Pues no estaba muerto
ni estaba de parranda. El eterno representante político de la provincia de
Zamora por el Partido Popular, el senador Dionisio García Carnero, se ha vuelto
a aparecer de entre las brumas ancestrales de su carrera política para ilustrarnos
sobre el concepto y consecuencias de la “posverdad”. El hasta ahora silente político
arremete contra todo lo que se mueve y, de paso, sin pretenderlo, nos ayuda a
entender, esta vez con exactitud, la definición de posverdad que pretende
enseñar al obviar, manipular y tergiversar acontecimientos conocidos utilizando
un medio de opinión pública para influir en los destinatarios sin que lo que
propone sea materia objetiva sino opinable. Vamos, que utiliza la posverdad a
granel cuando intenta descalificarla.
Utilizando de forma torticera la
definición que da la R.A.E.: "La distorsión deliberada de una realidad que
manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión
pública", va desgranando acontecimientos que le pueden parecer favorables,
cosa difícil en algunos de ellos, pero relega otros que, sin duda
conociéndolos, harían de su alegato papel mojado por ventajista. Y eso es, en
realidad, su discurso: la constatación manifiesta de cómo realizar una
declaración ajustada a la definición con la cual pretende desprestigiar las
acciones o logros de sus rivales. Que al escribirlo no se diera cuenta del
hecho pone de manifiesto cuan larga es la estulticia de quienes creen estar en
posición de superioridad intelectual con respecto de sus posibles
destinatarios.
A bote pronto, y siendo de Zamora
como es, se me ocurre algo que se ajusta como un traje a la definición de la
R.A.E.: la algarada ocasionada por su partido en el caso GAZA. No sé si como
senador le tocó ratificar la ley que modificaba los parámetros sobre
inundabilidad en la cuenca hidrográfica del Duero y que se aprobó en el año
2016. Su correligionaria, la diputada Clara San Damián, si participó, cosas de
la disciplina de partido, en su aprobación sin, parece ser, conocer como afectaba
a su ciudad. Pues bien, que después de dos años y aprovechando la solicitud de
ampliación de la empresa GAZA salga a la palestra como paladina y justiciera
del desastre que se avecinaba al no poderse autorizar una ampliación con una
ley que ella misma ayudó a aprobar y, de paso, cargando la culpa en el
Ayuntamiento gobernado por I.U. y P.S.O.E., no es más que una “distorsión
deliberada de la realidad”, tal y como apunta la definición académica. Además, va
dirigida a la “opinión pública” curiosamente a menos de un año de las
elecciones. Y, abundando en la definición de marras, “manipulando las creencias
y emociones” en una ciudad en regresión en la cual la empresa GAZA asegura
puestos de trabajo y, por eso mismo, incide de forma severa en el tejido social
de la ciudad y su imaginario colectivo.
Por si no le ha quedado claro, le
voy a poner otro ejemplo de “posverdad” ya que habla y habla de regímenes
sanguinarios. Explica el filósofo y comunicólogo Fernando Bueno Abad “que con la posverdad
ya no habría rumores falsos, todo es verdadero mientras sirva para obturar la
realidad”. Bajo esta lógica, "se usa para destruir al rol del Estado, para
invisibilizar escenarios de represión y crimen, para ocultar fraudes
electorales de todo tipo". Pues bien, su partido, el Partido Popular,
lleva oponiéndose desde siempre a la verdad sobre la dictadura franquista.
Habla y propone leyes de concordia, de reconciliación, de superación de la
fractura de la guerra civil, y nos invita a enterrar el pasado como forma de
futuro. Pero los únicos enterrados son los ajusticiados, los fusilados por un
régimen criminal y fascista que pelearon para derrotar un golpe de estado
militar a todas luces ilegal en contra de la República democrática establecida.
Inducirnos, como induce su partido, a olvidar no es más que intentar disfrazar
la historia con manipulaciones arbitrarias, con juego sucio, con verdades a
medias, que van dirigidas a quienes todavía profanan la legalidad cada día con
sus enseñas antidemocráticas, sus organizaciones de índole racista y xenófobo y
su permanente presencia en medios de comunicación afines. Algo que proviene de
un periodo, el de la tan manida Transición, que supuso la puesta en práctica de
toda la definición que sobre la “posverdad” nos quiere colocar.
Prefiero,
si no queda más remedio, pagarle su sueldo como senador y que vuelva a las
catacumbas de la calle Baién a adorar el silencio remunerado a que nos intente
adoctrinar sobre su supuesta “posverdad” que no es más, en realidad, que la
nefasta manipulación informativa de toda la vida. En cuanto a su amigo el
mercante, que lea El motín de la Bounty o Moby Dick. La disciplina sin cordura
o razón no es admisible.
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