Cuenta la publicidad
institucional que hay una ciudad líquida, que está ensimismada y que es
perfectamente desconocida. Una ciudad donde el tiempo no se reconoce en el
espejo, porque habita fuera del tiempo. No vive en el pasado, ni en el presente
ni acierta a ver el futuro. Una ciudad, donde al entrar, todas las
preocupaciones, los problemas y las incertidumbres son eliminadas al pasar bajo
el gran arco inoculador de rayos felices, invisible, eso sí, que rodea la
ciudad, similar al que nos radiografía en los aeropuertos y nos hace portada de
Interviú, quedando las voluntades personales al margen de cualquier
responsabilidad. Es tu ciudad soñada para habitar el limbo de la memoria.
Zamora: “la ciudad Truman”.
En esta pequeña
“Seaheaven”, se puede hacer realidad el particular show personal y colectivo, a
la vez, de habitar una ciudad donde las medidas económicas, fiscales y
laborales ejecutadas por el gobierno de la nación no tienen aplicación
práctica, ya que al entrar en sus límites geográficos y, sobre todo, mentales,
las personas son despojadas del vestido laboral que en su otra vida los
caracterizaba y esclavizaba. Una ciudad, por tanto, donde no existen jubilados
a los que les afecte el medicamentazo y el recorte de las pensiones.
Funcionarios a los que se les haya recortado el sueldo, los días de razones
particulares y la extra. Jóvenes sin perspectiva de trabajo o con la única
perspectiva de precariedad laboral de por vida. Trabajadores en paro por una reforma
laboral nacida de las cavernas del capitalismo más salvaje. O ciudadanos, en general,
que tengan que soportar la extravagante subida de tasas municipales perpetrada
por la actual corporación municipal para paliar el agujero económico que ellos
mismos han originado. Este es el éxito conseguido: una burbuja cultural donde
cohabitamos bajo un decorado de cartón-piedra en una obra cinematográfica
perfecta.
Así fue la mañana del sábado, 23 de febrero. Salvo un “peligroso”
grupo reducido de unas 200 personas, “la ciudad Truman” siguió con su ritmo
normal de actividad casual y los ciudadanos impasibles ejecutaron sus
habituales quehaceres diarios, siguiendo el guión escrito desde el gran hermano
político. Ese guión que confunde y enmascara la voluntad de exigir
responsabilidades a los políticos de turno bajo la marca de protesta callejera
marginal y que por tanto no hay que seguir bajo ningún concepto de corrección
política. En esta obra de ciudadanos zombis, solamente se permite salir del
guión preestablecido cada cuatro años, como episodio extra, y con la vigilancia
correspondiente que asegure la obra por otros cuatro.
La marea ciudadana convocada por todas las ciudades del país
pasó de largo en esta ciudad de habitantes generales, de quehaceres generales,
de voluntades resignadas, de horizontes vigilantes y de la firme voluntad que
tienen de que no son ellos los que tienen que exigir, ya que el gran hermano,
el gran hacedor de sus sueños, proveerá. Tutela aceptada tras años de
conservadurismo inoculado en vena. Yonquis del paternalismo más feudal.
Lobotomía del olvido que asegura la placidez de sus dirigentes. Una ciudad que
contradice los diversos informes económicos que la sitúan en los últimos
lugares de la clasificación de las ciudades españolas. ¡Mentira! Vengan y
pregunten, les dirán. Les asegurarán que aquí se vive muy bien y que no tenemos
nada que envidiar a los demás, aunque ustedes vean lo contrario. No entenderán
nada, pero es la obra de teatro la que habla. El guión lo establece así y así
seguirá por los siglos de los siglos, y en Zamora, amén.
Y como no existen los problemas por los que en las demás
ciudades sus habitantes salen a la calle a protestar contra este gobierno
mentiroso y estafador electoral, aquí nos afanamos en seguir representando
nuestro papel. Tiempo de conspiraciones, que como el Don Juan Tenorio, de
Zorrilla, se representa en los meses previos a la Semana Santa, con una
similitud ancestral. Idus de marzo de los que cuidarte, ya que en esta parte de
la obra si está permitido el homicidio fraternal: “tengo una proposición que no
podrá rechazar”. Eso sí, siempre bajo la vigilante mirada del obispado tutelar.
Zamora de cine, vengan y se sentirán actores por un día. El
último reducto de la tragedia griega. Un clásico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario