A pesar de algún
connato de conciencia o, mejor dicho, lucidez, con el que nos sorprende esta
ciudad al oeste del oeste, Zamora es, ese provincianismo, que como gen
ancestral recesivo tiene incrustado en su adn,
cuestiona o ensombrece la ilusión con la que se intentan paliar las
carencias sistémicas que padece y que no auguran nada bueno para el futuro. Si
esta ciudad asaltó el, ahora, campus universitario y que, en aquel tiempo, era
un cuartel del ejército en desuso, asaltar y circunscribir a su estricto ámbito
de actuación a la iglesia católica es una tarea ardua, espinosa y, algunas
veces, peligrosa, más propia de héroes de cómic que de humanos mortales.
El nuevo desencuentro entre la
sociedad laica y la “Familia” tiene que ver con la celebración de la Feria del
Libro y el Corpus, eventos que coinciden en las fechas propuestas por unos y
otros y en la ubicación elegida y que, como el agua y el aceite, no parece que
puedan mezclarse. Es paradójico que eventos sin fecha fija vayan a coincidir
este año en la adoptada y, por tanto, algo no se debe de haber hecho bien por
parte de una de las facciones enfrentadas. Lo que no es lógico ni es de recibo
es que la alcaldía, que simplemente autoriza el lugar donde se ha de celebrar
cualquier evento, esté siendo puesta en entredicho por parte de uno de los
aspirantes al lugar de celebración, la Plaza Mayor, parapetándose en su atávico
modo de actuar “de facto”. Como se puede imaginar uno, ese aspirante no es más
que la bandería religiosa.
Entonces,
¿qué ha pasado? Por casualidad, hoy he mantenido una conversación con una
persona involucrada en la celebración de la Feria del Libro. Con cabreo, dado
el fango que han introducido propios y extraños en todo este asunto, me comenta
que ellos solicitaron la fecha y lugar en enero de este año. El Ayuntamiento
les otorgó la autorización, se supone que por no haber otra solicitud que
coincidiera en los mismos términos, y comenzaron a tramitar contratos,
publicidad y poner en marcha todo el entramado que conlleva la Feria, proceso que
está prácticamente finalizado en la actualidad. Si el Obispado no había
solicitado esa fecha y lugar, ¿por qué ese empeño en celebrar sus actos en las
mismas aún a sabiendas de que ya hay programado otro acontecimiento y manipular
a su antojo a la opinión pública?
Puede
ser esa soberbia de quienes creen que todo el discurrir diario de una ciudad
deber estar a expensas de su toma de decisiones o la arrogancia propia de
quienes se han sentido protegidos en ese proceder durante otras épocas por
parte de unos políticos más proclives al confesionario que a la protección de
la sociedad civil. No olvidemos que este es un estado, en teoría, laico y que,
por tanto no puede haber privilegio ni preponderancia de una confesión
religiosa. Y tampoco olvidemos, hay que repetirlo, que el Corpus no ha tenido
siempre fecha fija y, por tanto, se puede cambiar sin que cause ningún
trastorno de la personalidad y traumas posteriores a sus participantes.
Aun
así, la Feria ofreció, me sigue contando mi interlocutor, al Obispado compartir
la Plaza Mayor ese día pero, parece ser, que no podía ser, ellos no pueden
compartir la fe con la cultura. ¿Tendrán miedo a perder acólitos? La única
solución para ellos era la imposición unilateral de que la Feria del Libro
cambiase de ubicación o fecha para que ellos, que hasta el último momento no
habían comunicado a la Alcaldía su propuesta, celebraran su pompa y
circunstancia. Y eso es lo que no se puede permitir: la imposición, la
exigencia, la coacción hacia cualquier otro estamento de la sociedad para su
actuación impune y arbitraria, al capricho de decisiones tomadas con la
suficiencia petulante de quienes se creen por encima de las leyes y los
procedimientos que son de aplicación a cualquier ciudadano o persona jurídica.
Para
ir terminando. Las amenazas nada veladas del Obispo zamorano sobre el proceder
de su grey en un futuro, se supone que político, dejan al descubierto el aire
manipulador de su argumento, la taimada y ancestral inclinación a influenciar
en la vida social y política de este país y, por ende, de esta ciudad, para
mantener o aumentar sus privilegios, unos privilegios mantenidos por una
fallida separación entre estado-iglesia por mor de una clase política anclada
ideológicamente en el estado absolutista del antiguo régimen.
Y
termino. ¡Qué decir de esos políticos mediocres que, a falta de recursos para
ejercitar la oposición, se apuntan a la teoría manipulada y falaz del oprobio a
la iglesia, calificándolo de conflicto ideológico, con el fin de arañar algunos
votos de baja calidad argumental! Pues eso, que dan pena. ¡Habrá que revisar su
currículo!
Señor Obispo: a nosotros
nos gusta leer y para desfilar ya está la cabra de la Legión.
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