martes, 1 de agosto de 2017

RAULITO: DEL EXTRARRADIO AL EMBALSE

            Apacentando la indolencia al solano de una tarde de verano, después de un aceptable refrigerio en el chiringuito playero y fluvial al que habíamos acudido, conocimos a Raulito. Raulito es un joven emigrante moderno, de interior. Acude todos los años al pueblo de sus padres desde que tiene uso de razón, acompañándolos en la tradicional romería veraniega de plato puesto y gastos pagos en ese “todo incluido” en que se convierten las casas de los abuelos durante el estío. Bien es verdad que esto último no figura en el contrato, hay que mantener el crédito ganado a base de horarios laborables inacabables, tiempos perdidos en traslados y ausencia de ocio en sus periféricos lugares de residencia al amparo del desconocimiento que sobre ello tienen quienes les reciben anualmente.

            Los padres de Raulito, suponemos, se fueron del pueblo jóvenes en busca de un futuro más allá de la agricultura y la ganadería de subsistencia. Se acomodaron en el dormitorio vital de la periferia de la gran ciudad y prosperaron. Incluso cuando votan se creen clase media. Así son ellos y otros muchos que olvidan los conceptos vitales de sus orígenes y sus enseñanzas. Y allí nació y creció Raulito, nuestro protagonista. Por lo que vimos y dedujimos, Raulito es un joven como todos los de su edad: vital, inquieto, deportista, pero trabajado en esa competitividad insana que se les inculca a los jóvenes desde muy temprano. Siempre compitiendo por cualquier cosa, aunque la causa sea de lo más intrascendente. Fomentando el éxito como única meta, sin reparar en formas y métodos y expulsando del entorno a quien no comparta el camino.

            Y así, con estos mimbres, ocurrió todo el resto. Raulito, alentado por unos padres inmersos en una realidad virtual en la cual su hijo es el estándar del triunfo, un modelo de posibilidades de futuro por desarrollar, lo desafiaron a cruzar el embalse, como si eso fuera lo más normal del mundo, en público, como si a nosotros nos importar una mierda Raulito y sus hazañas. Una muestra pública del triunfo emigrante y del, también, competitivo retraso mental acumulado. Raulito se desafió así mismo, como no podía ser menos, y a los dos amigos que le acompañaban con cierta cara de arrepentimiento por haber aceptado pasar las vacaciones con Raulito y sus engreídos padres. Pero les perdió esa competitividad de la que hablamos.

            Mientras Raulito y sus amigos penaban, no podía ser de otra manera, por las aguas del embalse, una sinapsis de los comentarios parentales. Raulito los pierde de vista enseguida. Es normal, Raulito es muy buen nadador y tiene unas espaldas enormes. Yo le he visto unos abdominales increíbles. Mira, Raulito se para, pero por esperarlos. Se lo toma con calma para no desanimarlos. Si es que destaca en todo, es un gran deportista. Los otros dos deberían aprender de él…Nos tomamos otras copas mientras vuelven.
            Sinapsis de lo que vimos. Raulito no tiene ni puta idea de nadar. Después de diez metros a crawl, tuvo que nadar a braza, pero como nadan las personas mayores en los aquagym del los hoteles, con la cabecita fuera del agua y resoplando porque no tienen fondo. Los otros dos le dieron alcance sin querer. Llegaron muertos a la otra orilla y allí, exhaustos, fueron incapaces de volver inmediatamente, con lo que se apagó la fanfarria familiar. La camarera del chiringuito tenía más espaldas que Raulito. Raulito no tiene abdominales. Raulito es un chico de su edad, alto, delgado y sin desarrollar. Raulito es un cretino, joder, y sus padres unos retrasados mentales.

            No sabremos nunca lo que pasó el resto del día. Después de esa paliza absurda, lo más lógico es que Raulito se acostara esa noche con un gran vaso de cola cao preparado por la abuela, con ganas de no vivir, mientras sus padres darían las explicaciones pertinentes en la fiesta nocturna sobre su ausencia argumentando la recuperación que necesitan los grandes deportistas como su hijo entre las risitas mal disimuladas de los jóvenes del pueblo. ¿Qué le deparará a Raulito el tiempo venidero? Su vanidoso carácter, su fatuo perfil social, ¿no será un obstáculo imposible de salvar? ¿No le reducirá, como a sus padres, al gueto existencial de sí mismos?

            Posible ficción futura. Raulito vuelve al año siguiente. Y vuelve a cruzar el embalse. Raulito, como no podía ser menos según sus padres, se liga a la más guapa de la verbena. Raulito, ¡como me puede pasar esto a mí!, la deja embarazada. Raulito, tan engreído como tonto. Los padres de Raulito ante el feliz alumbramiento: mirad, acaba de nacer y ya tiene las amplias espaldas de su padre. Al cambiarle le he visto unos abdominales enormes. Ya tenemos otro cruzaembalses en la familia. Y así, sin filtro, la humanidad va creciendo en éxitos fútiles en vitrinas de extrarradio.

1 comentario:

  1. A la altura de "casarse pronto y mal". Costumbrismo puro. Me encanta!

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