Parece claro, a tenor
de la deriva policial y judicial de este gobierno de derechas, que el final de
ETA supuso un antes y un después en su iniciativa política y en su devenir
ideológico. Un enemigo que fue la piedra angular sobre la que asentar su espacio
electoral en el espectro más extremista y mecha con la que aventar la víscera
de sus votantes más recalcitrantes. Una piedra que fue recogida por parte de
quienes entendían que la democracia solamente era eso, sin importarles o sin
darse cuenta de que la democracia es mucho más de lo que nos han contado o nos
han vendido. Un solo problema tapó todas las desvergüenzas con las que han
asolado este país estableciendo, de paso, el concepto sibilino por el cual no
eras un buen español sino estabas de acuerdo con su proceder.
Casi desaparecida la banda
terrorista, este último vocablo vuelve a estar en candelero por la contumaz
actitud del gobierno y el partido que lo sustenta, el P.P., en denominar con
dicho vocablo a cualquier persona o grupo que no siga las directrices marcadas
por unas leyes hechas con el objetivo de amordazar a la opinión pública y
dificultar la protesta y la presión en la calle de los colectivos contrarios a
esta política marcada con tintes autoritarios. Grupos musicales, cantantes individuales,
manifestantes, activistas callejeros, etc, son inmediatamente señalados con la
dichosa palabra o con su variante “enaltecimiento del terrorismo”, forma
capciosa de aplicar una justicia ad hoc elaborada por las cloacas de un poder
podrido en su fundamento.
Lo último, la detención y puesta a
disposición judicial de la supuesta cabecilla de los denominados CDR, en
Cataluña, es el último ancla del gobierno y su partido, el P.P., para detener
la sangría de votos que sus múltiples casos de corrupción, que no cesan, como
si su trayectoria como partido, o la de sus cargos públicos, no todos, hubiera
sido un continuo latrocinio de lo público y una depredación sistemática del
estado del bienestar, están provocando en parte de unos votantes, los suyos, que
no comprenden, vayan ustedes a saber por qué, la traición a la que han sido
sometidos y el engaño continuo en el que han vivido. La fundamentación está
clara: una vuelta a los resortes que, en otro tiempo, ETA y Kale Borroka, le
daban esa pátina de demócratas que, ahora, va cayendo a jirones a golpe de
miseria política.
Esta banalización del término
terrorismo, duro, cruel, inhumano…, intentando asemejar la situación actual a
la de los años de plomo ya desaparecidos, es una más de las bajezas a las que, desgraciadamente,
nos tiene acostumbrados un gobierno fuera ya de toda realidad y que, para
nuestra seguridad, es necesario echar del poder si queremos ser definitivamente
unos ciudadanos libres. Es necesario que, de una vez por todas, sepamos
manejarnos con una democracia para la que no nos habían preparado y que,
posteriormente, nos hemos negado a responsabilizarnos de su desarrollo
dejándolo en manos de trileros a favor de su provecho.
Mientras tanto, el presidente del gobierno español presenta
sus respetos a las víctimas del terrorismo de la dictadura argentina
olvidándose de las víctimas de la dictadura franquista en su propio país. Una
desvergüenza más a las que nos tienen acostumbrados unos políticos que
representan, por todo lo dicho, parte del legado espiritual de aquella.
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