Pues, por esa regla
de tres, impedir o no cumplir con lo
dispuesto en la Ley de la Memoria Histórica debería ser considerado como
enaltecimiento del franquismo, con sus ejecuciones, campos de concentración,
trabajos forzados, etc, etc, etc, circunstancia ésta que debería estar penada
en igualdad de condena con la del enaltecimiento del terrorismo, salvo que la
vara de medir de la justicia esté desdoblada en dos: una para los hijos y
nietos de los vencedores y otra para el resto de la población. Una suerte de
justicia tuerta, que no ciega, con una balanza trucada en la cual siempre se
pesa de menos la libertad, en este caso la de expresión, pero de más el castigo
para el débil.
Este país todavía no ha somatizado
bien la dictadura que, de forma parasitaria, pervive incrustada en la
estructura social de ciertas capas de la población y en ciertos comportamientos
políticos y judiciales con tufillo a Nodo. Sin quedarse ciegos, como proclamaba
desde el púlpito la Santa Madre Iglesia, los profesionales del Derecho de
confesionario tienden, tal y como han aprendido de sus mayores, a una
masturbatoria inclinación hacia la represión, hacia el castigo, hacia todo lo
que no concuerde con el orden, el decoro y el buen comportamiento del rancio
abolengo, creyendo, en su agónica defensa del puritanismo con olor a incienso,
que la libertad de expresión del siglo XXI en un país democrático puede ser la
misma que existía, y parece ser que existe, dura realidad, en una dictadura
amoral y criminal con unos valores cimentados en un golpe de estado bajo palio.
Estos jueces y fiscales, guardianes
de un legado trufado de autoritarismo, hacen un flaco favor al progreso y
futuro de un país con una gran parte de la población, es una pena, dedicada al
onanismo social del silencio, de la sospecha, de la miseria social de la
delación del otro ( caso titiriteros)… Esta hemofilia social y judicial,
elabora un pensamiento carente de objetividad, de la necesaria flexibilidad que
cabría esperar de quién lleva a efecto la doctrina legal, razonando la realidad
desde un punto de vista doctrinario, dogmático, sin reparar en el efecto a
largo plazo que pueden suponer sus conclusiones. Arruinar la vida y el futuro
de cualquier persona por un chiste, de mal gusto, puede ser, no guarda equidad
con el supuesto delito. Porque es ahí donde está el quid de la cuestión, ya que
calificar de enaltecimiento de terrorismo su comentario no deja de causar
perplejidad, cuando esta persona carece de antecedentes que la relacionen con
cualquier grupo de esa índole ni su vida hasta este momento parece ser que haya
tenido una actividad “terrorista”.
El fiscal, y la Audiencia, confunden
el chiste en sí con lo que causó aquello que luego, posteriormente, pudo ser
utilizado de forma irónica. ¿Alguien se ha molestado en preguntar a esta
persona si está a favor de cualquier acto terrorista? ¿Si valora más la
libertad de expresión que la imposición por la violencia? Por otra parte,
chistes y comentarios de bar que hemos oído un sinfín de veces y que han
circulado desde siempre en la tradición oral de este país desde la transición.
La llamada Ley Mordaza está siendo un traje a medida de la derecha para anular,
cercenar la libertad de expresión de este país, salvo cuando el señor Rafael
Hernando, portavoz del Partido Popular, se permite ironizar sobre los muertos
de la guerra civil del bando republicano y sus familiares. Para eso no hay un
fiscal a mano, curiosamente, o el señor portavoz no tiene quien le instruya.
Desde la Transición, el camino, en
cuanto a libertades, ha sido descendente, hasta convertirse en una trocha apenas
visible. Resulta apestoso y vomitivo recordar la participación del Presidente
del Gobierno, señor Rajoy, en la manifestación de Paris después de los
atentados contra la revista Charlie Hebdo en contra del terrorismo y en favor
de la libertad de expresión. Queda muy bien para la foto ir a defender dicha
libertad cuando se mira para otro lado en tu país. Por cierto, según estoy
conformando esta entrada, leo en Público la siguiente noticia: Interior niega
que sean delito las amenazas contra la víctima vasca del atentado de Berlín. La
amenazas en las redes son de este tipo: “que pena que no te remataron, subnormal,
jódete, la próxima vez, si hay suerte, llévate a tu familia”. Parece ser que no
es delito, salvo que la víctima sea Carrero Blanco.
¿Apostáis algo a que no sale un fiscal con cojones? ¡Miren
como muevo la bolita! ¿Dónde está la bolita? ¿Aquí? ¿Por aquí? ¿Aquí no?
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