¿Y por qué no paga su
partido, el PP, y ella como militante, la parte proporcional del declarado
contrato lesivo para el ayuntamiento de Zamora del malogrado edificio de
oficinas firmado por sus compañeros de corporación? ¿No había qué salvarlo en
ese momento de la bancarrota a la que estaba abocado? ¿Ellos y ella están por
encima del bien y del mal? Le resulta fácil plantearse todas esas preguntas y
le cabrea el que algo tan digerible sea de digestión pesada para la dama clara.
Es muy torpe. Torpe de verdad. Es esta cuestión, ella, hay que valorárselo,
tiene un alto sentido de la irresponsabilidad.
Jugar a la alta política en este
tipo de escenarios mínimos, decadentes y periféricos, cuando la habilitación
proviene del compadreo social y no del mérito sólido, da lugar a estas pautas
de comportamiento político alejadas del devenir diario de una ciudad de
provincias. Y ella lo intenta, pero es palpable su falta de conocimiento del
medio en el que se mueve, su actitud altanera ante los acontecimientos y su
falta de visión global sobre las necesidades sociales de la ciudadanía.
Tropieza y tropieza continuamente en la misma piedra, a la que ya le tiene un
sincero afecto, en la simpleza de lo nimio, en la intangibilidad de lo exiguo.
Así es ella o así se lo han vendido. Así lo cree ella o así se lo han hecho
creer. Aunque lo cierto es que, salvo libres designaciones, nada ha conseguido
por contenido.
Acostumbrados en esta ciudad a una
oposición municipal de izquierdas responsable y segura de sí misma y de su
cometido, en definitiva, de su contrato electoral con sus votantes y con la
ciudadanía en general, la otrora corresponsable de las tareas de gobierno del
PP provoca la sensación de que, una vez que la izquierda ha asumido las tareas
de gobierno, falta una oposición digna de ese nombre. Podría llegar a ser que,
para que tengamos los dos estamentos de gobierno municipal, sean los mismos
partidos de gobierno los que hagan de oposición de sí mismos ante la falta de
bagaje y personalidad que reina en los supuestamente opositores populares.
Como
pasa en muchos deportes, para atacar primero hay que defender y la dama clara
no lo sabe. Su libelo contra el equipo de gobierno de izquierdas poniendo en
entredicho la estabilidad del ayuntamiento solamente es una huida hacia
adelante cuando, en realidad, tienes el culo al aire. Si ahora nos quiere
salvar, me pregunto dónde estaba la dama clara en el citado caso del edificio
de oficinas, en el caso de ese zulo de mentiras que fue la Sociedad de Turismo,
en los casos de los contratos caducados, en la sospechosa relación entre liberar
partes de la muralla beneficiando, de paso, a constructores durante la burbuja inmobiliaria
en una ciudad con miles de pisos vacíos. Resulta curioso recordar el caso de
Siglo XXI, una urbanización en medio de la nada, sin ninguna justificación
estructural y de servicios, salvo que fuera porque una de las posibilidades
sobre plano de la nueva línea férrea de velocidad alta llegada a Zamora estaba,
en aquel momento, trazada no muy lejos. Casualidades. Ahora nadie nos salva
mantener unos servicios extemporáneos en lugar inverosímil. Y así un largo
rosario de calamidades perpetradas por el PP en Zamora sin que la dama clara acudiera
en nuestra defensa sino, más bien, fuera cómplice por convencimiento del
colapso municipal.
Ahora, rizando el rizo, me sales con
lo de Ciclos Piti. Que page el derribo del local adosado a la muralla que
regentó. Un jubilado. Argumentando ingeniería legal. Judicializando los
acuerdos del Pleno. Sin tan siquiera tener la vergüenza de esconder la
pantomima leguleya en el anuncio. Cantaba Serrat: “niño deja ya de joder con la
pelota”, pues eso, deja de joder con la política. Te queda grande, muy grande,
o eres pequeña, muy pequeña. Coge a los tuyos e idos, o íos, ya ves que no me
someto al imperativo de la ignorancia lingüística, a joder a otra “de la parte”.
Si paga Piti, paga tú.
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