Hablar
en la actualidad de ética y moral con respecto a la clase política viene siendo
un imposible como intentar conseguir la cuadratura del círculo, que Homer
Simpson deje de ir al bar de Moe o que Telecinco no emita más de una hora de
telebasura disfrazada de debate. Y cuando me refiero al concepto “moral” no me
refiero a la moral cristiana o católica, que reviste con su olor a naftalina el
devenir histórico de este país, sino a aquella que tiene que ver con la
conciencia y el respeto humano, independientemente de la religión que se
profese o del color político al que se pertenezca.
El
continuo goteo de noticias sobre casos de corrupción, escándalos financieros e
imputados en causas judiciales que afectan a numerosos políticos de cualquier
estrato de la estructura política de este país: Central, Autonomía y
Administración Local, hace que el ciudadano de a pié tenga la sensación más que
razonable de que los términos de los que hablamos hayan sido borrados del
código de conducta de quién tiene en sus manos la capacidad de legislar y, por
tanto, de producir leyes cuyas consecuencias graven de forma irreparable la vida
del conjunto de los ciudadanos.
La
política de descentralización que supuso el estado de las autonomías ha
devenido con el paso de los años en una estructura de reinos de taifas donde se
legisla a golpe de provincianismo racial creando múltiples realidades
legislativas que en el fondo no son más que las distintas caras públicas de la
ineficacia y mediocridad de los representantes políticos que las ostentan.
Desde los parlamentos independentistas, que vulneran con sus actuaciones la
Constitución que les permitió existir, pasando por los parlamentos que
interpretan la legislación básica del estado en materia de retribuciones a los
funcionarios, nos guste o no, a su forma y modo, creando mayores desigualdades
retributivas entre quienes, en el fondo, realizan el mismo trabajo, llegamos a
Castilla y León, donde su poder legislativo se ha pasado por el forro de sus
caprichos la normativa estatal en relación con los permisos retribuidos de
razones particulares y vacaciones, asumida por la propia administración
autonómica para con sus empleados.
Esa
independencia entre los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, que es
reclamada desde hace años por los ciudadanos ante las injerencias que se
producen entre unos poderes y otros en el ejercicio de sus competencias, en
estos casos ha sido tomada por uno de ellos, el legislativo, de forma torticera
para ponerse por encima de la ley creando conflictos donde no debería haber
ninguno. Y en el caso castellano y leonés, no se trata de rebajar los permisos
retribuidos de los trabajadores que se han concedido a mayores, mejor para
ellos y que los disfruten, sino que se trata de hacer entender al legislador que
su torpeza, su incapacidad para medir los efectos de sus acciones, traen
consigo la conflictividad entre colectivos del mismo rango y del mismo
territorio y entre colectivos del mismo rango y territorios distintos. De ahí
lo de reinos de taifas.
Al
igual que la Revolución Francesa vino a pinchar la burbuja insolidaria en la
que vivían la monarquía, la iglesia y la aristocracia, lumpen de intereses
político-religiosos, es hora de pinchar esta burbuja autista, sorda e
insolidaria en la que viven nuestros políticos. Esa burbuja que les ha impedido
ver, parece ser, que el único estamento que no ha sufrido el ajuste oportuno en
el actual contexto económico ha sido el que ellos representan y que, por tanto,
podría considerarse constitutivo de delito de prevaricación, ya que es
comparable el dictamen de una sentencia a sabiendas que es injusta como el
incumplimiento de los deberes del servidor público al dictar leyes injustas a
sabiendas de que van dirigidas contra quienes no fueron los causantes que las
originan, dejando en la impunidad a quienes son los verdaderos culpables.
En
definitiva, que estamos necesitados de una clase política que se conduzca a
través de la ética laica o secular. Que sus actos se basen únicamente en las
facultades humanas como la lógica, la razón o la intuición moral, y no en base
a una supuesta revelación o guía sobrenatural. A fin de cuentas, que prime
sobre todas las cosas el humanismo, el laicismo y el librepensamiento.
AMEN. Después de haber leído todo el texto (que en un principio casi no lo hago al leer POLÍTICA en la primera linea) no se ha podido expresar mejor el malestar ciudadano ante el caciquismo de los actuales dirigentes.
ResponderEliminarComo habrás podido comprobar, el hecho de hablar de política no debe suponer un rechazo a priori, ya que al final lo has leído y, debo entender, te ha gustado. Aunque tengamos motivos sobrados para ello, adoptar dicha actitud es lo que ha hecho que los políticos sientan esa libertad de hacer lo que les venga en gana, sin miedo a una posible respuesta por parte del ciudadano. No debemos escondernos, como el avestruz esconde la cabeza, sino proyectar públicamente nuestro rechazo ante dichas actitudes y estar en permanente contacto, a través de blogs, redes, etc, para que en las siguientes elecciones podamos estar a la altura de las circunstancias. Un saludo.
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