martes, 23 de febrero de 2016

LOS ESCRACHES DE MARIANO

              Dice un refrán que “en el país de los ciegos el tuerto es el rey” o, dicho de otro modo, es cuando un personaje mediocre parece bueno entre gente sin valor erudito. Igualmente podríamos definirlo de forma general como lo que es mediano, ¡con mucha caridad!, pero parece bueno entre lo malo. Incluso podríamos relacionarlo, de forma no exhaustiva, aquí cada cual que lo haga como pueda, con el dicho “loro viejo no aprende a hablar”. Siempre he pensado que todo lo anteriormente escrito fueron las primeras notas que tomó en su libreta el señor Rajoy, presidente en funciones, que no funcional, eso nunca lo ha sido para desgracia nuestra, del gobierno español, a la hora de confeccionar sus gabinetes. Un atisbo de luz marginal en su empañado concepto de la inteligencia que le permitió emerger, aunque solamente sea sacando la cabeza de forma ridícula, entre tanto despropósito intelectual del que se rodeó.

            Una de las grandes figuras que conforman este arquetípico universo acultural del que estamos hablando, desprovisto de todo razonamiento lógico y vaciado de toda reflexión crítica, es el ínclito ministro de Interior en funciones, que no funcional, eso nunca lo ha sido para desgracia nuestra, el señor Jorge Fernández Díaz. Este señor que se puso a la cabeza de quienes justificaron la detención de los titiriteros por enaltecimiento del terrorismo, justificando una detención cargada de oscurantismo y basada en una ley de corte claramente fascista más propia de otros tiempos, no tuvo reparo en condecorar con la mayor distinción que existe en el Cuerpo Nacional de la Policía a la Virgen, distinción que solamente reciben quienes han muerto en acto de servicio o han sido mutilados. Estas analogías entre hechos que en principio no tienen una relación ni siquiera casual es el modus operandi de quien depende la seguridad interna de un país y un claro ejemplo, aquí podríamos situar al ministro de Exteriores, concretamente de los asuntos galácticos, localización espiritual y cerebral en la  que se sitúa el señor Margallo, de los ciegos que rodean al tuerto en cuestión y discutible en grado sumo.

            Pues bien, el señor Fernández Díaz lo ha vuelto a hacer. En recientes declaraciones ha puesto en entredicho la imparcialidad de los jueces al relacionar la posible formación de gobierno por parte de la izquierda, ¡hasta en esto no tiene ni idea de lo que pasa a su alrededor!, con la salida a la luz de los múltiples casos de corrupción que afectan al partido al que pertenece, el Partido Popular. Parece que quiere dar a entender que existe un frente común entre la izquierda y, quizás, eso solamente lo sabe él, y jueces afines con el objetivo de perjudicar a su formación política. Para su adentros, debe pensar, los casi 500 imputados de su partido no tiene nada que ver. Son solamente mártires del frente judeo-másonico, víctimas de una legalidad, de un ordenamiento jurídico, que como se ve, claramente no es el suyo.

            La respuesta de Jueces para la Democracia ha sido contundente, aunque mucho me temo que en mentes tan adustas estas respuestas tan definitivas en contra de sus creencias son como leerle El Quijote a un cerdo: pondrá cara de pasmo. Por eso es indispensable, vuelvo a repetir el mantra: urge formar un gobierno de izquierdas que expulse al ostracismo estos últimos residuos intelectuales de una época, a la que ¡mira que coincidencia!, casi volvimos en un día como hoy hace 35 años. Por sus actos y declaraciones los conoceréis y creo que a algunos no les importaría pero, ¡QUE SE JODAN!

            Al final de lo que se trata es de liquidar de una vez por todas los primeros escraches a la democracia y los españoles que realizó el Partido Popular con el nombramiento como ministros de este tipo de personajes tan pemanianos.

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