Apenas abro los ojos y una sensación
de desánimo me embarga. Puede que sea el haber dormido poco y mal o el
resultado de un alcohol mal metabolizado, o sea, lo que se llama vulgarmente
resaca o una mezcla de los dos, pero no tengo ganas de levantarme y luchar
contra el mundo que en este momento pienso en contra. Aún así consigo
incorporarme y llegar a la cocina, donde un desayuno a base de café con leche y
unas pastillas de ibuprofeno intentará erradicar este malestar físico que me
acosa. Del malestar psíquico no hay remedio. Pero ¿por qué las mañanas de los
domingos son siempre iguales?
Puede
que la respuesta esté en que, como dice el titulo, no me gustan los domingos.
Siempre he tenido la sensación de que este día, tan señalado para una parte de
la sociedad, la que va a ir al cielo, no es más que un paréntesis chungo entre
el sábado divertido y el lunes laboral. Es como estar en el banquillo de los acusados
esperando un veredicto. Nada que hacer, solamente esperar. Así que armado de
valor, salgo a la calle a cumplir con las reglas sociales del buen ciudadano de
provincias e integrándome en la masa, me voy a pasear hasta la Catedral. No es
que vaya a pedir perdón por mis pecados, estoy relativamente orgulloso de
ellos, sino que con el frescor mañanero, espero que se me quite la pesadez
mental y el malestar general.
Caminando
por la Rúa de los Notarios, empiezo a soñar despierto, puede que me pasara con
el ibuprofeno y me haya colocado, y sumergido en la gerontocrática sociedad
zamorana, me creo el niño de la película El sexto sentido: “a veces veo jóvenes”.
No sé, puede que el sábado por la noche, en pleno éxtasis orgiástico, no me
haya enterado de que he cogido un tren y he acabado en Benidorm. Sincronizados
como las muñecas de Famosa, procesiones de mayores, con todos mis respetos,
caminan de un lado al otro de la ciudad en eterno paseo dominical matando el
tiempo, mejor dicho, asesinando el tiempo de una ciudad acabada y al margen de
todo futuro.
Abrumado
por todos estos pensamientos que van y vienen en mi cerebro, no dejándolo
descansar, empiezan a repicar todas las campanas de todos los campanarios de
todas las iglesias de Zamora. ¡Cuándo no es fiesta en la casa del Señor! Bueno,
en las casas del Señor, que si pagara impuesto de patrimonio, mal le iba a ir
con la segunda residencia, la tercera…. Tiene infinitas casas donde pasar las
vacaciones. Los demás una y mal acabada. Que desigualdad, por Dios. Supongo que
el gobierno le exoneraría de tributar, los muy píos. Además el Señor señalaría la
casilla de la Iglesia, faltaría más.
Cansado
entro en un bar, prefiero volver al alcohol que seguir escuchado el infinito
repiqueteo de las campanas, que no acaba nunca. Estos católicos deben ser muy
perezosos sino no entiendo la duración de la llamada al rezo. Pensar en un
vendedor de Biblias a domicilio que se tirara quince minutos llamando al
timbre. Si ya habéis pensado en que haríais con él, no os avergoncéis, yo haría
lo mismo. En el bar, no sé bien como, empiezo a recordar la manifestación de
los hosteleros de la calle Los Herreros del día anterior. Escasa por no decir
otra cosa más fuerte. ¿Dónde estaban los clientes jovencitos que se divierten
en la misma y que solamente abren la boca para exigir, pero que luego a la hora
de arrimar el hombro, se desvanecen? Estarían durmiendo la mona. Su lema debe
ser: “dame pero no me pidas, que paso”. Pero lo que más de llamó la atención
fue las risas de algunos agentes de la Policía Nacional que esperaban en la
Plaza Mayor al ver la escasa entidad de la exigencia. Debieron pensar que para
eso no hubieran venido, que en Valencia, paraíso del policía belicoso, se
divierten más y mejor. Como que se realizan más.
Después
de caminar sin rumbo un par de horas, empiezo a llegar a una especie de estado
consciente vegetal. Quiero decir, que eres consciente de todo pero como que lo
ves desde lejos, desde fuera. Más claro, la resaca se atempera y entra en
estado larvario, está pero no está. Paso junto a la estatua de D. Herminio
Ramos y veo como otra vez le han roto las gafas. Se me ocurren dos opciones: o
se trata de alguien que quiere simbolizar la venda que en esta ciudad se le
intenta poner a los que todavía mantienen una mente reflexiva y crítica con
ella o es el residuo cafre juvenil que nos queda en Zamora. Me inclino por la
segunda. Haría mejor el escultor en ponerle lentillas a la estatua.
En
fin, que después de unos vinos oyendo a la parroquia semanasantera discutir sobre
los mismos problemas sin solucionar de todos los años, ya estamos en tiempo, y
una comida que se negó a hacer la digestión, me puse a practicar un poco con el
piano. Dicen que la música amansa a las fieras, aunque cuando tengo que tocar en
clave de fa y algún acorde disociado, me entran ganas de tirar el piano por la
ventana. Asco de domingo.
¡Gerontocracia!
ResponderEliminar¡Toca tan fuerte que te haga olvidar!
un abrazo.
Que no Carlos, que el problema es que los jóvenes el domingo por la mañana no salen. Más bien acaban de entrar en casa y están durmiendo hasta bien entrada la tarde. Por eso (y no porque esta sea una de las ciudades más envejecidas de España) no ves a ningún joven en tus paseos domingueros.
ResponderEliminarSi es que... hay que decírtelo todo...
Bsss
Noe
Yo creo Carlos,
ResponderEliminarque lo que tenias hacer es no salir los sábados, y todo arreglado.........
entonces, cafe torero el sabado?..
ResponderEliminarNo lo dudes. LLama cuando llegues.
EliminarHay un remedio para el vencer el hastío del domingo. Desayuno y...a pasar el aspirador, limpiar el polvo de la estantería,... Acabas tan harto, que estás deseando que llegue el lunes para ir a trabajar.
ResponderEliminarA ver...Si se sale, se sale con todas las consecuencias y punto. Además,me parece que tú no eres de los que se beben la destilería de Jack Daniels entera. A si que a tí esta vida no te va a matar.
ResponderEliminarLoca por incordiar.