En
el ámbito personal, tener un perfil bajo es decir de alguien que evita la
sobreexposición al público o la notoriedad. Puede que un bajo perfil asegure la
tranquilidad para la persona que intenta realizar cualquier actividad sin que
los demás le fiscalicen a cada paso, pero también con esta forma de ser o
actitud ante lo público se intenta evitar situaciones incómodas para las que
uno no se siente o no está preparado. Todo esto puede valer para la vida
cotidiana de la genta normal o común, pero cuando se está en círculos de poder,
como la política, dicho perfil puede llegar a significar mediocridad o carencia
de recursos para el puesto. ¿Puede ser que esté ocurriendo en la actualidad en
nuestro país con la presidencia del gobierno?
Como
hemos dicho anteriormente, el perfil bajo puede llevar aparejada cierta dosis
de mediocridad propia de quién ha hecho de la resistencia numantina, que no de
la acción modificadora, el fundamento de sus supuestas victorias. Famosa es la
frase del escritor Camilo José Cela: “el que resiste gana”, y el señor Rajoy, a
la sazón presidente del gobierno de la nación, ha conseguido llevar esa
capacidad de resistir fracaso tras fracaso hasta llegar a su meta de presidente
del gobierno, aún en las peores circunstancias. A diferencia de la cualidad de
luchar, la resistencia numantina es lo opuesto y puede llevar al triunfo pero
con un alto coste.
Estas
situaciones se producen y se padecen por el común de los mortales por el
incorrecto funcionamiento de ciertas leyes propias de la democracia, pero que
consiguen establecer guetos, como los partidos, donde este tipo de político de
perfil bajo puede medrar a sus anchas, sin tener notoriedad, pero realizando su
labor de zapa en dirección al puesto o cargo que cree merecer. Porque, no nos
confundamos, el que un político sea de perfil bajo o realice su labor bajo
dicho caparazón no quiere decir que renuncie a sus ambiciones políticas sino
que, ensimismado en su mundo sin conexión con los demás, acaba creyéndose su
glorioso destino. Para eso evita siempre la mayoría de los contactos con la
realidad que le pueden sacar de error.
Esto,
además, trae otra consecuencia casi más aterradora, pues la resistencia que le
hizo conseguir el poder, la traslada a las decisiones que toma estando en él y
las mantiene contra viento y marea convencido de que el tiempo les dará la
patina de acertadas aunque desde su nacimiento no provoquen más que caos. Todo
esto trae consigo que las personas verdaderamente preparadas para este tipo de
cargos, me da lo mismo presidente del gobierno, autonomía, diputación,
ayuntamiento, etc, salgan por la puerta de atrás de la política una vez
comprobado que el razonamiento intelectual no es sitio común entre los
componentes de los diversos órganos de decisión. Se pierde así calidad en las
decisiones a tomar y en los comportamientos públicos y los huecos dejados son
rellenados por especuladores y aprovechados que ven en la política y en el
juego político una fuente de posibilidades a las que sus capacidades originales
nunca les habrían hecho ni soñar. De hecho, y como cuentan las noticias,
algunos de estos suplantadores de los verdaderos políticos tienen un perfil tan
bajo que acabó en las alcantarillas, de donde lo han sacado los tribunales de
justicia para ponerlo a buen recaudo.
De
esta manera se produce una endogamia entre los componentes de la política, que
permanecen en sus puestos o en otros similares de manera continuada, sin ningún
tipo de renovación, dando al ciudadano la errónea impresión de que son
imprescindibles para el funcionamiento correcto de la rex pública. Aunque el
ciudadano no está exento de culpa de una situación tan anómala como perversa.
Si el ciudadano ejerciera su potestad de elección de una manera más crítica y
reflexiva y rechazara de manera taxativa este tipo de funcionamiento en los
partidos políticos, verdaderos artífices de esta situación, se podría conseguir
echar de la política a este tipo de personajes.
Sin
esta actuación seguiremos en manos de mediocres resistentes y se perderán
verdaderas generaciones preparadas que no osarán entrar en política ante el
tufillo que despide la descomposición del edificio democrático que con tanta
dificultad nos hemos dado.
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