miércoles, 2 de mayo de 2012

EL BURDEL DONDE OFICIAN LAS PROMESAS POLÍTICAS


¿Se ha convertido este país en un burdel de promesas políticas? No sé porque hoy me ha dado por relacionar las palabras proxeneta, promesa y política. Puede ser que leer continuamente las noticias sobre ajustes y recortes, señalándome como el responsable de la crisis haya influido en mi ánimo. Mundos quizás en principio sin relación, pero que a poco que uno consulte el significado de las dos primeras y las acciones habituales de la tercera, acaban dándose la mano como buenos compañeros, creadores de preocupación e incertidumbre en el resto de los ciudadanos. Realmente ¿puede haber proxenetas de la promesa política? Los hechos recientes, con las medidas tomadas por el gobierno actual del partido popular, puede que inclinen la balanza hacia el sí.
Cuando uno consulta el significado de la palabra promesa encuentra, entre varias, las siguientes definiciones: “expresión de la voluntad que alguien se impone de cumplir algo” y “ofrecimiento solemne de cumplir con las obligaciones de un cargo”. Estas dos definiciones son las que con gran pomposidad y boato, realizan los miembros de un gobierno cuando inician su mandato. Uno nunca sabe los verdaderos pensamientos de dichas personas cuando juran o prometen. Puede ser que, ya en ese momento, tengan claro que van a incumplir con lo jurado o prometido o simplemente su ignorancia les impida ver más allá de los que prometer significa.
Los sinónimos de la palabra promesa son numerosos: propuesta, palabra, convenio, compromiso, obligación, deber, garantía… y sobre todo, pacto. Si ya algunos de los primeros serían suficientes para exigir a la clase política fiabilidad entre lo que prometen y sus acciones posteriores ya en el poder, la palabra pacto resume con frialdad la falta de consideración que aquellos tienen con quienes les votan, en función de unas promesas repetidamente incumplidas. Parece ser que no saben, o no quieren saber, lo que significa la palabra pacto: “tratado o acuerdo entre personas o entidades en el que se obliga a cumplir alguna cosa”.
Cuando estos políticos que nos gobiernan entraron en campaña electoral, elaboraron un programa de promesas electorales a cumplir si llegaban al poder. Sus repetidas manifestaciones en los medios de comunicación en el sentido de separarse de su oponente político, PSOE, el cual había tomado decisiones impopulares en contra del ciudadano, así lo atestiguan. A modo del Contrato Social, ese compendio de promesas, escritas e impresas en programas electorales, deberían ser considerados “contratos” o “pactos” de obligado cumplimiento, como los folletos de las agencias de viaje pueden ser presentados como prueba ante el incumplimiento de lo ofertado en los mismos. Porque no hay nada más incongruente que gobernar tomando acciones totalmente contrarias a lo prometido en campaña electoral. Del incumplimiento de unas de las partes, se debería extraer la disolución de dicho contrato o pacto y por tanto la posibilidad de contratar con otra formación política el desarrollo sostenible del país. En caso contrario, se estaría legitimado para definir la acción del gobierno como engaño o estafa a la ciudadanía.
Pero, ¿dónde entra la palabra proxeneta? Según reza en el diccionario de la Real Academia Española, el proxeneta es “la persona que induce a otras a prostituirse o que vive de las ganancias obtenidas por una prostituta”. Ahora cambiemos la palabra prostituta por promesa y veremos que el significado último no cambia. Esta gobierno ha conseguido prostituir la palabra promesa, quebrándole su sentido más poético y emotivo, desposeyéndola de cualquier contenido contractual y de futuro. Arrinconándola en burdeles de palabras, donde son explotadas hasta que ya pierden toda la dignidad que la historia y su etimología le dieron. Como aquél, sus ganancias políticas derivan del significado primigenio de la palabra promesa, aquel que nunca debieron perder, pero todas las promesas realizadas son como prostitutas haciendo la calle en campaña electoral, dando los réditos buscados cuando se consigue el poder.
En este momento podríamos añadir a esta trilogía la palabra verdad. Porque si se incumple una promesa, en este caso política, se está faltando a la verdad. Aunque quién utilizó groseramente la palabra promesa, quizás ocultara de manera oscura la palabra verdad, escondiendo sus verdaderas intenciones. También puede ser que perdieran esa verdad en algún momento de su vida política. O, en definitiva, quizás nunca tuvieran una verdad que ofrecer.
Ahora es el momento de exigir que se cumplan las promesas ofrecidas y plantar cara ante quien gobierna sin cumplir la legitimidad de lo establecido en el contrato moral que todo político realiza con los ciudadanos en unas elecciones. En caso contrario, nosotros también estaríamos incumpliendo nuestra parte, la de restituir a la palabra promesa la dignidad que nunca debió perder.         

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