Me da asco este país.
Me da asco su justicia. Si hace ya algunos años era considerada un cachondeo,
su trayectoria ha ido descendiendo por el camino de la desvergüenza para
terminar, con la sentencia de la Audiencia de Navarra sobre el caso denominado
“Manada”, una suerte de retrasados mentales anclados en el machismo secular de
este país y pivotando sobre la noria patria del españolismo más cateto, en una
suerte de repugnancia y vómito más allá de lo que cualquier ciudadano debe y
puede soportar. Esta suerte de justicia provinciana, basada en el elitismo
local y ocupando el lugar de las denominadas “fuerzas vivas” de la sociedad
franquista, demuestra una vez más el grado de putrefacción en el que se
desenvuelven los poderes fácticos de esta nación. Un clientelismo de luz roja y
olor a ambientador barato que se nutre de las más retrogradas camadas de “hijos
de” para perpetuar un orden basado en la mordaza, en la represión y los
privilegios de casta.
Esta sentencia va en contra, en
primer lugar, y más importante, de la víctima, a la que le fue quebrada de
forma criminal su derecho, su posición, su prerrogativa personal a decidir. Su
dignidad fue denigrada, agraviada, ofendida, pisoteada. Pero también va en
contra de todas las mujeres que ven como su individualidad, su derecho a
disponer, su integridad, su seguridad, están en entredicho por mor de una
justicia veteada de un machismo que no castiga con la suficiente dureza estos
comportamientos. Y por último, a todos los hombres a los que no representan,
como género, estos hijos de puta, rancios ejemplos de una educación basada en
la desigualdad y aplaudida a partes iguales por esa parte de la sociedad de
rancia solera y por esos ciudadanos y ciudadanas, la generalidad, que son
incapaces de comprender que esa es la trampa en la que están cayendo con su obstinada
oposición, o dejadez, a ser conscientes de su papel en una democracia y dueños
de un futuro mejor.
Abuso, agresión. ¿Cuál es la
diferencia? Cinco tíos acorralando como alimañas a una joven es, parece ser,
para la justicia solamente un abuso. La digresión legal estará ahí, pero
únicamente sirve para que la casta leguleya maree la perdiz a la hora de
imponer condenas. ¡Quebrantar el derecho
a decir no de una mujer eS una agresión, señorías!
Y como tal debe ser tratada.
Se debe recurrir la sentencia en
instancias superiores, nacionales o internacionales, para que se repare la
barbarie judicial que se ha cometido contra el sentido común. El caso de Cassandra
Vera, absuelta en la justicia europea, mostrando las vergüenzas de la justicia
patria y su mamporrerismo, y el caso Valtonyc, que se ganará, estoy seguro, en
la misma instancia, animan a hacerlo. Solamente una cosa más: para el juez que
votó la absolución de estos criminales, pues parece ser que solamente aprecia
“jolgorio y regocijo”, mi más profundo desprecio. Su concepto de justicia no es
el mío, claro que yo sí creo que la justicia debe ser ciega. A él, a lo mejor,
le parece mejor tuerta.
Este país es una auténtica fosa
séptica llena de la mierda que las cloacas del poder van llenando de forma
sistemática. Podemos seguir nadando e intentar no ahogarnos en su hedor o salir
de ella para exigir una revisión profunda de este lamentable estado
institucional. De nosotros depende. No hace mucho que, gracias a los múltiples
casos de corrupción y su connivencia con el poder que hace oídos sordos y tiene
vista cansada, medios de comunicación extranjeros, como The Finantial Times o
Washington Post, nos denominaron como democracia de saldo, tercermundista,
bananera. Pero esto es lo que hay.
Señorías, su justicia es denigrante, ofensiva, infame,
bochornosa. Háganle un favor a la ética y todos nosotros: váyanse a su casa y
no vuelvan a ejercer nunca más.
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