miércoles, 9 de enero de 2013

NOCTURNO


Sentado, acababa de apagar la luz de la memoria. En la oscuridad densa de las cuatro paredes que cobijaban su vida, se dio cuenta de que su intento estaba condenado al fracaso. Locura transitoria del teatro de los recuerdos, aquellos que se metamorfosean y se fabulan a si mismos con el paso del tiempo. De pronto se vio de niño. Aquel nerviosismo previo a la gran noche en la que unos seres mágicos, en aquel tiempo pasado tan reales, visitarían la casa y dejarían en ella los regalos propios de los que, magnánimamente, con mucha benevolencia, se habían portado bien. ¿Se había portado él siempre bien? No recordaba lo contrario, por lo tanto aquellos regalos de Reyes siempre debieron estar justificados. O al menos eso creyó siempre. ¿Y ahora?.
Con el paso de las horas, sus parpados comenzaban a ceder a la noche negra. Su mente evocó de pronto aquellas cabalgatas teatrales en la que se daba carta de naturaleza a la llegada real. La inocencia inocente de quien veía en la televisión la misma obra unas horas antes con distintos actores y daba por cierto el engaño. Miles de comitivas distintas desfilaban como si en aquellas horas el mundo se hubiera llenado de replicantes de oropel barato y betún fabricados en cadena para la ocasión. Y, aún así, esperabas tu regalo, pero ¿qué esperaba él ahora?
Las horas, los minutos, hasta los segundos se ralentizaban en su confusión y pasaban lentamente, tan lentamente, y él no atisbaba indicios de su búsqueda. Parecía que el tiempo no sabía que significaba en realidad, que no sabía que era él y debía seguir con el tempo marcado desde el origen de todo. Podía pensar que, incluso, su vida se representaba en una realidad paralela regida con otras coordenadas. Pero, aún así, de ser cierto, deberían llegar. Una idea fue avanzando a trompicones por su consciente hasta tenerla ante sus ojos. En todo tiempo, desde que el tiempo es tiempo, esos seres magos y reales a la vez, habrían sido en realidad los depositarios del secreto que mueve los hilos del espacio-tiempo. Ese misterio que los científicos llevan años buscando demostrar. De esta forma, se moverían por el mundo a través de infinitos agujeros de gusano, doblegando al tiempo hasta hacerlo curvo y cercano. Puertas interestelares de comunicación inmediata. En todo caso, ¿dónde quedaba la parte religiosa con la que siempre nos habían amenazado? Quizás fue ahí, en ese momento, cuando la razón se despertó, en el que la desilusión triunfó y acabó el engaño.
Escocían los ojos. Se rebelaban contra la imposición de aquella vigilia absurda. Creyó escuchar ruidos y se levantó, pero solamente eran aquellos a los que esta noche solamente trae regalos más terrenales y lúbricos y llegan a casa hastiados hasta el vómito. Ahora sí, se aceleraban las horas y ya, en la lejanía, se podía imaginar el alba. Pero había que insistir y se acurrucó aún más en la manta esperando la llegada imprevista. En todo caso, si se producía ¿qué les preguntaría? ¿Cuáles serían los porqués? O, acaso, simplemente quería comprobar la veracidad del cuento, de que parte de su vida, su infancia, no había sido una mentira y se perdiera para siempre.
Cerró los ojos y vio el fracaso. El fracaso que supone perder aquella virginal ignorancia y adentrarnos en una realidad sin regalos porque sí, porque uno es bueno. Los regalos ya no son regalos sino conquistas y con el tiempo se producen más las pérdidas. Se intenta proyectar el juego en la nueva infancia, añorando de paso la nuestra. Al final comprendemos que realmente lo único verdadero es que somos los Reyes Magos de nosotros mismos y que todo lo demás ha sido un entretenimiento exotérico para muchedumbres ansiosas por trascender, a las que se les vende, precisamente, lo que piden.
La noche terminó y con ella la vigilancia. Nadie había llegado y había depositado para él su regalo. Aquella oportunidad pedida tantas veces. Levantándose y yendo hacía la ventana se fue sintiendo como el más importante miembro de la secta de los necios. Necio por creer, necio por creer que se haría realidad, necio por pensar que existen Reyes Magos o estrellas fugaces a los que pedir deseos que la realidad, la cruda realidad se empeña en no conceder. Desde la ventana observó el nuevo día con otra perspectiva, ahora era el turno de pasar página y dejar atrás las cenizas del pasado, todas, sin excepción.

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