Es el resultado de
haber optado por el reformismo en lugar de la revolución, de haber optado por
la transición en lugar de la ruptura, de haber optado por el ajuste de una
legalidad injusta en lugar de crear un corpus jurídico nuevo y libre. La
amnesia y el olvido fueron los hilos que tejieron el traje de una democracia
imperfecta al ser hija de una dictadura criminal y la impunidad el logotipo de
su marca comercial. Aquella transición elogiada en el mundo entero y que,
supuestamente, representaba los valores de civismo y reconciliación de los
españoles, simplemente representó la última victoria del franquismo
transformista convirtiéndose, de facto, en la drag queen del nuevo tiempo.
Cuarenta años después se sigue sin
saber el destino de muchos españoles fusilados y desaparecidos por aquella
dictadura criminal, se sigue sin querer trabajar y poner los medios para
saberlo, se continua con el trabajo de zapa y derribo de las organizaciones que
trabajan para dar luz y verdad a todas las atrocidades cometidas por aquellos
franquistas con la anuencia de parte de la ciudadanía y de la Iglesia Católica.
Se esgrimen argumentos peregrinos para anular toda acción en aquel sentido. La
Ley de la Memoria Histórica, que debería haber sido el instrumento para su
consecución, se ha visto torpedeada por parte de unos y otros, derechas e
izquierdas bipartidistas, consecuencia del pacto de no agresión que supuso la
llegada de esta democracia degradada.
Cuarenta años después se exhiben
enseñas y símbolos de la barbarie fascista sin ningún tipo de cortapisa, como
si lo criminal fuera un elemento más y razonable de una democracia sana, cosa que
no es así. No debería ser así. Significan la impunidad, la protección que
recibieron y reciben por los herederos de aquellos asesinos que salieron sin
ningún rasguño legal del ¿cambio de régimen? mientras que aquellos que lucharon
por la legalidad usurpada han sido vilipendiados, cuando no agredidos física y
conceptualmente por estos bastardos incardinados como sanguijuelas en el
entramado político, social y económico. Haciendo gala de su fanatismo, de su
racismo y xenofobia, intentan socavar la razón humana y encender la mecha del
rechazo en el ciudadano mediocre en contra de cualquier tipo de inmigración
pero esto, no nos equivoquemos, no es más que los mismos sentimientos que
demostraron con la parte de la nación y sus ciudadanos que se mantuvieron
leales a la República, a la legalidad establecida en las urnas. Las serpientes
no cambian.
Señor Casado, Presidente del Partido
Popular, partido heredero de la extinta Alianza Popular en la que tuvieron
cobijo destacados miembros del régimen franquista ante la llegada de la
democracia, su intento de suplantar la Ley de Memoria Histórica por una basura
de Ley de la Concordia no es más que otro intento para tapar los crímenes
cometidos durante la dictadura. La concordia, como acuerdo o armonía entre
personas, solamente se puede dar cuando han sido las reglas de juego iguales
para todos, pero lo que usted propone es
darse besos y abrazos con criminales confesos y seguidores acérrimos y
convencidos de su ideología criminal. No, señor Casado, la dictadura provino de
un golpe de estado ilegal contra la República legalmente establecida y contra
un gobierno de izquierdas surgido libremente de las urnas. No, señor Casado,
no nos vamos a sentar con fascistas y criminales como ningún hebreo se sentaría
jamás con un nazi. Su intento no es más que otra falaz maniobra para pasar
página.
Señor Casado, se necesita justicia para reparar las
atrocidades cometidas con quienes fueron sometidos por el yugo y las flechas de
los golpistas, se necesita prohibir y perseguir cualquier manifestación verbal
o simbólica de aquel tiempo negro, como está prohibido en Alemania, país que
sabe más que nosotros de lo que se trata y no se necesita su concordia, por
cierto, algo que suena a Concordato, dando más repelús si cabe, que representa
la negación y la ocultación de los crímenes del franquismo. Coja papel y lápiz
y escriba su mantra pero, luego, trágueselo como se traga los mandatos y las
órdenes de sus verdaderos patronos, aquellos que le han moldeado tal cual es
para llegar a su situación actual. Usted solamente es su mamporrero.
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