lunes, 27 de marzo de 2017

UNA HIGIENE TRINA

              Hace ya tiempo que, desde el futuro, una “terminator” doméstica vino a ilustrarnos, a enseñarnos, las ventajas que tendría para nuestra defensa sanitaria diaria la utilización sistemática del mágico y revolucionario producto que traía consigo, en el siempre difícil arte, porque dejar la casa limpia es un arte, una industria para la que es imprescindible maña y destreza, además de voluntad, de la limpieza del hogar. Su pose de amazona, su oratoria penetrante, su impronta ejecutiva de nívea pulcritud, su vestimenta homologable en cualquier serie de ciencia ficción, desafiaron nuestros principios higiénicos como si, hasta su anunciación, nuestra vida rutinaria deambulara entre la suciedad expresa y la mugre intuida.

            Siempre me ha parecido algo extremo la multitud de posibilidades de un mismo producto que existen en el mercado. Acertar con el adecuado parece más propio del azar que de un estudio lógico de las necesidades personales de cada uno. Da la impresión de que el verdadero objetivo de las empresas no es, como sería razonable, dar solución a las distintas susceptibilidades higiénicas individuales o colectivas sino, por el contrario, sumergir al consumidor en una vorágine onírica y caleidoscópica que mezcla, confunde, difumina, aumenta o encoge las distintas fórmulas lavativas y los distintos formatos hasta hundir en la locura consumista al pobre diablo atrapado en sus redes en forma de pasillos de supermercado, y conseguir, por abandono de la propia voluntad personal, la compra masiva de todas y cada una de las muestras por indefinición manifiesta.

            Todas estas disquisiciones vienen a cuento de un anuncio publicitario visto en televisión y que hizo que me sumergiera en una serie de reflexiones, reconozco que un poco absurdas, y que, no contento con mi hallazgo, compartí con mi pareja, la cual me miró con extrañeza y, creo yo, preocupada por si mi cabeza había dejado el mundo racional y definitivamente se había embarcado en la nave de la demencia y la enajenación mental transitoria. Lo que vi fue lo siguiente: una marca de detergente para lavadoras presentaba a la vez el mismo producto pero, he aquí la cuestión, con tres cualidades distintas. El primer producto poseía la cualidad de dejar la ropa suave y aterciopelada al tener como componente principal el suavizante. El segundo producto destacaba por la máxima eficacia en la limpieza y acicalado extremo de la ropa y el tercero por el cuidado sin fisuras del color. Eran el mismo, pero no, tres recipientes distintos pero un solo detergente verdadero.

            Y he aquí las distintas divagaciones que me provocaron. Si damos por supuesto que los tres quitan la suciedad y las manchas de la ropa, cualidad intrínseca del producto general a priori, solamente se convierte en fundamental en el segundo de los productos citados, ya que carece de cualquier otra cualidad que enmascare aquella. En el primero de los productos citados, el mimosín, su principal cualidad es la suavidad, por lo menos así se publicita, con lo cual podemos especular con que la limpieza de la ropa no es su principal objetivo, siendo esta de nivel básico, lo cual no es muy apetecible. El tercer producto, por el mismo razonamiento, se centra en el cuidado del color y, por lo tanto, también tendrá un nivel mínimo en limpieza. Ahora bien, volviendo al segundo producto, si se concentra en dejar la ropa inmaculada, posiblemente, sea mediocre con el cuidado del color y, por ende, en dejarla suave y acolchada. Pero, podríamos discurrir que el primero tampoco cuida los colores al no ser su principal objetivo y que el tercero deja mucho que desear con la suavidad. En definitiva, tres elementos que tomados de uno en uno originan infinidad de preguntas sin respuesta y que pueden provocar inquietud y preocupación ante la posibilidad de no estar realizando correctamente la ablución textil.

            Al final, un galimatías con una única solución, pienso yo: adquirir los tres productos y mezclarlos en un solo recipiente sumando, así sí, sus cualidades individuales, lo cual nos dará una ropa suave, limpia y, cuando sea de color, cuidadas las distintas tonalidades. Aunque esto traiga consigo una mayor ganancia para la empresa productora, a lo mejor eso es lo que pretenden, y un estupor mayor en mi pareja al convertir la casa en un laboratorio. Espero que su estupefacción no me lleve a la consulta del siquiatra más próximo. A fin de cuentas, soy un empírico. 

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