jueves, 13 de septiembre de 2018

DELIRIOS DE POSVERDAD DE UN SENADOR POPULAR


         Pues no estaba muerto ni estaba de parranda. El eterno representante político de la provincia de Zamora por el Partido Popular, el senador Dionisio García Carnero, se ha vuelto a aparecer de entre las brumas ancestrales de su carrera política para ilustrarnos sobre el concepto y consecuencias de la “posverdad”. El hasta ahora silente político arremete contra todo lo que se mueve y, de paso, sin pretenderlo, nos ayuda a entender, esta vez con exactitud, la definición de posverdad que pretende enseñar al obviar, manipular y tergiversar acontecimientos conocidos utilizando un medio de opinión pública para influir en los destinatarios sin que lo que propone sea materia objetiva sino opinable. Vamos, que utiliza la posverdad a granel cuando intenta descalificarla.  

            Utilizando de forma torticera la definición que da la R.A.E.: "La distorsión deliberada de una realidad que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública", va desgranando acontecimientos que le pueden parecer favorables, cosa difícil en algunos de ellos, pero relega otros que, sin duda conociéndolos, harían de su alegato papel mojado por ventajista. Y eso es, en realidad, su discurso: la constatación manifiesta de cómo realizar una declaración ajustada a la definición con la cual pretende desprestigiar las acciones o logros de sus rivales. Que al escribirlo no se diera cuenta del hecho pone de manifiesto cuan larga es la estulticia de quienes creen estar en posición de superioridad intelectual con respecto de sus posibles destinatarios.

            A bote pronto, y siendo de Zamora como es, se me ocurre algo que se ajusta como un traje a la definición de la R.A.E.: la algarada ocasionada por su partido en el caso GAZA. No sé si como senador le tocó ratificar la ley que modificaba los parámetros sobre inundabilidad en la cuenca hidrográfica del Duero y que se aprobó en el año 2016. Su correligionaria, la diputada Clara San Damián, si participó, cosas de la disciplina de partido, en su aprobación sin, parece ser, conocer como afectaba a su ciudad. Pues bien, que después de dos años y aprovechando la solicitud de ampliación de la empresa GAZA salga a la palestra como paladina y justiciera del desastre que se avecinaba al no poderse autorizar una ampliación con una ley que ella misma ayudó a aprobar y, de paso, cargando la culpa en el Ayuntamiento gobernado por I.U. y P.S.O.E., no es más que una “distorsión deliberada de la realidad”, tal y como apunta la definición académica. Además, va dirigida a la “opinión pública” curiosamente a menos de un año de las elecciones. Y, abundando en la definición de marras, “manipulando las creencias y emociones” en una ciudad en regresión en la cual la empresa GAZA asegura puestos de trabajo y, por eso mismo, incide de forma severa en el tejido social de la ciudad y su imaginario colectivo.

            Por si no le ha quedado claro, le voy a poner otro ejemplo de “posverdad” ya que habla y habla de regímenes sanguinarios. Explica el filósofo y comunicólogo Fernando Bueno Abad que con la posverdad ya no habría rumores falsos, todo es verdadero mientras sirva para obturar la realidad”. Bajo esta lógica, "se usa para destruir al rol del Estado, para invisibilizar escenarios de represión y crimen, para ocultar fraudes electorales de todo tipo". Pues bien, su partido, el Partido Popular, lleva oponiéndose desde siempre a la verdad sobre la dictadura franquista. Habla y propone leyes de concordia, de reconciliación, de superación de la fractura de la guerra civil, y nos invita a enterrar el pasado como forma de futuro. Pero los únicos enterrados son los ajusticiados, los fusilados por un régimen criminal y fascista que pelearon para derrotar un golpe de estado militar a todas luces ilegal en contra de la República democrática establecida. Inducirnos, como induce su partido, a olvidar no es más que intentar disfrazar la historia con manipulaciones arbitrarias, con juego sucio, con verdades a medias, que van dirigidas a quienes todavía profanan la legalidad cada día con sus enseñas antidemocráticas, sus organizaciones de índole racista y xenófobo y su permanente presencia en medios de comunicación afines. Algo que proviene de un periodo, el de la tan manida Transición, que supuso la puesta en práctica de toda la definición que sobre la “posverdad” nos quiere colocar. 

            Prefiero, si no queda más remedio, pagarle su sueldo como senador y que vuelva a las catacumbas de la calle Baién a adorar el silencio remunerado a que nos intente adoctrinar sobre su supuesta “posverdad” que no es más, en realidad, que la nefasta manipulación informativa de toda la vida. En cuanto a su amigo el mercante, que lea El motín de la Bounty o Moby Dick. La disciplina sin cordura o razón no es admisible.

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