viernes, 2 de enero de 2015

DE GUINDOS EN EL PARAISO

            Está claro que todos los días, día arriba o día abajo, tienes la insatisfacción de conocer a un tonto y, por ende, todos los días oyes al menos una tontería; algo así como la recomendación de comer todos los días una pieza de fruta, eslogan a caballo entre la mera publicidad y lo añejo, de país de posguerra. Pero que sin pasar apenas cuarenta y ocho horas del nuevo año asistas a la que puede ser la gilipollez del mismo es algo inaudito y eso que estamos en año electoral y el cúmulo de tonterías a oír va a ser, como mínimo, infumable. Pero cuando en el gobierno de tu nación tienes a la totalidad de la plantilla de los que si volaran no dejarían ver el sol, puede ser hasta concebible.

            Y entre todos ellos, el inigualable ministro de “mala economía”, Luis de Guindos, que puede que cuando dijera lo que dijo estuviera en el ídem de su apellido o en algún lugar del país de las grandes maravillas económicas para clases acomodadas, Moncloa: neurona en vacaciones, ese país del que solamente ellos disfrutan, al contrario que la gran mayoría del resto de los ciudadanos. Y es que el titular perpetrado por su boca, no sé si por sus conexiones neuronales, proclama: “los españoles le han perdido el miedo a perder el puesto de trabajo”.???

            Ante esta majadería, ¿qué podemos considerar?, por supuesto después de verbalizar en alta voz todo el glosario de insultos del que goza el rico patrimonio lingüístico del idioma español. El hecho de que los españoles, según Guindos, no teman perder el puesto de trabajo, puede deberse, por fuerza lo tiene que haber considerado así, a que, con más de cinco millones de parados, sean pocos los que ya queden con uno de ellos. En este caso, cabe entender, la persistencia de su ministerio en aprobar medidas macroeconómicas que abundan de dicha circunstancia: cuando todos perdamos el puesto de trabajo se cumplirá en toda su totalidad el aserto vomitado.

            Puede ser, tal vez, que la sustitución de contratos indefinidos en temporales, paradigma de su ideario político, caracterizado por su tufillo a catecismo oral, contratos en los que no duras más de lo que dura un suspiro de beata, haya traído como consecuencia de que a los españoles no haya empezado a gustar demasiado la temeridad laboral y nos hayamos lanzado a la acumulación de relaciones laborales a semejanza de esas estrellas futbolísticas que firman y firman nuevos contratos en consonancia con sus repentinas tristezas o morriñas del terruño ancestral. La diferencia, palpable, está en que el público en general los firma en condiciones cada vez menos ventajosas, prácticamente usureras, mientras los divos del balón van sumando ceros a su cuenta corriente.

            Tal vez se refiera el señor de Guindos a que a los españoles ya nos la sopla perder el puesto de trabajo a la vista del escaso mercado laboral existente, al haber asumido a fuerza de hechos consumados que su futuro laboral no es de este mundo, perdón, país, y supongan su proyecto laboral y vital allende nuestras fronteras. Españoles por el mundo inundando los mercados laborales más exóticos y alejados, como aventureros en busca del santo grial laboral. Aunque se lo debería explicar a los mayores de 45 años, expulsados de sus puestos de trabajo, y que no encuentra una salida. A los jóvenes que terminan sus carreras y solamente son utilizados como mano de obra barata hasta que llega una nueva hornada a la que explotar, etc.

            Pero mucho me temo que a lo que se refería el señor ministro es que son ellos, españoles de provecho, los que no tienen miedo a perder su puesto de trabajo porque sus favores legales cuando están en el poder les hacen acreedores de nuevos puestos de trabajo, ya sea en el sector público o privado, como contrapartida a sus desvelos. Ellos si que dan una patada a una piedra, llámese eléctrica, gasista, bancaria, etc, y, como por arte de magia, les asalta un nuevo destino laboral acorde a sus virtudes serviles. Si es así, por favor, complete su frase señor ministro, no sea que se le queden atrincheradas las palabras en espera y provoquen que su maquinaria sufran un colapso tal que mañana se le ocurra una nueva forma de jodernos.

            Señoras y señores, bienvenidos al festiclown electoral 2015. 

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