martes, 1 de marzo de 2016

EL TIMO DE SURESNES: DEL MARXISMO A LOS CONSEJOS DE ADMINISTRACIÓN

              Con la sesión de investidura de hoy se cierra dramáticamente la caída a los infiernos de un Partido Socialista Obrero Español desnortado y en deriva incesante a merced de los intereses espurios de ciertos ex dirigentes conversos y de un aprendiz de líder que, con acelerada prontitud, ha demostrado que el cargo le viene grande. Unos últimos años cargados de un extremado cacareo en el interior del partido, que dejó por el camino ideas, personas y objetivos, ha dado como resultado su mutación a la doctrina mercantilista imperante incapaz de llevar a la práctica aquellas premisas que le dieron origen. Un bautismo de fuego católico-financiero de consecuencias imprevisibles oficiado por la representación más radical del capitalismo, Ciudadanos, y bendecido desde las altas instancias por los jerarcas financieros nacionales e internacionales.

            La historia de este acercamiento hacia postulados de libre mercado se inició con el mayor timo de la trayectoria del socialismo español: el congreso de Suresnes, donde unos jóvenes, empachados de gloria y supuesto activismo, desmontaron todos los postulados sobre los que Pablo Iglesias cimentó su nacimiento, abandonando el marxismo y la lucha de clases y perpetrando todo un golpe de estado ideológico. Estas expresiones, marxismo y lucha de clases, que causaban terror en la Europa posterior a la segunda guerra mundial, también causaban sobresalto en unos jóvenes dirigentes ávidos de poder a cualquier precio. Sin querer o, ahora se ve, queriendo, expulsaron todo recuerdo a su propia historia y el capital humano que había mantenido al partido en plena dictadura franquista, vomitando un pastiche sociocapitalista de consecuencias, como ahora se ve, calamitosas. Nada que ver con la socialdemocracia de rostro humano, aunque esta tampoco satisfizo en su totalidad las aspiraciones de los ciudadanos europeos, siendo poco a poco fagocitada por el socialismo de rostro monetario.

            Esos jóvenes, que adoraron pronto al becerro de oro económico, sustituyeron con eufemismos baratos el conjunto de poder público poniéndolo al servicio de intereses privados en pos de una modernidad mal entendida y de un progreso envenenado, intentado a duras penas y con desgana incardinar en un espacio de capitalismo irracional los viejos pero acertados postulados y las viejas aspiraciones de igualdad y reparto equitativo de la riqueza que dieran como fruto un progreso económico equilibrado y donde el interés público y general fuera la seña de identidad de un país en busca de un futuro solidario más allá de la mera supervivencia. Pero, al contrario, el resultado de la llegada al poder estatal de aquellos petulantes de pana en cabestrillo, a caballo de la posterior "beautiful people" socialista de nuevo cuño afiliada al partido cuando ese hecho no traía ninguna consecuencia, o sea, después de la muerte del dictador, lo que dice muy poco en su favor, fue el desmantelamiento de tierra quemada del sector público, la entrega del sistema productivo en manos del mercado financiero, ese que solamente crea dinero sobre dinero pero que no fija estructuras productivas sólidas, que no fundamenta los principios de producción en la equidad del resultado y que, a la postre, una vez conseguidos sus beneficios, deja en la más absoluta indefensión a los países que colonizaron. Años donde la más profunda decepción se fue apoderando de unos militantes y simpatizantes, que después de ayudarles a conseguir el poder político de la nación, fueron sustituidos por los salones elegantes de la vieja derecha que consiguió asfixiar el efecto inicial y atraer a su cortijo a quienes, ya de por sí, poseían vocaciones elitistas, venían con defecto de fábrica.

            El pacto contra natura entre PSOE y Ciudadanos, supuesta izquierda el primero y derecha cierta el segundo, ha dado como resultado esta conjura de los necios que supone la investidura. Desde sus tumbas, Pablo Iglesias, Largo Caballero, Besteiro, Indalecio Prieto y tantos otros no darán crédito al despropósito de hoy. Pero tampoco quienes murieron en la guerra civil en defensa de sus ideales y de la República, de los que fueron represaliados por sus ideas socialistas durante la dictadura, de los que descansan en las cunetas de carreteras secundarias fusilados por la barbarie fascista, de los que gritaron de alegría al ver como su lucha daba sus frutos con la democracia y ahora se ven traicionados.

            Curiosamente, esta estupidez ideológica y sus trágicas consecuencias para el partido y para la ciudadanía de izquierdas, solamente es defendida por aquellos jóvenes de pana en cabestrillo convertidos hoy en día en prebostes anquilosados de pensamiento conservador instalados en los consejos de administración de los grandes emporios económicos y financieros como invitados a la cena de los idiotas.

            Háganle un favor al sentido común: eliminen las palabras “socialista” y “obrero” de las siglas de su partido, ahora solamente son un insulto a la izquierda real.

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