Está claro que todos
los días, día arriba o día abajo, tienes la insatisfacción de conocer a un
tonto y, por ende, todos los días oyes al menos una tontería; algo así como la
recomendación de comer todos los días una pieza de fruta, eslogan a caballo
entre la mera publicidad y lo añejo, de país de posguerra. Pero que sin pasar
apenas cuarenta y ocho horas del nuevo año asistas a la que puede ser la gilipollez del mismo es algo inaudito y eso que estamos en año electoral y el cúmulo de tonterías
a oír va a ser, como mínimo, infumable. Pero cuando en el gobierno de tu nación
tienes a la totalidad de la plantilla de los que si volaran no dejarían ver el
sol, puede ser hasta concebible.
Y entre todos ellos, el inigualable
ministro de “mala economía”, Luis de Guindos, que puede que cuando dijera lo
que dijo estuviera en el ídem de su apellido o en algún lugar del país de las
grandes maravillas económicas para clases acomodadas, Moncloa: neurona en
vacaciones, ese país del que solamente ellos disfrutan, al contrario que la
gran mayoría del resto de los ciudadanos. Y es que el titular perpetrado por su
boca, no sé si por sus conexiones neuronales, proclama: “los españoles le han
perdido el miedo a perder el puesto de trabajo”.???
Ante esta majadería, ¿qué podemos
considerar?, por supuesto después de verbalizar en alta voz todo el glosario de
insultos del que goza el rico patrimonio lingüístico del idioma español. El
hecho de que los españoles, según Guindos, no teman perder el puesto de
trabajo, puede deberse, por fuerza lo tiene que haber considerado así, a que,
con más de cinco millones de parados, sean pocos los que ya queden con uno de
ellos. En este caso, cabe entender, la persistencia de su ministerio en aprobar
medidas macroeconómicas que abundan de dicha circunstancia: cuando todos
perdamos el puesto de trabajo se cumplirá en toda su totalidad el aserto
vomitado.
Puede ser, tal vez, que la sustitución
de contratos indefinidos en temporales, paradigma de su ideario político,
caracterizado por su tufillo a catecismo oral, contratos en los que no duras
más de lo que dura un suspiro de beata, haya traído como consecuencia de que a
los españoles no haya empezado a gustar demasiado la temeridad laboral y nos
hayamos lanzado a la acumulación de relaciones laborales a semejanza de esas
estrellas futbolísticas que firman y firman nuevos contratos en consonancia con
sus repentinas tristezas o morriñas del terruño ancestral. La diferencia,
palpable, está en que el público en general los firma en condiciones cada vez
menos ventajosas, prácticamente usureras, mientras los divos del balón van
sumando ceros a su cuenta corriente.
Tal vez se refiera el señor de
Guindos a que a los españoles ya nos la sopla perder el puesto de trabajo a la
vista del escaso mercado laboral existente, al haber asumido a fuerza de hechos
consumados que su futuro laboral no es de este mundo, perdón, país, y supongan
su proyecto laboral y vital allende nuestras fronteras. Españoles por el mundo
inundando los mercados laborales más exóticos y alejados, como aventureros en
busca del santo grial laboral. Aunque se lo debería explicar a los mayores de
45 años, expulsados de sus puestos de trabajo, y que no encuentra una salida. A
los jóvenes que terminan sus carreras y solamente son utilizados como mano de
obra barata hasta que llega una nueva hornada a la que explotar, etc.
Pero mucho me temo que a lo que se
refería el señor ministro es que son ellos, españoles de provecho, los que no
tienen miedo a perder su puesto de trabajo porque sus favores legales cuando
están en el poder les hacen acreedores de nuevos puestos de trabajo, ya sea en
el sector público o privado, como contrapartida a sus desvelos. Ellos si que
dan una patada a una piedra, llámese eléctrica, gasista, bancaria, etc, y, como
por arte de magia, les asalta un nuevo destino laboral acorde a sus virtudes
serviles. Si es así, por favor, complete su frase señor ministro, no sea que se
le queden atrincheradas las palabras en espera y provoquen que su maquinaria
sufran un colapso tal que mañana se le ocurra una nueva forma de jodernos.
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