zamorano sobre el proceder de su grey en un futuro, se supone que político, dejan al descubierto el aire manipulador de su argumento, la taimada y ancestral inclinación a influenciar en la vida social y política de este país y, por ende, de esta ciudad, para mantener o aumentar sus privilegios, unos privilegios mantenidos por una fallida separación entre estado-iglesia por mor de una clase política anclada ideológicamente en el estado absolutista del antiguo régimen.

Y termino. ¡Qué decir de esos políticos mediocres que, a falta de recursos para ejercitar la oposición, se apuntan a la teoría manipulada y falaz del oprobio a la iglesia, calificándolo de conflicto ideológico, con el fin de arañar algunos votos de baja calidad argumental! Pues eso, que dan pena. ¡Habrá que revisar su currículo!

           Señor Obispo: a nosotros nos gusta leer y para desfilar ya está la cabra de la Legión.

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