miércoles, 27 de febrero de 2013

LA CIUDAD TRUMAN


          Cuenta la publicidad institucional que hay una ciudad líquida, que está ensimismada y que es perfectamente desconocida. Una ciudad donde el tiempo no se reconoce en el espejo, porque habita fuera del tiempo. No vive en el pasado, ni en el presente ni acierta a ver el futuro. Una ciudad, donde al entrar, todas las preocupaciones, los problemas y las incertidumbres son eliminadas al pasar bajo el gran arco inoculador de rayos felices, invisible, eso sí, que rodea la ciudad, similar al que nos radiografía en los aeropuertos y nos hace portada de Interviú, quedando las voluntades personales al margen de cualquier responsabilidad. Es tu ciudad soñada para habitar el limbo de la memoria. Zamora: “la ciudad Truman”.
          En esta pequeña “Seaheaven”, se puede hacer realidad el particular show personal y colectivo, a la vez, de habitar una ciudad donde las medidas económicas, fiscales y laborales ejecutadas por el gobierno de la nación no tienen aplicación práctica, ya que al entrar en sus límites geográficos y, sobre todo, mentales, las personas son despojadas del vestido laboral que en su otra vida los caracterizaba y esclavizaba. Una ciudad, por tanto, donde no existen jubilados a los que les afecte el medicamentazo y el recorte de las pensiones. Funcionarios a los que se les haya recortado el sueldo, los días de razones particulares y la extra. Jóvenes sin perspectiva de trabajo o con la única perspectiva de precariedad laboral de por vida. Trabajadores en paro por una reforma laboral nacida de las cavernas del capitalismo más salvaje. O ciudadanos, en general, que tengan que soportar la extravagante subida de tasas municipales perpetrada por la actual corporación municipal para paliar el agujero económico que ellos mismos han originado. Este es el éxito conseguido: una burbuja cultural donde cohabitamos bajo un decorado de cartón-piedra en una obra cinematográfica perfecta.
         Así fue la mañana del sábado, 23 de febrero. Salvo un “peligroso” grupo reducido de unas 200 personas, “la ciudad Truman” siguió con su ritmo normal de actividad casual y los ciudadanos impasibles ejecutaron sus habituales quehaceres diarios, siguiendo el guión escrito desde el gran hermano político. Ese guión que confunde y enmascara la voluntad de exigir responsabilidades a los políticos de turno bajo la marca de protesta callejera marginal y que por tanto no hay que seguir bajo ningún concepto de corrección política. En esta obra de ciudadanos zombis, solamente se permite salir del guión preestablecido cada cuatro años, como episodio extra, y con la vigilancia correspondiente que asegure la obra por otros cuatro.
         La marea ciudadana convocada por todas las ciudades del país pasó de largo en esta ciudad de habitantes generales, de quehaceres generales, de voluntades resignadas, de horizontes vigilantes y de la firme voluntad que tienen de que no son ellos los que tienen que exigir, ya que el gran hermano, el gran hacedor de sus sueños, proveerá. Tutela aceptada tras años de conservadurismo inoculado en vena. Yonquis del paternalismo más feudal. Lobotomía del olvido que asegura la placidez de sus dirigentes. Una ciudad que contradice los diversos informes económicos que la sitúan en los últimos lugares de la clasificación de las ciudades españolas. ¡Mentira! Vengan y pregunten, les dirán. Les asegurarán que aquí se vive muy bien y que no tenemos nada que envidiar a los demás, aunque ustedes vean lo contrario. No entenderán nada, pero es la obra de teatro la que habla. El guión lo establece así y así seguirá por los siglos de los siglos, y en Zamora, amén.
         Y como no existen los problemas por los que en las demás ciudades sus habitantes salen a la calle a protestar contra este gobierno mentiroso y estafador electoral, aquí nos afanamos en seguir representando nuestro papel. Tiempo de conspiraciones, que como el Don Juan Tenorio, de Zorrilla, se representa en los meses previos a la Semana Santa, con una similitud ancestral. Idus de marzo de los que cuidarte, ya que en esta parte de la obra si está permitido el homicidio fraternal: “tengo una proposición que no podrá rechazar”. Eso sí, siempre bajo la vigilante mirada del obispado tutelar.
         Zamora de cine, vengan y se sentirán actores por un día. El último reducto de la tragedia griega. Un clásico.

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